} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: UN EJEMPLO DE HIPOCRESÍA

lunes, 6 de septiembre de 2021

UN EJEMPLO DE HIPOCRESÍA

 

 

Mar 12:38  Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas,

Mar 12:39  y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;

Mar 12:40  que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.              

 

     Cuan odiosa es la hipocresía a los ojos de Cristo. Se nos refiere que dijo a sus discípulos en  presencia de todo el pueblo : "Guardaos de los escribas que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las  plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas,  simulando larga oración." Hay algo muy notable y franco en esta admonición. Fue una denuncia pública, preciso es tener  presente, de hombres que ocupaban la silla de Moisés y eran los maestros del pueblo judío. Esto nos enseña de una  manera inequívoca, que hay épocas en que los pecados de los que ocupan altas posiciones son de tal naturaleza que  estamos en el deber de alzar la voz contra ellos.

Para Cristo no hay quizá pecado tan grave como el de la hipocresía. Ciertamente ninguno otro hizo desprender de sus  labios tantas y tan enérgicas protestas durante los tres años que se presentó en público. El siempre rebosaba de  misericordia y de compasión para con los pecadores; mas cuando vio que la religión de los escribas y los fariseos no era  sino una especie de manto con que se cubrían, que su santidad era meramente externa, y que su corazón estaba lleno de  maldad y cuando vio eso, se llenó de indignación. En un solo capítulo (Mat. 23) se encuentra repetida por ocho veces esta  expresión suya: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!

Aprendamos en estos versículos, que odioso el pecado de la hipocresía en concepto de Cristo. Es una lección que nos da nuestro Señor al  apercibirnos contra los escribas. Divulga algunas de sus prácticas más notorias, la ostentación de sus trajes, su amor de los honores y de las alabanzas de los  hombres con preferencia  A la aprobación de Dios, su amor del dinero disfrazado bajo la capa de interés por las viudas, sus prolongadas devociones en público  para hacer creer a los hombres que eran piadosos en grado eminente. Y termina esa solemne manifestación con estas palabras, "estos sufrirán mayor  condenación...

De todos los pecados que el hombre puede cometer, ninguno parece más grave que las protestas falsas y la hipocresía; de todos modos, ninguno ha arrancado  de los labios de nuestro Señor un lenguaje más duro, ni tan severas acusaciones. Muy malo es verse arrastrar cautivo de un pecado conocido, y ser esclavo de  concupiscencias y placeres diversos; pero es peor aún hacer alarde de tener una religión, cuando en realidad se es esclavo del mundo. No incurramos en  pecado tan abominable. Sea nuestra religión cual fuere, no nos cubramos con ningún manto. Seamos francos, honrados, verídicos en nuestro Cristianismo; que  no podemos engañar a un Dios que todo lo ve. Quizás conseguiremos engañar a los hombres de corta vista y de pocos alcances, con nuestra conversación y  nuestras protestas, con frases llenas de gazmoñería, y con nuestra devoción afectada: pero de Dios nadie se burla. Descubre y discierne los pensamientos e  intentos del corazón. Tendremos el día del juicio cuando menos lo pensemos. La "alegría del hipócrita dura un momento." Job 20.5. Su fin será la vergüenza y  el desprecio eterno.

No debemos, sin embargo, olvidar nunca una circunstancia al hacer estas reflexiones sobre la hipocresía. No nos lisonjeemos con la idea, de que algunos no  necesitan hacer ninguna profesión de religión, porque muchos la hacen falsa; es una ilusión muy general y de que debemos guardarnos cuidadosamente.

Porque algunos desconceptúen el Cristianismo haciendo profesión de lo que realmente no creen ni sienten, no debe decirse que nos lancemos al otro extremo,  y que la expongamos al mismo menosprecie callándola cobardemente, y escondiendo nuestra religión de la vista de todos. Seamos especialmente cuidadosos  en exornar nuestra doctrina con nuestras vidas. Probemos nuestra sinceridad siendo consecuentes en nuestra conducta. Probemos al mundo que si hay  monedas falsas, también las hay buenas, y que la iglesia visible encierra en su seno cristianos que pueden hacer una buena confesión de fe, así como también  escribas y fariseos. Confesemos a nuestro Maestro con modestia y humildad, pero con firmeza y decisión, y mostremos al mundo, que si algunos hombres son  hipócritas, hay otros que son honrados y verídicos.      

Notemos, por último, que según nos lo enseña este pasaje, habrá en el infierno diferentes grados de sufrimientos y  dolores. Las palabras de nuestro Señor sobre este particular son claras y terminan-lea; pues dijo relativamente a los que  viven y mueren en la hipocresía: "Estos recibirán mayor condenación...

 

El tema que sugieren estas palabras es triste en verdad. Que el castigo impuesto en la otra vida es real y eterno, es una de  aquellas verdades de la religión revelada en que no podemos meditar sin experimentar un pavor indescriptible. Pero es  bueno que estemos bien enterados de lo que enseña la Biblia acerca de la vida venidera. Ese sagrado libro nos enseña que  habrá diferentes grados de gloria en el cielo; y con no menos claridad nos da a entender que habrá diferentes grados de  sufrimiento en el infierno.

Más después de haber entendido todo esto ocurre preguntar: ¿quiénes serán los condenados? He aquí la cuestión que más  de cerca nos concierne. Todos los que no se allegan a Cristo; todos los que no aman a Dios ni obedecen el Evangelio;  todos los que rehúsen arrepentirse y continúan en su maldad; todos estos serán condenados. Dios no desea su ruina; mas  si no quieren oír su voz, fuerza es que mueran en sus pecados.

Más ¿cuáles de ellos recibirán mayor castigo? No serán los paganos que jamás oyen la verdad; ni tampoco aquellos  desdichados que, aunque viven en naciones cristianas, jamás tienen quien los instruya en materias religiosas. Serán los  que, poseyendo abundantes conocimientos, no hacen uso de ellos; serán los que profesan grande santidad y religiosidad,  pero en realidad continúan en sus pecados; en una palabra, serán los hipócritas. Espanto da el decirlo; pero es cierto.

 

 

 

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