Efesios 4:1 Yo pues, preso en el Señor, os ruego que
andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos
con paciencia los unos a los otros en amor, 3 solícitos
en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz
Cuando una persona ingresa en cualquier
sociedad, asume la obligación de vivir una cierta clase de vida; y si incumple
esa obligación, entorpece los objetivos de esa sociedad y la desacredita. Aquí
Pablo hace la descripción de la clase de vida que debe vivir una persona cuando
entra en la comunión de la Iglesia Cristiana.
Los primeros tres versículos relucen como
joyas. Aquí tenemos cinco de las palabras más grandes de la fe cristiana.
(i) La
primera y principal es la humildad. En griego es tapeinofrosyné, que es
una palabra que acuñó por primera vez la fe cristiana. En griego no hay una
palabra para humildad que no contenga algún atisbo de mezquindad.
Posteriormente, Basilio había de describirla como " el joyero de todas las
virtudes;» pero antes del Cristianismo la humildad no se consideraba ni
siquiera como una virtud. El mundo antiguo consideraba la humildad
despreciable.
En griego hay un adjetivo para humilde, que
está íntimamente relacionado con el nombre, tapeinós. Una palabra se conoce
siempre por las que lleva en su compañía, y la de esta era despreciable. Solía
encontrarse en compañía de los adjetivos griegos que quieren decir servil
(andrapodódés, dulikós, duloprepés), innoble (aguenés), despreciable (ádoxos),
rastrero (jamaizélos, que es el adjetivo que describe esa clase de plantas). En
los días antes de Jesús la humildad se consideraba una cualidad cobarde,
rastrera, servil e innoble; sin embargo, el Cristianismo la colocó a la cabeza
de todas las virtudes. Entonces, ¿de dónde procede esta humildad cristiana, y
qué conlleva?
(a) La humildad cristiana viene del conocimiento propio. Bernardo
decía de ella: " Es la virtud por la que una persona llega a ser
consciente de su propia indignidad, como resultado del más íntimo conocimiento
de sí misma.»
El
vernos a nosotros mismos tal como somos es la cosa más humillante del mundo.
La mayor parte de nosotros nos atribuimos un papel importante en la vida. En
alguna parte se cuenta la historia de un hombre que, antes de acostarse, soñaba
despierto sus sueños de grandeza. Se veía como el héroe de rescates
emocionantes del mar o de las llamas; como un orador que tenía alucinada a una
numerosa audiencia; como un futbolista que, marcara el gol de oro en una final;
siempre estaba en el centro de atención de muchos. Así somos casi todos. Y la
verdadera humildad se produce cuando nos miramos a nosotros mismos, y vemos
nuestras debilidades, nuestro egoísmo, nuestros fracasos en el trabajo y en las
relaciones personales, etcétera.
(b) La humildad cristiana se produce cuando nos colocamos al lado de
Cristo, y cuando consideramos lo que Dios espera de nosotros.
Dios es la suma perfección, y es imposible
satisfacer a la perfección. Mientras nos comparemos con otros como nosotros,
puede que no salgamos malparados de la comparación. Es cuando nos comparamos
con la perfección es cuando vemos nuestro fracaso. Uno puede considerarse muy
buen pianista hasta que oye a alguno de los grandes intérpretes del mundo. Uno
puede considerarse un buen ajedrecista hasta que se compare con cualquiera de
los grandes maestros. Uno puede creerse un buen investigador hasta que conozca
la vida de los grandes descubridores. Uno puede creerse un buen predicador
hasta que escuche a uno de los príncipes del púlpito.
La propia satisfacción depende del nivel con
el que nos comparemos. Si nos comparamos con nuestros semejantes, puede que nos
demos por satisfechos. Pero el dechado cristiano es Jesucristo, y Dios nos demanda la
perfección; y al colocarnos bajo ese rasero no nos queda lugar para el orgullo.
(c)Esto se puede decir que la humildad viene del sentimiento constante de
nuestra propia criaturidad. Nos
encontramos en una situación de absoluta dependencia de Dios. Somos
criaturas; y para la criatura no puede caber sino humildad en la presencia del
Creador. La humildad cristiana se basa
en el conocimiento propio, en la contemplación de Jesucristo y en las demandas
de Dios.
La segunda de las grandes virtudes cristianas
es la que la versión Reina-Valera llamaba mansedumbre,
y que hemos traducido por amabilidad o cortesía. El nombre griego es praytés,
el adjetivo es prays, y son ambas palabras de las más difíciles de traducir.
(a) Aristóteles, el gran pensador y filósofo
griego, tiene mucho que decir acerca del significado de praytés. Tenía por
costumbre definir todas las virtudes como el término medio entre dos extremos,
entre tener esa cualidad por exceso, o tenerla por defecto. Y entre los dos
extremos se encontraba la debida proporción. Aristóteles define praytés como
el término medio entre el exceso de ira y la total incapacidad para sentirla. El
hombre que es prays es el que siempre se indigna en el momento adecuado, cuando
es debido, y nunca cuando no tiene motivo. Para decirlo de otra manera: el
hombre que es prays es el que siente indignación por las injusticias y los
sufrimientos de los demás, pero nunca se indigna ante las injusticias y los
insultos de los que es objeto. Así que el hombre que es, como decía la
Reina-Valera, manso, es el
que siempre muestra su disconformidad en el momento oportuno, y nunca cuando no
hay motivo.
(b) Hay otro hecho que arroja mucha luz sobre
el significado de esta palabra. Prays es la palabra griega que se usa para
definir a un animal que ha sido domado y domesticado para obedecer y estar
perfectamente controlado. Por tanto, el hombre que es prays es el que tiene todos los instintos y las pasiones
bajo perfecto control. No sería justo decir que tal hombre tiene un
dominio propio total, porque tal cualidad rebasa la capacidad humana. Pero sí
sería correcto decir que el que tiene esta cualidad vive totalmente bajo el
control de Dios.
Así que esta es la segunda
gran característica de un verdadero miembro de iglesia. Es el hombre que está
tan controlado por Dios que se indigna cuando debe indignarse, y nunca cuando
no debe
(iii) La tercera gran cualidad del cristiano es lo que
la ReinaValera llama en otros pasajes longanimidad. En griego es makrothymía. Esta
palabra tiene dos direcciones principales en su significado.
(a) Describe
el espíritu que nunca cede y que, porque soporta hasta el final, cosecha la
recompensa. Su significado se puede ver mejor por el hecho de que un
escritor judío usaba esta palabra para describir lo que él llamaba " la
perseverancia romana, que no aceptaba nunca hacer la paz en condiciones de
derrota.» En sus grandes días, los romanos eran inconquistables o invencibles;
podía ser que perdieran una batalla, o hasta una campaña, pero era inimaginable
el que perdieran una guerra. Aun en el mayor desastre, nunca se les ocurría
reconocer una derrota. La paciencia
cristiana es el espíritu que nunca admite la derrota, que no se da por vencido
ante ninguna desgracia ni sufrimiento, por ninguna desilusión o desánimo, sino
que persevera hasta el fin.
(b) Pero makrothymía tiene todavía un sentido
más característico que ese. Es la
palabra griega característica para paciencia con las personas. Crisóstomo
la describe como el espíritu que tiene poder para vengarse, pero no se venga.
Lightfoot la definía como el espíritu que se niega a la revancha. Usando una
analogía muy imperfecta diríamos que a menudo es posible ver juntos un cachorro
y un perro adulto y grande. El cachorro le fastidia al perrázo, le mordisquea,
y le hace toda clase de perrerías. El perro grande, que podría deshacerse del
cachorro de una patada o de una dentellada, soporta sus impertinencias con una
dignidad inalterable. Makrothymía es el
espíritu que soporta los insultos y las injurias sin amargura ni queja. Es el
espíritu que puede sufrir a las personas desagradables con cortesía, y a los
tontos sin irritarse.
(c) Lo que nos permite conocer mejor el
sentido de esta palabra es el hecho de que el Nuevo Testamento se la aplica
repetidas veces a Dios. Pablo le pregunta al pecador impenitente si desprecia
la paciencia de Dios (Rom_2:4 ¿O menosprecias las
riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su
benignidad te guía al arrepentimiento?). En otro lugar habla de la
perfecta paciencia que Jesús tuvo con él (1 Timoteo_1:16 Pero por esto fui recibido a misericordia, para que
Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que
habrían de creer en él para vida eterna.). Pedro habla de la paciencia
de Dios esperando en los días de Noé (1Pe_3:20 los que
en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en
los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es
decir, ocho, fueron salvadas por agua.). Dice que la tolerancia de
nuestro Señor es para nuestra salvación (2 Pedro 3: 9 El Señor no retarda su
promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento.). Si Dios hubiera sido un hombre, habría " perdido
la paciencia» con el mundo por su desobediencia hace mucho tiempo. El cristiano debe tener con sus semejantes la paciencia
que Dios ha tenido con él innumerables veces.
(iv) La cuarta gran cualidad cristiana
es el amor. El amor cristiano era algo tan nuevo en el mundo
antiguo que los escritores cristianos tuvieron que inventar una palabra nueva
para definirlo; o, por lo menos, tuvieron que usar una palabra muy rara en
griego, dándole un sentido totalmente nuevo: agapé.
En griego hay cuatro palabras para amor. Está erós, que es el amor entre un hombre y
una mujer que incluye la pasión sexual. Está filía, que es el afecto cálido que existe entre los que comparten
unas mismas circunstancias. Está storgué,
que es la palabra que designa el amor de la familia. Y está agapé, que la Reina-Valera traduce por
amor, aunque en ediciones más antiguas, la traducía por caridad.
El
sentido auténtico de agapé es una benevolencia a toda prueba. El
tener agapé hacia una persona quiere decir que nada que esa persona haga o nos
haga nos hará buscar para ella sino lo mejor posible. Aunque nos perjudique e
insulte, nosotros no sentiremos nunca hacia ella más que amabilidad y
benevolencia. Esto quiere decir que este amor cristiano no es meramente un
sentimiento emocional. Este agapé es
algo, no solamente de las emociones, sino
también de la voluntad. Es la habilidad de mantener una buena voluntad
inconquistable con los que no la tienen con nosotros, ni son amables, ni nos
gustan. Agapé es esa cualidad de la mente y del
corazón que impulsa a un cristiano a no sentir nunca ninguna malquerencia ni
ningún deseo de venganza, sino a buscar siempre el mayor bien posible para
todos, sean como sean.
(v) Estas cuatro grandes virtudes de la vida cristiana -humildad,
amabilidad, paciencia y amor- desembocan en una quinta: la paz. El consejo y la exhortación urgente de Pablo
son que los que lean su carta tengan un interés especialísimo en mantener «la
sagrada unidad» que debe caracterizar a la verdadera Iglesia.
La paz se puede definir como la debida relación entre las personas. Esta unidad, esta paz, esta debida relación,
se puede conservar solamente de una manera. Cada una de las cuatro grandes
virtudes cristianas depende de la negación del yo. Mientras el yo sea el
centro de todas las cosas, esta unidad no podrá existir nunca plenamente. En
una sociedad en la que el yo domina, las personas no pueden ser más que una
colección desintegrada de unidades individualistas en guerra. Pero cuando el yo muere y Cristo se aposenta en su lugar en
nuestros corazones, entonces se produce la paz, la unidad, que es la
característica suprema de la verdadera Iglesia.
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