Mar 13:14 Pero cuando veáis
la abominación desoladora de
que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe
estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los
montes.
Mar 13:15 El que esté
en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
Mar 13:16 y el que esté en el campo, no vuelva
atrás a tomar su capa.
Mar 13:17 Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días!
Mar 13:18 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno;
Mar 13:19 porque aquellos días
serán de tribulación cual
nunca ha habido desde el principio de la creación
que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.
Mar 13:20 Y si el Señor no hubiese acortado
aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él
escogió, acortó aquellos días.
Mar 13:21 Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí
está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis.
Mar 13:22 Porque se levantarán
falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si
fuese posible, aun a los escogidos.
Mar 13:23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes.
Se nos enseña en estos versículos lo
legítimo que es usar de medios que conduzcan a nuestra seguridad personal. El
lenguaje de nuestro Señor Jesucristo sobre
el particular es claro o inequívoco "Que los que están en Judea
huyan a las montañas, y el que está sobre la casa no baje a la casa, que el que
está en el campo no vuelva; orad porque
vuestra huida no sea en el invierno." Ni una palabra se dice que nos haga
suponer que huir del peligro, en ciertas circunstancias, sea indigno de un cristiano. Hay muchas opiniones
respecto al tiempo de la profecía que se hace en el pasaje que nos ocupa; pero
la enseñanza es muy clara respecto a lo
legítimo que es dar pasos para evitar los peligros.
La lección, además
de ser utilísima, puede tener una extensa aplicación. Un cristiano, porque lo
es, no ha de descuidar el uso de ciertos medios que le proporcionan las cosas terrenales, como
tampoco los de las cosas que pertenecen a la vida futura. El creyente no debe
suponer que Dios cuidará de él, y
proveerá a sus necesidades, si no hace uso de los medios y del sentido
común que Dios le ha dado, así como a los demás hombres. Fuera de toda duda es
que puede esperar la ayuda del Padre que
está en los cielos, en toda época necesitada; pero debe esperarla haciendo un
uso diligente de medios legítimos.
Pretender que se
confía en Dios, cuando nos entregamos a la pereza y nada hacemos, no es otra
cosa que ser entusiastas y fanáticos, y produce el menosprecio de la fe.
Jesús profetiza algo del horror extremado del asedio y la
caída final de Jerusalén. Advierte que, cuando se descubran las primeras señales, deberán huir
sin entretenerse ni siquiera para recoger su ropa o tratar de poner a salvo sus
bienes. De hecho la gente hizo exactamente lo contrario: se apelotonaron en
Jerusalén, y la muerte llegó de maneras que son casi demasiado terribles de
imaginar. La frase la abominación de desolación tiene su origen en Dan_9:27;
Dan_11:31; Dan_12:11. Esta expresión hebrea quiere decir literalmente la
profanación que horroriza. El origen de la frase estaba en relación con
Antíoco. Ya hemos visto que trató de erradicar la religión judía e introducir
la manera de vivir de los griegos. Profanó el Templo ofreciendo carne de cerdo
en el gran altar e instalando burdeles públicos en los santos atrios.
Justamente delante del mismo lugar santo puso una gran imagen del Zeus
olímpico, y mandó a los judíos que la adoraran. En relación con aquello, el
autor del 1 Libro de los Macabeos dice (1:54): " Ahora bien, el día 15 del
mes de Kislev del año 145 instalaron la abominación de desolación sobre el
altar y edificaron altares a los ídolos en todas las ciudades de Judá por todas
partes.»
Jesús profetizó que
la misma clase de cosa iba a suceder otra vez. Estuvo muy cerca de ser así el
año 40 d C., cuando Calígula era el emperador romano. Era epiléptico y loco;
pero se empeñó en que se le tratara como un dios. Se enteró de que el culto del
Templo de Jerusalén no tenía ninguna imagen, y se propuso instalar su propia
estatua en el lugar santo. Sus consejeros le suplicaron que no lo hiciera,
porque sabían que, si lo hacía, se produciría una sangrienta guerra civil.
Calígula estaba empecinado; pero afortunadamente murió el año 41 d C. antes de
poder llevar a cabo su plan de profanación.
¿Qué quiere decir
Jesús cuando habla de la abominación de desolación? La gente esperaba, no
solamente al Mesías, sino también el surgimiento de un poder que sería la
mismísima encarnación del mal, y que reuniría en sí todo lo que era contrario a
Dios. Pablo lo llamaba el hombre de pecado, el hijo de perdición, el misterio de
iniquidad, aquel impío (2 Tesalonicenses 23ss). Juan, en Apocalipsis 17,
identificaba ese poder con Roma. Jesús está diciendo: «Algún día, muy pronto,
veréis la misma encarnación del poder del mal surgir en un intento deliberado
de destruir al pueblo y el lugar santo de Dios.» Tomó la antigua frase, y la
usó para describir las cosas terribles que se aproximaban.
Fue el año 70 d C. cuando Jerusalén sucumbió finalmente
al asedio del ejército de Tito, que había de ser emperador de Roma. Los horrores de ese
asedio son una de las páginas más sombrías de la Historia. La gente acudió a
Jerusalén en tropel de todo alrededor. Tito no tuvo más alternativa que esperar
la rendición por hambre. El asunto se complicó por el hecho de que aun en ese
tiempo terrible había sectas y facciones rivales dentro de la misma ciudad.
Jerusalén fue desgarrada desde dentro y desde fuera.
Josefo nos cuenta la historia de aquel terrible asedio en
el V libro de Las guerras de los judíos. Nos dice que fueron llevados cautivos
97,000, y 1,100,000 perecieron lentamente de hambre o a filo de espada. Nos dice:
«Entonces ensanchó el hambre sus fauces, y devoró a las personas por casas y
familias enteras. Las habitaciones de arriba estaban llenas de mujeres y de
niños que se morían de hambre; las callejas de la ciudad estaban llenas de
cadáveres de ancianos; los niños y las jóvenes andaban vagando por las plazas
como sombras, hinchados por el hambre, y se caían muertos dondequiera que su
miseria acababa con ellos. En cuanto a enterrarlos, los que quedaban estaban
tan débiles que no podían, y los que estaban lo suficientemente animosos y bien
se desanimaban ante la gran multitud de muertos y la incertidumbre que se
cernía sobre sus propias vidas, porque muchos morían cuando estaban enterrando
a otros, y muchos se hallaron en el ataúd antes de que les llegara la hora
fatal. No se hacía ningún lamento bajo estas calamidades... El hambre
trastrocaba todos los afectos naturales... Un profundo silencio y una especie
de noche mortal se cernía sobre la ciudad.»
Para hacer la escena
todavía más terrible, estaban los inevitables rateros que despojaban los
cuerpos muertos. Josefo
nos habla descarnadamente de que, hasta cuando no había ni siquiera hierbas
disponibles «algunas personas llegaron a tan terrible postración como para
buscar en las alcantarillas y en los montones de estiércol del ganado, y comer
los excrementos que encontraban allí y cosas que no habrían soportado ni
siquiera ver ahora usaban como comida.» Pinta un cuadro lúgubre de
hombres que rumiaban las correas de piel y los zapatos, y cuenta la terrible
historia de una mujer que mató y asó a su propio bebé, y le ofreció una parte
de aquella comida macabra a los que llegaban buscando alimento.
La profecía que hizo Jesús de los días terribles
inminentes para Jerusalén se cumplió con abundante exactitud. Los que acudieron
en tropel a la ciudad buscando seguridad murieron a centenares de miles, y solamente aquellos que siguieron Su consejo y huyeron a las colinas
se salvaron.
La palabra de Dios
contiene sobre este particular varios ejemplos instructivos que haríamos bien
en recordar. Es uno muy
notable la conducta de Jacob cuando fue a
encontrarse con su hermano Esaú. Alza primero una plegaria muy ferviente al
cielo y después envía a su hermano un presente muy escogido. Gen. 32.9-
13. La conducta de Ezequías, cuando Sennaquerib se dirigió contra Jerusalén,
es otro caso. "Con nosotros," dice al pueblo, "está el Señor
nuestro Dios, para dar nuestras
batallas." Pero, sin embargo, refuerza los muros de la ciudad, y fabrica
dardos y escudos. 2 Crón. 32.5. La conducta de S. Pablo es otro de los casos. Con frecuencia leemos que huyó de un
lugar a otro para salvar su vida. Vemos que una vez lo descolgaron en un cesto
por las murallas de Damasco.
Otra le oímos decir a
los soldados cuando estaban a bordo del buque alejandrino cargado de trigo, "Si los marineros no permanecen en la
nave, vosotros no podréis
salvaros." Hchs 27.31. Sabemos cuáles fueron la fe y la confianza del
gran apóstol; sabemos cuál fue su valor y cuanto descansaba en su Maestro,
y, sin embargo, vemos que nunca
despreció hacer uso de los medios que tenía a su alcance. No nos avergoncemos
de obrar como él.
Tengamos siempre presente una cosa; no confiemos solo en
los medios cuando los empleamos; esperemos sobre todo la bendición de Dios. Gran pecado es mandar por el médico como Asa y no buscar al
Señor. Empleemos
diligentemente todos los medios de que podamos disponer, y dejemos el resultado
en manos del Señor; tal conducta es el
fin que debe proponerse todo creyente verdadero.
Nos enseñan además
estos versículos dos grandes privilegios de los elegidos de Dios. Dos veces en
este pasaje usa nuestro Señor unas expresiones muy notables refiriéndose a ellos. Dice hablando
de la gran tribulación: " Si el Señor no hubiese acortado aquellos días,
ninguna carne se salvaría; mas por causa de
los escogidos, que él escogió, acortó aquellos días." Dice también
hablando de los falsos Cristos y de los falsos profetas que "darán señales
y harán prodigios para engañar, si
posible fuere, a los escogidos...
No hay duda que la elección es un dogma profundo y
misterioso; es incuestionable que con frecuencia se le ha pervertido y se ha
abusado miserablemente de él; pero el
mal uso que se haga de ciertas verdades no debe impedir usarlas. La elección
cuando se aplica rectamente, y se emplean ciertas precauciones, es una doctrina "llena de un consuelo dulce
e indecible. Antes de concluir con este punto, veamos cuales deben ser esas
precauciones.
Ante
todo, no debemos olvidar que la elección de Dios no anula la responsabilidad
del hombre ni la obligación que tiene de dar cuenta de su alma. La misma Biblia
que habla de la elección, se dirige siempre al hombre como a un agente libre, y
a él apela para que se arrepienta, crea, busque, ore, se esfuerzo, y trabaje. En nuestros actos debemos seguir
aquella Divina Voluntad, que encontramos expresamente declarada en la Palabra
de Dios.
Además, no olvidemos nunca que lo que principalmente tenemos que
hacer, es arrepentimos y creer en el Evangelio. No tenemos derecho alguno en creernos consolados
por la elección de Dios, si no damos pruebas evidentes de arrepentimiento y de fe. No debemos permanecer inmóviles,
afligiéndonos con angustiosas investigaciones para descubrir si somos o no
de los elegidos, cuando Dios nos manda muy claro a arrepentimos y a creer. Hchs 17.30; Juan 3.23. No hagamos mal; aprendamos a
hacer el bien; apartémonos del pecado; apoyémonos en Cristo; acerquémonos a
Dios por medio de la oración; y cuando
así obremos, pronto sabremos y sentiremos si somos elegidos de Dios. Diremos,
usando las palabras de un. Teólogo
antiguo, que debemos principiar en la escuela primaria
del arrepentimiento y de la fe, antes de ir a la universidad de la elección. Cuando
Pablo recordaba la fe, la esperanza, y la caridad de los Tesalonicenses era que
les decía, “Sé vuestra elección en
Cristo." 1 Tesal. 1.4.
¿Es posible
que los cristianos sean engañados? Sí. Tan convincentes serán los argumentos y
pruebas de los engañadores en los últimos tiempos que será difícil no alejarnos
de Cristo. Si estamos preparados, dice Jesús,
podemos mantenernos firmes, pero no resistiremos si no estamos
preparados.
Para
penetrar el disfraz de los falsos maestros debemos preguntarnos:
(1) ¿Han
sido verdaderas sus predicciones o han tenido que irse ajustando a lo ocurrido?
(2) ¿Usan
en sus enseñanzas alguna pequeña porción de la Biblia descuidando el resto?
(3) ¿Están
sus enseñanzas en contra de lo que la Biblia dice acerca de Dios?
(4) ¿Son
sus prácticas un medio de glorificar al maestro o a Cristo?
(5)
¿Promueven sus enseñanzas hostilidad hacia otros cristianos?
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