} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL PEOR TRAIDOR

jueves, 30 de septiembre de 2021

EL PEOR TRAIDOR

 Mar 14:10  Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.

Mar 14:11  Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.

 

 

       Marcos coloca con un arte consumado la unción en Betania al lado de la traición de Judas: el detalle de un amor generoso, y el de una traición terrible.

Siempre nos produce un escalofrío en el corazón el pensar en Judas. Dante le colocó en el más profundo de todos los infiernos, un infierno de frío y de hielo, un infierno diseñado para los que no fueron pecadores ardientes, arrebatados por pasiones aisladas, sino ofensores fríos, calculadores, deliberados, contra el amor de Dios. Debemos, ante todo, ver en este pasaje, a que extremos puede llegar una persona en falsas profesiones de religión.

Es imposible concebir una prueba más perentoria de esta penosa verdad que la historia de Judas Iscariote. Si hubo alguna vez un hombre que más parecía  discípulo verdadero de Cristo, y estar seguro de alcanzar el cielo, ese hombre fue Judas. Fue escogido por el mismo Señor Jesús para el apostolado; gozó del  privilegio de acompañar al Mesías, y de ser testigo de sus obras portentosas, durante su, ministerio terrenal. Estuvo asociado con Pedro, Santiago y Juan, y fue  enviado a predicar el reino de Dios, y a hacer milagros en nombre de Cristo. Era mirado por todos los once apóstoles como uno de ellos, y tanto se asemejaba  en su conducta a sus compañeros los otros discípulos, que no sospecharon que fuera traidor. Y resulta, al fin, que este hombre es un hijo del diablo, se desvía  por completo de la fe, ayuda a los enemigos mortales, de nuestro Señor, y deja el mundo con una reputación más mala que la de ningún hombre desde los días  de Caín. Jamás se vio tal caída, tal apostasía, fin tan miserable de comienzos que tanto prometían, un eclipse tan total de un alma!

¿Cómo podremos explicarnos esta conducta de Judas que tanto nos asombra? No hay más que una explicación. "El amor del dinero" fue la causa de la  pérdida de este desgraciado. La misma codicia rastrera que esclavizó el corazón de Balaam, y cubrió de lepra a Gehazí, perdió el alma del Iscariote. No hay  otra explicación de su conducta que satisfaga a vista de los hechos que establecen las Escrituras. Su acción fue hija de su codicia infame sin circunstancias  ningunas atenuantes. El Espíritu Santo lo -declara " Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Juan 12.6. Y su crimen está siempre presente ante el mundo como un comentario eterno de  estas palabras solemnes, " porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.." 1 Tim. 6.10.

Aprendamos en esta historia melancólica de Judas a "revestirnos de humildad" y a no contentarnos con nada que no sea la gracia del Espíritu Santo morando  en nuestros corazones. Conocimientos, dones, profesiones, privilegios, ser miembros de una congregación, facultad de predicar, de orar, de enseñar la religión,   todo, todo es inútil, si nuestros corazones no están convertidos. Si no nos hemos desnudado del hombre viejo, y revestido del nuevo, todo eso no es mejor que  el bronce que resuena, o el címbalo que retiñe; nada de eso nos librará de la muerte eterna. Recordemos, sobre todo, el consejo de nuestro Señor de  " Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.." Lucas 12.15. Es un pecado que devora como el cáncer, y una vez que la recibimos en nuestros corazones, nos arrastra a la maldad.

Oremos por contentarnos con lo que poseemos. Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré. Heb. 13.5. La posesión del oro no es lo más necesario; que las riquezas exponen a grandes peligros las almas  de los que las poseen; así es que el verdadero cristiano debe temer más ser rico que pobre.

En segundo lugar, debemos marcar en este pasaje la conexión intencional entre la época de la pascua judaica y la de la muerte de nuestro Señor, No podemos  dudar que no fue por casualidad, sino por la disposición providencial de Dios, que nuestro Señor fuera entregado en la semana de la pascua, y el mismo día en  que fue muerto el cordero pascual tuvo por objeto fijar la atención de la nación judía, en El como el verdadero Cordero de Dios, y presentar a sus almas cual  era el verdadero objeto y propósito de su muerte. Sin duda que todos los sacrificios se proponían indicar a los judíos en el porvenir el gran sacrificio  expiatorio que Cristo después ofreció; pero es evidente que ninguno era una figura tan clara, ni un tipo tan apropiado del sacrificio de nuestro Señor, como la  muerte del cordero pascual. Era en especial una ordenanza que servía de " De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.." Gal. 3.24. No había otro tipo más significativo en  toda la serie de ceremonias judaicas, conocida institución original de la pascua.

¿No recordaba la pascua a los judíos la salvación milagrosa de sus antepasados de la esclavitud de la tierra de Egipto, cuando Dios hizo morir a los  primogénitos? Ciertamente que sí; pero fue instituida también para servirles de tipos de una redención y Salvación más importante, de la emancipación de las  cadenas del pecado, que debía realizar nuestro Señor Jesucristo.

¿No recordaba la pascua a los judíos, que por el sacrificio de Un cordero inocente, las familias de sus antepasados se vieron exentas de tener que lamentar la  muerte de sus primogénitos? Sin duda que sí, pero también servía para enseñarles una verdad más alta, que la muerte de Cristo en la cruz seria la vida del  mundo.

¿No recordaba la pascua a los judíos que el rociar con sangre los umbrales de las puertas de las casas de sus progenitores, los había salvado de la espada del  ángel destructor? Sin duda que sí; pero tenía por objeto enseñarles también una doctrina mucho más importante--que rociar las conciencias de los hombres  con la sangre de Cristo las limpia de las manchas del pecado, y las protege de las consecuencias de la ira venidera.

¿No recordaba la pascua a los Judíos que ninguno de sus antepasados hubiera escapado de la venganza del ángel destructor, aquella noche en que mató a los  primogénitos, si no hubiera comido del cordero que mataron? Indudablemente que es así; pero con ello se les quiso dar también una lección mucho más  profunda-- que todos los que quieran aprovecharse del sacrificio expiatorio de Cristo, tienen realmente que alimentarse de El por medio de la le, y recibirlo en  sus corazones.

Evoquemos estos recuerdos, y pesemos bien su valor. Entonces es que descubriremos lo apropiado y bello del tiempo que Dios señaló para la muerte en la  cruz de nuestro Señor Jesucristo. Aconteció precisamente en los momentos en que el espíritu de todos los israelitas estaba fijo en los recuerdos de su salida de  la esclavitud de Egipto, y en los acontecimientos de aquella noche llena de portentos en que se verificó. El cordero muerto y comido por todos los miembros  de la familia, el ángel destructor, la seguridad dentro de las puertas marcadas con la sangre esparcida, eran circunstancias que se habían recordado, comentado  y considerado en el seno de todas las familias judías, esa misma semana en que nuestro bendito Señor sufrió la muerte. Muy extraño hubiera sido que muerte  tan notable como la suya no hubiera hecho pensar a muchos ni hubiera abierto muchos ojos. Hasta que punto así sucedió no lo sabremos hasta el día del juicio.

Adoptemos como una regla invariable el sistema de estudiar los tipos y las ordenanzas de la Ley Mosaica con atención y con súplicas a Dios, siempre que  leamos la Biblia, pues están llenos de Cristo. El altar, el macho cabrío del sacrificio, el holocausto diario, la fiesta de la expiación, son otros tantos postes  miliarios que nos dirigen al gran sacrificio que nuestro Señor ofreció en el Calvario. Los que no se cuidan de estudiar las ordenanzas judaicas, por  considerarlas oscuras, monótonas y de poco interés, prueban con ello su ignorancia, y pierden grandes ventajas. Los que las examinan considerando a Cristo  como la clave de su significación, las encontrarán llenas de la luz evangélica y de verdades consoladoras.

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