Mar 15:39 Y el centurión que estaba frente a él, viendo
que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era
Hijo de Dios.
Mar 15:40 También había algunas mujeres mirando de
lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el
menor y de José, y Salomé,
Mar 15:41 quienes, cuando él estaba en Galilea, le
seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Tenemos el relato de las cosas sorprendentes que sucedieron cuando murió Jesús. Ya las tomemos literalmente o no, nos enseñan dos grandes verdades. Los soldados romanos y la multitud pervertida que rodeaba la cruz, solo vieron una víctima pereciendo como las demás con todas las agonías que ordinariamente padecían los crucificados; y no percibieron que de ese acontecimiento dependían intereses eternos. La muerte de Jesús cubrió de un todo la enorme deuda que los pecadores habían contraído para con Dios. Su muerte satisfizo a los preceptos santos de la ley divina, e hizo que Dios fuese justo y a la vez justificador de los trasgresores. Su muerte no fue un mero ejemplo de abnegación, sino una expiación completa por los pecados del hombre, y afecta el estado y el porvenir de todo el género humano. Su muerte, en fin, resolvió el complicado problema de cómo podía Dios ser perfectamente santo y perfectamente misericordioso
El velo del templo se rasgó de arriba abajo. Ese era el velo que
cubría la entrada del Lugar Santísimo, al otro lado del cual no podía entrar
más que el sumo sacerdote el día de la Expiación; era el velo que, ocultaba la
presencia del Espíritu de Dios: Aquí hay un profundo simbolismo. Hasta ese
momento, Dios había estado oculto y remoto, y nadie sabía cómo era. Pero, en la
muerte de Jesús vemos el amor oculto de Dios, y el acceso a la presencia de
Dios qué había estado cerrado a toda la humanidad está ahora abierto.. La vida
y la muerte de Jesús nos muestran cómo es Dios, y quitan para siempre el velo
que Le ocultaba a la humanidad.
Tenemos el relato, de la adoración del centurión. Jesús había
dicho: "Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a Mí a todas las
personas» (Jn_12:32). Jesús anunció el poder magnético de la Cruz; y el
centurión fue su primer fruto. La Cruz le movió a ver la majestad- de Jesús,
como ninguna otra cosa le había movido. La confesión del centurión
romano ante la cruz de Cristo no deja de ser una nota sorprendente y altamente
simbólica. Aquí encontramos a un gentil, oficial romano sobre cien soldados,
hombre experimentado en el arte terrible de la guerra, quien demuestra una gran
sensibilidad espiritual. El centurión
había escuchado la mofa de los líderes judíos en relación con la pretensión de
Jesús de ser Hijo de Dios. Habría llegado a la conclusión de que Jesús era lo
que él pretendía ser y lo que ellos decían que no era: ¡Verdaderamente éste era
Hijo de Dios!. Corroborando esta interpretación, toda mención de centuriones en
el NT revela una actitud positiva hacia Jesús y sus seguidores.
Una compañía compuesta de varias mujeres y conocidos de Galilea
(Luc. 23:49), estaba mirando desde lejos. Tenemos la sencilla mención de las
mujeres que vieron el final. Todos los discípulos Le abandonaron y huyeron,
pero las, mujeres se mantuvieron. Se ha dicho que, al contrario que los hombres,
las mujeres no tenían nada que temer, porque su posición pública era tan poco
importante que nadie se fijaría en las discípulas. Pero á más que eso. Estaban
allí porque amaban a Jesús; y para ellas, como para tantos otros, el perfecto
amor desecha el temor. Esta referencia indica que Jesús gozaba del
apoyo y servicio de varias personas, además de sus discípulos. Estos
aparentemente estaban ausentes durante la crucifixión, con la excepción de
Juan. María Magdalena no debe identificarse con la María de Betania, ni mucho
menos con la mujer pecadora (Luc. 7:37–50 37
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús
estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38 y estando detrás de él a sus pies,
llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus
cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. 39 Cuando vio esto el fariseo que le había
convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de
mujer es la que le toca, que es pecadora. 40
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte.
Y él le dijo: Dí, Maestro. 41 Un
acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro
cincuenta;42 y no teniendo ellos con qué
pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a
quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta
mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado
mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. 45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré,
no ha cesado de besar mis pies. 46 No
ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le
son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco
ama. 48 Y a ella le dijo: Tus pecados te
son perdonados. 49 Y los que estaban
juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que
también perdona pecados? 50 Pero él dijo
a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.). Su nombre significa que era
de Magdala, ciudad sobre el mar de Galilea. Salomé era la madre de los hijos de
Zebedeo. Probablemente Mateo y Marcos mencionan por nombre estas mujeres porque
iban a jugar un papel importante en la resurrección de Jesús.
Muy poco podíamos esperar que se nos relatasen
estas circunstancias y pues debíamos suponer, que cuando todos los discípulos
habían abandonado a nuestro Señor y huido, el sexo más débil y más tímido no se
hubiera atrevido a presentarse como amigo de El. Esto prueba lo que la gracia
puede hacer. Dios escoge algunas veces
las cosas débiles de este mundo, para confundir a los poderosos, y los
postreros suelen ser los primeros, y los primeros los postreros. La fe de las mujeres se mantiene firme y erguida algunas
veces, cuando la de los hombres desfallece y se postra.
Pero es interesante descubrir en el Nuevo Testamento con cuanta
frecuencia la gracia de Dios ha sido glorificada -en las mujeres, y cuantos
beneficios plugo a Dios conferir por su
medio a la iglesia, y al mundo. Vemos en el Antiguo Testamento que la
trasgresión de la mujer fue la causa productora del pecado y de la muerte. Vemos en el Nuevo Testamento nacer a
Jesús de una mujer y con ese nacimiento milagroso producirse la vida y la
inmortalidad, en el Antiguo Testamento a la
mujer servir con frecuencia al hombre de obstáculo y de tropiezo. Las
mujeres de antes del diluvio, y las historias de Sara, Rebeca, Raquel, Dalila,
Bet-sabé, y Jezabel, son tristes
ejemplos de esta verdad. Vemos generalmente en el Nuevo Testamento que las
mujeres se mencionan sirviendo de ayuda y de sostén a la causa de la verdadera fe. Isabel, María,
Marta, Dórcas, Lidia, y las mujeres que S. Pablo nombra en su epístola a los
Romanos, son otros tantos comprobantes.
El contraste es muy marcado, y es innecesario decir que sin duda es
intencional. Es una de las muchas pruebas de que la gracia abunda más bajo el Evangelio que bajo la ley. Parece que
el objeto es enseñarnos que las mujeres ocupan un lugar importante en la
iglesia de Cristo, lugar que debe
asignárseles, y que ellas deben ocupar. Hay en ella una gran obra que
las mujeres pueden realizar en gloria de Dios sin ser maestros públicos. ¡Feliz
la congregación en que las mujeres lo
saben, y obran en conformidad con ese conocimiento.
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