Juan 5;21
Porque como el Padre levanta a los muertos, y
les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
Aquí vemos la función de
Jesucristo como Hijo de Dios.
Jesucristo
es el dador de la vida. Juan lo dice en un doble sentido. Quiere decir en el
tiempo. Nadie está plenamente vivo hasta que Jesucristo entra en su vida y él
entra en Jesucristo. Cuando hacemos el descubrimiento del reino de la música o
de la literatura o del arte o de los viajes, algunas veces decimos que se nos
ha abierto un nuevo mundo. Aquella persona en cuya vida ha entrado Jesucristo
encuentra que la vida es totalmente nueva. Ha cambiado la persona, sus
relaciones personales, su idea del trabajo y del deber y del placer, y su
relación con Dios. Y quiere decir en la eternidad. Después que haya acabado
esta vida, se abre una vida incalculablemente más plena y maravillosa para la
persona que ha aceptado a Jesucristo, mientras que para la que Le ha rechazado
sólo le espera la separación de Dios que es la muerte eterna. Jesucristo es el
dador de la vida tanto en este mundo como en el venidero.
Lo que puede entenderse
espiritualmente es el de levantar a los pecadores muertos de la muerte del
pecado, a una vida de gracia y santidad; y más bien, porque se expresa en
tiempo presente "raiseth", y no "ha levantado"; o
naturalmente, de criar a aquellos que están muertos en un sentido corpóreo, y
de acelerarlos, como la viuda del hijo de Sarepta con Elijah, y el hijo de
Shunamite con Elisha: así el Hijo vivifica a quien él quiere; tanto en un
sentido espiritual, siendo la resurrección y la vida, o el autor de la
resurrección de una muerte moral a una vida espiritual, cuya voz, en el
Evangelio, los muertos en pecado oyen y viven; y en un sentido natural, como en
los casos anteriores de la hija de Jairo, la viuda del hijo de Naim y Lázaro; y
en la resurrección general, cuando su voz y palabra de poder, todos los que
están en sus tumbas saldrán, algunos a la vida eterna, y algunos a la
condenación eterna; y todo lo que él quiera: él acelera, en un sentido
espiritual, a quien agrada, incluso a todos los que el Padre le ha dado; y él
resucitará a la vida eterna, en el último día, a quien le plazca, a todos los
que fueron encargados de su cuidado y cargo, a los que ha redimido con su
sangre; y llamado por su gracia. Ahora bien, como la vivificación de los
muertos es un acto de poder todopoderoso, y esto siendo ejercido por el Hijo de
manera soberana, como lo es por su Padre, muestra su propia deidad y su plena
igualdad con el Padre.
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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