LA
ELECCIÓN DE LOS HOMBRES
Mar 15:6 Ahora bien,
en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
Mar 15:7 Y había uno
que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido
homicidio en una revuelta.
Mar 15:8 Y viniendo
la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho.
Mar 15:9 Y Pilato les
respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
Mar 15:10 Porque
conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes.
Mar 15:11 Mas los
principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a
Barrabás.
Mar 15:12
Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del
que llamáis Rey de los judíos?
Mar 15:13 Y ellos
volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
Mar 15:14 Pilato les
decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale!
Mar 15:15 Y Pilato,
queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús,
después de azotarle, para que fuese crucificado.
Del pasaje que tenemos a la vista se
deduce muy claro que Pilato estaba convencido de la inocencia de nuestro Señor.
"Sabía que los príncipes de los
sacerdotes lo habían entregado por envidia. "Lo vemos luchando
aunque débilmente por algún tiempo para obtener la absolución de nuestro Señor,
y satisfacer su propia conciencia. Cede
al fin a la importunidad de los judíos, y "queriendo contentar al
pueblo," entrega a Jesús para que sea crucificado, y para eterna desgracia y perdición de su alma.
Un
hombre sin principios religiosos colocado en un alto puesto, es uno de los
espectáculos más tristes que puede presentar el mundo; es como un gran
navío impelido por las olas de un lado a
otro por los mares, sin brújula ni gobernable. Su misma grandeza lo rodea de
lazos y tentaciones, pues le da poder para el
bien y para el mal; poder, que si no usa rectamente, le suscitará mil
dificultades y lo hará seguramente desgraciado. Oremos mucho por los
poderosos; necesitan de mucha gracia
para mantenerse libres de la influencia del espíritu del mal. Los altos puestos
son lugares muy resbaladizos, y no debemos
admirarnos que S. Pablo recomiende que se interceda "por los reyes
y por todos los que están en autoridad." 1Ti_2:1. En el último momento loa
príncipes de los sacerdotes tuvieron una
oportunidad para arrepentirse si hubieran querido aprovecharse de ella. Se les
ofreció elegir a quien querían que se pusiese en libertad, si a Jesús o a
Barrabas; pero fría y deliberadamente persistieron en su plan sanguinario, y
prefirieron que se diese libertad a un asesino y que se ejecutase al Príncipe
de la Vida. Ya no tenían el poder de
ejecutar en Jesús la sentencia de muerte; pero asumieron públicamente la
responsabilidad de esa muerte. "¿Qué queréis que haga con él?" les preguntó Pilato.
"Crucifícalo, crucifícalo" fue su terrible respuesta. Los agentes de
la muerte de nuestro Señor fueron indudablemente Gentiles, pero la culpa recae principalmente
sobre los judíos.
Nos
admiramos de la maldad de los judíos en todo lo que se refiere a esta parte de
la historia de nuestro Señor, y en verdad que es con mucha razón. Rechazar a Cristo y preferir á Barrabas es un hecho
asombroso, tal parece que es llegar al límite extremo de la ceguedad, de la
locura, del delirio; pero cuidemos de no
seguir involuntariamente su ejemplo. Obremos con cuidado no sea que al
fin encontremos que hemos escogido a Barrabas y rechazado a Cristo. He ahí
que ante nosotros se hallan el servicio
del pecado y el servicio de Dios; la amistad del mundo está apelando de
continuo a nuestras simpatías. ¿Escogemos bien?
¿Nos unimos al Amigo que nos conviene? Estas son cuestiones muy
importantes. Feliz aquel que pueda dar a ellas una respuesta satisfactoria.
Marquemos,
en estos versículos, que tipo tan marcado del plan Evangélico de la salvación
nos presenta la soltura de Barrabas. El criminal es puesto en libertad y el inocente llevado a la
muerte; el gran pecador es soltado, y el santo queda cargado de prisiones;
Barrabas es perdonado y Cristo
crucificado.
De Barrabás no sabemos nada más que lo que
leemos en los evangelios. No era un ladrón, sino un bandolero, por lo menos. No
era ningún ratero vulgar, sino un bandido peligroso, y debe de haber sido lo
suficientemente audaz para ganarse el aprecio de la multitud. Tal vez podamos
suponer la clase de persona que era. En particular había un grupo de judíos llamados
los sicarii, que quiere decir portadores de dagas, que eran en realidad
nacionalistas fanáticos y violentos. Estaban juramentados para cometer crímenes
y asesinatos. Llevaban la daga bajo la capa, y la usaban a la primera
oportunidad. Es muy probable que Barrabás fuera uno de esos hombres y, aunque
era un asesino, era un hombre valiente, un verdadero patriota para muchos; y es
comprensible que fuera popular con la multitud.
Para
muchos ha sido siempre un misterio el que, menos de una semana después que la
multitud aclamara a Jesús en Su entrada en Jerusalén, estuvieran pidiendo a
gritos Su crucifixión. Pero no hay tal misterio. La razón es bien sencilla: se
trataba de dos multitudes diferentes. Considerad el arresto de Jesús: fue
deliberadamente secreto. Es verdad que los discípulos huyeron, y es probable
que extendieran la noticia; pero ellos no podían haber sabido que el Sanedrín
iba a violar sus propias leyes y llevar a cabo un simulacro de juicio por la
noche. Debe de haber habido muy pocos de los simpatizantes de Jesús en aquella
multitud.
Entonces,
¿quiénes eran? Pensadlo otra vez: la multitud sabía que había esa costumbre de
soltar a un prisionero para la Pascua. Bien puede ser que fuera una multitud
que se había reunido con la intención determinada de pedir la libertad de
Barrabás. Serían entonces una multitud de simpatizantes de Barrabás. Cuando
vieron la posibilidad de que quedara libre Jesús en vez de Barrabás se
enfurecieron. Para los principales sacerdotes esta fue una oportunidad de oro. Las
circunstancias les sonreían. Avivaron el clamor popular a favor de Barrabás, y
les resultó fácil, porque era el deseo de la liberación de Barrabás lo que los
había reunido allí aquel día. No es que la multitud fuera voluble, sino que era
una multitud diferente.
Sin
embargo, tenían que hacer una elección por sí mismos. Ante la alternativa de
Jesús o Barrabás, escogieron a Barrabás.
(i)
Escogieron la ilegalidad en vez de la
legalidad. Eligieron a alguien que quebrantaba la ley en lugar de Jesús.
Una de las palabras del Nuevo Testamento para pecado es anomía, que quiere
decir ilegalidad. En el corazón humano hay una vena que rechaza la ley, que
quiere hacer las cosas como le dé la gana, que quiere deshacer las barreras
limítrofes y pisotear los restos de toda disciplina. Hay algo de esa actitud en
todos los seres humanos.
Hay
veces cuando casi todos quisiéramos que no hubiera Diez Mandamientos. Aquella
multitud representaba a hombres que prefieren la ilegalidad a la ley.
(ii)
Eligieron la guerra en lugar de la paz.
Escogieron al hombre sanguinario en vez de al Príncipe de Paz. En casi 6,000
años de Historia ha habido menos de 130 años en los que no hubiera una guerra
rugiendo en algún sitio. La humanidad, en su increíble necedad, ha perseverado
en tratar de arreglar las cosas mediante la guerra, que no arregla nada. La
multitud estaba haciendo lo que los hombres han hecho tantas veces, eligiendo
al guerrero y rechazando al Pacificador.
(iii)
Eligieron el odio y la violencia en
lugar del amor. Barrabás y Jesús representaban dos actitudes opuestas.
Barrabás representaba el corazón del odio, el puñal asesino, la violencia de la
amargura. Jesús representaba el amor. Como ha pasado tantas veces, el odio
reinó supremo en los corazones de los hombres, y el amor fue rechazado. Los
hombres insistían en seguir su propio camino hacia la conquista, y rehusaron
ver que la única verdadera conquista era la conquista del amor.
Puede
que haya oculta una tragedia en una palabra. «Después de azotarle» es una sola
palabra en el original. Los azotes Romanos eran algo terrible. El reo estaba doblado
y atado de tal manera que tenía totalmente expuesta la espalda. El azote era
una larga tira de cuero con trozos de hueso o de plomo incrustados.
Literalmente desgarraba la espalda a tiras. Algunas veces le saltaba algún ojo
al reo. Algunos morían en la tortura; otros se volvieron locos; pocos se
mantenían conscientes hasta el final. Eso también Se lo hicieron a Jesús.
Tenemos
en este hecho tan notable un emblema vivido de la manera con que Dios perdona y
justifica al impío; lo hace porque Cristo ha sufrido en su lugar, el justo por el injusto. Merecen ser castigados,
pero un poderoso Sustituto ha sufrido por ellos. Merecen la muerte eterna, pero
un glorioso Fiador ha muerto por ellos. Y
ahora Dios por causa de Cristo puede ser justo, y al mismo tiempo
"justificador de aquel que cree en Jesús..
Bendigamos
a Dios por habernos ofrecido tan gloriosa salvación. Debemos alegar siempre, no
que merecemos el perdón, sino que Cristo
ha muerto por nosotros. Cuidemos ya que tenemos tan gran salvación de hacer
realmente uso de ella en bien de
nuestras almas. No descansemos hasta que no podamos decir con fe, " Cristo
es mío. Merezco el infierno; pero Cristo
ha muerto por mí, y al creer en él tengo la esperanza del cielo..
No hay comentarios:
Publicar un comentario