Hageo 2:18 Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este
día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se
echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón.
Nuestro texto sitúa la acción en el momento
presente, muestra la idea de que el pueblo
ha de reflexionar partiendo de aquellos ya algo lejanos días en que se habían
puesto las primeras piedras. Les quiere decir que, situándose en el pasado,
observen cuántas cosas les han ocurrido por su pecado hasta el presente. Pero
de ahora en adelante las cosas van a cambiar.
Otra vez se cumple la fórmula Reflexionad
desde este día en adelante; desde el día en que colocaron los cimientos (Ezequiel_3:10). Se invita a que reflexionen: si
deciden trabajar Dios les va a dar prosperidad. Se les asegura
bendición cuando decidan abandonar su pereza. Han sido duramente castigados por
Dios, pero su disciplina conducirá finalmente a la bendición. Aunque esa
bendición ya es presente para Dios, las consecuencias de sus pecados pasados
están dejándose sentir todavía. A lo lejos ya se divisan las primeras gotas de
lluvia. Desde ese día Dios los bendecirá. En el granero hay poco grano, y la
época (diciembre) no es la de las cosechas. A pesar de todo, Dios cumplirá lo
prometido: serán de nuevo bendecidos.
El ejemplo dado en este mensaje (dado en
diciembre de 520 a.C.) aclara que la santidad no afecta a otros, pero la
contaminación sí. Ahora que el pueblo estaba comenzando a obedecer a Dios, El
prometió que los bendeciría. Pero necesitaban comprender que las actividades en
el templo no limpiarían su pecado; sólo el arrepentimiento y la obediencia
podían limpiarlo. Si insistimos en albergar malas actitudes y pecados o si
mantenemos relaciones estrechas con gente pecadora, nos contaminaremos. La vida
santa vendrá únicamente cuando seamos facultados por el Espíritu Santo de Dios.
Muchos echaron a perder esta buena obra yendo a
ella con corazones y manos impías, y probablemente no sacaron ventaja de ello.
El resumen de estas dos reglas de la ley es que se aprende más fácilmente de
los demás el pecado que la santidad. La impureza de sus corazones y vidas hará
inmunda a la obra de sus manos y todas sus ofrendas ante Dios.
El pueblo construyó los cimientos del templo e
inmediatamente Dios los bendijo. No esperó hasta que el proyecto fuera
terminado. A menudo, Dios envía su bendición cuando damos nuestros primero
pasos. ¡Él está listo para bendecirnos!
El caso es el mismo nuestro. Cuando estamos
empleados en alguna buena obra debemos vigilarnos, no sea que la hagamos inmunda
con nuestras corrupciones.
Cuando empezamos a tomar conciencia del deber
para con Dios, podemos esperar su bendición y el que es sabio, que entienda la
paciencia del Señor. Dios maldecirá las bendiciones del impío y amargará la
prosperidad del negligente; pero endulzará la copa de aflicción para quienes le
sirven diligentemente.
¡Maranatha!
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