} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JESÚS EN LA CRUZ (1)

lunes, 22 de noviembre de 2021

JESÚS EN LA CRUZ (1)

 Mar 15:33  Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

Mar 15:34  Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Mar 15:35  Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías.

Mar 15:36  Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.

Mar 15:37  Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.

Mar 15:38  Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

 

 

       En estos versículos llegamos a la última escena, una escena tan terrible que el mismo cielo se oscureció inexplicablemente y parecía que hasta la naturaleza no podía soportar el ver lo que estaba sucediendo. Fijémonos en algunos de los personajes que aparecen en esta escena. La oscuridad al mediodía era un símbolo del juicio de Dios (Amós 8:9 Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro.). La clase de obscuridad que fue, no lo sabemos. Podría haber sido una tormenta de arena enceguecedora común en esa zona. No podría haber sido un eclipse del sol, ya que la Pascua ocurría en plenilunio. La oscuridad parece haber ilustrado la ira de Dios no sólo en contra de aquellos que habían rechazado a su Hijo, sino también en contra del pecado que Jesús estaba llevando sobre su persona por nosotros, como una ofrenda de pecado. ¿Por qué otro motivo Jesús habría exclamado a gran voz, en las palabra del Sal. 22, que Dios lo había desamparado?

No podemos concebir lo que esta separación significaría a uno que desde toda la eternidad no había conocido ninguna separación de su amoroso Padre; sin embargo, se nota, como ninguna otra cosa, lo terrible que es el pecado.  

(i) Estaba Jesús. Jesús habló dos veces.

(a) Profirió el terrible grito: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué Me has abandonado?" Hay un misterio en ese grito que no podemos sondear. Puede que fuera que Jesús había tomado sobre Sí esta vida nuestra; había realizado nuestro trabajo, y arrostrado nuestras tentaciones, y soportado nuestras luchas; había sufrido todo lo que la vida puede imponer; había conocido el fallo de Sus amigos, el odio de Sus enemigos, la malicia de Sus adversarios; había experimentado el dolor más agudo que la vida pueda ofrecer. Hasta este momento Jesús había pasado por todas las experiencias de la vida excepto una: no había conocido las consecuencias del pecado. Ahora bien, si hay algo que haga el pecado es separarnos de Dios. Pone entre nosotros y Dios un abismo realmente infranqueable. Esa era la única experiencia humana por la que Jesús no había pasado nunca, porque Él fue sin pecado.

Puede ser que en este momento Le sobreviniera esa experiencia -no porque hubiera pecado, sino porque, a fin de identificarse totalmente con nuestra humanidad, tenía que pasarla. En este momento inflexible e inexorable Jesús Se identificó real y totalmente con el pecado humano. Aquí tenemos la paradoja divina: Jesús supo lo que era ser un pecador, y esta experiencia debe de haber sido incalculablemente agonizante para Jesús, porque Él nunca había conocido lo que era estar separado de Dios por  este abismo.

Por eso Él puede comprender tan bien nuestra situación. Por eso no tenemos por qué tener nunca miedo de acudir a Él cuando el pecado nos deja incomunicados con Dios. Porque Él lo ha pasado, puede ayudar a los que lo estén pasando. No hay sima de experiencia humana que Cristo no haya sondeado.

(b) Hubo un gran grito. Tanto Mateo (27:50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.  ) como Lucas (23:46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.) se refieren a él. Juan no lo menciona, pero nos dice que Jesús murió después de decir: «¡Consumado es!" (19:30Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.). En el original eso sería una sola palabra; y esa única palabra fue el gran grito: «¡Consumado!» "¡Ya todo está completo!» es sólo una palabra en griego, tetélestai; y Jesús murió con un grito de triunfo en Sus labios. No dijo: «Todo se acabó,» como reconociendo Su derrota; sino proclamando Su victoria con un grito de júbilo. Parecía estar destrozado en la Cruz, pero sabía que había obtenido la victoria.

 Jesús murió con el grito de triunfo en Sus labios, Su tarea cumplida, Su misión realizada, Su victoria ganada. Después de la terrible oscuridad se hizo de nuevo la luz, y Jesús volvió a Dios como el Héroe Vencedor. Nos pone cara a cara con Su sufrimiento humano; cuando Jesús estaba en la Cruz experimentó la agonía de la sed.

Cuando Juan estaba escribiendo su evangelio, allá por el año 100 d C., había surgido una cierta tendencia en el pensamiento filosófico y religioso que se llamaba el gnosticismo. Una de sus doctrinas básicas era que el espíritu es totalmente bueno, y la materia totalmente mala. De ahí se deducían ciertas conclusiones. Una era que Dios, que es Espíritu puro, no puede de ninguna manera asumir un cuerpo que es materia, y por tanto malo. Por tanto, los gnósticos enseñaban que Jesús no tenía un cuerpo de verdad, sino que era sólo un fantasma. Decían, por ejemplo, que cuando andaba no dejaba huellas en el suelo, porque era un espíritu puro en un cuerpo irreal.

De ahí pasaban a decir que Dios no podía sufrir; y, por tanto, Jesús no sufrió de veras, sino que pasó por la experiencia de la Cruz sin padecer ningún dolor. Cuando los gnósticos hablaban así creían que estaban honrando a Dios y a Jesús; pero lo que estaban haciendo era destruyendo la realidad de Jesús. Si Él había de redimir a la humanidad, tenía que hacerse humano. Tenía que hacerse como nosotros para hacernos como Él. Por eso se hace hincapié en el hecho de que Jesús sufrió la sed. Quería hacer ver que era verdaderamente humano, y que realmente experimentó la agonía de la Cruz. Marcos se detiene todo lo necesario para subrayar el hecho de la perfecta humanidad y el sufrimiento real de Jesús.

Juan nos dice  Jn 19:29  Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca . Ahora bien: la caña o junco de hisopo era una cosa muy poco idónea para ese uso, porque no era más que un junco semejante a la hierba fuerte, pero que no tenía mucho más de medio metro de altura. Tan improbable es que se tratara de esa planta que algunos investigadores han sugerido que se trata de un pequeño error ortográfico, y que la palabra sería la que quiere decir lanza. Pero fue hisopo lo que escribió y quería decir Juan. Si retrocedemos bastantes siglos hasta la primera Pascua, cuando los israelitas salieron para siempre de la esclavitud de Egipto, recordamos que el ángel de la muerte iba pasando por todas las casas aquella noche matando a los primogénitos de los egipcios. Recordamos que los israelitas tenían que matar su cordero pascual, y untar los lados de las puertas de sus casas con la sangre para que el ángel de la muerte pasara por alto sus casas -que es lo que quiere decir la Pascua. Y las instrucciones originales habían sido: «Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre del lebrillo» ( Exo_12:22 ). Fue la sangre del cordero pascual la que salvó al pueblo de Dios; y era la sangre de Jesús la que salvaría al mundo del pecado. La sola mención del hisopo conduciría el pensamiento de cualquier israelita al poder salvador de la sangre del cordero pascual; y esta era la manera en que Juan presentaba a Jesús como el Cordero pascual de Dios Cuya muerte salva al mundo del pecado.

(ii) Estaba el espectador que quería ver si vendría Elías. Tenía una especie de curiosidad morbosa ante la Cruz. Toda aquella escena terrible no le movió al temor o a la reverencia ni a la piedad. Quería experimentar mientras Jesús moría.

 El grito de Jesús provino de su corazón y Marcos traduce el arameo, según es su costumbre. Comprendiendo a medias, o malentendiendo deliberadamente, los espectadores lo veían como un llamamiento a Elías, quien según leyendas judías, volvería a rescatar a los judíos que se hallaran en gran peligro.

(iii) Hay todavía otra cosa que advertir: " El velo del Templo se rasgó por la mitad de arriba abajo.» Este era el velo que aislaba el Lugar Santísimo, al que no se podía entrar. Simbólicamente esto nos dice dos cosas.

(a) El acceso a Dios se abrió definitivamente. Al Lugar Santísimo solamente podía entrar el sumo sacerdote, y solamente una vez al año, el Día de la Expiación. Pero ahora, porque Jesús ha muerto por nosotros, el velo se ha rasgado, y el acceso a Dios está abierto para todos.

(b) Dentro del Lugar Santísimo moraba la misma esencia de Dios. Ahora, con la muerte de Jesús, el velo que ocultaba a Dios se ha rasgado, y Le podemos ver cara a cara. Dios ya no está escondido. Ya no hay que andar a tientas y suponer. Ahora podemos mirar a Jesús y decir: «Así es Dios. Así me ama Dios."

 Habían dos lugares en el Santuario del Templo, uno era el Lugar Santo; y el segundo, el Lugar Santísimo. Si se hubiese roto el segundo velo nadie más lo habría visto, sólo el sacerdote, a menos que con frecuencia estuviera abierto el primero amarrado a los lados. Estas cortinas se describen en Éxodo 26:31-37:

  31  También harás un velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines;

 32  y lo pondrás sobre cuatro columnas de madera de acacia cubiertas de oro; sus capiteles de oro, sobre basas de plata.

 33  Y pondrás el velo debajo de los corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el arca del testimonio; y aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo.

 34  Pondrás el propiciatorio sobre el arca del testimonio en el lugar santísimo.

 35  Y pondrás la mesa fuera del velo, y el candelero enfrente de la mesa al lado sur del tabernáculo; y pondrás la mesa al lado del norte.

 36  Harás para la puerta del tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador.

 37  Y harás para la cortina cinco columnas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro, con sus capiteles de oro; y fundirás cinco basas de bronce para ellas.

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