Mar 14:12 El primer día de la fiesta de los panes sin
levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le
dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?
Mar 14:13 Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id
a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua;
seguidle,
Mar 14:14 y donde entrare, decid al señor de la casa:
El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis
discípulos?
Mar 14:15 Y él os mostrará un gran aposento alto ya
dispuesto; preparad para nosotros allí.
Mar 14:16 Fueron sus discípulos y entraron en la
ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
La Pascua abarcaba una noche y una cena, pero la Fiesta de los Panes sin
Levadura, que se celebraba simultáneamente, seguía por una semana más. La gente
sacaba toda la levadura de sus hogares en conmemoración del día en que sus
antepasados salieron de Egipto y no tuvieron tiempo para que la masa del pan se
leudara. Miles de personas se daban cita en Jerusalén de diferentes partes del
Imperio Romano.
Puede
que parezca una expresión extraña si se Le aplica a Jesús; pero, cuando leemos
el relato de la última semana de Su vida, no podemos evitar sorprendernos ante
Su capacidad de organización. Una y otra vez vemos que Jesús no dejaba las
cosas para el último momento. Tiempo atrás había hecho los preparativos para
que el asnillo estuviera listo para Su entrada en Jerusalén; y aquí vemos de
nuevo que todos Sus preparativos se habían planificado con amplia antelación.
Sus discípulos querían saber dónde iban a
comer la pascua. Jesús los envió a Jerusalén con instrucciones de buscar a un
hombre que llevaría un cántaro de agua. Esa era una señal convenida de antemano.
La tarea de acarrear el agua con un cántaro a la cabeza o a la cadera era
propia de mujeres, algo que nunca hacían los hombres. Un hombre llevando un
cántaro de agua sería tan extraño en cualquier comunidad oriental entonces
como, digamos, hoy en día en Inglaterra un hombre con un paraguas de mujer
abierto en un día soleado. Jesús no dejaba las cosas para el último minuto.
Tiempo atrás había hecho los preparativos para tener un último lugar de
encuentro para Él y Sus discípulos, y cómo se podría reconocer.
Las casa judías más grandes tenían dos pisos.
Parecían como dos cajas, una más pequeña colocada encima de otra más grande. La
caja más pequeña era el aposento alto, al que se tenía acceso por una escalera
exterior, lo que hacía innecesario el pasar por la habitación principal del
piso de abajo. La habitación de arriba tenía muchos usos: era un almacén, o un
lugar para descansar y meditar, o una habitación para las visitas. Pero era
especialmente el lugar donde un rabino enseñaba al grupo escogido de sus
discípulos íntimos. Jesús estaba siguiendo las costumbres de los rabinos
judíos.
Debemos recordar la manera judía de contar los
días. El nuevo día empezaba a las 6 de la tarde. Hasta esa hora, aquel día era
el 13 de Nisán, el día de la preparación para la Pascua. Pero el 14 de Nisán,
el día de la Pascua, empezaba a las 6 de la tarde. Para expresarlo en nuestra
lengua, diríamos que el viernes día 14 empezaba a las 6 de la tarde del jueves
día 13.
¿Cuáles eran los preparativos que hacían los
judíos para la Pascua?
Primero estaba la búsqueda ceremonial de los
restos de levadura. Antes de la Pascua había que limpiar la casa de todas las
partículas de pan leudado que hubiera en ella. Eso era porque la primera
Pascua, en Egipto (Éxodo 12), se había comido con pan sin levadura. (El pan sin
levadura no se parece en nada al pan corriente. Es algo así como una galleta
dura). Se había usado en Egipto porque se podía cocer mucho más deprisa que el
pan con levadura, y la primera Pascua, la de la salida de Egipto, se había
tomado precipitadamente, con todo ya dispuesto para la marcha. Además, la
levadura era el símbolo de la corrupción. No es otra cosa que masa de pan
fermentada, y los judíos identificaban la fermentación con la putrefacción, así
es que la levadura representaba la pudrición. El día antes de la Pascua, el
dueño de la casa encendía un candil y recoma toda la casa buscando
ceremoniosamente toda la levadura que pudiera haber por los rincones. Antes de
la búsqueda oraba:
¡Bendito seas, Señor nuestro Dios, Rey del
universo, que nos has santificado por tus mandamientos, y nos has mandado
limpiar la casa de levadura!
Al final de la búsqueda, el dueño de la casa
decía:
Toda la levadura que haya en mi posesión, la
que he visto y la que no he visto, quede anulada, y sea considerada como el
polvo de la tierra.
Después, por la tarde, antes de que empezara
el día de la Pascua, tenía lugar el sacrificio del cordero pascual. Toda la
gente iba al templo. El adorador tenía que matar su propio cordero, haciendo
así su propio sacrificio. Para los judíos, toda la sangre había de consagrarse
a Dios, porque identificaban la sangre con la vida. Era muy natural, porque, si
una persona o un animal se desangraban, se moría. Así que, en el Templo, el
adorador mataba su propio cordero. Entre los adoradores y el altar había dos
largas hileras de sacerdotes, cada uno con una vasija de oro o de plata. Cuando
se hacía la incisión en el cuello del cordero, se ponía la sangre en una de
esas vasijas, que se pasaba por toda la línea hasta que el sacerdote que estaba
al final la echaba sobre el altar. El cadáver se despellejaba, se le extraían
las entrañas y la grasa, porque era parte necesaria del sacrificio, y se le
devolvía el cuerpo al adorador. Si las cifras de Josefo son verídicas, se mataba
más de un cuarto de millón de corderos, la escena en los atrios del Templo y la
condición ensangrentada del altar casi uno no se los puede imaginar. El cordero
se llevaba a la casa para asarlo. No se podía cocer. Nada lo debía tocar, ni
siquiera los lados del cacharro en que se asaba. Había que asarlo en un fuego
abierto de madera de granado. El asador atravesaba el cordero desde la boca al
vientre, y el cordero tenía que asarse entero, sin quitarle ni la cabeza ni las
patas ni el rabo.
La mesa misma tenía la forma de un cuadrado
con un lado abierto. Era baja, y los comensales se reclinaban en sofás,
apoyándose en el brazo izquierdo para dejarse libre el derecho para comer.
Se necesitaban ciertas cosas, que eran las que
los discípulos tenían que preparar.
(i) Estaba el cordero, para recordarles cómo
sus casas habían sido protegidas por la señal de la sangre cuando el ángel de
la muerte pasó por todo Egipto.
(ii) Estaba el pan sin levadura, que recordaba
el que habían comido apresuradamente cuando salieron de la esclavitud.
(iii) Estaba el tazón de agua salada, para
recordarles las lágrimas que habían derramado en Egipto y las aguas del mar
Rojo por las que habían salido milagrosamente a la libertad.
(iv) Estaba una variedad de hierbas amargas
-rábano, achicoria, endibia, lechuga, marrubio- para recordarles la amargura de
la esclavitud de Egipto.
(v) Estaba una pasta llamada jaróshet, que era
una mezcla de manzanas, dátiles, granadas y almendras, que les recordaba la
arcilla de la que tenían que hacer los ladrillos en Egipto. Le ponían unos
palitos de canela para recordarles la paja que contenían los ladrillos.
(vi) Había cuatro copas de vino. Las copas
contenían un poco más de cuarto de litro de vino, pero se mezclaban tres partes
de vino con dos de agua. Las cuatro copas, que se bebían en momentos
determinados de la cena, eran para recordarles las cuatro promesas de
Exo_6:6 s:
Yo os sacaré de debajo de las
pesadas tareas de Egipto.
Os libraré de su servidumbre.
Os redimiré con brazo extendido y
con gran justicia.
Os tomaré como Mi pueblo y seré
vuestro Dios.
Tales eran los preparativos que había que
hacer para la Pascua. Cada detalle hablaba de aquel gran día de la liberación,
cuando Dios sacó a Su pueblo de la esclavitud de Egipto. En esa fiesta, el Que
redimió al mundo del pecado había de tomar Su última Cena con Sus discípulos.
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