} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CORAZÓN QUEBRANTADO

viernes, 23 de junio de 2017

CORAZÓN QUEBRANTADO


Salmo 34; 18
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.

Salmo 51; 17

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.


El comienzo de cualquier dificultad debe marcar el comienzo de la oración y la oración del justo convoca al Dios de la liberación a socorrernos.
 A menudo deseamos poder escapar de los problemas: el dolor de la angustia, pérdida, tristeza y fracaso, e incluso las pequeñas frustraciones diarias que constantemente nos abaten. Dios promete estar "cercano a los quebrantados de corazón", ser nuestra fuente de poder, valor y sabiduría para ayudarnos a pasar a través de los problemas. A veces decide librarnos de los mismos. Cuando los problemas nos golpeen, no nos decepcionemos de Dios. Por el contrario, admitamos que necesitamos la ayuda de Dios y agradezcámosle por permanecer a nuestro lado. Una actitud de arrepentimiento es una de las señales más seguras de la conversión y del creyente verdadero. Los arrepentidos son objeto de la tierna consideración especial de Dios (Levítico_51:19; Isaías_57:15).

Que la gente joven empiece la vida aprendiendo el temor del Señor, si aquí desean consuelo verdadero, y felicidad eterna en el más allá. Serán muy felices los que se inician temprano en el servicio de tan buen Amo.
Todos deseamos ser felices. Con seguridad esto debe mirar más allá del mundo presente; porque la vida del hombre en la tierra es de unos pocos días, y llenos de tribulaciones. ¿Qué hombre es el que verá lo bueno de allá donde toda bienaventuranza es perfecta? ¡Ay! Pocos son los que tienen este bien en sus pensamientos.
La fe cristiana  promete lo mejor es la que hace velar sobre el corazón y la lengua. No basta con no herir, debemos estudiar cómo ser útiles y vivir para algún propósito; tenemos que buscar la paz y seguirla; estar dispuestos a negarnos a nosotros mismos en gran medida en aras de la paz.
Costumbre constante de los verdaderos creyentes es clamar a Dios cuando están en dificultades, y su consuelo constante es que Él los oye. Los justos son humillados por el pecado y son poca cosa ante sus propios ojos. Nada es más necesario para la verdadera santidad que el corazón contrito, quebrantado de toda confianza en sí mismo. En ese suelo florecerá toda gracia y nada puede animar más a alguien así, que la gracia rica y libre del evangelio de Jesucristo.
Los justos son puestos bajo la protección especial del Señor, aunque tienen su cuota de cruces en este mundo y hay quienes los odian. De la misericordia del Cielo y de la maldad del infierno, las aflicciones del justo deben ser muchas. Pero cualesquiera sean las tribulaciones que les sobrevengan, no herirán su alma, porque Dios los resguarda para que no pequen cuando están afligidos. Ningún hombre está desolado sino aquel al cual Dios ha abandonado.

Los que están totalmente convencidos de su desgracia y peligro por el pecado, no debieran escatimar costo alguno para obtener su remisión; pero como no pueden dar satisfacción por el pecado, Dios no recibe de ellos ninguna satisfacción, a menos que le expresen su amor y deber.
La buena obra hecha en todo penitente verdadero es un espíritu quebrantado, un corazón contrito y humillado, y pesar por el pecado. Es un corazón tierno y dócil a la palabra de Dios. ¡Oh, que hubiera un corazón así en cada uno de nosotros! Dios se complace por gracia en aceptar esto en lugar de todos los holocaustos y sacrificios. El corazón quebrantado es aceptado por Dios sólo por medio de Jesucristo; no hay verdadero arrepentimiento sin fe en Él. Los hombres desprecian lo que está quebrantado, pero Dios no. Él no lo pasará por alto, no lo rehusará ni lo rechazará; aunque no haga satisfacción para Dios por el mal que se le hizo por el pecado.
Quienes han estado en problemas espirituales saben compadecerse y orar por el prójimo así afligido. David tenía miedo que su pecado ocasionara juicios contra la ciudad y al reino. Ningún temor o problema personal de conciencia puede hacer que el alma, habiendo recibido la gracia, sea indiferente a los intereses de la Iglesia de Dios. Que esto sea el gozo continuo de todos los redimidos, que ellos tengan redención por la sangre de Cristo, el perdón de pecados por las riquezas de su gracia.
Dios quiere un espíritu quebrantado y un corazón contrito. Nunca complaceremos a Dios mediante acciones externas, por muy buenas que sean, si la actitud interna de nuestro corazón no es correcta. ¿Tenemos una actitud de remordimiento por nuestro pecado? ¿Tenemos la intención sincera de apartarnos del pecado? Dios se agrada de esta clase de humildad.
¡Maranatha!

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