} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VOZ DEL PECADOR

lunes, 26 de junio de 2017

LA VOZ DEL PECADOR


Salmo 19:12  ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.

La Palabra de Dios en la Biblia, advierte al impío que no siga su mal camino, y advierte al justo que no se salga de su buen camino. Hay recompensa, no sólo después de obedecer los mandamientos de Dios, sino en obedecerlos. La fe genuina en Cristo endulza nuestro consuelo y aligera nuestras cruces, hace verdaderamente valiosa nuestra vida y verdaderamente deseable la muerte misma.
Aquí tenemos a alguien que ha llegado a estar bajo la influencia de la palabra divina. Es amonestado, “iluminado” y enriquecido a través de la obediencia; convencido de pecado y presto para pedir perdón le son dadas nuevas aspiraciones y anhelo de ser íntegro, “perfecto”, en cada parte e integralmente como un todo: Como la palabra misma  y en particular aceptable a Dios en lo que dice. Si es conocido por la palabra que habla, ¿no hemos de serlo igualmente nosotros? La creación guarda silencio pero nosotros no debemos hacerlo. ¿Cómo se sostendrá tal vida de obediencia? Sólo por medio de restaurar al Señor mismo en su Roca de poder y de veracidad, y en su bondad como Redentor, el pariente más cercano que se hace cargo de todas nuestras necesidades.
David no sólo deseaba ser perdonado y limpiado de los pecados que había descubierto y confesado, sino de los que había olvidado o pasado por alto.
Todas las revelaciones de pecado que nos hace la ley, deben llevarnos a orar ante el trono de la gracia. Su dependencia era la misma que la de todo cristiano que dice: Ciertamente en el Señor Jesús tengo justicia y fuerza. Ninguna oración es aceptable para Dios si no se ofrece en el poder de nuestro Redentor Divino por medio de Aquel que tomó nuestra naturaleza sobre sí mismo, para redimirnos para Dios y restaurar la herencia perdida hace mucho tiempo. Que nuestro corazón sea muy afectado con la excelencia de Palabra de Dios; y muy afectado por la vileza del pecado y el peligro que corremos de y por este.

Muchos cristianos se ven plagados de sentimientos de culpa. Les preocupa la posibilidad de haber pecado inconscientemente, o haber hecho algo bueno pero con intenciones egoístas, o no haber hecho el mejor esfuerzo en alguna tarea, o haber olvidado hacer algo. La culpabilidad puede jugar un papel importante al llevarnos a Cristo y al hacer que nos comportemos apropiadamente, pero no debe debilitarnos ni atemorizarnos. El perdón de Dios es total y completo, aun cuando se trate de pecados inconscientes.
Cuanto más clara nuestra comprensión de la ley, tanto más manifiestos son nuestros pecados. Sin embargo, para los efectos plenos de la ley, necesitamos la gracia divina que nos enseñe nuestras faltas, que nos encamine, que nos refrene de la práctica del pecado y nos liberte de su poder. Así sólo puede ser nuestra conducta sin tacha, y aceptos a Dios nuestras palabras y pensamientos.
El verdadero hijo de Dios escucha correcciones; sabe que no es perfecto. Deja que la Palabra de Dios, usada por el Espíritu Santo, le corrija en sus prácticas cotidianas. Y siempre hay más que aprender en la vida práctica.  La correcta reacción al ver y escuchar las revelaciones de Dios es la introspección personal (Santiago 1:21-25).

  A menudo el cristiano está ciego a sus propias flaquezas. Un uso concienzudo de la Palabra de Dios ayudará a mostrar estos errores. A veces enfatizamos ciertas partes o ciertos temas de la Biblia, pero hacemos caso omiso de otros. Nuestra oración debe ser, con el salmista: ¡Librarme de los que me son ocultos!


¡Maranatha!

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