Mar 14:53 Trajeron,
pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales
sacerdotes y los ancianos y los escribas.
Mar 14:54 Y Pedro le
siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con
los alguaciles, calentándose al fuego.
Mar 14:55 Y los
principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús,
para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban.
Mar 14:56 Porque
muchos decían falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban.
Mar 14:57 Entonces
levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
Mar 14:58 Nosotros le
hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré
otro hecho sin mano.
Mar 14:59 Pero ni aun
así concordaban en el testimonio.
Mar 14:60 Entonces el
sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No
respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
Mar 14:61 Mas él
callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo:
¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
Mar 14:62 Y Jesús le
dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de
Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Mar 14:63 Entonces el
sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de
testigos?
Mar 14:64 Habéis oído
la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser
digno de muerte.
Mar 14:65 Y algunos
comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a
decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.
Salomón nos dice en el libro del
Eclesiastés, que había visto un gran mal bajo el sol, "el necio colocado
en altas dignidades, y el rico sentado en lugar bajo." Ecles. 10.6.
No
podemos imaginar una aplicación más completa de estas palabras que los hechos
que nos relata el pasaje que tenemos a la vista. Vemos al Hijo de Dios, "en quien están encerrados todos los
tesoros de sabiduría y ciencia," acusado como malhechor, "ante los
príncipes de los sacerdotes, los ancianos, y los escribas." Vemos a los hombres
principales de la nación judía coligándose para matar a su Mesías, y juzgando
al que un día vendrá en gloria a juzgarlos a ellos y al género humano entero. Todo esto nos
parece maravilloso, pero es verdadero.
Observemos
en estos versículos cuan desalentadoramente los cristianos van a veces al
encuentro de las tentaciones. Se nos dice que cuando se llevaron preso a nuestro Señor, "Pedro lo siguió de
lejos y aun hasta el palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados, y
se calentó al fuego. ¡Que imprudente fue esa
conducta! Habiendo ya huido y abandonado a su Maestro, debió recordar su
debilidad, y no exponerse de nuevo al peligro. Fue un acto arrebatado y presuntuoso, pues puso su fe a nuevas
pruebas, para las cuales no estaba preparado. Se mezcló con malas compañías, de
las cuales no era posible que recabara
bien, sino daño. Abrió el camino a su trasgresión última y más grande,
negar tres veces repetidas a su Maestro.
Pero
la experiencia nos suministra un principio que nunca debe olvidarse, y es que
cuando un creyente empieza a tropezar y pierde su fe primera, rara vez se detiene en su primer mal paso. Raro es que dé
tan solo un tropezón y que cometa solo una falta. Tal parece que su
inteligencia se ciega; que se desprende del
sentido común y de la discreción, y que como un peñasco que rueda
montaña abajo, cuanto más va pecando, más rápida y más decidida es su carrera.
Como David, podrá empezar por la pereza,
y acabar por todos los crímenes posibles. Como Pedro, podía empezar por la
cobardía, seguir después exponiéndose
neciamente a las tentaciones y al fin acabar por negar a Cristo.
Si
tenemos alguna idea de lo que es la verdadera fe que salva, guardémonos de
comenzar con tergiversaciones; es como dejar salida al agua, que primero es una gota y después un torrente. Una vez
desviados de la senda de la santidad, no se puede decir hasta donde llegaremos.
Así que comenzamos a incurrir en
inconsecuencias por ligeras que sean, el día menos pensado nos
encontraremos cometiendo toda clase de maldades. Mantengámonos siempre lejos
del borde del abismo del mal. No
juguemos con candela; no nos imaginemos nunca que somos demasiado exigentes,
estrictos y exactos en nuestra conducta. De las
peticiones en la oración dominical ninguna es más importante que la
última "No nos dejes caer en tentación..
Observemos,
en segundo lugar, en estos versículos, cuanto tuvo que sufrir nuestro Señor
Jesucristo por los mentirosos, cuando fue entregado ante los príncipes de los sacerdotes. Se nos dice que
"dieron falsos testimonios contra El, pero sus testimonios no
concertaban..
Fácilmente
podemos concebir que este período de la pasión de nuestro bendito Salvador no fuera
el menos terrible. Ser prendido injustamente como un malhechor, y juzgado como un criminal, siendo
inocente, es una aflicción severa; pero oír a los calumniadores inventar falsas
acusaciones contra nosotros y calumnias,
oír la virulencia maligna de lenguas escandalosas desatarse para ultrajar y
manchar nuestra reputación, y tener la conciencia que todo es falso, es cargar, en verdad, con una cruz muy pesada.
Salomón dice “Las palabras del chismoso son como
bocados suaves, Y penetran hasta las entrañas" Prov. 18.8. Y David
dice: "Libra mi alma, oh Jehová, del labio
mentiroso, Y de la lengua fraudulenta.." Salmo_120:2. Y esto era
tan solo una parte del cáliz que Jesús bebió por amor a nosotros. ¡Grande fue,
en verdad, el precio con que nuestras
almas fueron redimidas! Que los verdaderos cristianos no se sorprendan si en
este mundo se ven murmurados y sus actos mal interpretados. No deben esperar
ser mejor tratados que su Señor.
Esperen, al contrario, ese tratamiento como cosa muy natural, y vean en él algo
de esa cruz que todos tienen que echarse a cuestas así que se convierten. Las mentiras y las falsas
acusaciones son las armas más favoritas de Satanás. Cuando no pueden alejar a
los hombres del servicio de Cristo, se
esfuerza en mortificarlos y en hacer desagradable ese servicio.
Sufrámoslo pacientemente y no lo tengamos por extraño. Tengamos siempre en la
memoria estas palabras del Señor Jesús: "¡Ay de vosotros, si todos los hombres hablan en bien de
vosotros!" Luc_6:26. "Bienaventurados
seréis, cuando los hombres por mi causa
os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren falsamente toda suerte de mal
contra vosotros." Mat_5:11.
Observemos,
últimamente, en estos versículos, que testimonio tan claro dio nuestro Señor de
su carácter Mesiánico, y de su segunda venida en gloria. El sumo sacerdote le dirige esta solemne cuestión,
" ¿Eres tu él Cristo, el Hijo del Bendito?" y recibe al momento esta
respuesta tan enfática, " Lo soy; y veréis al Hijo de Hombre sentado a la diestra del poder de
Dios y que viene en las nubes del cielo..
Recordemos
de continuo estas palabras de nuestro Señor Los Judíos no pudieron decir
después que esas palabras fueron pronunciadas, que no se les dijo claramente que Jesús de Nazaret era el Cristo
de Dios. Ante el concilio de los sacerdotes y ancianos declaró, "Yo soy el
Cristo." Los judíos no pudieron decir
después que era una persona tan humilde y tan pobre que no era digno de
crédito. Los apercibió muy claro de que su gloria y su grandeza eran futuras;
las defería y posponía hasta su segunda
venida. Lo verían después revestido de poder real y de majestad, "sentado a
la diestra del poder de Dios," descender
sobre las nubes del cielo, como Juez, Conquistador, y Rey. Si Israel fue
incrédulo, no fue por no haberle dicho que debía creer.
Dejemos
este pasaje con la firme convicción de la realidad y certeza de la segunda
venida de nuestro Señor Jesucristo
afirmar poderosamente que vendrá otra vez a juzgar el mundo. Que esta
sea una de las verdades cardinales de nuestro
Cristianismo personal. Vivimos recordando diariamente que nuestro
Salvador volverá un día a este mundo; que el Cristo en quien creemos no es solamente el Cristo que
murió por nosotros y resucitó, Cristo que vive é intercede por nosotros,
sino el Cristo que volverá un día
glorioso a reunir y premiar a su pueblo, y a castigar a todos sus enemigos.
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