} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: El Arrebatamiento. Antes de la Tribulación, a la mitad de la semana, o en la gran Tribulación ¿Qué dice la Biblia? (4 parte a)

sábado, 27 de abril de 2019

El Arrebatamiento. Antes de la Tribulación, a la mitad de la semana, o en la gran Tribulación ¿Qué dice la Biblia? (4 parte a)



MATEO 24:1-51


  El juicio inminente y el final, 24:1-26:2.

Esta sección constituye el quinto y último discurso de Jesús. Con la denuncia dirigida a los escribas y fariseos, Jesús concluyó su ministerio público. En esta sección concluye la preparación de los discípulos con el discurso sobre las últimas cosas presentado en privado, terminando los eventos del día martes. Hay un consenso entre los comentaristas de que este es uno de los pasajes más difíciles en los cuatro Evangelios. Hay por lo menos tres causas de la dificultad de interpretación: el contenido escatológico, la naturaleza apocalíptica y los dos o tres elementos mezclados de la pregunta de los discípulos.

El contenido es exclusivamente escatológico o sea, trata de las últimas cosas. En este sentido, es una profecía predictiva. En esta profecía, Cristo presenta un concepto de las últimas cosas que difiere radicalmente de las otras filosofías de la historia. Hay por lo menos tres conceptos no cristianos en cuanto a la historia: el concepto cíclico, que dice que la historia se repite; el concepto caótico, que es fatalista, sin designios ni esperanza; y el concepto del progreso natural inevitable, que conduce a una especie de vaga utopía.

Jesús, en contraste, presenta un concepto de la historia en el cual Dios es soberano, tiene un propósito definido y está llevando a cabo ese propósito. Ese propósito incluye la consumación de la historia en un gran día de juicio en el cual habrá una separación entre justos e injustos, éstos condenados al castigo eterno y aquellos llevados a la dicha eterna con Dios. La consumación de los siglos, siendo un evento futuro y con muchos elementos aún no definidos, da lugar a ciertas dificultades de interpretación.

La naturaleza apocalíptica, o reveladora, de estos dos capítulos también da lugar a problemas de exégesis. La literatura apocalíptica es el método que se usaba comúnmente para hablar de la escatología. El simbolismo poético de este discurso pertenece sin duda al método apocalíptico, aunque faltan algunos elementos, (sueños, visiones y audiciones, o voces celestiales). No es apocalíptico puro como Daniel o el libro de Apocalipsis.

Quizá el problema principal de interpretación se deriva de la manera en que Jesús contestó la pregunta de los discípulos. Describe dos eventos futuros —la destrucción de Jerusalén y la Segunda Venida del Hijo de Dios— que, aunque separados por un largo lapso, tienen elementos similares. Por esta razón, y porque Jesús no trata en un orden estricto los dos elementos, terminando uno antes de comenzar el otro, es difícil saber a cuál de los eventos se refiere en varios versículos.

El propósito del pasaje no es el de satisfacer la curiosidad de los discípulos en cuanto al futuro, sino de prepararlos y fortalecerlos para poder enfrentar las adversidades venideras. El propósito es práctico: ético, humanitario y misionero. Jesús quiso advertirles a los discípulos de los falsos mesías que vendrían y de la necesidad de vivir cada día en la expectativa de su retorno: vigilantes, preparados y cumpliendo la voluntad de su Señor como mayordomos que rinden el fruto que él demanda. El pueblo escogido de Dios (Israel), según la carne, no cumplió el propósito misionero que Dios le asignó. Jesús estaba iniciando el nuevo pueblo escogido, el Israel espiritual, el cual llevaría a cabo ese propósito universal.

Aunque Marcos y Lucas relatan parte del material encontrado en el cap. 24, con algunas variaciones, es de notar que todo el cap. 25 es particular a Mateo. Por las razones mencionadas arriba, es imposible hacer divisiones categóricas, especialmente en el cap. 24. Un repaso de los comentarios arroja una gran variedad de formas de bosquejarlo. Esta sección (24, 25) incluye la descripción de la caída de Jerusalén, el fin del mundo y unas parábolas que tienen que ver con estos eventos.

El cuadro del dolor

Hay una pintura muy conocida en donde se muestra a Jesús sentado en la cima de un monte desde donde contempla la ciudad de Jerusalén. El pintor, muy inspirado, creó la imagen en una zona de penumbra. Es casi de noche. Hay una luna muy pálida, casi enfermiza. La mirada de Jesús roza como una caricia los techos de la ciudad. Las ventanas, muy breves todas, esbozan tímidamente una luz rosada. Detrás de Jesús aparecen envueltos en el claroscuro anochecer un sinnúmero de árboles altos, con tintes plateados y verdosos. Están levemente inclinados hacia la ciudad, expectantes de lo que allí pudiera acontecer. Son los olivos, es el monte de los Olivos. Este es el sitio donde tantas veces el Señor se detuviera a meditar sobre el futuro de Jerusalén (24:3), o el momento de su entrada triunfal en la ciudad (21:1). Del mismo modo sería su escenario de batalla cuando al pie de ese monte orara al Padre con tanta intensidad (26:36), un lugar llamado Getsemaní. Es el lugar también donde Judas besa a Jesús y el Maestro es arrestado. Por eso este cuadro más que pintura es un lienzo del dolor.

Si uno hace un reconocimiento del sitio, notará que el monte de los Olivos, en realidad, consta de tres cimas. Estas están del lado oriental de la ciudad y corren de norte a sur. La más meridional llamada El monte de la Ofensa; es la zona más baja. En el centro se encuentra la cima desde donde se puede observar un hermoso panorama, no sólo de la ciudad, sino también del templo que se erigía en los tiempos de Jesús. Este tope del monte está más de medio km. del muro por lo que no era lejos el paso que debía andarse para llegar a él. En el descenso se halla el Getsemaní, y sólo hay que cruzar el valle del Quedrón. La cima está a una altura de 100 m. De ese olivar tan tupido hoy no quedan sino algunos pocos olivos. Quien contribuyó, y en gran forma, al desmonte fue Tito, el que sitiara la ciudad.

Es precisamente en la parte central del monte de los Olivos donde se ubicó el pintor contemporáneo para imaginar a Jesús sentado y lamentándose por el destino de Jerusalén. Quien pretenda adivinar o interpretar un momento como ése, sea artista o no, no puede dejar de vislumbrar un verdadero cuadro de dolor.

  El fondo del tema: tres preguntas, 24:1-3.

Jesús salió del templo por última vez el martes, poco antes de ponerse el sol. El templo  se refiere al patio de Israel o de los gentiles, pues Jesús nunca entró en el edificio central, ni en el patio de los sacerdotes. Poco antes, él había predicho la destrucción del templo (23:38), y saliendo del conjunto de edificios, los discípulos se acercaron a él para llamar la atención a esas construcciones.

Este era el tercer templo judío construido sobre el monte de Moriah en Jerusalén. El primero fue construido por Salomón más o menos en 950 a. de J.C. (1 Rey. 6-8) y destruido por los babilonios en 587 a. de J.C. El segundo, muy inferior, fue edificado bajo la dirección de Zorobabel y dedicado en 515 a. de J.C. (Esd. 2:68-6:2). El tercero fue construido por Herodes el Grande, comenzando en 20 a. de J.C. y llevando unos cuarenta y seis años para construir. En realidad, todos los detalles del templo apenas se completaron en 64 d. de J.C. o sea, seis años antes de su destrucción. La construcción era una de las maravillas de esa época. Josefo describe el tamaño enorme de los bloques de mármol blanco que usaron en la construcción, algunos hasta de 14 por 4 por 6 m. Los discípulos, como todos los judíos, sentían gran orgullo por Jerusalén y especialmente por el templo. Les costaba creer que la profecía de Jesús (23:38) se cumpliría.

No quedará piedra sobre piedra (v. 2) es una profecía que afirma y amplía lo que acababa de decir (23:38). La casa no solamente quedaría desierta, sino arrasada hasta el suelo. Todavía ellos estaban en las proximidades de los edificios, y Jesús advierte que el juicio de Dios no perdonaría ni el mismo centro de adoración, por más hermosa y sólida que fuese la edificación. La destrucción del templo sería definitiva y para siempre. Nunca más se levantaría. Marcaría el fin de una etapa del plan eterno de Dios, dando lugar al comienzo de otra etapa más eficaz, el nuevo Israel espiritual.

Tito, el general romano, no quería destruir el templo y sus edificios, pero se indignó de tal manera por la resistencia de los judíos que mandó arrasarlo totalmente. Josefo presenta una descripción patética del fanatismo de los judíos durante el largo sitio de la ciudad. Mientras millares morían de hambre y hasta algunas madres comían a sus propios hijos, los líderes exhortaban a la gente a esperar una intervención milagrosa de Dios para salvarlos. El hecho de que hayan quedado pequeños restos del muro del templo no contradice la profecía de Jesús —no quedará piedra sobre piedra  pues estaba usando lenguaje popular.

El pequeño grupo salió de la ciudad, bajó por la barranca de Quedrón y llegó al monte de los Olivos donde Jesús se sentó. Fue allí, con la ciudad y el templo a la vista, a menos de un km. de distancia, donde Jesús escuchó la pregunta de los discípulos y presentó el discurso de despedida. El sol se reflejaba sobre los edificios blancos y los techos dorados. Josefo dice que los techos dorados brillaban tanto al sol que uno tenía que volver la vista en otra dirección para evitar el dolor.

La pregunta de los discípulos tiene tres componentes: (1) ¿Cuándo tendría lugar la destrucción de Jerusalén? (2) ¿Qué señal habría de la (Segunda) Venida de Jesús? (3) ¿Qué señal habría del fin del mundo? En la mente de los discípulos, las tres preguntas se referían a un solo evento.

Venida (v. 3b) traduce el término griego parousía que significa literalmente “presencia”, o “estar al lado”, y encierra también la idea de permanencia. Solo Mateo, entre los cuatro Evangelios, emplea el término en este sentido, pero se usa así frecuentemente en las epístolas. Llega a ser una expresión técnica que se usa en referencia a la Segunda Venida de Jesús. El fin del mundo (v. 3b) es otra expresión que se usa como sinónimo. Sunteleía  significa literalmente “conclusión, o consumación de los siglos”. El énfasis está más sobre la culminación de un proceso que sobre el punto final. La escatología judía entendía que el Mesías traería a su consumación este siglo y daría comienzo a un “siglo venidero”.

Del relato de Marcos (Mar_13:3), se sabe que fueron cuatro los discípulos que llevaron a Jesús aparte y le hicieron la pregunta, o sea, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés. Expresaron ellos la inquietud de los doce. La contestación y discurso, sin embargo, se dieron en presencia de todos.

La visita del dios Tupá

 Los guaraníes, tribu de aborígenes que habitó diversas zonas en varios países sudamericanos, tenían por costumbre tomar mate. Esto significa que elegían una pequeña calabaza como recipiente, le agregaban una yerba molida y seca, luego añadían agua caliente y succionaban el brebaje con una cañita. Pero esta yerba mate tenía su leyenda. Se dice que el dios de la tribu, llamado Tupá, decidió un día visitar su gente. Sin previo aviso se presentó ante su gente pretendiendo darles una sorpresa y, de paso, ver cómo sería su reacción al verle de regreso. Pero la gente se escondió, tapaban la entrada de sus casas con hojas de palma y madera como un gesto de temor o de rechazo. Solo un anciano le recibió amablemente, le ofreció comida y le sirvió mate amargo. El dios Tupá quedó tan impresionado con este recibimiento que pensó en agradecerle al anciano; quería hacer algo que perdurara para siempre. Como el anciano era padre de una única hija que vivía con él, el dios Tupá la llamó y le dijo que desde ese día ella sería la diosa de la planta yerba mate y que todos los que la bebieran quedarían enamorados de su gusto y se fomentaría la amistad y el compañerismo. Es por eso que el mate tuvo ese matiz desde su comienzo, el de la amistad, como la tuvieron Tupá y el viejo indio.

Pero la leyenda nos dice también una gran verdad. Nos habla de la decepción que tuvo el dios porque nadie le esperaba y ni siquiera se alegraron los de la tribu cuando le vieron llegar. Si nosotros pensamos ahora en el día de la visita de nuestro Salvador, cuando regrese a ver a su pueblo, ¿nos alegraremos de su venida? ¿Estaremos preparados para recibirle? ¡Ojalá que sí!

  Introducción general sobre el tema, Mar_24:4-14.

En esta sección Jesús advierte a los discípulos de no dejarse llevar por los falsos profetas y las señales, todo lo cual tiene que venir antes del fin. La advertencia y profecía de Jesús parecen señalar la actividad de los zelotes quienes procuraban despertar al pueblo a organizar un levantamiento violento para echar fuera a los romanos, al estilo de los macabeos. Ocurrieron muchos intentos en este sentido, terminando en dos guerras entre judíos y romanos, la de años 66-70 y la de años 132-135 d. de J.C. Durante estos disturbios se levantaron profetas falsos quienes pretendían hablar en nombre de Dios y aun algunos que se proclamaban como “el mesías”.

Mirad (v. 4) es un verbo en griego de modo imperativo del tiempo presente que manda una constante vigilancia de parte de sus seguidores en contra de los que engañarán a muchos (v. 5). “Engañar”  significa “desviar deliberadamente con fingimientos o apariencias de la verdad”. Jesús advierte que las señales que muchos citaban (presencia de falsos “cristos”, guerras, rumores de guerra, hambre, terremotos) como prueba de la proximidad del fin (v. 6), vendrían, sí, pero no anunciaban el fin. Solo anunciaban principio de dolores (v. 8), como de parto. Estos dolores que los seguidores de Cristo tendrían que soportar son “necesarios” en los designios de Dios. Forman parte de lo que falta de las tribulaciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia (Col_1:24).

Hasta el día de hoy hay grupos evangélicos en América Latina que se dedican, por predicación y distribución de literatura, a asegurar la proximidad inmediata de la Segunda Venida de Cristo, basándose en las señales mencionadas en este pasaje. Pero el Señor vendrá cuando él mismo lo determine.

Mirad que no os turbéis (v. 6b) es el segundo mandato con el imperativo del tiempo presente. El verbo en griego es distinto al del v. 4. Allí se refiere más bien a dirigir los ojos a un objeto mientras aquí tiene la idea de “observar, o contemplar” con cuidado. Los creyentes no deben “turbarse”, o “atemorizarse”. El verbo griego denotaba el “grito de angustia, o temor”.

La advertencia de Jesús ( 9-12) del costo de ser sus discípulos describe con precisión lo que los mismos discípulos sufrieron luego, y lo que los fieles han sufrido a través de los siglos, hasta el día de hoy. Jesús hizo mención especial del peligro del engaño (  5, 11) por causa de falsos profetas.

Otra consecuencia de las persecuciones y maldad es que se enfriará el amor de muchos (v. 12).  

Pero el que persevere hasta el fin será salvo (v. 13). El pasaje no enseña explícitamente ni la seguridad de los santos ni la posibilidad de la apostasía. Implica, sí, que no todos los creyentes nominales serán salvos. Persevere traduce un verbo griego  que significa “permanecer debajo de”, o “soportar”. De este verbo viene el término “paciencia”, o sea, la capacidad de sufrir largo tiempo sin reacciones indebidas. El complemento del verbo se sobreentiende, o sea, las tribulaciones mencionadas. Hasta el fin (v. 13) puede referirse al fin de las persecuciones, o al fin de la vida. En aquel caso, será salvo (v. 13) significa que será salvado o librado de las tribulaciones, pero en este caso significa será salvo para vida eterna. Jesús estaba advirtiendo contra la tentación de negarle o desertar de la iglesia en tiempos de persecución.

La perseverancia, o la paciencia, juntamente con el amor son dos de las virtudes cristianas más destacadas en la Biblia. La perseverancia a través de pruebas es una de las evidencias de la fe que salva. En otras palabras, la fe que salva es la fe que permanece fiel. Pablo enseña que la tribulación produce paciencia y la paciencia produce carácter aprobado y el carácter aprobado produce esperanza (Rom_5:3-4).

Verdades prácticas

1.     Los falsos cristos pueden engañar porque nunca aceptaron la verdad y sólo han aprendido a mentir. En cambio, el creyente sano, por amar la verdad, ni debe saber cómo mentir (24:5).

2.     Todos los que han venido después de Jesucristo diciendo que son "el Cristo" deberían haberse crucificado, muerto y resucitado; pero ese plagio es muy costoso e incierto el resultado.

3.     En la desesperación nadie se detiene a pensar quién puede ser su "salvador". Es como el náufrago en el mar, dispuesto a aferrarse al salvavidas que cualquiera le arroje, aunque este salvavidas sea de plomo. La consigna es: No os turbéis (Mat_24:6).

4.     Las guerras comienzan cuando un país contiende afirmando: "Esto es mío." Finalizan cuando ya no se puede sostener lo mismo.

5.     Einstein declaraba que no sabía cómo iba a ser la tercera guerra mundial, pero afirmaba que la cuarta sería con flechas. Hoy los futuristas confirman que si históricamente hubo dos circunstancias del mismo tenor, como fueron las guerras, se dará también una tercera. Pero ya nadie habla de una cuarta.

6.     Las guerras y los rumores de guerra no nos llevan al final de la historia sino al principio de las maldades humanas (24:8).

  Referencia particular a la destrucción de Jerusalén, 24:15-28.

Esta sección se refiere a la destrucción de Jerusalén, con la posible excepción de los  27 y 28. Sin embargo hasta estos versículos se relacionan con la destrucción de Jerusalén en que ofrecen una señal segura para distinguir a los falsos cristos del verdadero. En este pasaje hay dos temas: (1) la venida del ejército romano y los consejos para huir de la ciudad (vv. 15-22); (2) la advertencia de no creer a los falsos cristos y falsos profetas (vv. 23-28).

Jesús describe la destrucción de Jerusalén (vv. 15-21). Mateo no dice explícitamente que el pasaje se refiere a la ciudad de Jerusalén, pero Lucas no deja lugar a dudas al respecto (Luk_20:21). La abominación desoladora (v. 15) es un término que se usa en la profecía de Daniel (Dan_9:27; Dan_9:31; Dan_12:11). Daniel pronosticó el sacrilegio horrible que Antíoco IV, rey sirio, cometió en el año 168 a. de J.C., en el templo en Jerusalén. Sacrificó un cerdo sobre el altar y derramó los jugos del cerdo sobre los rollos sagrados. El apodo de este rey fue “Epífanes” (el ilustre), pero sus enemigos le llamaban “Epímanes” (el loco). Este acto provocó el levantamiento de los macabeos. Jesús utilizó la expresión la abominación desoladora (v. 15) como profecía que tendría una segunda aplicación: la destrucción del templo por los romanos.

El lugar santo (v. 15) se refiere al templo, o quizá al mismo altar del templo. Abominación se refiere a algo repugnante o detestable; desoladora describe una fuerza que produce un estado desierto, abandonado, totalmente destruido (comp. 23:38). El término es un genitivo de aposición, u objetivo, y expresa la naturaleza o resultado de la abominación. Nuestra versión encierra entre paréntesis el que lee, entienda (v. 15). La mayoría de los traductores parece indicar que estas serían palabras de Mateo y no de Jesús, aunque el texto original no tenía signos de puntuación.

Anticipando la tragedia que iba a caer sobre Jerusalén, Jesús urge a sus seguidores a salir de la ciudad con toda premura cuando ven que llega el ejército romano. Los montes proveerían refugio hasta pasar lo peor de la invasión (v. 16). La urgencia de la huida se describe con dos ejemplos: (1) El que se encuentre en la azotea no debe perder tiempo buscando cosas en su casa, pues la vida vale más que las cosas (v. 17). (2) El que se halla trabajando en el campo no debe perder tiempo volviendo a casa a buscar su manto (v. 18); tal acción podría costarle la vida.

Jesús expresa un “¡ay!” de profundo lamento ante la gran dificultad que tendrían las mujeres embarazadas y las que amamantaban todavía a sus pequeños, para huir de los peligros de la invasión (v. 19). Para todos los creyentes habría gran dificultad para trasladarse rápidamente si sucediera la invasión durante los meses fríos del invierno y aun más, si fuera en el día sábado (v. 20). Cristo había anulado muchas de las restricciones judaicas del sábado, por ejemplo las limitaciones en cuanto a las distancias que podrían caminar. Sin embargo, sus seguidores de entre los judíos demoraron muchos años en romper con la adoración en el templo y las tradiciones del sábado.

Jesús describe la gran tribulación que vendría como resultado de la invasión de los romanos. En cuanto a sufrimiento y muerte, serían días incomparables de todos los tiempos: pasado y futuro (v. 21). La construcción en el texto griego es enfática, no usual y redundante, pues se emplea un triple negativo que se traduce ni habrá jamás (v. 21b). Tan grande sería la matanza que si aquellos días no fuesen acortados (v. 22), ninguna persona sobreviviría la experiencia. El evento es aún futuro, pero desde la óptica de Dios es tan seguro como si ya hubiera pasado. Por eso, fuesen cortados y se salvaría son verbos del pretérito indefinido. Una traducción literal sería: Si aquellos días no fueron acortados, no se salvó nadie. Sin embargo, por causa de los escogidos (v. 22), Dios intervendría para limitar el sitio de Jerusalén.

Varias circunstancias se dieron para acortar la duración del sitio: depósito limitado de alimentos, el gran número de personas en la ciudad, disensiones internas y el abandono de las defensas estratégicas. Tito, el general romano, se sorprendió cuando la ciudad, tan fortificada, resistió tan poco, afirmando que seguramente fue Dios mismo quien expulsó a los judíos de su fortaleza.

Jesús advierte de no creer a los falsos cristos y falsos profetas (vv. 23-28).

Ante la amenaza de la invasión de las tropas romanas, se crearía un ambiente enrarecido de expectativa mesiánica en toda Judea. Sería un tiempo propicio para la aparición de hombres que pretendían hablar en nombre de Dios, asegurando al pueblo de una inminente intervención divina para defender a los judíos y destruir a los enemigos.   
Jesús describe su parousía como un evento patente, luminoso, instantáneo y visible a todos, en contraste con los falsos cristos y falsos profetas que estaban en lugares remotos y oscuros (v. 27). No hay consenso general en cuanto al significado de la figura del cadáver y los buitres (v. 28). El término buitres puede significar “águilas”. Algunos piensan que se refiere a los ejércitos romanos, cuyo emblema era el águila. En este caso, el cadáver se refiere a Israel, nación que está muerta y no se salva. Otros sugieren que se refiere a lo inevitable de la venida de Cristo en juicio, como es inevitable que aparezcan los buitres cuando hay un animal muerto.

En resumen, es mejor considerar estos vv. 27 y 28 como una descripción de la Segunda Venida, la cual Jesús dio a sus discípulos para que no se dejasen engañar por los falsos profetas en el tiempo de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, otros opinan que se refieren solamente a la venida de Cristo en juicio sobre Jerusalén. Otros más piensan que se refieren a ambos eventos.

  Referencia particular a la Segunda Venida, 24:29-31.

 El texto parece sugerir que la Segunda Venida se efectuaría inmediatamente después de los eventos descritos anteriormente, o sea, la destrucción de Jerusalén. Algunos autores sostienen que Jesús esperaba que sucediera así, pero que estaba equivocado. Sin embargo, hay otras alternativas que se pueden ofrecer. Se puede considerar el lenguaje del v. 29 como una descripción críptica en términos simbólicos de la ruina de Jerusalén. Un evento en que cerca de un millón de personas muriesen, y otros tantos llevados como presos, tendría que describirse en términos apocalípticos ( Act_2:19-20).

Una solución quizá más satisfactoria sería la de considerar el adverbio inmediatamente como modificador del verbo se oscurecerá (v. 29). Jesús señala dos eventos de inmenso significado, en secuencia, pero sin especificar el lapso entre ellos. Entonces se traduciría así: Pero después de la tribulación de aquellos días (destrucción de Jerusalén), el sol se oscurecerá inmediatamente... (Segunda Venida). El adverbio se entiende en el sentido de “de inmediato”, o “repentinamente", sin previo aviso. Entendido así, este versículo constituye una transición entre los dos eventos. Los dos versículos que siguen describen claramente la Segunda Venida de Cristo y el fin del mundo.

La señal del Hijo del Hombre en el cielo (v. 30) es una expresión que ha dado lugar a muchas conjeturas. Sin embargo, es mejor considerar del Hijo del Hombre como un genitivo de aposición, o sea, la señal es la aparición del Hijo del Hombre. El duelo se producirá entre los que han escuchado el evangelio y no aprovecharon su oportunidad, o de los que despreciaron al Hijo del Hombre y reconocen que ahora él viene para juzgarlos. En el v. 30 se unen dos pasajes del AT: Zec_12:10-12 describe el duelo del pueblo sobre el que atravesaron; y Dan_7:13-14 presenta la venida triunfante del Hijo del hombre (Act_1:9, Act_1:11).

Ángeles con un gran sonar de trompeta (v. 31) describe la función del heraldo que toca fuertemente la trompeta para anunciar la llegada del rey. Por tercera vez en este capítulo se menciona a los escogidos (vv. 22, 24, 31). Algunos opinan que el término se refiere a los judíos creyentes en Cristo (Isa_65:9), pero parece más bien referirse a todos los creyentes en Cristo de todas las naciones sobre la faz de la tierra. Esta profecía contempla la extensión del cristianismo hasta los confines de la tierra. También indica que Jesús no esperaba la Segunda Venida en relación con la destrucción de Jerusalén, como algunos sostienen equivocadamente.

  Discusión general referente al propósito de Dios y su trato con los hombres, 24:32-25:46.

En esta sección se notan dos enfoques: (1) Habrá señales suficientes en cuanto a la destrucción de Jerusalén (24:32-35) y (2) instrucciones acerca de cómo esperar la Segunda Venida (24:36-25:13). El problema principal en el pasaje se encuentra en la referencia a la destrucción de Jerusalén después de haber iniciado el trato de la parousía (vv. 30, 31), y luego la continuación del tema de la Segunda Venida.

La nube del Señor  A lo largo de la Biblia se menciona muchísimas veces la presencia de una nube. Si leemos bien Exo_13:21, se nos dice que Dios iba delante de los hebreos en una columna de nube. También en Num_16:42 surge la nube cubriendo el tabernáculo en un momento difícil para Moisés y Aarón. En Deu_31:15, Dios se aparece en la columna de nube. Cuando Moisés subió al monte para estar cuarenta días y cuarenta noches, al séptimo día él llamó a Moisés de dentro de la nube (Exo_24:16). Cuando Salomón traslada el arca en el tiempo de dedicación del templo, de Jehová se llenó con una nube (2Ch_5:13). Todo indica una relación entre la nube y la presencia de Dios. Ahora bien, a esta nube se la conoce en algunos escritos hebreos como la shekinah, pero no es una palabra que esté en la Biblia. Hay quienes sostienen que es también la nube shekinah que apareció en el monte de la transfiguración, (2Ch_17:5), la que más tarde le llevó a Jesús (Act_1:9) y la que en el futuro será la que Jesús utilizará en su segunda venida. El estudio de esta nube ha llevado a muchos a producir teorías atractivas. Nosotros sólo podemos afirmar que dicha nube siempre indicó o cubrió la presencia divina; dicho de otro modo significaba la manifestación de la gloria de Dios. Aquí queremos afirmar que en la próxima venida del Señor, el firmamento será el escenario hacia donde debemos dirigir nuestras miradas: habrá una gran señal en el cielo y veremos a nuestro Salvador viniendo sobre las nubes con gran poder y gloria.

  Estas señales serán suficientes,Act_24:32-36.
 La analogía de la higuera ilustra el hecho de que habrá señales suficientes para anunciar de antemano la proximidad de la invasión romana. Aun cuando la temperatura es fresca en la primavera, la higuera anuncia la proximidad del verano por sus ramas tiernas y brotes verdes. Estas cosas (vv. 33, 34) se refieren a las señales que Jesús ya había mencionado (vv. 3, 15-26).

No pasará esta generación... (v. 34; Act_23:36; comp. 11:16; 12:41) es una profecía clara que se refiere a la destrucción de Jerusalén. Jesús introduce la profecía con un solemne de cierto (amén  G28). Este evento se produjo casi exactamente a los 40 años de la fecha en la que Jesús pronunció estas palabras. Algunos de sus mismos discípulos serían testigos oculares de todas estas cosas que él había descrito. Aunque a éstos les parecía imposible que la profecía se cumpliera y menos en su generación, Jesús termina este párrafo asegurándoles que aunque el mundo desapareciera, sus palabras se mantendrían en pie y se cumplirían (comp. 5:18).

  Cómo esperar su venida, 24:37-25:13.

A partir de este momento, Jesús dirige la atención de sus discípulos decididamente hacia la culminación de los siglos y cómo ellos deberían esperarla (24:36-25:13). Emplea una variedad de métodos didácticos para grabar en sus mentes la importancia de estar preparados. En esta sección Jesús emplea tres términos en referencia a la Segunda Venida: aquel día y hora (v. 36); la venida del Hijo del Hombre (v. 39); en qué día viene vuestro Señor (v. 42).

Jesús advierte que nadie puede pronosticar el tiempo en que la culminación de los siglos tendrá lugar, pues ese conocimiento pertenece sólo al Padre. Al afirmar que ni aun el Hijo (v. 36) sabía la hora de aquel evento, estaba contestando la pregunta de los discípulos (v. 3) y también revelando sus propias limitaciones, pues cuando se encarnó, se despojó a sí mismo... haciéndose semejante a los hombres (Phi_2:7). Su humanidad fue una realidad concreta y no meramente un espejismo, como sostenían erróneamente los gnósticos. ¡Cuánto tiempo se ha perdido y cuántos se han engañado por las vanas y orgullosas pretensiones de algunos que fijan fechas para la Segunda Venida! ¡Tales personas pretenden saber más que el mismo Hijo de Dios!

Ninguna señal especial (vv. 37-41). Para ilustrar el hecho de que nadie puede saber el día y hora (v. 36), Jesús cita el caso de Noé cuando, de repente, el diluvio cayó inesperadamente sobre la gente cuando cumplía las rutinas diarias (vv. 37-39). Luego, describe dos casos —uno masculino y otro femenino— de cómo será la parousía, en forma totalmente inesperada (vv. 40, 41). En ese momento se producirá una separación. Los justos serán tomados (ver v. 41; comp. v. 31), quizá por los ángeles, y los injustos dejados (ver v. 41b).

El seguidor de Cristo debe vivir en la tensión entre el saber que su Señor volverá y el no saber cuándo. Jesús presenta dos imperativos para indicar cómo sus seguidores deben vivir mientras que esperan su retorno final. Velad (v. 42) y estad preparados (v. 44) son dos imperativos del tiempo presente, enfatizando una vigilancia constante y cuidadosa. Los dos son esencialmente sinónimos.

Dos ilustraciones,Phi_24:42-51. Jesús presenta dos ilustraciones, en forma de parábola, sobre la importancia de la vigilancia constante. Primero, describe lo que pasa cuando el dueño de casa (v. 43) no toma las medidas apropiadas (1Th_5:2). Si Jesús hubiera vivido en nuestros días, quizá hubiera mencionado la necesidad de poner rejas en las ventanas y cerraduras fuertes en las puertas, dejando a alguien en la casa 24 horas al día para evitar un robo. ¡Cuántos lectores habrá que han sufrido pérdidas por los “amigos de lo ajeno” que aprovecharon un descuido en la vigilancia!

La segunda parábola presenta una advertencia a los súbditos del reino, como mayordomos, de vivir correctamente y servir fielmente en todo momento a fin de agradar a su Señor en su venida (1Th_24:45-51). Parece que Jesús está aludiendo a los líderes religiosos que, como mayordomos de los tesoros del reino, son responsables por la buena administración. Si especulan en cuanto al tiempo de la venida de su Señor, descuidando su ministerio y aun aprovechando su posición para lograr ventajas personales, el juicio será severo.

Fiel (v. 45) traduce el término griego pistós  y en este contexto significa “fiel en la obediencia”, o “fidelidad”. En cambio, prudente (v. 45b; 7:24) significa “uno que es juicioso y mira donde pisa”. Realmente la única manera de estar preparado para la venida del Señor es estar preparado siempre. El que espera correctamente la venida del Señor será dichoso, oirá el bien siervo bueno y fiel (25:21, 23). En cambio, el que dice saber el tiempo de la venida de su Señor, será tomado por sorpresa y castigado duramente.

Una parábola, 25:1-13. A continuación Jesús ilustra, por medio de otra parábola, cómo el creyente debe esperar su venida. Es la de las diez vírgenes. Se observa de entrada que todo el cap. 25 es particular a Mateo. Jesús continúa el discurso a los discípulos en el monte de los Olivos el martes al atardecer. Entonces (v. 1), que en el texto griego de Mateo se usa muchas veces como partícula de transición, aquí se usa como adverbio temporal, que es su significado básico. Parece que se refiere al día (24:36) que Jesús describe en el pasaje anterior, o sea, la parousía. La frase será semejante a diez vírgenes... (v. 1) significa: ... “será comparado a la experiencia de diez vírgenes”.

La verdad central de la parábola se enfoca sobre la necesidad de estar siempre preparados para la parousía. En este caso la parábola reúne los requisitos de una alegoría, pues varios de los elementos tienen significado, por lo menos implícito. El novio es la figura central y representa a Jesús. Aunque algunos manuscritos griegos y versiones antiguas agregan “y a la novia” al fin del v. 1, es probable que se trata de un agregado de un escriba. Las diez vírgenes (v. 1) representan la gente que espera la parousía, es decir, todos los que se identifican con la causa de Cristo. Entre estos, habrá muchos que no están preparados por ser creyentes meramente nominales. La demora en la llegada del novio representa el lapso entre la primera y segunda venidas del Señor. La venida del novio en forma inesperada se refiere a la parousía. La entrada de las cinco vírgenes prudentes en la fiesta describe la salvación de las que estaban preparadas. El rechazo de las cinco vírgenes insensatas que no estaban preparadas describe el juicio y el rechazo final.

Según la costumbre de los judíos en el día de Jesús, había tres etapas en el proceso de contraer matrimonio. Primero, se concretaba el compromiso, cuando el padre del novio y el de la novia se reunían para establecer formalmente el pacto. Segundo, se hacía una reunión en la casa de los padres de la novia, estando presentes los novios, los padres de ambos y otros testigos, para cambiar los votos y desposarse (1:18). Este compromiso se consideraba tan serio que para romperlo tendrían que efectuar un divorcio. Tercero, después de varios meses de espera, se realizaba el casamiento formal. En esta etapa final, el novio, acompañado por sus amigos, iba a buscar a la novia a la casa de su padre y la traía de vuelta en una procesión a su propia casa, donde se realizaba la fiesta.

Jesús usó el contraste entre los “insensatos” y los “prudentes” en el Sermón del monte (7:24-29) donde éstos “oían” y “obedecían” las palabras del Señor, mientras que aquéllos solamente “oían”. No se trata de un contraste estrictamente moral, entre buenos y malos. En esta parábola, las insensatas (v. 2) no se prepararon, no tomaron las medidas necesarias para cualquiera eventualidad. En cambio, las prudentes hicieron lo que era necesario para estar prontas en cualquiera hora de la noche. Dios concede a todos un tiempo para prepararse para la venida del Señor, pero antes de su llegada. No fueron reprochadas por haberse dormido, pues ambos grupos se durmieron (v. 5). El hecho de “velar” y “estar preparados” no significa que uno no puede descansar y dormir cuando corresponde.

La salvación es una experiencia personal e intransferible. No se debe culpar a las prudentes por no estar dispuestas a compartir su aceite con las insensatas. El aceite significa sólo un estado de preparación o una experiencia genuina de salvación, la cual no sirve para cubrir la necesidad de otro. Las prudentes contestaron a las insensatas en forma terminante, con una triple negación (en griego) que se traduce literalmente ... para que no, no, no nos falte... (v. 9).

Las lámparas (vv. 1, 3, etc.) probablemente eran recipientes en que se echaba una cantidad limitada de aceite de oliva, con una mecha que se extendía hacia arriba. Muchas veces llevaban esta clase de lámpara en la punta de un palo que se alzaba sobre la cabeza. En v. 7 el verbo “alistar” significa “poner en orden”, o “adornar”, y en este contexto significa limpiar la mecha y llenar la lámpara con aceite. De este término en griego vienen nuestras palabras “cosmos” y “cosmético”. Por ejemplo, el mundo es el “adorno” creado, u “ordenado”, por Dios.

Es inoportuno aplicar aquí el concepto de la iglesia como novia o esposa de Cristo (ver Eph_5:25). Si se hace, se crea una confusión inevitable de ideas por la mezcla de distintas figuras. En todo caso, las cinco vírgenes prudentes representan a la iglesia universal. No pueden a la vez representar a la novia y las acompañantes.

El momento más dramático llegó cuando se cerró la puerta (v. 10). El verbo es un pretérito indefinido y denota una acción terminante, final y en este caso irreversible. El clamor desesperado de las cinco vírgenes insensatas, al darse cuenta de la realidad de su situación, no logró cambiar la decisión del novio. Tampoco lo logró el hecho de llamarle ¡Señor, señor!. La respuesta del novio se introduce en v. 12 con un solemne de cierto, en el texto griego, es un verbo del tiempo perfecto que significa: No os he conocido y no os conozco ahora (v. 12).

La conclusión es lógica (v. 13). La venida del Señor es segura, el tiempo de su venida es desconocido, por lo tanto la vigilancia constante es el consejo para todos los sabios y prudentes.


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