Mar 12:38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los
escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las
plazas,
Mar 12:39 y las primeras sillas en las sinagogas, y los
primeros asientos en las cenas;
Mar 12:40 que devoran las casas de las viudas, y por
pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
Cuan odiosa es la hipocresía a los ojos de
Cristo. Se nos refiere que dijo a sus discípulos en presencia de todo el pueblo : "Guardaos
de los escribas que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en
las plazas, y las primeras sillas en las
sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las
viudas, simulando larga oración."
Hay algo muy notable y franco en esta admonición. Fue una denuncia pública,
preciso es tener presente, de hombres
que ocupaban la silla de Moisés y eran los maestros del pueblo judío. Esto nos
enseña de una manera inequívoca, que hay
épocas en que los pecados de los que ocupan altas posiciones son de tal naturaleza
que estamos en el deber de alzar la voz
contra ellos.
Para Cristo no hay quizá pecado tan grave como
el de la hipocresía. Ciertamente ninguno otro hizo desprender de sus labios tantas y tan enérgicas protestas
durante los tres años que se presentó en público. El siempre rebosaba de misericordia y de compasión para con los
pecadores; mas cuando vio que la religión de los escribas y los fariseos no
era sino una especie de manto con que se
cubrían, que su santidad era meramente externa, y que su corazón estaba lleno
de maldad y cuando vio eso, se llenó de
indignación. En un solo capítulo (Mat. 23) se encuentra repetida por ocho veces
esta expresión suya: "¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Aprendamos en estos versículos, que odioso el
pecado de la hipocresía en concepto de Cristo. Es una lección que nos da
nuestro Señor al apercibirnos contra los
escribas. Divulga algunas de sus prácticas más notorias, la ostentación de sus
trajes, su amor de los honores y de las alabanzas de los hombres con preferencia A la aprobación de Dios, su amor del dinero
disfrazado bajo la capa de interés por las viudas, sus prolongadas devociones
en público para hacer creer a los
hombres que eran piadosos en grado eminente. Y termina esa solemne
manifestación con estas palabras, "estos sufrirán mayor condenación...
De todos los pecados que el hombre puede
cometer, ninguno parece más grave que las protestas falsas y la hipocresía; de
todos modos, ninguno ha arrancado de los
labios de nuestro Señor un lenguaje más duro, ni tan severas acusaciones. Muy
malo es verse arrastrar cautivo de un pecado conocido, y ser esclavo de concupiscencias y placeres diversos; pero es
peor aún hacer alarde de tener una religión, cuando en realidad se es esclavo
del mundo. No incurramos en pecado tan
abominable. Sea nuestra religión cual fuere, no nos cubramos con ningún manto.
Seamos francos, honrados, verídicos en nuestro Cristianismo; que no podemos engañar a un Dios que todo lo ve.
Quizás conseguiremos engañar a los hombres de corta vista y de pocos alcances,
con nuestra conversación y nuestras
protestas, con frases llenas de gazmoñería, y con nuestra devoción afectada:
pero de Dios nadie se burla. Descubre y discierne los pensamientos e intentos del corazón. Tendremos el día del
juicio cuando menos lo pensemos. La "alegría del hipócrita dura un
momento." Job 20.5. Su fin será la vergüenza y el desprecio eterno.
No debemos, sin embargo, olvidar nunca una
circunstancia al hacer estas reflexiones sobre la hipocresía. No nos
lisonjeemos con la idea, de que algunos no
necesitan hacer ninguna profesión de religión, porque muchos la hacen
falsa; es una ilusión muy general y de que debemos guardarnos cuidadosamente.
Porque algunos desconceptúen el Cristianismo
haciendo profesión de lo que realmente no creen ni sienten, no debe decirse que
nos lancemos al otro extremo, y que la
expongamos al mismo menosprecie callándola cobardemente, y escondiendo nuestra
religión de la vista de todos. Seamos especialmente cuidadosos en exornar nuestra doctrina con nuestras
vidas. Probemos nuestra sinceridad siendo consecuentes en nuestra conducta.
Probemos al mundo que si hay monedas
falsas, también las hay buenas, y que la iglesia visible encierra en su seno
cristianos que pueden hacer una buena confesión de fe, así como también escribas y fariseos. Confesemos a nuestro
Maestro con modestia y humildad, pero con firmeza y decisión, y mostremos al
mundo, que si algunos hombres son
hipócritas, hay otros que son honrados y verídicos.
Notemos, por último, que según nos lo enseña
este pasaje, habrá en el infierno diferentes grados de sufrimientos y dolores. Las palabras de nuestro Señor sobre
este particular son claras y terminan-lea; pues dijo relativamente a los
que viven y mueren en la hipocresía:
"Estos recibirán mayor condenación...
El tema que sugieren estas palabras es triste en
verdad. Que el castigo impuesto en la otra vida es real y eterno, es una
de aquellas verdades de la religión
revelada en que no podemos meditar sin experimentar un pavor indescriptible.
Pero es bueno que estemos bien enterados
de lo que enseña la Biblia acerca de la vida venidera. Ese sagrado libro nos
enseña que habrá diferentes grados de
gloria en el cielo; y con no menos claridad nos da a entender que habrá
diferentes grados de sufrimiento en el
infierno.
Más después de haber entendido todo esto ocurre
preguntar: ¿quiénes serán los condenados? He aquí la cuestión que más de cerca nos concierne. Todos los que no se
allegan a Cristo; todos los que no aman a Dios ni obedecen el Evangelio; todos los que rehúsen arrepentirse y
continúan en su maldad; todos estos serán condenados. Dios no desea su ruina;
mas si no quieren oír su voz, fuerza es
que mueran en sus pecados.
Más ¿cuáles de ellos recibirán mayor castigo? No
serán los paganos que jamás oyen la verdad; ni tampoco aquellos desdichados que, aunque viven en naciones
cristianas, jamás tienen quien los instruya en materias religiosas. Serán
los que, poseyendo abundantes
conocimientos, no hacen uso de ellos; serán los que profesan grande santidad y
religiosidad, pero en realidad continúan
en sus pecados; en una palabra, serán los hipócritas. Espanto da el decirlo;
pero es cierto.
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