} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VIDA DE ELÍAS XIX

domingo, 8 de enero de 2023

LA VIDA DE ELÍAS XIX

 

1 Reyes 18:21  Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra.

 

         Pero hubo ocasiones en que los israelitas intentaron servir a Dios y a Baal. Tenían cierto conocimiento de Jehová, pero Jezabel y su hueste de falsos profetas habían turbado sus mentes. El ejemplo del rey les sedujo y su influencia les corrompió. El culto a Baal era popular y sus profetas eran festejados; el culto a Jehová fue abolido y sus siervos muertos. Ello hizo que el pueblo en general escondiera el poco aprecio que pudiera tener por el Señor; le indujo a adherirse al culto idólatra con el fin de evitar el encono y la persecución. En consecuencia, los israelitas se tambaleaban entre los dos bandos. Eran como lisiados: vacilantes, y cojeando de un lado al otro. Vacilaban en sus sentimientos y conducta. Pensaban acomodarse a los dos bandos para agradar y asegurarse el favor de ambos. Su caminar era inseguro, sus principios inestables, su conducta inconsistente. De esta forma, deshonraban a Dios y se envilecían a si mismos a causa de esa clase de religión mixta por la que “Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados.” (II Reyes 17:33). Empero Dios no acepta el corazón dividido; Él lo quiere todo o nada. El Señor es Dios celoso, que demanda todo nuestro afecto y que no acepta dividir su imperio con Baal. Debes estar con Él o contra Él. No acepta los términos medios. Has de manifestarte. Cuando Moisés vio al pueblo de Israel que danzaba alrededor del becerro de oro, destruyó el ídolo, reprendió a Aarón y dijo: “se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.” (Éxodo 32:26). Mi estimado lector de este blog, si todavía no la has hecho, haz la resolución que hizo el piadoso Josué: “Y si mal os parece servir a Jehová,  escogeos hoy a quién sirváis;  si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres,  cuando estuvieron al otro lado del río,  o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis;  pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” (Josué 24:15). Considera estas solemnes palabras de Cristo: " El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30). Nada le es tan repulsivo como el profesante tibio: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (Apocalipsis 3:15-16), una cosa u otra. Nos ha advertido de que “ninguno puede servir a dos señores”. Así pues, “¿hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” Haced una decisión, en un sentido u otro, porque no puede haber concordia entre -Cristo y Belial. Algunos han sido educados bajo la protección y la influencia santificadora de un hogar piadoso. Más tarde, salen al mundo y suelen deslumbrarse con el 'brillo del oropel y ser arrastrados por su felicidad aparente. Sus corazones necios apetecen las distracciones y los placeres. Se les invita a participar de ellos, y, si vacilan, son despreciados. Y a menudo, debido a que no tienen gracia en sus corazones ni presencia de ánimo para resistir la tentación, corren y andan en consejo de malos y están en camino de pecadores. Cierto es que no pueden olvidar por completo las enseñanzas que recibieron y que, a veces, su turbada conciencia les mueve a leer un capítulo de la Biblia y a decir algunas palabras de oración; y de esta forma claudican entre dos pensamientos e intentan servir a dos señores. No quieren acogerse sólo a Dios, ni abandonarlo todo por É1, ni seguirle con corazón no dividido. Son gentes vacilantes, que aman y siguen al mundo, y que aún conservan alguna de las formas  de la piedad. Hay otros que se aferran a un credo ortodoxo, y aun así, se unen a la algazara del mundo y siguen los apetitos de la carne. “Profésanse conocer a Dios; mas con los hechos lo niegan” (Tito 1:16). Asisten con regularidad a los cultos religiosos, alardean de adorar a Dios a través del único Mediador, y pretenden ser morada del Espíritu, por cuya operación de gracia el pueblo de Dios recibe el poder de volverse del pecado y andar por los senderos de justicia y de verdadera santidad. Pero, si penetraseis en sus hogares, pronto tendríais motivos para dudar de su profesión de fe. No encontraríais señales de que adoran a Dios en el círculo familiar, o, a lo sumo hallaríais un mero culto formalista en privado; no oiríais nada acerca de Dios o Sus demandas en su conversación diaria, y no veríais nada en su conducta que les distinga de las personas mundanas respetables; por el contrario, veríais algunas cosas de las cuales los incrédulos más decentes se avergonzarían. Hay tanta falta de integridad y consistencia en su carácter que les hace ofensivos a Dios y despreciables a los ojos de los hombres de entendimiento. Hay aun otros que deben ser clasificados entre los que claudican y vacilan, y que son inconsistentes en su posición y práctica. Estos pertenecen a una clase menos numerosa, los cuales han crecido en el mundo, entre locuras y vanidades. Empero, a causa de la aflicción de la predicación de la Palabra de Dios, o algún otro medio, se les ha hecho sentir que deben volverse al Señor y servirle, si quieren escapar de la ira que vendrá y echar mano de la vida eterna. Se han sentido insatisfechos con su vida mundana, y sin embargo, al estar rodeados de amigos y familiares mundanos, temen alterar su norma de conducta, no fueran a ofender a sus compañeros que están sin Dios y acarrear sobre si burlas y oposición. Por esta causa hacen componendas pecaminosas, y tratan de esconder sus mejores convicciones descuidando las demandas que Dios hace de ellos. De este modo, claudican entre dos pensamientos: lo que Dios pensará de ellos, y lo que pensará el mundo. No tienen esa confianza firme en el Señor que les lleve a romper con Sus enemigos y a ser Suyos abiertamente. Hay otra clase que debemos mencionar, los cuales, aunque difieren radicalmente de los que hemos descrito, deben ser considerados dignos de hacerles la pregunta: "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” Aunque son dignos de lástima, deben ser también reprendidos. Nos referimos a los que saben que hay que amar al Señor y servirle con todo el corazón y en todo lo que manda, pero que, por alguna razón, dejan de manifestarse abiertamente como Suyos. Exteriormente están separados del mundo, no toman parte en sus placeres vacíos, y no hay nadie que pueda señalar nada en su conducta que sea contrario a las Escrituras. Guardan el Día del Señor, participan regularmente de los medios de la gracia, y gustan de la compañía del pueblo de Dios. Con todo, no ocupan su lugar entre los seguidores de Cristo ni se sientan a Su mesa. 0 bien temen ser demasiado indignos de hacerlo, o que al hacerlo puedan ser motivo de reproche a Su causa. Empero, semejante debilidad e inconsistencia es mala. Si Jehová es Dios, seguidle como É1 manda, y esperad de ÉI confiadamente toda la gracia necesaria. “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él". "El hombre de doblado ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8). Debemos ser tan decididos en nuestra práctica como lo somos en nuestras creencias u opiniones; de otro modo -no importa lo ortodoxo de nuestro credo denominacional, nuestra profesión carece de valor.

Era evidente que no podía haber dos Dioses Supremos y, por lo tanto, Elías amonestó al pueblo a decidir cuál era realmente Dios; y como que no podían servir a dos señores, hablan de dar sus corazones enteros y sus energías íntegras al Ser que decidieran ser el Dios verdadero y vivo. Y eso es lo que el Espíritu Santo te está diciendo a ti, mi querido lector no salvo: sospesa al uno y al otro, al ídolo al cual has estado dando tus afectos, y a Aquél a quien has menospreciado; y si estás seguro de que el Señor Jesucristo “es el verdadero Dios" (1 Juan 5:20), escógele como tu porción, ríndete a Él como Señor tuyo, únete a Él como tu todo. El Redentor no quiere ser servido a medias, ni con reservas. “Y el pueblo no respondió palabra", bien porque no estaban dispuestos a reconocer su culpa, y de este modo ofender a Acab; bien porque eran incapaces de refutar a Elías y, por lo tanto, estaban avergonzados de sí mismos. No supieron qué decir. No sabemos si estaban convictos o confusos; pero sí estaban azorados, incapaces de encontrar un error en el razonamiento del profeta. Parece que quedaron aturdidos al presentarse ante ellos semejante elección; pero no fueron suficientemente sinceros para reconocer, ni bastante osados para decir, que obraban de acuerdo con la orden del rey, y siguiendo a la multitud en hacer lo malo. Por consiguiente, buscaron refugio en el silencio, lo cual es muy preferible a las excusas frívolas que profieren la mayoría de las personas hoy en día cuando se les reprenden sus malos caminos. Poca duda cabe de que estaban aterrados por las preguntas escudriñadoras del profeta. "Y el pueblo no respondió palabra.”

Bendita la predicación llana y fiel que revela de tal modo a los hombres lo irrazonable de su posición, que expone así su hipocresía, que barre las telarañas de su sofistería, que les denuncia de tal modo ante el tribunal de sus propias conciencias que todas sus objeciones son acalladas, y les lleva a verse condenados a si mismos. Vemos por todas partes a los que tratan de servir a Dios y a Mammón, que intentan ganar la sonrisa del mundo y oír el "Bien, buen siervo y fiel” de Jesucristo. Como Jonatan en la antigüedad, desean conservar su lugar en el palacio de Saúl, y también retener a David. Cuántos hay hoy en día que profesan ser cristianos y que pueden oír ultrajar a Cristo y a su pueblo sin que de su boca salga una palabra de reprensión, temerosos de mantenerse firmes por Dios; avergonzados de Cristo y su causa, aunque sus conciencias aprueben las cosas por las cuales oyen cómo se critica al pueblo del Señor. Oh, culpable silencio, que va a encontrar un cielo silencioso cuando quieran clamar por misericordia.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario