} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 27 abril; estudiando la Palabra de Dios en la Biblia

sábado, 27 de abril de 2019

27 abril; estudiando la Palabra de Dios en la Biblia



1Tesl 5:9  Porque no nos ha destinado Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,
1Tesl 5:10  que murió por nosotros, para que ya sea que estemos despiertos o dormidos, vivamos juntamente con El.

Estos dos versículos, muchos predicadores, tuercen de tal modo para usarlos con pretexto de la enseñanza del arrebatamiento. Cuando si estudiamos todo el contexto de 1 Tesalonicenses lo que el apóstol Pablo quiere enseñarles a los creyentes de Tesalónica es que un nacido de nuevo por gracia de Dios por fe en en Jesucristo, sea que haya muerto o este vivo en la Segunda Venida de Jesucristo, va a estar con Él, formando una corte de bienvenida, cuando regrese de nuevo. Esta era la esperanza que no tenían en aquel momento como congregación, quizás, de pocos meses; les faltaba, como hoy día a muchos, madurez espiritual.


      Jesús dijo (Jua_3:17), “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Al llamarnos por el evangelio (2Ts_2:14), no nos llamó para ponernos bajo su ira, sino para librarnos “de la ira venidera”.
Más bien, nos ha “escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2Ts_2:13). “Por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efe_2:8) en el sentido de ser perdonados de los pecados pasados (Hch_2:38). Otros textos, sin embargo, hablan de la salvación futura: Rom_5:9, “por él seremos salvos de la ira”.
         Alcanzamos la salvación por medio de Cristo. Pablo dice a los romanos (3:23), “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,   a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,   con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Dice a Tito (3:5), “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Las obras de justicia que “nosotros hubiéramos hecho” (p. ej., como las de Cornelio, Hch_10:2; Hch_10:22) nunca nos hubieran salvado, porque todos hemos pecado (Rom_3:23) y el hombre pecador no puede salvarse solo, sino que necesita un Salvador. Sin embargo, aunque Dios provee la salvación por medio de Cristo, la actividad humana es necesaria; es decir, Dios provee la salvación y el hombre tiene que aceptarla. La acepta al obedecer al evangelio (Hch_2:38). Los que no lo obedecen no estarán listos para la venida del Señor, sino que “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día” (2Ts_1:7-9).
Como es natural, los autores del Nuevo Testamento identificaron para todos los propósitos el Día del Señor con la Segunda Venida de Jesucristo. Haremos bien en tener presente que estas son lo que podríamos llamar figuras tradicionales. No se supone que se deben tomar literalmente. Son visiones pictóricas de lo que sucederá cuando Dios intervenga en el tiempo.
Naturalmente, se quería saber cuándo llegaría ese Día. El mismo Jesús había dicho claramente que nadie sabía el día ni la hora cuando se produciría, ni siquiera Él mismo, sino sólo el Padre (Mar_13:32 ; cp. Mat_24:36 ; Hec_1:7 ). Pero aquello no hizo que algunos dejaran de especular, como se sigue haciendo, aunque es casi blasfemo el buscar conocimientos que no poseía Jesús. De esas especulaciones Pablo tiene dos cosas que decir.
Ratifica que la llegada de ese Día será repentina. Vendrá como ladrón en la noche. Pero también insiste en que eso no es razón para que nos pille desapercibidos. Será sólo a los que vivan en las tinieblas y cuyas obras sean malas a los que los sorprenda desprevenidos. El cristiano vive a la luz; y no importa cuándo se produzca ese Día, si está vigilante y sobrio le encontrará preparado. Andando o durmiendo, el cristiano ya vive con Cristo, y por tanto está siempre preparado.
Nadie sabe cuándo le llamará Dios, y hay ciertas cosas que no se deben dejar para el último momento. Ya es demasiado tarde para preparar un examen cuando se le presenta el tema a desarrollar. Ya es tarde para asegurar la casa cuando ha empezado a derrumbarse. Cuando la reina María de Orange estaba muriendo, su capellán quería hacerle una lectura. Ella le replicó: " No he aplazado esa cuestión hasta ahora.» Lo mismo sucedió con un viejo escocés a quien alguien ofrecía palabras de consuelo ya cerca del final, que dijo: «Yo ya trencé mi soga cuando hacía buen tiempo.» Si una llamada llega repentinamente, no tiene por qué pillarnos desprevenidos. La persona que ha vivido toda la vida con Cristo está siempre dispuesta para entrar a Su más íntima presencia.
¡Maranatha! Si, ven Señor Jesús.

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