} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: DE GRACIA RECIBIMOS, DEMOS DE GRACIA

lunes, 6 de septiembre de 2021

DE GRACIA RECIBIMOS, DEMOS DE GRACIA

 

 

Mar 12:41  Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.

Mar 12:42  Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.

Mar 12:43  Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;

Mar 12:44  porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.

 

                   Entre el Atrio de los Gentiles y el Atrio de las Mujeres estaba la Puerta Hermosa. Bien puede ser que Jesús hubiera ido a sentarse allí tranquilamente después de la discusión y tensión del Atrio de los Gentiles y los claustros. En el Atrio de las Mujeres había trece bolsas de la colecta que se llamaban «las Trompetas», porque tenían esa forma. Cada una de ellas era para un fin especial; por ejemplo: para comprar grano o vino o aceite para los sacrificios. Eran para las aportaciones para los sacrificios diarios del templo. Muchas personas echaban contribuciones considerables. Y entonces llegó una viuda, que echó dos blancas. La moneda que se llamaba un leptón, que quiere decir literalmente una fina, era la más pequeña de todas las monedas, y valía 1/128 del denario, que era el jornal de un obrero, un céntimo de euro en España actualmente. Y sin embargo Jesús dijo que su minúscula contribución era mayor que la de los otros, porque ellos habían echado de lo que tenían de sobra y podían prescindir con facilidad porque les quedaba suficiente para sus necesidades, y la viuda había echado todo lo que tenía para su sustento.

Aquí tenemos una lección sobre el dar:

(i) El verdadero dar debe ser sacrificial. La cantidad del don no importa nunca tanto como lo que le cuesta al dador; no el tamaño del don, sino el sacrificio. La verdadera generosidad da hasta que duele. Para muchos de nosotros la cuestión es si lo que damos para la obra del Señor llega alguna vez a suponernos algún sacrificio. Pocas personas se pasarán sin sus placeres para dar un poco más para la obra del Señor. Bien puede ser una señal de la decadencia de la iglesia y del fracaso de nuestro cristianismo el que las aportaciones se tienen que obtener fuera de la iglesia, y que a menudo los miembros no darán nada a menos que obtengan algo en compensación en la forma de entretenimiento o artículos. Es de temer que haya pocos entre nosotros que puedan leer esta historia sin llegar a avergonzarse.

(ii) El verdadero dar tiene algo de derroche. La mujer podría haberse guardado una moneda. No habría hecho mucha diferencia, pero habría sido algo. Sin embargo dio todo lo que tenía. Hay aquí una gran verdad simbólica. Lo trágico es que a menudo hay parte de nuestra vida, y de nuestras actividades, y de nosotros mismos, que no Le entregamos a Cristo. Sea como sea, casi siempre nos las arreglamos para retener algo. Rara vez llegamos al sacrificio total y a la rendición total.

(iii) Lo extraño y precioso es que la persona que el Nuevo Testamento y Jesús transmiten a la Historia como modelo de generosidad fue una persona que dio dos céntimos de euro. Podemos tener el sentimiento de que no disponemos de mucho en materia de dones materiales o personales que ofrecer a Cristo. Pero, si ponemos todo lo que tenemos y estamos a Su disposición, Él puede hacer cosas con ello y con nosotros que no nos podemos imaginar.

De las palabras de nuestro Salvador estas son las que más se pasan por alto. Hay millares de personas que recuerdan todos sus discursos doctrinales, y olvidan,  sin embargo, este pequeño incidente de su ministerio terrestre. Pruebas de ello tenemos en las mezquinas y pobres contribuciones que se hace anualmente a la  iglesia de Cristo y que han de aplicarse al bien del mundo. Pruebas tenemos de ello en las miserables y cortas entradas de todas las sociedades misioneras, en  proporción de la riqueza de las iglesias.  La parsimonia de los que hacen profesión de cristianos, en todo lo que se refiere a Dios y a la fe, es uno de los pecados más  escandalosos de la época, y uno de los peores signos de los tiempos. Los donantes a la causa de Cristo forman una pequeña fracción de la iglesia visible.

Probablemente uno de cada veinte bautizados sabe lo que es ser "rico para con Dios." Lucas 12.21. La mayoría gasta euros cuando de ellos se trata, y no da ni  un céntimo a Cristo.

Lamentemos este estado de cosas, y reguemos a Dios que lo enmiende. Supliquémosle que abra los ojos de los hombres,  que despierte sus corazones, y que suscite en ellos un espíritu de liberalidad. Sobre todo, hagamos cada uno de nosotros  nuestro deber, y demos liberal y alegremente para toda empresa cristiana mientras podamos; que no podremos dar cuando  nos muramos. Demos recordando que Cristo tiene sus ojos fijos en nosotros. Aun ve exactamente lo que cada cual da, y  sabe exactamente cuánto se reserva. Sobre todo, demos como los discípulos de un Salvador crucificado, que se dio a Sí  mismo por nosotros en la cruz... Libremente hemos recibido, libremente demos.


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