Mar 14:1 Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle.
Mar 14:2 Y decían: No durante la fiesta para que no se
haga alboroto del pueblo.
Vemos primeramente en estos versículos como puede Dios hacer fracasar
los designios de los impíos, y convertirlos en su propia gloria.
Se deduce claramente de las palabras de S.
Marcos, y del pasaje paralelo en S. Mateo, que los enemigos de nuestro Señor no
tenían la intención de que su muerte
fuese un acto público. "Trataban de apoderarse de él con astucia."
Decían, "No en el día de la fiesta, no sea que el pueblo se
alborote." En una palabra, tal parece
que su plan primitivo era no hacer nada hasta que no hubiera pasado la fiesta
de la Pascua, y que los concurrentes a ella hubieran vuelto a sus casas.
El poder providencial de Dios trastornó
completamente estos planes de su astuta política. La entrega de nuestro Señor
tuyo lugar antes de lo que se esperaban
los príncipes de los sacerdotes, y la muerte de nuestro Señor aconteció
en el día en que Jerusalén estaba más concurrida, y la fiesta de la Pascua en
su apogeo.
Loa designios de estos malvados se vieron de
todos modos frustrados. Creyeron que iban a poner término para siempre al reino
espiritual de Cristo; y en realidad
estaban ayudando a establecerlo. Creían que iban a envilecerlo y a hacerlo
despreciable crucificándolo, y en realidad iban a glorificarlo. Creían que podrían darle muerte privadamente y sin ser
observados; y muy al contrario se iban a ver compelidos á crucificarlo en
público, á vista de toda la nación judaica.
Creyeron que reducirían al silencio a sus discípulos, y harían terminar su
enseñanza; y en lugar de eso, les iban a suministrar un texto y un tema
que durarían eternamente. (Ciertamente la ira del hombre te alabará; Tú reprimirás el
resto de las iras. Salmo 76.10.)
Todo esto es muy consolador para los
verdaderos cristianos. Vivimos en un mundo turbulento agitados por la ansiedad
de loa acontecimientos públicos.
El último, denso acto de la vida de Jesús
estaba ya a punto de empezar.
La fiesta de la Pascua y la de los Panes sin
Levadura eran realmente dos cosas diferentes. La fiesta de la Pascua caía el 14
de Nisán, es decir, a mediados de abril. La fiesta de los Ázimos, o de los
Panes sin Levadura, consistía en siete días a partir de la Pascua. La Pascua
misma era una de las mayores fiestas, y se guardaba como un sábado; la de los
Panes sin Levadura se consideraba una festividad menor y, aunque no se podía
empezar durante ella ningún trabajo nuevo, se permitía hacer cualquier trabajo
«que fuera necesario ara el interés público, o para proveer el mantenimiento, o
para remediar o evitar alguna pérdida privada.» El día realmente grande era el
de la Pascua.
La
Pascua era una de las tres grandes fiestas de guardar. Las otras dos eran
Pentecostés y Tabernáculos. A estas fiestas estaban obligados a acudir a
Jerusalén todos los varones judíos adultos que vivieran en un radio de 25
kilómetros.
La
Pascua tenía un doble significado.
(a) Tenía
una significación histórica (Éxodo 12). -Conmemoraba la liberación de
los israelitas de la cautividad de Egipto. Dios había enviado a Egipto una
plaga tras otra, y, cuando se producía cada una, el Faraón prometía dejar salir
al pueblo; pero, en cuanto remitía la plaga, endurecía el corazón y se volvía
atrás de lo dicho. Finalmente llegó una terrible noche cuando el ángel de la
muerte había de pasar por toda la tierra de Egipto matando a los primogénitos
de todos los hogares. Los israelitas tenían que matar un cordero o cabrito de
un año, y usando un manojo de hisopo, untar el dintel y los lados de las
puertas con su sangre para que, cuando el ángel de la muerte viera la puerta
así marcada, pasara por alto aquella casa, cuyos ocupantes estarían a salvo.
Antes de ponerse en camino hacia la libertad, los israelitas tenían que cenar
cordero asado y pan sin leudar. Era aquel «pasar por alto» -que es lo que
quiere decir la palabra pesaj, pascua-, aquella liberación y aquella última
cena lo que el pueblo de Israel conmemoraba y conmemora la fiesta de la Pascua.
(b) Tenía
un significado agrícola. Marcaba la recolección de la cosecha de la
cebada. Se mecía delante del Señor una gavilla de cebada (Lev_23:9-12 Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 10 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando
hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al
sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. 11 Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de
Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá :12 Y el día que ofrezcáis la gavilla, ofreceréis
un cordero de un año, sin defecto, en holocausto a Jehová. ). Hasta que
se había hecho eso no se podía vender en las tiendas ni comer el pan hecho con
la harina de la nueva cosecha.
Se hacían todos los preparativos imaginables
para la Pascua. Con un mes de antelación se exponía su significado en las
sinagogas, y se enseñaba diariamente en las escuelas. El objetivo era que nadie
ignorara o no estuviera preparado para la fiesta. Todas las carreteras se
ponían en orden, y se reparaban los puentes. Y se hacía otra cosa muy especial.
Entonces era muy comun enterrar los muertos a la orilla de la carretera. Ahora
bien: si un peregrino tocaba, aunque fuera sin darse cuenta, una de esas
tumbas, quedaba en estado de impureza legal como si hubiera tocado un cadáver,
y no sería apto para tomar parte en la fiesta. Así que, antes de la Pascua,
todas las tumbas al borde de la carretera se enlucían para que se vieran, y los
peregrinos las pudieran evitar. Los Salmos
Como ya hemos visto, era obligatorio para
todos los varones judíos adultos que vivieran en un radio de 25 kilómetros el
ir a la Pascua; pero venían muchos más que esos. Era la ambición suprema de
todos los judíos de la diáspora el comer la pascua en Jerusalén por lo menos
una vez en la vida. Por tanto, los peregrinos fluían desde todos los países del
mundo a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Durante ese tiempo el
alojamiento era gratuito. Está claro que Jerusalén sola no podía albergar en su
seno tales multitudes; así es que, en los pueblos cercanos, entre los que se
encontraban Betania y Betfagué, se alojaban muchos de aquellos peregrinos.
Un pasaje de Josefo nos da una idea del número
de peregrinos que acudían. Nos cuenta que Cestio, gobernador de Palestina
alrededor del año 65 d C., tenía alguna dificultad para persuadir a Nerón de la
gran importancia que tenía la religión judía. Para impresionarle, le pidió al
entonces sumo sacerdote que hiciera un censo de los corderos que se mataban
para la Pascua. El número, según Josefo, fue 256,500. La Ley establecía que
debía haber un mínimo de diez personas por cada cordero; así que tiene que
haber habido como 3,000,000 de personas en Jerusalén aquel año.
Ahí era donde tenían problemas las autoridades
judías. Durante la Pascua
todos los sentimientos se exacerbaban. El recuerdo de la antigua
liberación de Egipto hacía que la gente anhelara la liberación de Roma. En
ningún otro tiempo de año era tan intenso el sentimiento nacionalista. El
cuartel general romano de Judasa no estaba en Jerusalén. Era en Cesarea donde
el gobernador tenía su residencia y estaban acuartelados los soldados. Durante
el tiempo de la Pascua se enviaba un destacamento especial a Jerusalén que se
alojaba en la torre Antonia, que miraba al Templo. Los romanos sabían que
cualquier cosa podía suceder en Pascua, y no querían correr riesgos
innecesarios. Las
autoridades judías sabían que, en una atmósfera inflamable como esa, el arresto
de Jesús podía provocar disturbios. Por eso buscaban alguna estratagema secreta
para arrestarle y tenerle en su poder antes de que el populacho se enterara de
nada.
El último acto de la vida de Jesús había de
representarse en una ciudad abarrotada de judíos que habían llegado de todos
los fines de la Tierra para conmemorar el acontecimiento de la liberación de la
esclavitud de Egipto mucho tiempo atrás. Fue en esa misma época
del año cuando el Libertador de la humanidad concluyó en la Cruz la Obra que el
Padre Le había encargado que hiciera.
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