} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JESÚS NOS DICE: ESTAR PREPARADOS PARA NO SER ENGAÑADOS

sábado, 18 de septiembre de 2021

JESÚS NOS DICE: ESTAR PREPARADOS PARA NO SER ENGAÑADOS

 

  

 

Mar 13:14  Pero cuando veáis la abominación desoladora  de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.

Mar 13:15  El que esté en la azotea, no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa;

Mar 13:16  y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.

Mar 13:17  Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!

Mar 13:18  Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno;

Mar 13:19  porque aquellos días serán de tribulación  cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá.

Mar 13:20  Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos que él escogió, acortó aquellos días.

Mar 13:21  Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis.

Mar 13:22  Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.

Mar 13:23  Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes.

 

 

 

       Se nos enseña en estos versículos lo legítimo que es usar de medios que conduzcan a nuestra seguridad personal. El lenguaje de nuestro Señor Jesucristo sobre  el particular es claro o inequívoco "Que los que están en Judea huyan a las montañas, y el que está sobre la casa no baje a la casa, que el que está en el campo  no vuelva; orad porque vuestra huida no sea en el invierno." Ni una palabra se dice que nos haga suponer que huir del peligro, en ciertas circunstancias, sea  indigno de un cristiano. Hay muchas opiniones respecto al tiempo de la profecía que se hace en el pasaje que nos ocupa; pero la enseñanza es muy clara  respecto a lo legítimo que es dar pasos para evitar los peligros.

La lección, además de ser utilísima, puede tener una extensa aplicación. Un cristiano, porque lo es, no ha de descuidar el uso de ciertos medios que le  proporcionan las cosas terrenales, como tampoco los de las cosas que pertenecen a la vida futura. El creyente no debe suponer que Dios cuidará de él, y  proveerá a sus necesidades, si no hace uso de los medios y del sentido común que Dios le ha dado, así como a los demás hombres. Fuera de toda duda es que  puede esperar la ayuda del Padre que está en los cielos, en toda época necesitada; pero debe esperarla haciendo un uso diligente de medios legítimos.

Pretender que se confía en Dios, cuando nos entregamos a la pereza y nada hacemos, no es otra cosa que ser entusiastas y fanáticos, y produce el menosprecio  de la fe.

Jesús profetiza algo del horror extremado del asedio y la caída final de Jerusalén. Advierte que, cuando se descubran las primeras señales, deberán huir sin entretenerse ni siquiera para recoger su ropa o tratar de poner a salvo sus bienes. De hecho la gente hizo exactamente lo contrario: se apelotonaron en Jerusalén, y la muerte llegó de maneras que son casi demasiado terribles de imaginar. La frase la abominación de desolación tiene su origen en Dan_9:27; Dan_11:31; Dan_12:11. Esta expresión hebrea quiere decir literalmente la profanación que horroriza. El origen de la frase estaba en relación con Antíoco. Ya hemos visto que trató de erradicar la religión judía e introducir la manera de vivir de los griegos. Profanó el Templo ofreciendo carne de cerdo en el gran altar e instalando burdeles públicos en los santos atrios. Justamente delante del mismo lugar santo puso una gran imagen del Zeus olímpico, y mandó a los judíos que la adoraran. En relación con aquello, el autor del 1 Libro de los Macabeos dice (1:54): " Ahora bien, el día 15 del mes de Kislev del año 145 instalaron la abominación de desolación sobre el altar y edificaron altares a los ídolos en todas las ciudades de Judá por todas partes.»

Jesús profetizó que la misma clase de cosa iba a suceder otra vez. Estuvo muy cerca de ser así el año 40 d C., cuando Calígula era el emperador romano. Era epiléptico y loco; pero se empeñó en que se le tratara como un dios. Se enteró de que el culto del Templo de Jerusalén no tenía ninguna imagen, y se propuso instalar su propia estatua en el lugar santo. Sus consejeros le suplicaron que no lo hiciera, porque sabían que, si lo hacía, se produciría una sangrienta guerra civil. Calígula estaba empecinado; pero afortunadamente murió el año 41 d C. antes de poder llevar a cabo su plan de profanación.

¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de la abominación de desolación? La gente esperaba, no solamente al Mesías, sino también el surgimiento de un poder que sería la mismísima encarnación del mal, y que reuniría en sí todo lo que era contrario a Dios. Pablo lo llamaba el hombre de pecado, el hijo de perdición, el misterio de iniquidad, aquel impío (2 Tesalonicenses 23ss). Juan, en Apocalipsis 17, identificaba ese poder con Roma. Jesús está diciendo: «Algún día, muy pronto, veréis la misma encarnación del poder del mal surgir en un intento deliberado de destruir al pueblo y el lugar santo de Dios.» Tomó la antigua frase, y la usó para describir las cosas terribles que se aproximaban.

Fue el año 70 d C. cuando Jerusalén sucumbió finalmente al asedio del ejército de Tito, que había de ser emperador de Roma. Los horrores de ese asedio son una de las páginas más sombrías de la Historia. La gente acudió a Jerusalén en tropel de todo alrededor. Tito no tuvo más alternativa que esperar la rendición por hambre. El asunto se complicó por el hecho de que aun en ese tiempo terrible había sectas y facciones rivales dentro de la misma ciudad. Jerusalén fue desgarrada desde dentro y desde fuera.

Josefo nos cuenta la historia de aquel terrible asedio en el V libro de Las guerras de los judíos. Nos dice que fueron llevados cautivos 97,000, y 1,100,000 perecieron lentamente de hambre o a filo de espada. Nos dice: «Entonces ensanchó el hambre sus fauces, y devoró a las personas por casas y familias enteras. Las habitaciones de arriba estaban llenas de mujeres y de niños que se morían de hambre; las callejas de la ciudad estaban llenas de cadáveres de ancianos; los niños y las jóvenes andaban vagando por las plazas como sombras, hinchados por el hambre, y se caían muertos dondequiera que su miseria acababa con ellos. En cuanto a enterrarlos, los que quedaban estaban tan débiles que no podían, y los que estaban lo suficientemente animosos y bien se desanimaban ante la gran multitud de muertos y la incertidumbre que se cernía sobre sus propias vidas, porque muchos morían cuando estaban enterrando a otros, y muchos se hallaron en el ataúd antes de que les llegara la hora fatal. No se hacía ningún lamento bajo estas calamidades... El hambre trastrocaba todos los afectos naturales... Un profundo silencio y una especie de noche mortal se cernía sobre la ciudad.»

Para hacer la escena todavía más terrible, estaban los inevitables rateros que despojaban los cuerpos muertos. Josefo nos habla descarnadamente de que, hasta cuando no había ni siquiera hierbas disponibles «algunas personas llegaron a tan terrible postración como para buscar en las alcantarillas y en los montones de estiércol del ganado, y comer los excrementos que encontraban allí y cosas que no habrían soportado ni siquiera ver ahora usaban como comida.» Pinta un cuadro lúgubre de hombres que rumiaban las correas de piel y los zapatos, y cuenta la terrible historia de una mujer que mató y asó a su propio bebé, y le ofreció una parte de aquella comida macabra a los que llegaban buscando alimento.

La profecía que hizo Jesús de los días terribles inminentes para Jerusalén se cumplió con abundante exactitud. Los que acudieron en tropel a la ciudad buscando seguridad murieron a centenares de miles, y solamente aquellos que siguieron Su consejo y huyeron a las colinas se salvaron.

La palabra de Dios contiene sobre este particular varios ejemplos instructivos que haríamos bien en recordar. Es uno muy notable la conducta de Jacob cuando  fue a encontrarse con su hermano Esaú. Alza primero una plegaria muy ferviente al cielo y después envía a su hermano un presente muy escogido. Gen. 32.9- 13. La conducta de Ezequías, cuando Sennaquerib se dirigió contra Jerusalén, es otro caso. "Con nosotros," dice al pueblo, "está el Señor nuestro Dios, para  dar nuestras batallas." Pero, sin embargo, refuerza los muros de la ciudad, y fabrica dardos y escudos. 2 Crón. 32.5. La conducta de S. Pablo es otro de los  casos. Con frecuencia leemos que huyó de un lugar a otro para salvar su vida. Vemos que una vez lo descolgaron en un cesto por las murallas de Damasco.

Otra le oímos decir a los soldados cuando estaban a bordo del buque alejandrino cargado de trigo, "Si los marineros no permanecen en la nave, vosotros no  podréis salvaros." Hchs 27.31. Sabemos cuáles fueron la fe y la confianza del gran apóstol; sabemos cuál fue su valor y cuanto descansaba en su Maestro, y,  sin embargo, vemos que nunca despreció hacer uso de los medios que tenía a su alcance. No nos avergoncemos de obrar como él.

Tengamos siempre presente una cosa; no confiemos solo en los medios cuando los empleamos; esperemos sobre todo la bendición de Dios. Gran pecado es  mandar por el médico como Asa y no buscar al Señor. Empleemos diligentemente todos los medios de que podamos disponer, y dejemos el resultado en  manos del Señor; tal conducta es el fin que debe proponerse todo creyente verdadero.

Nos enseñan además estos versículos dos grandes privilegios de los elegidos de Dios. Dos veces en este pasaje usa nuestro Señor unas expresiones muy  notables refiriéndose a ellos. Dice hablando de la gran tribulación: " Si el Señor no hubiese acortado aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de  los escogidos, que él escogió, acortó aquellos días." Dice también hablando de los falsos Cristos y de los falsos profetas que "darán señales y harán prodigios  para engañar, si posible fuere, a los escogidos...

No hay duda que la elección es un dogma profundo y misterioso; es incuestionable que con frecuencia se le ha pervertido y se ha abusado miserablemente de  él; pero el mal uso que se haga de ciertas verdades no debe impedir usarlas. La elección cuando se aplica rectamente, y se emplean ciertas precauciones, es  una doctrina "llena de un consuelo dulce e indecible. Antes de concluir con este punto, veamos cuales deben ser esas precauciones.

Ante todo, no debemos olvidar que la elección de Dios no anula la responsabilidad del hombre ni la obligación que tiene de dar cuenta de su alma. La misma  Biblia que habla de la elección, se dirige siempre al hombre como a un agente libre, y a él apela para que se arrepienta, crea, busque, ore, se esfuerzo, y  trabaje. En nuestros actos debemos seguir aquella Divina Voluntad, que encontramos expresamente declarada en la Palabra de Dios.

Además, no olvidemos nunca que lo que principalmente tenemos que hacer, es arrepentimos y creer en el Evangelio. No  tenemos derecho alguno en creernos consolados por la elección de Dios, si no damos pruebas evidentes de arrepentimiento  y de fe. No debemos permanecer inmóviles, afligiéndonos con angustiosas investigaciones para descubrir si somos o no de  los elegidos, cuando Dios nos manda muy claro a arrepentimos y a creer. Hchs 17.30; Juan 3.23. No hagamos mal; aprendamos a hacer el bien; apartémonos del pecado; apoyémonos en Cristo; acerquémonos a Dios por medio de la  oración; y cuando así obremos, pronto sabremos y sentiremos si somos elegidos de Dios. Diremos, usando las palabras de  un. Teólogo antiguo, que debemos principiar en la escuela primaria del arrepentimiento y de la fe, antes de ir a la  universidad de la elección. Cuando Pablo recordaba la fe, la esperanza, y la caridad de los Tesalonicenses era que les  decía, “Sé vuestra elección en Cristo." 1 Tesal. 1.4.

¿Es posible que los cristianos sean engañados? Sí. Tan convincentes serán los argumentos y pruebas de los engañadores en los últimos tiempos que será difícil no alejarnos de Cristo. Si estamos preparados, dice Jesús, podemos mantenernos firmes, pero no resistiremos si no estamos preparados.

Para penetrar el disfraz de los falsos maestros debemos preguntarnos:

(1) ¿Han sido verdaderas sus predicciones o han tenido que irse ajustando a lo ocurrido?

(2) ¿Usan en sus enseñanzas alguna pequeña porción de la Biblia descuidando el resto?

(3) ¿Están sus enseñanzas en contra de lo que la Biblia dice acerca de Dios?

(4) ¿Son sus prácticas un medio de glorificar al maestro o a Cristo?

(5) ¿Promueven sus enseñanzas hostilidad hacia otros cristianos?

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