Rom 6:1 ¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en
pecado para que la gracia abunde?
Rom 6:2 ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto
al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
Rom 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Rom 6:4 Por tanto, hemos sido sepultados con El por
medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de
vida.
Rom 6:5 Porque si hemos sido unidos a El en la
semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su
resurrección,
Rom 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue
crucificado con El , para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin
de que ya no seamos esclavos del pecado;
Rom 6:7 porque el que ha muerto, ha sido libertado
del pecado.
Rom 6:8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que
también viviremos con El,
Rom 6:9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de
entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre El.
Rom 6:10 Porque en cuanto El murió, murió al pecado de
una vez para siempre; pero en cuanto vive, vive para Dios.
Rom 6:11 Así también vosotros, consideraos muertos
para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.
Rom 6:12 Por tanto, no reine el pecado en vuestro
cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias;
Rom 6:13 ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo
al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a
Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como
instrumentos de justicia.
Rom 6:14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre
vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia.
Rom 6:15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos
bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!
Rom 6:16 ¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno
como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea
del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?
Rom 6:17 Pero gracias a Dios, que aunque erais
esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de
enseñanza a la que fuisteis entregados;
Rom 6:18 y habiendo sido libertados del pecado, os
habéis hecho siervos de la justicia.
Rom 6:19 Hablo en términos humanos, por causa de la
debilidad de vuestra carne. Porque de la manera que presentasteis vuestros
miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así
ahora presentad vuestros miembros como esclavos a la justicia, para
santificación.
Rom 6:20 Porque cuando erais esclavos del pecado,
erais libres en cuanto a la justicia.
Rom 6:21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas
de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de esas cosas es muerte.
Rom 6:22 Pero ahora, habiendo sido libertados del
pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y
como resultado la vida eterna.
Rom 6:23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (LBLA)
Somos salvos por
la gracia abundante de Dios, acabó Pablo de afirmar (Rom 5:20,21). ¿Se sigue,
pues, (como alguno podría concluir de la afirmación de Pablo) que es deber
continuar en el pecado para que así abunde más la gracia de Dios? Este capítulo
refuta la conclusión errónea expresada en esta pregunta. En esta refutación el
apóstol muestra que la persona muerto (al pecado) ya no puede vivir (en él).
Luego emplea la metáfora de esclavos y amos para probar que siendo esclavos,
hemos cambiado de amos, para ya no servir más al señor pecado. El pecado, como
amo, paga con la muerte eterna al que le sirve, pero Dios regala la vida eterna
al que le obedece en el evangelio de Cristo.
Pablo anticipa la posible objeción de alguno, en vista de lo
que acabó de escribir en Rom 5:20,21. La abundante gracia de Dios no justifica
que el hombre peque más. Si a Dios le encanta
perdonar, ¿por qué no darle más para perdonar? Si el perdón está garantizado,
¿podemos pecar tanto como queramos? ¡La respuesta categórica de Pablo es: ¡En
ninguna manera! “Absolutamente no!” es la fuerte respuesta de Pablo. Tal
actitud, planear de antemano aprovecharse de Dios, es no entender la seriedad
del pecado. El perdón de Dios no convierte en menos serio el pecado. Por el
contrario, la muerte de su Hijo por el pecado muestra cuán serio es. Jesús pagó
con su vida nuestro perdón. La misericordia de Dios no debe convertirse en
excusa para un estilo de vida negligente con laxitud moral.
La razón: morimos al pecado en el
arrepentimiento antes de ser bautizados. ¿Cómo es posible continuar en el
pecado si a él morimos ya? ¡Imposible¡ Cuando el pecador muere, ya cesa de
existir otro pecador en el mundo (Gál_2:20).
Si sabían los hermanos en Roma que en el bautismo en Cristo
habían sido bautizados en su muerte, claro era que no podrían seguir viviendo
en el pecado. En la iglesia de la época de Pablo, la inmersión era la forma
usual de bautismo. Los nuevos cristianos se "sepultaban" por completo
en el agua. Comprendían que esta forma de bautismo simbolizaba la muerte y
sepultura de la vieja manera de vivir, seguida por una resurrección a la vida
con Cristo. Si pensamos que nuestra antigua vida pecaminosa está muerta y
sepultada, tenemos un motivo poderoso para resistir al pecado. Podemos decidir
conscientemente tratarla como si estuviera muerta. Luego podemos continuar
disfrutando nuestra nueva vida con Cristo.
Ser bautizado
en la muerte de Cristo es alcanzar los beneficios de su muerte. Ser muerto al
pecado es ser separado de él. Esa separación se realiza en el arrepentimiento,
y en el bautismo sepultamos al viejo hombre de pecado.
“somos sepultados.” Esto es, ¡inmersión! Ningún otro acto
representa la terminación absoluta a la vida de pecado. No hay sepultura en el
acto de rociar o derramar agua sobre la persona. La palabra griega baptizo,
según todo diccionario reconocido del idioma griego, significa sepulto,
zambullo, sumerjo, o inmerjo. La historia eclesiástica antigua confirma que la
iglesia primitiva sumergía en el bautismo. Los casos bíblicos de bautismo
indican por las circunstancias que así era el caso. Los doctos religiosos de
todas las iglesias admiten que era así.
En el bautismo
dos cosas acontecen: somos sepultados, y somos resucitados (Col_2:12). Esta es
posible solamente en el acto de inmersión.
--“juntamente con él.” El bautismo nos une a Cristo en su
muerte. Cuando él murió, morimos también con él. Bautizados, estamos muertos,
como él, al estado anterior.
--“para muerte.” El apóstol está refutando la idea de que
uno justificado por la gracia de Dios puede seguir viviendo en el pecado (para
que la gracia abunde). Al contrario, fuimos bautizados “para muerte,” y tenemos
que continuar muertos al pecado, y así no continuar en él.
--“andemos en novedad de vida.” “Andar” es una metáfora que
significa vivir. Como Cristo resucitó de los muertos para una vida nueva, así
también nosotros que hemos sido bautizados en Cristo. La vida nueve sigue al
bautismo; no lo precede. Por eso vemos en los casos de conversión en Los Hechos
que el regocijo del convertido siempre siguió al bautismo, y nunca lo precedió.
Si uno fuera salvo antes del bautismo, no sería así. En el bautismo uno se
reviste de Cristo (Gal 3.:26, 27). Andando en novedad de vida, no continuamos
en la vida de pecado. Esta vida espiritual es ahora en esta vida. Así que el
vivir de los versículos 8 y 11 es de la presente, y no de alguna época futura. Se
refiere desde luego a vida espiritual. Esto prueba que el contexto, al hablar
de la muerte, trata de la muerte espiritual.
{Algunos
denominacionalistas, para negar que el bautismo es para perdón de los pecados,
preguntan, "¿se sepulta un hombre vivo o muerto?" Se responde que
muerto. "Pero,” dicen entonces, "el muerto al pecado es justificado
del pecado, versículo 7. Se sigue que uno es justificado antes de ser bautizado
(sepultado). El bautismo no es para perdón de los pecados. Ya está perdonada la
persona que quiere ser bautizada.” Esta lógica es falsa, como veremos. Según
ella, los sectarios sepultan a personas vivas, porque si uno es perdonado de
sus pecados cuando se arrepiente, ya es una persona viva (versículos 4-11). La
pregunta que nos hacen ellos, deben hacérsela a sí mismos. La verdad es que en
el arrepentimiento uno muere a la práctica del pecado, y sepultado en el
bautismo muere a la culpa del pecado, y es perdonado por su arrepentimiento y
bautismo (Hch_2:38), “arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.”}
El punto de Pablo, al seguir refutando la idea errónea de
continuar en el pecado para que la gracia abunde, es que somos partícipes con
Cristo en su sepultura y resurrección. Fue sepultado y resucitó a la vida
glorificada. Así nosotros, en el bautismo, representamos nuestra muerte al
pecado, sepultura del viejo hombre de pecado, y resurrección a una vida
apartada del pecado (que es la vida nueva, la cristiana). Viviendo esta vida
nueva, no continuamos en el pecado. Podemos gozar de nuestra nueva vida en
Cristo porque estamos unidos a Él en su muerte y resurrección. Nuestros malos
deseos, nuestra esclavitud al pecado y nuestro amor al pecado murieron con El.
Ahora, unidos con El por fe en su resurrección, tenemos comunión inquebrantable
con Dios y libertad para resistir el pecado. Si desea más información acerca de
la diferencia entre la nueva vida en Cristo y la naturaleza pecadora.
El castigo del pecado y el poder que tenía
sobre nuestras vidas murió con Cristo en la cruz. Nuestro "viejo
hombre", lleno de pecado, murió de una vez por todas y ahora estamos
libres de su poder. El "cuerpo del pecado" no es el humano, sino
nuestra naturaleza rebelde amante del pecado heredada de Adán. “nuestro viejo
hombre” es lo mismo que “el cuerpo de pecado.” El viejo hombre es el pecador.
Es la persona en cuya vida reina el pecado. Antes de arrepentirse y bautizarse
uno, vive la vida de pecador. El “cuerpo de pecado” es el cuerpo controlado por
el pecado.
--“fue crucificado juntamente con él.” En el bautismo uno es
unido con Cristo (versículo 5) y participa en los beneficios de la muerte,
sepultura y resurrección de Cristo. Cuando Cristo fue crucificado, el bautizado
fue crucificado con él. El bautizado, muerto al pecado, ya puso fin a la vida
de pecador, que es el viejo hombre, o cuerpo de pecado.
--“a fin de que…al pecado.” Este es el propósito de morir al
pecado. No continúa pecando el bautizado en Cristo para que la gracia abunde.
Todo al contrario. Ya no sirve más al pecado. Servir al pecado es ir cometiendo
pecado. Servir al pecado es dejar que reine él en uno. Claro es que el
cristiano comete pecado a veces (1Jn_2:1), pero esto no es “perseverar ni vivir
en el pecado” o dejar que el pecado
“reine” en uno. El cristiano no vive la
vida de pecador. No sirve al pecado. Murió (fue crucificado) al pecado, y así
pasó del servicio que rendía al amo de pecado. Ese amo ya no tiene dominio de
la vida del pecador. Ya no le puede mandar. El esclavo, el pecador, murió. A
pesar de que nuestro cuerpo coopera voluntariamente con nuestra naturaleza
pecaminosa, no debemos por ello considerarlo malvado. Lo que es malo es el
pecado en nosotros. Y lo que se derrota es ese poder del pecado en acción en
nuestros cuerpos. Pablo acaba de establecer que la fe en Cristo nos declara
absueltos, "inocentes" ante Dios. Aquí Pablo enfatiza que ya no
necesitamos una vida bajo el poder del pecado. Dios no nos saca del mundo ni
nos convierte en robots. A veces sentiremos deseos de pecar y algunas veces lo
haremos. La diferencia radica en que antes de ser salvos, éramos esclavos de
nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos elegir vivir para Cristo (Gal_2:20).
EL pecador muerto ya no peca porque no tiene poder (vida)
para pecar. EL esclavo muerto no sirve más al amo porque no tiene poder (vida)
para hacerlo. Así es que el bautizado (muerto al pecado y sepultado juntamente
con Cristo, y resucitado para andar en novedad de vida) ya no vive en el
pecado. La muerte le libertó de él, o de esa vida de pecar. El “esclavo” ha
sido emancipado, liberado de la cadena del pecado.
Debido a la muerte y resurrección de Cristo,
los nacidos de nuevo no tienen por qué temer a la muerte. La seguridad que nos
da nos permite disfrutar compañerismo con El y hacer su voluntad. Esto se
reflejará en todas nuestras actividades: trabajo y adoración, distracción,
estudio bíblico, meditación y servicio a otros. Cuando comprenda que no teme a
la muerte, experimentará un nuevo vigor en la vida.
“viviremos con él,”
siendo futuro en expresión, deja la impresión de que Pablo habla de algún
estado futuro en la vida venidera. Pero, no es así. Es cierto que el verbo es
futuro, pero es el futuro de deber, o de obligación. La obligación de vivir con
Cristo es futuro desde el punto de vista del tiempo de nuestra muerte con él.
La traducción, según el sentido, bien podría ser: Si morimos con Cristo,
creemos que también debemos vivir con él, o como él. Cristo ya no vive la vida
de antes de su muerte. Tampoco debemos nosotros los cristianos vivir la vida de
antes de morir con él y ser sepultados juntamente con él a muerte por el
bautismo. Debemos andar en novedad de vida. No podemos continuar en el pecado.
Murió Cristo una vez (por su propia voluntad -- Jn_10:18),
para no volver a morir. La muerte se enseñoreaba de él mientras su cuerpo
estaba en el sepulcro, pero en la resurrección Cristo venció a la muerte
(Hch_2:24; Heb_2:14-15). Esto lo sabemos, dice Pablo. Con esta fe andamos en
novedad de vida, la muerte espiritual ya no teniendo dominio o señorío de
nuestras vidas.
--“para Dios vive,” es decir, vive para la honra y gloria de
Dios. Así nosotros también, muertos al pecado, debemos vivir de tal manera que
honremos y glorifiquemos a Dios.
"Consideraos muertos al pecado"
significa que debemos estimar nuestra vieja naturaleza pecadora como muerta y
sorda al pecado. Debido a nuestra unión e identificación con Cristo, ya no
estamos atados a esos viejos motivos, deseos y metas. Como consideramos a
Cristo, una vez muerto al pecado, y ahora viviendo para Dios, así también
nosotros (bautizados en Cristo) hemos muerto de una vez por todas al pecado, y
debemos estar totalmente dedicados a Dios en la santidad. No podemos continuar
o perseverar en el pecado, para morir a él muchas veces. Cristo una sola vez
murió a él, y así nos consideremos igualmente muertos a él de una vez por
todas. Otra vez vemos que en contexto Pablo habla de muerte y de vida
espirituales en conexión con el cristiano y el pecado. Así que considerémonos
según lo que Dios ha hecho en nosotros. Tenemos un nuevo comienzo y el Espíritu
Santo nos ayudará a transformarnos cada día en lo que Cristo ha declarado que
somos.
--“no reine.” El pecado reina en la persona quien anda o
vive en el pecado, (Col_3:7). Si uno “persevera” en el pecado, el pecado domina
(reina en) su cuerpo.
--“cuerpo mortal.” El cuerpo es mortal. Está destinado a la
muerte física (Heb_9:27). El espíritu y alma no son mortales. No hay texto
bíblico que hable del alma como mortal. El alma no deja de existir. El cuerpo
es instrumento para el uso del alma (el hombre interior -- 2Co_4:16), o para
bien o para mal. EL cristiano, muerto al pecado y resucitado a vida nueva (en
el bautismo), no obedece los deseos pecaminosos del cuerpo (1Pe_2:11). EL
cuerpo es meramente el instrumento usado por el hombre interior (alma, corazón,
mente). (Mar_7:12-23) EL cristiano, en su obediencia al evangelio, salió de
entre los “muertos” en pecados (Col_2:13), y “vive” la nueva vida de servicio a
Dios, empleando sus miembros como instrumentos de justicia.
Antes de la conversión del cristiano, el pecado se
enseñoreaba de él, condenándole a la muerte eterna. Pero, ahora en su
obediencia de corazón al evangelio, el pecado ya no reina en su cuerpo mortal y
por eso no tiene señorío sobre él, ni le puede condenar porque por la gracia ha
sido perdonado o justificado. El cristiano no persevera en el pecado porque
murió a él con Cristo. No está bajo ley (solamente). Si fuera así, estaría bajo
condenación, porque la ley condena al pecador y él era pecador. Está bajo la
gracia que perdona, que salva al pecador de la condenación de la ley. Siendo
así, el pecado no puede vencerle finalmente con muerte eterna como condenación.
Pablo no está
diciendo que no hay ley que nos gobierne. La ley de Dios siempre la hay y rige
a todos. Si no hubiera ley, no podría haber pecado. Hay pecado (en abundancia);
se sigue pues que hay ley. Pero el cristiano no está bajo ley en el sentido de
no estar bajo la condenación de ley. Se escapó de esa condenación por medio de
la gracia salvadora de Dios. La ley condena, pero la gracia perdona. Él no está
bajo esa condenación, y en ese sentido no está bajo ley.
Los cristianos
no “estáis bajo ley” (Versión ASV). El texto griego no dice “la ley,” sino
“ley.” La Versión Moderna dice, “no estáis bajo sistema de ley.” Muchos
pervierten este pasaje para enseñar que no hay nada de ley en el evangelio, que
todo es de gracia. Pero están bien equivocados. Considérense estos pasajes:
3:27; 8:2; 1Co_9:21; Gál_6:1; Stg_1:25. Pablo ya está para hablar sobre la obediencia
del cristiano (a la ley de Cristo), versículos 16,17. Si ya no estamos bajo la Ley, sino la gracia,
¿tenemos libertad para pecar y pasar por alto los Diez Mandamientos? Pablo
contesta: "En ninguna manera". Cuando estábamos bajo la Ley, el pecado
era nuestro amo. La Ley ni nos justificaba ni nos ayudaba a vencer el pecado.
Pero ahora que estamos unidos a Cristo, Él es nuestro Señor y nos da poder para
hacer lo bueno y evitar lo malo.
¿Qué, pues” es la conclusión de lo que acabo de decir? Pablo
anticipó una posible conclusión errónea que alguien sugeriría, a causa de sus
palabras en el versículo 14. Pero el no estar bajo ley (que condena), sino bajo
la gracia (que perdona), no le da licencia a uno a ir en el pecado. Es cierto,
admite Pablo, que el cristiano no está bajo la condenación de ley, pero tampoco
el estar en circunstancias de gracia que perdona pecados le da ocasión de vivir
en el pecado como vivía antes de su conversión a Cristo. El propósito de la
gracia de Dios es salvarnos del pecado. ¿Cómo, pues, podemos continuar viviendo
en él? La vida que vivimos determina a quién servimos, o de quién somos
esclavos. La obediencia habitual a la ley de Cristo es lo que trae para uno la
justicia
En ciertos oficios, un aprendiz recibe
instrucción de un "maestro" que lo prepara, modela y le enseña los
secretos de su oficio. Todas las personas eligen un maestro y este lo moldea.
Sin Jesús, no tendríamos opción; aprenderíamos a pecar y los resultados serían
culpa, sufrimiento y separación de Dios. Gracias a Jesús, sin embargo, podemos
ahora escoger a Dios como nuestro Maestro. Siguiéndole, disfrutaremos la nueva
vida y aprenderemos los caminos del Reino. ¿Continúa con su primer maestro, el
pecado? ¿O es aprendiz de Dios?
Como los hombres, cautivados en guerras, eran entregados
como esclavos a servir a sus nuevos amos, así espiritualmente hablando los
santos en Roma, que antes de su conversión a Cristo eran esclavos del pecado,
habían sido entregados como esclavos de Cristo para servir a la verdad del evangelio.
Este es el significado de la expresión, la “doctrina a la cual fuisteis
entregados.”
--“obedecido de corazón.” Nadie es libertado del pecado (de
la culpa de él, o sea, perdonado) hasta que obedece de corazón al evangelio
("forma de doctrina"). Si la fe solo salvara, no habría necesidad de
obedecer al evangelio (2:8,13; 2Ts_1:8; Heb_5:8-9; 1Pe_1:22). La obediencia es
esencial. ¿No hay nada que hacer para ser salvo? ¡Hay que obedecer! “El hombre
es justificado por las obras y no solamente por la fe,” Stg_2:24.
--“a aquella forma de doctrina … entregados.” Es cierto que
el evangelio ha de ser llevado a los hombres (Mar_16:15), pero también es
cierto que el hombre tiene que ser llevado a una cierta “forma de doctrina,”
para ser entregado a ella y hecho conforme a esa forma (griego, tupos = tipo,
ejemplo, patrón, diseño, norma). Es la sana doctrina, la de Cristo (2Ti_4:3;
2Jn_1:9). No cualquier doctrina salva.
Obedecer con todo el corazón significa darse por entero a
Dios, amarle "con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente" (Mat_22:37). A menudo, nuestros esfuerzos por saber y obedecer los
mandatos de Dios podrían muy bien describirse como "a medio corazón".
¿Cómo mide la proporción de obediencia de su corazón? Dios nos da el poder para
obedecerlo de todo corazón.
“libertados del pecado” = la justificación.
Sea como sea,
el hombre es esclavo, o de la una cosa o de la otra. El cristiano es libertado
del servicio al pecado (que paga con la muerte eterna por condenación) para
entrar en (o ser entregado a) el servicio de Cristo, su nuevo amo (Señor). No
puede ser “liberal.” No puede tomar libertades en los asuntos del amo, del
maestro. La libertad que tiene (Gál_5:1; 1Pe_2:16) es del pecado, y no para
hacer lo que le dé la gana. El modernista siempre habla de su "libertad en
Cristo,” con esto queriendo decir que puede introducir cualquier practica que
guste. Se le olvida que como cristiano es esclavo, para hacer lo que le gusta a
Cristo, su amo.
“Hablo como humano,” es decir, uso ilustraciones de la vida
diaria respecto a esclavos y amos, porque os falta la facilidad de comprender
relaciones espirituales. Como el
esclavo, transferido a servir al segundo amo, ya no puede continuar en su
servicio al primero, tampoco el cristiano que antes servía a la inmundicia
puede continuar en esas cosas, ya que es esclavo de Cristo y sirve a la
justicia. Es imposible ser neutral. Cada persona tiene un amo: Dios o el
pecado. Un cristiano no es alguien que no puede pecar, sino alguien que ya no
es esclavo del pecado. Pertenece a Dios.
“erais libres acerca de la justicia.” Esto indica que el
pecador forastero no sirve a la justicia. EL esclavo que sirve a uno, es libre
de otro. Si uno sirve al pecado, es libre en cuanto al servicio a la justicia.
EL cristiano, antes de su conversión, era libre de la práctica de la justicia,
porque practicaba la injusticia. Ahora que es cristiano, y sirve a la justicia,
debe considerarse como "libre acerca de la injusticia" (que es, no
practicarla). Todo el punto es ilustrado por la transferencia de un esclavo de
un servicio a otro. Mientras sirve al uno, es libre acerca del servicio al
otro, y viceversa.
Si uno está avergonzado del fruto de la vida de pecado, ¿por
qué pensaría en volver a vivir así? Esa clase de vida termina en la muerte
eterna. Claro es, pues, desde todo punto de vista, que el estar bajo la gracia
no permite a uno a perseverar en el pecado.
Usted tiene la libertad de escoger entre dos
amos, pero no está en condiciones de regular las consecuencias de su elección.
Cada uno de estos amos paga con su moneda. La paga del pecado es muerte. Eso es
todo lo que puede esperar de una vida sin Dios. La paga de Cristo es vida
eterna: nueva vida con Dios que empieza en la tierra y continua por siempre con
Dios. ¿Qué elección ha hecho?
La vida eterna es un regalo de Dios. Si es un
regalo, no podemos ganarlo ni pagar por él. Sería insensato recibir un regalo
por amor y ofrecer pagarlo. El que recibe un regalo no puede comprarlo. Lo
correcto cuando se nos ofrece un regalo es aceptarlo con agradecimiento.
Nuestra salvación es un regalo de Dios, no algo que hemos hecho nosotros (Efe_2:8-9).
Él nos salvó por su gracia, misericordia, no por lo que hayamos hecho
(Tit_3:5). Debemos aceptar con acción de gracias el regalo que generosamente
Dios nos ofrece.
Pablo termina con una gran frase que contiene una doble
metáfora: «La paga del pecado es la muerte, pero el regalo gratuito e
inmerecido de Dios es la Vida eterna.» Pablo usa dos palabras militares: Para
paga usa la palabra opsónia, que quiere decir literalmente la paga del soldado
-la soldada, lo que se ha ganado arriesgando la vida y con mucho sudor y dolor,
algo que se le debe y que no se le debe escatimar; y para regalo usa járisma
-en latín donativum-, que es algo que no se ha ganado, que el ejército recibía
a veces. En ocasiones especiales -por ejemplo, en su cumpleaños, el día que
ascendía al puesto supremo o en el aniversario-, el emperador les repartía a
los soldados un regalo en dinero. No se había ganado, sino que el emperador lo
daba por generosidad y gracia. Así que Pablo dice: " Si se nos da lo que
nos hemos ganado, no vamos a recibir nada más que la muerte; pero Dios nos da
la Vida eterna por pura Gracia y generosidad.»
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