Marcos 1; 35
Levantándose
muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar
solitario, y allí oraba.
El gentío no permitía a
Jesús tiempo libre, ni para orar; por eso buscó un lugar solitario para orar
antes de que llegara la gente en la mañana del día. Jesús siempre oraba “sin
cesar” (1Ts_5:17). Jesús estaba en comunión con el Padre
constantemente. Antes de comenzar su gira por Galilea a predicar, Jesús buscó
la “dulce hora de oración”. Nadie tiene la fuerza necesaria para las tareas
necesarias de cada día sin la ayuda de Dios. Ahora bien, Jesús sabía muy bien
que no podía vivir sin Dios; que, si había de seguir dando constantemente,
tenía que recibir por lo menos algunas veces; que si había de consumirse por
los demás, tenía que reponer Sus fuerzas espirituales de vez en cuando. Sabía
que no podía vivir sin oración. En la
oración Le damos a la perfecta mente de Dios la oportunidad de alimentar nuestra
mente. Jesús sabía todo esto; Él sabía
que si había de encontrarse con los hombres, primero tenía que encontrarse con
Dios. Si la oración era algo necesario para Jesús, ¡cuánto más lo será para
nosotros!
Cristo se fue a un
lugar desierto. Aunque no corría peligro de distraerse o de tentación a la
vanagloria, de todos modos se retiraba. Quienes desempeñan en público la mayor
parte de su actividad, y de la mejor clase, a veces deben, no obstante, estar a
solas con Dios.
Lucas 6; 12
En esos
días Él se fue al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios.
En esto Jesús es
nuestro ejemplo de orar antes de eventos importantes de la vida (Mar_6:46;
Luc_22:41-44; Jn_11:41-42; Jn_17:1). Toda decisión importante debe ser
precedida por ferviente oración. Lucas nos dice que Jesús oraba frecuentemente.
Este evangelista toma
nota frecuente de los retiros de Cristo, para darnos un ejemplo de oración
secreta, mediante la cual debemos mantener nuestra comunión con Dios
diariamente, y sin la cual es imposible que el alma prospere. En aquellos días,
cuando sus enemigos estaban llenos de locura contra él, y sabían qué hacer con
él, salió a orar; para que pueda responder al tipo de David (Sal. 109: 4), Por
mi amor, ellos son mis adversarios; más me entrego a la oración. Estaba
solo con Dios; él fue al monte a orar, donde podría tener ninguna perturbación
o interrupción. Él continuó toda la
noche en oración. Pensamos que una media hora es mucho para gastar en los
deberes de la oración; Pero Cristo continuó toda una noche en meditación y
oración secreta. Tenemos una gran cantidad de bendiciones en el trono de la
gracia. Después de haber continuado orando toda la noche, uno hubiera pensado
que, cuando era de día, debería haberse echado a descansar y dormir un poco.
No, tan pronto como Su cuerpo se movía, llamó a sus discípulos. Al servir a
Dios, nuestro gran cuidado debe ser no perder tiempo, sino hacer que el final
de un buen deber sea el comienzo de otro.
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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