Mar 14:43 Luego,
hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con
espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de
los ancianos.
Mar 14:44 Y el que le
entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle,
y llevadle con seguridad.
Mar 14:45 Y cuando
vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.
Mar 14:46 Entonces
ellos le echaron mano, y le prendieron.
Mar 14:47 Pero uno de
los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote,
cortándole la oreja.
Mar 14:48 Y
respondiendo Jesús, les dijo: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas
y con palos para prenderme?
Mar 14:49 Cada día
estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se
cumplan las Escrituras.
Mar 14:50 Entonces
todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Notemos
en estos versículos que poco
comprendieron los enemigos de nuestro Señor la naturaleza de su reino.
Leemos que Judas fue a prenderlo "con una
gran multitud armada de palos y espadas." Evidentemente esperaban
que nuestro Señor seria defendido de una manera vigorosa por sus discípulos, y
que no podrían hacerlo prisionero sin
combatir. Los príncipes de los sacerdotes y los escribas continuaban obstinadamente
apegados a la idea de que el reino de
nuestro Señor era un reino terrenal, y suponían por lo tanto que
trataría de sostenerlo con medios mundanos. Tenían aún que aprender la solemne
lección contenida en las palabras de
nuestro Señor á Pilatos, "Mi reino no es de este
mundo: ahora pues mi reino no es de aquí." Jn_18:36.
Haremos bien en recordarlo cuando intentemos
extender el reino del Evangelio de Cristo. No debe propagarse por medio de la
violencia ni con las armas de la carne.
"Las armas de nuestra guerra no son carnales." 2Co_10:4. "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, dice el
Señor de los ejércitos." . La causa de la verdad no demanda fuerza para
sostenerse. Las falsas religiones, como el Islam, se han extendido a menudo por
medio de la espada; y el falso
Cristianismo, como el da la iglesia romanista, ha sido impuesto a los pueblos
valiéndose de persecuciones sanguinarias. Pero el verdadero Evangelio de Cristo no requiere semejantes
ayudas; se apoya en el poder del Espíritu Santo; crece y se desarrolla por la
influencia que el Espíritu Santo ejerce
en los corazones y en las conciencias. La señal más clara de que una
causa religiosa es mala es la disposición a apelar a la fuerza o al brazo
seglar.
Notemos, en segundo lugar, en estos versículos, como todos los detalles de la, pasión de
nuestro Señor acontecieron de la manera que los anunciaba la palabra de Dios. Las palabras que dirigió a los
que lo prendieron, lo muestran evidentemente: "es preciso que se cumplan
las Escrituras...
No hubo accidentes en los acontecimientos que
marcaron el término del ministerio terrenal de nuestro Señor, ni fueron
productos de la mala suerte. Las huellas que
fue dejando desde Getsemaní al Calvario estaban marcadas centenares de
años antes. El Salmo veinte y dos, y el capítulo cincuenta y tres de Isaías,
se cumplieron al pie de la letra. La
rabia de sus enemigos, el alejamiento de su propia nación, el hecho de ser
tratado como un malhechor, de ser condenado por
la asamblea de los malvados, todo se sabía de antemano, y todo había
sido previsto. Todo lo que aconteció fue tan solo la realización del gran
designio de Dios de preparar una
expiación por los pecados del mundo. Los hombres armados que Judas condujo para
apoderarse de Jesús, fueron como Nabucodonosor y Se-Naquerib, instrumentos inconscientes para
que tuvieran efecto los propósitos divinos.
Sea motivo de tranquilidad para nuestras almas saber
que todo lo que nos rodea ha sido ordenado y arreglado por la sabiduría
omnipotente de Dios. El curso de los
sucesos de este mundo podrá ser a menudo contrario a nuestros deseos; la
condición de la iglesia será a veces muy distinta de la que deseamos; la maldad de los mundanos, y las inconsecuencias
de los creyentes afligirán con frecuencia nuestras almas; pero hay una mano
sobre nosotros, que mueve esta máquina
del universo, y que hace que todas las cosas trabajen de consuno en gloria
suya. Las Escrituras se han ido cumpliendo año tras año; ni una jota ni una tilde dejarán de cumplirse. Los reyes podrán coaligarse, y los príncipes de las naciones pronunciarse
contra el Cristo, Salmo_2:2, pero en el día de la resurrección se probará, que aun en los
períodos más tenebrosos, todo sucedía según la voluntad de Dios.
Notemos, por último, en estos versículos, como puede flaquear la fe de los
verdaderos creyentes. Se nos dice que cuando Judas y su partida se
apoderaron de nuestro Señor, y permitió
tranquilamente que lo prendiesen, los once discípulos "todos lo
abandonaron." Quizás hasta aquel momento los había sostenido la esperanza de que el Señor haría un milagro, y
se libraría de sus enemigos, pero cuando vieron que no hacia ningún milagro, el
valor los abandonó, olvidaron todas sus
anteriores protestas; el viento se llevó todas las promesas que habían hecho de
morir con su Maestro antes que dejarlo, y el terror del peligro presente ahogó todos sus sentimientos.
"Todos lo abandonaron y huyeron...
Hay algo muy instructivo en este incidente; merece
que todos los que profesamos ser cristianos lo estudiemos con la mayor
atención. ¡Feliz el que estudia la
conducta de los discípulos de nuestro Señor, y recoge de ella alguna
enseñanza! Que la huida de
los once discípulos nos enseñe a no confiar demasiado en nuestras fuerzas, y
que el temor es un lazo. Nunca sabemos qué haremos, si somos tentados, o hasta que extremos nos llevará la
flaqueza de nuestra fe. Revistámonos de humildad.
Aprendamos a ser caritativos cuando juzguemos a
otros cristianos. No esperemos demasiado de ellos, o los clasifiquemos por
deficientes en gracia, si los vemos
sucumbir a una falta. No
olvidemos que aun los apóstoles escogidos por nuestro Señor lo abandonaron en
la época de su necesidad; y que, sin
embargo, el arrepentimiento volvió a levantarlos, y fueron los pilares
de la iglesia de Cristo.
No
concluyamos las meditaciones de este pasaje sin la profunda convicción de lo
capaz que es el Señor de simpatizar con
los que en El creen. De todas las pruebas la más grande es vernos burlados
en nuestro amor. Es un cáliz muy amargo
pero que todos los verdaderos cristianos tenemos que beber con frecuencia. Los
ministros fallan, los parientes y los
amigos; una cisterna tras otra resultan rajadas y que no pueden contener agua
ninguna. Pero nuestro consuelo es saber que
hay un Amigo firme, Jesús, que se conmueve sintiendo nuestras flaquezas, y que
ha gustado nuestros dolores.
Jesús sabe lo que es tener amigos y discípulos que
flaquean en la hora de la necesidad. Sin embargo, lo sufrió pacientemente, y los amó a pesar de todo.
Nunca se cansa de perdonar. Hagamos lo mismo; que ese sea nuestro empeño.
De todas maneras, Jesús nunca nos faltará. Está
escrito que " compasiones no faltan." Lam. 3.22
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