Somos una generación afortunada, ya que el internet de las cosas nos permite acceder, de forma gratuita, a multitud de libros que nos ayudan a entender la historia pasada y descubrir que no hay nada nuevo bajo el sol. A. Sobrino
Jean Henri Merle d'Aubigné nació en 1794, en el cantón de Ginebra, vástago de una familia francesa célebre. Cuando Luis XIV revocó el Edicto de Nantes (que dio protección a los protestantes) en 1685, y miles de hugonotes fueron expulsados de Francia, su bisabuelo paterno, Jean Louis Merle, se había movido de Nimes a Ginebra. A mediados del siglo siguiente, Francisco, el hijo de Jean Merle, se casó con Elizabeth d'Aubigné, descendiente del famoso poeta e historiador Theodore Agripa d'Aubigné. Los hijos de Elizabeth conservaron el apellido de su madre de soltera, y eran conocidos como Merle d'Aubigné. Aime Robert, el hijo de Francisco y Elizabeth, y padre de nuestro historiador, realizó una misión comercial a Constantinopla durante los difíciles años después de la Revolución Francesa de 1789. De regreso a Ginebra a través de Viena, le salió al encuentro en el camino cerca de Zurich una compañía de soldados rusos que recientemente habían sido derrotados por el general francés Massena, y fue cruelmente asesinado. Por ese tiempo su segundo hijo, Jean Henri, no era más que un niño de cinco años de edad. La viuda sobrevivió durante casi medio siglo.
Jean Henri pronto mostró un gusto por las actividades académicas, ingresó a la Academia de su ciudad natal (más tarde llamada Universidad de Ginebra) completando lo que ahora se llama un curso de bachillerato en artes, y luego ingresó a la Facultad de Teología.
Desgraciadamente los profesores de la Facultad estaban fuertemente inclinados hacia el unitarismo, y la doctrina evangélica había sido abandonada en gran medida. Era el año de 1816, aproximadamente. Frederic Monod, quien fue compañero de estudios de Merle d'Aubigné, ha dejado constancia de que "el unitarismo, con toda su influencia escalofriante, y todos sus apéndices que destruyen el alma, era la única doctrina enseñada por nuestros profesores. Para mí, durante los cuatro años que asistí a la Facultad de Teología de Ginebra, como parte de mis estudios, no leí un solo capítulo de la Palabra de Dios, con la excepción de unos salmos exclusivamente con a fin de aprender hebreo, y no recibí una sola lección de exégesis del Antiguo Testamento o del Nuevo".
Afortunadamente para Ginebra, y, cabe añadir, por suerte también para Francia, llegó un escocés para arar y sembrar el campo estéril. En 1816, como un instrumento especialmente escogido de Dios para la obra, llegó a Ginebra, sin invitación de la Facultad, un profesor de teología cuya doctrina era idéntica a la del propio Juan Calvino. Robert Haldane, aunque nacido en Londres, era de ascendencia escocesa, y en todos los aspectos un verdadero "escoceses de buena cepa". El impacto que tuvo en la ciudad de Ginebra fue tan notable que Merle d'Aubigné, en años posteriores, solía señalar hacia el edificio de apartamentos Haldane (al tiempo que bajaba la mirada hacia el lago y los Alpes Saboya) diciendo: "Esa es la cuna de la segunda Reforma ginebrina".
Unos veinte o treinta estudiantes de teología, uno de los cuales era d'Aubigné, respondieron a la invitación de Haldane a reunirse con él en su apartamento, en el que había dispuestas sillas a ambos lados de una larga mesa cubierta con copias de las Escrituras en francés, inglés, alemán y otros idiomas modernos, además del Antiguo y Nuevo Testamentos en hebreo y griego, respectivamente. Uno de los profesores tomó por su cuenta hacer rondines bajo las sombras de los árboles de la avenida en el momento en que los estudiantes se reunían, dejando en claro su gran disgusto por esas reuniones y tomando nota de los nombres de los asistentes en su cuaderno de bolsillo.
La exposición de Haldane sobre el Verbo causó una impresión imborrable en Monod (quien más tarde sería el líder fundador de las Iglesias Libres de Francia) y él registró su experiencia de este modo: "Lo que más me sorprendió, y lo que nos llamó la atención de todos, fue la solemnidad del estilo del señor Haldane. Era evidente que él hablaba muy en serio de nuestras almas y de las almas de los que podrían ser puestos bajo nuestro cuidado pastoral, y tales sentimientos eran nuevos para nosotros. Era también notable su mansedumbre y la paciencia incansable con que escuchaba nuestros sofismas, nuestras objeciones ignorantes, nuestros intentos para avergonzarlo de vez en cuando con preguntas difíciles inventadas a propósito, y sus respuestas a todos y cada uno de nosotros. Pero lo que me asombró y me hizo reflexionar más que cualquier otra cosa, fue su indiscutible conocimiento de la Palabra de Dios y la fe implícita en su autoridad divina… Nunca habíamos visto algo como esto. Incluso después de este lapso de años, todavía tengo presente en mi mente su figura alta y varonil, rodeada por los estudiantes. Su Biblia en inglés en la mano, como si empuñara como única arma la Palabra que es la espada del Espíritu; satisfaciendo cada objeción, eliminando todas las dificultades, respondiendo a todas las preguntas con una pronta referencia a varios pasajes bíblicos, por lo que todas las objeciones, dificultades y preguntas eran contestadas con bastante precisión. Él nunca perdió el tiempo argumentando en contra de nuestros supuestos razonamientos, pero a la vez señalaba con el dedo a la Biblia, añadiendo palabras simples como: ‘Mira aquí, esto que lees sigue estando escrito por el dedo de Dios.’ Él era, en el sentido pleno de la palabra, una concordancia viviente.... Nos expuso la Epístola a los Romanos, que varios de nosotros probablemente nunca habíamos leído, y que ninguno de nosotros entendía. . . . Creo que uno de mis mayores privilegios es haber sido su intérprete. . . siendo casi el único que sabía Inglés lo suficientemente bien como para ser recompensado honrosamente”.
Merle d'Aubigné quedó profundamente impresionado como Monod por lo que oyó. "Un día me encontré con Robert Haldane –le dijo a un amigo1–, y escuché que leía en su Biblia inglesa un capítulo de Romanos sobre la corrupción natural del hombre, una doctrina de la que nunca antes había escuchado. De hecho yo estaba muy sorprendido al oír que el hombre es corrupto por naturaleza. Recuerdo que le dije al señor Haldane: ‘Ahora veo esa doctrina en la Biblia.’ –‘Sí–respondió–, ¿pero también la ves en tu corazón?’ Aunque esa parecía una simple pregunta, se anidó en mi conciencia. Era la espada del Espíritu. Y desde ese momento vi que mi corazón estaba corrompido, y supe por la Palabra de Dios que yo pedía ser salvado por gracia solamente. Así que, si Ginebra dio mucho a Escocia en la época de la Reforma y si comunicó la luz a John Knox, también Ginebra recibió mucho de Escocia por medio de la bendita labor de Robert Haldane.”
Habiendo completado su curso académico en Ginebra, Merle d'Aubigné continuó sus estudios en las universidades de Leipzig y Berlín. En esta última ciudad "se sentó a los pies" de Neander, teólogo cristiano e historiador de iglesia, hijo de un comerciante ambulante judío, cuyas conferencias causaron una profunda impresión en el estudiante en cierne. A diferencia de los historiadores cuyo interés radicaba principalmente en las instituciones, el interés principal de Neander radicaba en las personas, y se convirtió en su objetivo, en su estudio de la historia de la iglesia para descubrir en ella "la interpenetración de la vida humana por la divina." No hay duda de que d'Aubigné poseía un genio particular como historiador derivado de esta fuente. El interés en las personas en lugar de las instituciones, que es el común denominador de los volúmenes de su Historia reimpresos aquí, es la prueba de que él fue un fiel aprendiz de Neander.
Aunque d' Aubigné no había llegado todavía a Berlín, sin embargo, ya se había formado en su mente el proyecto de escribir la historia de la Reforma. Su viaje desde Ginebra a Berlín le llevó a través del país de Lutero, y ha de haber visitado Eisenach y el castillo de Wartburg, famosos en la historia de la vida del reformador alemán. Esta visita resultó ser una inspiración para toda la vida, y la formación que más tarde recibió de Neander sólo confirmó su resolución de dar a conocer las cosas que Dios había hecho durante la época del siglo XVI. Su estudio de los grandes reformadores que ahora comenzaba no cesaría hasta que, después de medio siglo de trabajo, legó a su generación y a la posteridad los trece volúmenes que constituyen una importante contribución a la comprensión de la época de Lutero, Calvino, Cranmer, y Knox.
Las labores ministeriales de Merle d'Aubigné, propiamente dichas, comenzaron en la iglesia protestante que había sido fundada en Hamburgo por hugonotes franceses que huyeron de su patria durante la persecución de Luis XIV. Después de pasar cinco años en la ciudad alemana fue invitado por Guillermo, rey de los Países Bajos, para convertirse en pastor de una iglesia francesa recién formada en Bruselas. Este cargo lo desempeñó hasta la revolución de 1830 que condujo a la separación de Bélgica de Holanda.
Continuará...
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