MATEO
24:1-51
El juicio inminente y el final, 24:1-26:2.
Esta sección constituye el quinto y
último discurso de Jesús. Con la denuncia dirigida a los escribas y fariseos,
Jesús concluyó su ministerio público. En esta sección concluye la preparación
de los discípulos con el discurso sobre las últimas cosas presentado en
privado, terminando los eventos del día martes. Hay un consenso entre los
comentaristas de que este es uno de los pasajes más difíciles en los cuatro Evangelios.
Hay por lo menos tres causas de la dificultad de interpretación: el contenido
escatológico, la naturaleza apocalíptica y los dos o tres elementos mezclados
de la pregunta de los discípulos.
El contenido es exclusivamente escatológico
o sea, trata de las últimas cosas. En este sentido, es una profecía predictiva.
En esta profecía, Cristo presenta un concepto de las últimas cosas que difiere
radicalmente de las otras filosofías de la historia. Hay por lo menos tres
conceptos no cristianos en cuanto a la historia: el concepto cíclico, que dice
que la historia se repite; el concepto caótico, que es fatalista, sin designios
ni esperanza; y el concepto del progreso natural inevitable, que conduce a una
especie de vaga utopía.
Jesús, en contraste, presenta un
concepto de la historia en el cual Dios es soberano, tiene un propósito
definido y está llevando a cabo ese propósito. Ese propósito incluye la
consumación de la historia en un gran día de juicio en el cual habrá una
separación entre justos e injustos, éstos condenados al castigo eterno y
aquellos llevados a la dicha eterna con Dios. La consumación de los siglos,
siendo un evento futuro y con muchos elementos aún no definidos, da lugar a
ciertas dificultades de interpretación.
La naturaleza apocalíptica, o
reveladora, de estos dos capítulos también da lugar a problemas de exégesis. La
literatura apocalíptica es el método que se usaba comúnmente para hablar de la
escatología. El simbolismo poético de este discurso pertenece sin duda al
método apocalíptico, aunque faltan algunos elementos, (sueños, visiones y
audiciones, o voces celestiales). No es apocalíptico puro como Daniel o el
libro de Apocalipsis.
Quizá el problema principal de
interpretación se deriva de la manera en que Jesús contestó la pregunta de los
discípulos. Describe dos eventos futuros —la destrucción de Jerusalén y la
Segunda Venida del Hijo de Dios— que, aunque separados por un largo lapso,
tienen elementos similares. Por esta razón, y porque Jesús no trata en un orden
estricto los dos elementos, terminando uno antes de comenzar el otro, es
difícil saber a cuál de los eventos se refiere en varios versículos.
El propósito del pasaje no es el
de satisfacer la curiosidad de los discípulos en cuanto al futuro, sino de
prepararlos y fortalecerlos para poder enfrentar las adversidades venideras. El
propósito es práctico: ético, humanitario y misionero. Jesús
quiso advertirles a los discípulos de los falsos mesías que vendrían y de la
necesidad de vivir cada día en la expectativa de su retorno: vigilantes,
preparados y cumpliendo la voluntad de su Señor como mayordomos que rinden el
fruto que él demanda. El pueblo escogido de Dios (Israel), según la carne, no
cumplió el propósito misionero que Dios le asignó. Jesús estaba iniciando el
nuevo pueblo escogido, el Israel espiritual, el cual llevaría a cabo ese
propósito universal.
Aunque Marcos y Lucas relatan parte del
material encontrado en el cap. 24, con algunas variaciones, es de notar que
todo el cap. 25 es particular a Mateo. Por las razones mencionadas arriba, es
imposible hacer divisiones categóricas, especialmente en el cap. 24. Un repaso
de los comentarios arroja una gran variedad de formas de bosquejarlo. Esta
sección (24, 25) incluye la descripción de la caída de Jerusalén, el fin del mundo
y unas parábolas que tienen que ver con estos eventos.
El cuadro del dolor
Hay una pintura muy conocida en donde
se muestra a Jesús sentado en la cima de un monte desde donde contempla la
ciudad de Jerusalén. El pintor, muy inspirado, creó la imagen en una zona de
penumbra. Es casi de noche. Hay una luna muy pálida, casi enfermiza. La mirada
de Jesús roza como una caricia los techos de la ciudad. Las ventanas, muy
breves todas, esbozan tímidamente una luz rosada. Detrás de Jesús aparecen
envueltos en el claroscuro anochecer un sinnúmero de árboles altos, con tintes
plateados y verdosos. Están levemente inclinados hacia la ciudad, expectantes
de lo que allí pudiera acontecer. Son los olivos, es el monte de los Olivos.
Este es el sitio donde tantas veces el Señor se detuviera a meditar sobre el
futuro de Jerusalén (24:3), o el momento de su entrada triunfal en la ciudad
(21:1). Del mismo modo sería su escenario de batalla cuando al pie de ese monte
orara al Padre con tanta intensidad (26:36), un lugar llamado Getsemaní. Es el
lugar también donde Judas besa a Jesús y el Maestro es arrestado. Por eso este
cuadro más que pintura es un lienzo del dolor.
Si uno hace un reconocimiento del
sitio, notará que el monte de los Olivos, en realidad, consta de tres cimas.
Estas están del lado oriental de la ciudad y corren de norte a sur. La más
meridional llamada El monte de la Ofensa; es la zona más baja. En el centro se
encuentra la cima desde donde se puede observar un hermoso panorama, no sólo de
la ciudad, sino también del templo que se erigía en los tiempos de Jesús. Este
tope del monte está más de medio km. del muro por lo que no era lejos el paso
que debía andarse para llegar a él. En el descenso se halla el Getsemaní, y
sólo hay que cruzar el valle del Quedrón. La cima está a una altura de 100 m.
De ese olivar tan tupido hoy no quedan sino algunos pocos olivos. Quien
contribuyó, y en gran forma, al desmonte fue Tito, el que sitiara la ciudad.
Es precisamente en la parte central del
monte de los Olivos donde se ubicó el pintor contemporáneo para imaginar a
Jesús sentado y lamentándose por el destino de Jerusalén. Quien pretenda
adivinar o interpretar un momento como ése, sea artista o no, no puede dejar de
vislumbrar un verdadero cuadro de dolor.
El fondo del tema: tres preguntas, 24:1-3.
Jesús salió del templo por última vez
el martes, poco antes de ponerse el sol. El templo se refiere al patio de Israel o de los
gentiles, pues Jesús nunca entró en el edificio central, ni en el patio de los
sacerdotes. Poco antes, él había predicho la destrucción del templo (23:38), y
saliendo del conjunto de edificios, los discípulos se acercaron a él para
llamar la atención a esas construcciones.
Este era el tercer templo judío
construido sobre el monte de Moriah en Jerusalén. El primero fue construido por
Salomón más o menos en 950 a. de J.C. (1 Rey. 6-8) y destruido por los
babilonios en 587 a. de J.C. El segundo, muy inferior, fue edificado bajo la
dirección de Zorobabel y dedicado en 515 a. de J.C. (Esd. 2:68-6:2). El tercero
fue construido por Herodes el Grande, comenzando en 20 a. de J.C. y llevando
unos cuarenta y seis años para construir. En realidad, todos los detalles del
templo apenas se completaron en 64 d. de J.C. o sea, seis años antes de su
destrucción. La construcción era una de las maravillas de esa época. Josefo
describe el tamaño enorme de los bloques de mármol blanco que usaron en la
construcción, algunos hasta de 14 por 4 por 6 m. Los discípulos, como todos los
judíos, sentían gran orgullo por Jerusalén y especialmente por el templo. Les
costaba creer que la profecía de Jesús (23:38) se cumpliría.
No
quedará piedra sobre piedra
(v. 2) es una profecía que afirma y amplía lo que acababa de decir
(23:38). La casa no solamente quedaría desierta, sino arrasada hasta el
suelo. Todavía ellos estaban en las proximidades de los edificios, y Jesús
advierte que el juicio de Dios no perdonaría ni el mismo centro de adoración,
por más hermosa y sólida que fuese la edificación. La destrucción del templo
sería definitiva y para siempre. Nunca más se levantaría. Marcaría el fin de
una etapa del plan eterno de Dios, dando lugar al comienzo de otra etapa más
eficaz, el nuevo Israel espiritual.
Tito, el general romano, no quería
destruir el templo y sus edificios, pero se indignó de tal manera por la
resistencia de los judíos que mandó arrasarlo totalmente. Josefo presenta una
descripción patética del fanatismo de los judíos durante el largo sitio de la
ciudad. Mientras millares morían de hambre y hasta algunas madres comían a sus
propios hijos, los líderes exhortaban a la gente a esperar una intervención
milagrosa de Dios para salvarlos. El hecho de que hayan quedado pequeños restos
del muro del templo no contradice la profecía de Jesús —no quedará piedra
sobre piedra pues estaba usando
lenguaje popular.
El pequeño grupo salió de la ciudad,
bajó por la barranca de Quedrón y llegó al monte de los Olivos donde Jesús se
sentó. Fue allí, con la ciudad y el templo a la vista, a menos de un km. de
distancia, donde Jesús escuchó la pregunta de los discípulos y presentó el
discurso de despedida. El sol se reflejaba sobre los edificios blancos y los
techos dorados. Josefo dice que los techos dorados brillaban tanto al sol que
uno tenía que volver la vista en otra dirección para evitar el dolor.
La pregunta de los discípulos tiene
tres componentes: (1) ¿Cuándo tendría lugar la destrucción de Jerusalén? (2)
¿Qué señal habría de la (Segunda) Venida de Jesús? (3) ¿Qué señal habría del
fin del mundo? En la mente de los discípulos, las tres preguntas se referían a
un solo evento.
Venida (v. 3b) traduce el término
griego parousía que significa literalmente “presencia”, o “estar al
lado”, y encierra también la idea de permanencia. Solo Mateo, entre los cuatro
Evangelios, emplea el término en este sentido, pero se usa así frecuentemente
en las epístolas. Llega a ser una expresión técnica que se usa en referencia a
la Segunda Venida de Jesús. El fin del mundo (v. 3b) es otra
expresión que se usa como sinónimo. Sunteleía significa literalmente “conclusión, o
consumación de los siglos”. El énfasis está más sobre la culminación de un
proceso que sobre el punto final. La escatología judía entendía que el Mesías
traería a su consumación este siglo y daría comienzo a un “siglo venidero”.
Del relato de Marcos (Mar_13:3),
se sabe que fueron cuatro los discípulos que llevaron a Jesús aparte y le
hicieron la pregunta, o sea, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés. Expresaron ellos la
inquietud de los doce. La contestación y discurso, sin embargo, se dieron en
presencia de todos.
La visita del dios Tupá
Los guaraníes, tribu de aborígenes que habitó
diversas zonas en varios países sudamericanos, tenían por costumbre tomar mate.
Esto significa que elegían una pequeña calabaza como recipiente, le agregaban
una yerba molida y seca, luego añadían agua caliente y succionaban el brebaje
con una cañita. Pero esta yerba mate tenía su leyenda. Se dice que el dios de
la tribu, llamado Tupá, decidió un día visitar su gente. Sin previo aviso se
presentó ante su gente pretendiendo darles una sorpresa y, de paso, ver cómo
sería su reacción al verle de regreso. Pero la gente se escondió, tapaban la
entrada de sus casas con hojas de palma y madera como un gesto de temor o de
rechazo. Solo un anciano le recibió amablemente, le ofreció comida y le sirvió
mate amargo. El dios Tupá quedó tan impresionado con este recibimiento que
pensó en agradecerle al anciano; quería hacer algo que perdurara para siempre.
Como el anciano era padre de una única hija que vivía con él, el dios Tupá la
llamó y le dijo que desde ese día ella sería la diosa de la planta yerba mate y
que todos los que la bebieran quedarían enamorados de su gusto y se fomentaría
la amistad y el compañerismo. Es por eso que el mate tuvo ese matiz desde su
comienzo, el de la amistad, como la tuvieron Tupá y el viejo indio.
Pero la leyenda nos dice también una
gran verdad. Nos habla de la decepción que tuvo el dios porque nadie le
esperaba y ni siquiera se alegraron los de la tribu cuando le vieron llegar. Si nosotros pensamos ahora en el día de la
visita de nuestro Salvador, cuando regrese a ver a su pueblo, ¿nos alegraremos
de su venida? ¿Estaremos preparados para recibirle? ¡Ojalá que sí!
Introducción general sobre el tema, Mar_24:4-14.
En esta sección Jesús advierte a los
discípulos de no dejarse llevar por los falsos profetas y las señales, todo lo
cual tiene que venir antes del fin. La advertencia y profecía de Jesús parecen
señalar la actividad de los zelotes quienes procuraban despertar al pueblo a
organizar un levantamiento violento para echar fuera a los romanos, al estilo
de los macabeos. Ocurrieron muchos intentos en este sentido, terminando en dos
guerras entre judíos y romanos, la de años 66-70 y la de años 132-135 d. de
J.C. Durante estos disturbios se levantaron profetas falsos quienes pretendían
hablar en nombre de Dios y aun algunos que se proclamaban como “el mesías”.
Mirad (v. 4) es un verbo en griego de modo imperativo del
tiempo presente que manda una constante vigilancia de parte de sus seguidores
en contra de los que engañarán a muchos (v. 5). “Engañar” significa “desviar deliberadamente con
fingimientos o apariencias de la verdad”. Jesús advierte que las señales que
muchos citaban (presencia de falsos “cristos”, guerras, rumores de guerra, hambre,
terremotos) como prueba de la proximidad del fin (v. 6),
vendrían, sí, pero no anunciaban el fin. Solo anunciaban principio de
dolores (v. 8), como de parto. Estos dolores que los
seguidores de Cristo tendrían que soportar son “necesarios” en los designios de
Dios. Forman parte de lo que falta de las tribulaciones de Cristo a favor de
su cuerpo, que es la iglesia (Col_1:24).
Hasta el día de hoy hay grupos
evangélicos en América Latina que se dedican, por predicación y distribución de
literatura, a asegurar la proximidad inmediata de la Segunda Venida de Cristo,
basándose en las señales mencionadas en este pasaje. Pero el Señor vendrá
cuando él mismo lo determine.
Mirad
que no os turbéis (v.
6b) es el segundo mandato con el imperativo del tiempo presente. El verbo
en griego es distinto al del v. 4. Allí se refiere más bien a dirigir los ojos
a un objeto mientras aquí tiene la idea de “observar, o contemplar” con
cuidado. Los creyentes no deben “turbarse”, o “atemorizarse”. El verbo griego
denotaba el “grito de angustia, o temor”.
La advertencia de Jesús ( 9-12) del
costo de ser sus discípulos describe con precisión lo que los mismos discípulos
sufrieron luego, y lo que los fieles han sufrido a través de los siglos, hasta
el día de hoy. Jesús hizo mención especial del peligro del engaño ( 5, 11) por causa de falsos profetas.
Otra consecuencia de las persecuciones
y maldad es que se enfriará el amor de muchos (v. 12).
Pero
el que persevere hasta el fin será salvo (v. 13). El pasaje no enseña explícitamente ni la
seguridad de los santos ni la posibilidad de la apostasía. Implica, sí, que no
todos los creyentes nominales serán salvos. Persevere traduce un verbo
griego que significa “permanecer debajo
de”, o “soportar”. De este verbo viene el término “paciencia”, o sea, la
capacidad de sufrir largo tiempo sin reacciones indebidas. El complemento del
verbo se sobreentiende, o sea, las tribulaciones mencionadas. Hasta el fin
(v. 13) puede referirse al fin de las persecuciones, o al fin de la
vida. En aquel caso, será salvo (v. 13) significa que será
salvado o librado de las tribulaciones, pero en este caso significa será salvo
para vida eterna. Jesús estaba advirtiendo contra la tentación de negarle o
desertar de la iglesia en tiempos de persecución.
La perseverancia, o la paciencia,
juntamente con el amor son dos de las virtudes cristianas más destacadas en la
Biblia. La perseverancia a través de pruebas es una de las evidencias de la fe
que salva. En otras palabras, la fe que salva es la fe que permanece fiel.
Pablo enseña que la tribulación produce paciencia y la paciencia produce
carácter aprobado y el carácter aprobado produce esperanza (Rom_5:3-4).
Verdades prácticas
1.
Los falsos cristos pueden engañar porque nunca aceptaron la verdad y
sólo han aprendido a mentir. En cambio, el creyente sano, por amar la verdad, ni
debe saber cómo mentir (24:5).
2.
Todos los que han venido después de Jesucristo diciendo que son "el
Cristo" deberían haberse crucificado, muerto y resucitado; pero ese plagio
es muy costoso e incierto el resultado.
3.
En la desesperación nadie se detiene a pensar quién puede ser su
"salvador". Es como el náufrago en el mar, dispuesto a aferrarse al
salvavidas que cualquiera le arroje, aunque este salvavidas sea de plomo. La
consigna es: No os turbéis (Mat_24:6).
4.
Las guerras comienzan cuando un país contiende afirmando: "Esto es
mío." Finalizan cuando ya no se puede sostener lo mismo.
5.
Einstein declaraba que no sabía cómo iba a ser la tercera guerra
mundial, pero afirmaba que la cuarta sería con flechas. Hoy los futuristas
confirman que si históricamente hubo dos circunstancias del mismo tenor, como
fueron las guerras, se dará también una tercera. Pero ya nadie habla de una
cuarta.
6.
Las guerras y los rumores de guerra no nos llevan al final de la
historia sino al principio de las maldades humanas (24:8).
Referencia particular a la destrucción de
Jerusalén, 24:15-28.
Esta sección se refiere a la
destrucción de Jerusalén, con la posible excepción de los 27 y 28. Sin embargo hasta estos versículos se
relacionan con la destrucción de Jerusalén en que ofrecen una señal segura para
distinguir a los falsos cristos del verdadero. En este pasaje hay dos temas:
(1) la venida del ejército romano y los consejos para huir de la ciudad (vv.
15-22); (2) la advertencia de no creer a los falsos cristos y falsos profetas
(vv. 23-28).
Jesús describe la destrucción de
Jerusalén (vv. 15-21). Mateo
no dice explícitamente que el pasaje se refiere a la ciudad de Jerusalén, pero
Lucas no deja lugar a dudas al respecto (Luk_20:21). La abominación
desoladora (v. 15) es un término que se usa en la profecía de Daniel
(Dan_9:27; Dan_9:31; Dan_12:11). Daniel pronosticó el
sacrilegio horrible que Antíoco IV, rey sirio, cometió en el año 168 a. de
J.C., en el templo en Jerusalén. Sacrificó un cerdo sobre el altar y derramó
los jugos del cerdo sobre los rollos sagrados. El apodo de este rey fue
“Epífanes” (el ilustre), pero sus enemigos le llamaban “Epímanes” (el loco).
Este acto provocó el levantamiento de los macabeos. Jesús utilizó la expresión la
abominación desoladora (v. 15) como profecía que tendría una segunda
aplicación: la destrucción del templo por los romanos.
El lugar santo (v. 15) se refiere al templo, o
quizá al mismo altar del templo. Abominación se refiere a algo
repugnante o detestable; desoladora describe una fuerza que produce un
estado desierto, abandonado, totalmente destruido (comp. 23:38). El término es
un genitivo de aposición, u objetivo, y expresa la naturaleza o resultado de la
abominación. Nuestra versión encierra entre paréntesis el que lee,
entienda (v. 15). La mayoría de los traductores parece indicar que
estas serían palabras de Mateo y no de Jesús, aunque el texto original no tenía
signos de puntuación.
Anticipando la tragedia que iba a caer
sobre Jerusalén, Jesús urge a sus seguidores a salir de la ciudad con toda
premura cuando ven que llega el ejército romano. Los montes proveerían refugio
hasta pasar lo peor de la invasión (v. 16). La urgencia de la huida se
describe con dos ejemplos: (1) El que se encuentre en la azotea no debe perder
tiempo buscando cosas en su casa, pues la vida vale más que las cosas (v.
17). (2) El que se halla trabajando en el campo no debe perder tiempo
volviendo a casa a buscar su manto (v. 18); tal acción podría costarle
la vida.
Jesús expresa un “¡ay!” de profundo
lamento ante la gran dificultad que tendrían las mujeres embarazadas y las que
amamantaban todavía a sus pequeños, para huir de los peligros de la invasión (v.
19). Para todos los creyentes habría gran dificultad para trasladarse
rápidamente si sucediera la invasión durante los meses fríos del invierno y aun
más, si fuera en el día sábado (v. 20). Cristo había anulado muchas de
las restricciones judaicas del sábado, por ejemplo las limitaciones en cuanto a
las distancias que podrían caminar. Sin embargo, sus seguidores de entre los
judíos demoraron muchos años en romper con la adoración en el templo y las
tradiciones del sábado.
Jesús describe la gran tribulación que
vendría como resultado de la invasión de los romanos. En cuanto a sufrimiento y
muerte, serían días incomparables de todos los tiempos: pasado y futuro (v.
21). La construcción en el texto griego es enfática, no usual y redundante,
pues se emplea un triple negativo que se traduce ni habrá jamás (v.
21b). Tan grande sería la matanza que si aquellos días no fuesen
acortados (v. 22), ninguna persona sobreviviría la experiencia. El
evento es aún futuro, pero desde la óptica de Dios es tan seguro como si ya
hubiera pasado. Por eso, fuesen cortados y se salvaría son verbos
del pretérito indefinido. Una traducción literal sería: Si aquellos días no
fueron acortados, no se salvó nadie. Sin embargo, por causa de los
escogidos (v. 22), Dios intervendría para limitar el sitio de
Jerusalén.
Varias circunstancias se dieron para
acortar la duración del sitio: depósito limitado de alimentos, el gran número
de personas en la ciudad, disensiones internas y el abandono de las defensas
estratégicas. Tito, el general romano, se sorprendió cuando la ciudad, tan
fortificada, resistió tan poco, afirmando que seguramente fue Dios mismo quien
expulsó a los judíos de su fortaleza.
Jesús
advierte de no creer a los falsos cristos y falsos profetas (vv. 23-28).
Ante la amenaza de la invasión de las
tropas romanas, se crearía un ambiente enrarecido de expectativa mesiánica en
toda Judea. Sería un tiempo propicio para la aparición de hombres que
pretendían hablar en nombre de Dios, asegurando al pueblo de una inminente
intervención divina para defender a los judíos y destruir a los enemigos.
Jesús describe su parousía como
un evento patente, luminoso, instantáneo y visible a todos, en contraste con
los falsos cristos y falsos profetas que estaban en lugares remotos y oscuros (v.
27). No hay consenso general en cuanto al significado de la figura del cadáver
y los buitres (v. 28). El término buitres puede significar
“águilas”. Algunos piensan que se refiere a los ejércitos romanos, cuyo emblema
era el águila. En este caso, el cadáver se refiere a Israel, nación que
está muerta y no se salva. Otros sugieren que se refiere a lo inevitable de la
venida de Cristo en juicio, como es inevitable que aparezcan los buitres cuando
hay un animal muerto.
En resumen, es mejor considerar estos vv.
27 y 28 como una descripción de la Segunda Venida, la cual Jesús dio a sus
discípulos para que no se dejasen engañar por los falsos profetas en el tiempo
de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, otros opinan que se refieren
solamente a la venida de Cristo en juicio sobre Jerusalén. Otros más piensan
que se refieren a ambos eventos.
Referencia particular a la Segunda Venida,
24:29-31.
El texto parece sugerir que la Segunda Venida
se efectuaría inmediatamente después de los eventos descritos anteriormente, o
sea, la destrucción de Jerusalén. Algunos autores sostienen que Jesús esperaba
que sucediera así, pero que estaba equivocado. Sin embargo, hay otras
alternativas que se pueden ofrecer. Se puede considerar el lenguaje del v.
29 como una descripción críptica en términos simbólicos de la ruina de
Jerusalén. Un evento en que cerca de un millón de personas muriesen, y otros
tantos llevados como presos, tendría que describirse en términos apocalípticos
( Act_2:19-20).
Una solución quizá más satisfactoria
sería la de considerar el adverbio inmediatamente como modificador del
verbo se oscurecerá (v. 29). Jesús señala dos eventos de inmenso
significado, en secuencia, pero sin especificar el lapso entre ellos.
Entonces se traduciría así: Pero después de la tribulación de aquellos días
(destrucción de Jerusalén), el sol se oscurecerá inmediatamente...
(Segunda Venida). El adverbio se entiende en el sentido de “de inmediato”, o
“repentinamente", sin previo aviso. Entendido así, este versículo
constituye una transición entre los dos eventos. Los dos versículos que siguen
describen claramente la Segunda Venida de Cristo y el fin del mundo.
La señal del Hijo del Hombre en el
cielo (v. 30) es
una expresión que ha dado lugar a muchas conjeturas. Sin embargo, es mejor
considerar del Hijo del Hombre como un genitivo de aposición, o sea, la
señal es la aparición del Hijo del Hombre. El duelo se producirá
entre los que han escuchado el evangelio y no aprovecharon su oportunidad, o de
los que despreciaron al Hijo del Hombre y reconocen que ahora él viene para
juzgarlos. En el v. 30 se unen dos pasajes del AT: Zec_12:10-12
describe el duelo del pueblo sobre el que atravesaron; y Dan_7:13-14
presenta la venida triunfante del Hijo del hombre (Act_1:9, Act_1:11).
Ángeles con un gran sonar de trompeta (v. 31) describe la función del
heraldo que toca fuertemente la trompeta para anunciar la llegada del rey. Por
tercera vez en este capítulo se menciona a los escogidos (vv. 22, 24,
31). Algunos opinan que el término se refiere a los judíos creyentes en Cristo
(Isa_65:9), pero parece más bien referirse a todos los creyentes en
Cristo de todas las naciones sobre la faz de la tierra. Esta profecía contempla
la extensión del cristianismo hasta los confines de la tierra. También indica
que Jesús no esperaba la Segunda Venida en relación con la destrucción de
Jerusalén, como algunos sostienen equivocadamente.
Discusión general referente al propósito de
Dios y su trato con los hombres, 24:32-25:46.
En esta sección se notan dos enfoques:
(1) Habrá señales suficientes en cuanto a la destrucción de Jerusalén
(24:32-35) y (2) instrucciones acerca de cómo esperar la Segunda Venida
(24:36-25:13). El problema principal en el pasaje se encuentra en la referencia
a la destrucción de Jerusalén después de haber iniciado el trato de la parousía
(vv. 30, 31), y luego la continuación del tema de la Segunda Venida.
La nube del Señor
A lo largo de la Biblia se menciona muchísimas veces la presencia de una
nube. Si leemos bien Exo_13:21, se nos dice que Dios iba delante de los
hebreos en una columna de nube. También en Num_16:42 surge la nube
cubriendo el tabernáculo en un momento difícil para Moisés y Aarón. En Deu_31:15,
Dios se aparece en la columna de nube. Cuando Moisés subió al monte para estar
cuarenta días y cuarenta noches, al séptimo día él llamó a Moisés de dentro de
la nube (Exo_24:16). Cuando Salomón traslada el arca en el tiempo de
dedicación del templo, de Jehová se llenó con una nube (2Ch_5:13). Todo
indica una relación entre la nube y la presencia de Dios. Ahora bien, a esta
nube se la conoce en algunos escritos hebreos como la shekinah, pero no
es una palabra que esté en la Biblia. Hay quienes sostienen que es también la
nube shekinah que apareció en el monte de la transfiguración, (2Ch_17:5),
la que más tarde le llevó a Jesús (Act_1:9) y la que en el futuro será
la que Jesús utilizará en su segunda venida. El estudio de esta nube ha llevado
a muchos a producir teorías atractivas. Nosotros sólo podemos afirmar que dicha
nube siempre indicó o cubrió la presencia divina; dicho de otro modo
significaba la manifestación de la gloria de Dios. Aquí queremos afirmar que en
la próxima venida del Señor, el firmamento será el escenario hacia donde
debemos dirigir nuestras miradas: habrá una gran señal en el cielo y veremos a
nuestro Salvador viniendo sobre las nubes con gran poder y gloria.
Estas señales serán suficientes,Act_24:32-36.
La analogía de la higuera ilustra el hecho de
que habrá señales suficientes para anunciar de antemano la proximidad de la
invasión romana. Aun cuando la temperatura es fresca en la primavera, la
higuera anuncia la proximidad del verano por sus ramas tiernas y brotes verdes.
Estas cosas (vv. 33, 34) se refieren a las señales que Jesús ya
había mencionado (vv. 3, 15-26).
No pasará esta generación... (v. 34; Act_23:36; comp.
11:16; 12:41) es una profecía clara que se refiere a la destrucción de
Jerusalén. Jesús introduce la profecía con un solemne de cierto (amén G28). Este evento se produjo casi
exactamente a los 40 años de la fecha en la que Jesús pronunció estas palabras.
Algunos de sus mismos discípulos serían testigos oculares de todas estas
cosas que él había descrito. Aunque a éstos les parecía imposible que la profecía
se cumpliera y menos en su generación, Jesús termina este párrafo asegurándoles
que aunque el mundo desapareciera, sus palabras se mantendrían en pie y se
cumplirían (comp. 5:18).
Cómo esperar su venida, 24:37-25:13.
A partir de este momento, Jesús dirige
la atención de sus discípulos decididamente hacia la culminación de los siglos
y cómo ellos deberían esperarla (24:36-25:13). Emplea una variedad de métodos
didácticos para grabar en sus mentes la importancia de estar preparados. En
esta sección Jesús emplea tres términos en referencia a la Segunda Venida: aquel
día y hora (v. 36); la venida del Hijo del Hombre (v. 39);
en qué día viene vuestro Señor (v. 42).
Jesús advierte que nadie puede
pronosticar el tiempo en que la culminación de los siglos tendrá lugar, pues
ese conocimiento pertenece sólo al Padre. Al afirmar que ni aun el Hijo (v.
36) sabía la hora de aquel evento, estaba contestando la pregunta de los
discípulos (v. 3) y también revelando sus propias limitaciones, pues
cuando se encarnó, se despojó a sí mismo... haciéndose semejante a los
hombres (Phi_2:7). Su humanidad fue una realidad concreta y no
meramente un espejismo, como sostenían erróneamente los gnósticos. ¡Cuánto
tiempo se ha perdido y cuántos se han engañado por las vanas y orgullosas
pretensiones de algunos que fijan fechas para la Segunda Venida! ¡Tales
personas pretenden saber más que el mismo Hijo de Dios!
Ninguna señal especial (vv. 37-41). Para ilustrar el hecho de que nadie
puede saber el día y hora (v. 36), Jesús cita el caso de Noé
cuando, de repente, el diluvio cayó inesperadamente sobre la gente cuando
cumplía las rutinas diarias (vv. 37-39). Luego, describe dos casos —uno
masculino y otro femenino— de cómo será la parousía, en forma totalmente
inesperada (vv. 40, 41). En ese momento se producirá una separación. Los
justos serán tomados (ver v. 41; comp. v. 31), quizá por los ángeles, y los
injustos dejados (ver v. 41b).
El
seguidor de Cristo debe vivir en la tensión entre el saber que su Señor volverá
y el no saber cuándo. Jesús presenta dos imperativos para indicar cómo sus
seguidores deben vivir mientras que esperan su retorno final. Velad (v. 42) y estad preparados (v. 44) son dos imperativos del tiempo
presente, enfatizando una vigilancia constante y cuidadosa. Los dos son
esencialmente sinónimos.
Dos ilustraciones,Phi_24:42-51. Jesús presenta dos ilustraciones, en
forma de parábola, sobre la importancia de la vigilancia constante. Primero,
describe lo que pasa cuando el dueño de casa (v. 43) no toma las
medidas apropiadas (1Th_5:2). Si Jesús hubiera vivido en nuestros días,
quizá hubiera mencionado la necesidad de poner rejas en las ventanas y
cerraduras fuertes en las puertas, dejando a alguien en la casa 24 horas al día
para evitar un robo. ¡Cuántos lectores habrá que han sufrido pérdidas por los
“amigos de lo ajeno” que aprovecharon un descuido en la vigilancia!
La segunda parábola presenta una
advertencia a los súbditos del reino, como mayordomos, de vivir correctamente y
servir fielmente en todo momento a fin de agradar a su Señor en su venida (1Th_24:45-51).
Parece que Jesús está aludiendo a los líderes religiosos que, como mayordomos
de los tesoros del reino, son responsables por la buena administración. Si
especulan en cuanto al tiempo de la venida de su Señor, descuidando su
ministerio y aun aprovechando su posición para lograr ventajas personales, el
juicio será severo.
Fiel (v. 45) traduce el término griego pistós y en este contexto significa “fiel en la
obediencia”, o “fidelidad”. En cambio, prudente (v. 45b; 7:24) significa
“uno que es juicioso y mira donde pisa”. Realmente la única manera de estar
preparado para la venida del Señor es estar preparado siempre. El que espera
correctamente la venida del Señor será dichoso, oirá el bien siervo bueno y
fiel (25:21, 23). En cambio, el que dice saber el tiempo de la venida de su
Señor, será tomado por sorpresa y castigado duramente.
Una parábola, 25:1-13. A continuación Jesús ilustra, por
medio de otra parábola, cómo el creyente debe esperar su venida. Es la de las
diez vírgenes. Se observa de entrada que todo el cap. 25 es particular a Mateo.
Jesús continúa el discurso a los discípulos en el monte de los Olivos el martes
al atardecer. Entonces (v. 1), que en el texto griego de Mateo se
usa muchas veces como partícula de transición, aquí se usa como adverbio
temporal, que es su significado básico. Parece que se refiere al día
(24:36) que Jesús describe en el pasaje anterior, o sea, la parousía. La
frase será semejante a diez vírgenes... (v. 1) significa: ...
“será comparado a la experiencia de diez vírgenes”.
La
verdad central de la parábola se enfoca sobre la necesidad de estar siempre
preparados para la parousía.
En este caso la parábola reúne los requisitos de una alegoría, pues varios de
los elementos tienen significado, por lo menos implícito. El novio es la figura
central y representa a Jesús. Aunque algunos manuscritos griegos y versiones
antiguas agregan “y a la novia” al fin del v. 1, es probable que se trata de un
agregado de un escriba. Las diez vírgenes (v. 1) representan la
gente que espera la parousía, es decir, todos los que se identifican con
la causa de Cristo. Entre estos, habrá muchos que no están preparados por ser
creyentes meramente nominales. La demora en la llegada del novio representa el
lapso entre la primera y segunda venidas del Señor. La venida del novio en
forma inesperada se refiere a la parousía. La entrada de las cinco
vírgenes prudentes en la fiesta describe la salvación de las que estaban
preparadas. El rechazo de las cinco vírgenes insensatas que no estaban
preparadas describe el juicio y el rechazo final.
Según la costumbre de los judíos en el
día de Jesús, había tres etapas en el proceso de contraer matrimonio. Primero,
se concretaba el compromiso, cuando el padre del novio y el de la novia
se reunían para establecer formalmente el pacto. Segundo, se hacía una reunión
en la casa de los padres de la novia, estando presentes los novios, los padres
de ambos y otros testigos, para cambiar los votos y desposarse (1:18).
Este compromiso se consideraba tan serio que para romperlo tendrían que
efectuar un divorcio. Tercero, después de varios meses de espera, se realizaba
el casamiento formal. En esta etapa final, el novio, acompañado por sus
amigos, iba a buscar a la novia a la casa de su padre y la traía de vuelta en
una procesión a su propia casa, donde se realizaba la fiesta.
Jesús usó el contraste entre los
“insensatos” y los “prudentes” en el Sermón del monte (7:24-29) donde éstos
“oían” y “obedecían” las palabras del Señor, mientras que aquéllos solamente
“oían”. No se trata de un contraste estrictamente moral, entre buenos y malos.
En esta parábola, las insensatas (v. 2) no se prepararon, no
tomaron las medidas necesarias para cualquiera eventualidad. En cambio, las
prudentes hicieron lo que era necesario para estar prontas en cualquiera hora
de la noche. Dios concede a todos un tiempo para prepararse para la venida del
Señor, pero antes de su llegada. No fueron reprochadas por haberse
dormido, pues ambos grupos se durmieron (v. 5). El hecho de “velar” y
“estar preparados” no significa que uno no puede descansar y dormir cuando
corresponde.
La
salvación es una experiencia personal e intransferible. No se debe culpar a las prudentes por
no estar dispuestas a compartir su aceite con las insensatas. El aceite
significa sólo un estado de preparación o una experiencia genuina de salvación,
la cual no sirve para cubrir la necesidad de otro. Las prudentes contestaron a
las insensatas en forma terminante, con una triple negación (en griego) que se
traduce literalmente ... para que no, no, no nos falte... (v. 9).
Las lámparas (vv. 1, 3, etc.)
probablemente eran recipientes en que se echaba una cantidad limitada de aceite
de oliva, con una mecha que se extendía hacia arriba. Muchas veces llevaban
esta clase de lámpara en la punta de un palo que se alzaba sobre la cabeza. En v.
7 el verbo “alistar” significa “poner en orden”, o “adornar”, y en este
contexto significa limpiar la mecha y llenar la lámpara con aceite. De este
término en griego vienen nuestras palabras “cosmos” y “cosmético”. Por ejemplo,
el mundo es el “adorno” creado, u “ordenado”, por Dios.
Es inoportuno aplicar aquí el concepto
de la iglesia como novia o esposa de Cristo (ver Eph_5:25). Si se hace,
se crea una confusión inevitable de ideas por la mezcla de distintas figuras.
En todo caso, las cinco vírgenes prudentes representan a la iglesia universal.
No pueden a la vez representar a la novia y las acompañantes.
El momento más dramático llegó cuando se
cerró la puerta (v. 10). El verbo es un pretérito indefinido y
denota una acción terminante, final y en este caso irreversible. El clamor
desesperado de las cinco vírgenes insensatas, al darse cuenta de la realidad de
su situación, no logró cambiar la decisión del novio. Tampoco lo logró el hecho
de llamarle ¡Señor, señor!. La respuesta del novio se introduce en v.
12 con un solemne de cierto, en el texto griego, es un verbo del
tiempo perfecto que significa: No os he conocido y no os conozco ahora (v.
12).
La conclusión es lógica (v. 13).
La venida del Señor es segura, el
tiempo de su venida es desconocido, por lo tanto la vigilancia constante es el
consejo para todos los sabios y prudentes.
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