} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL CULTO QUE OFENDE A DIOS

sábado, 3 de junio de 2017

EL CULTO QUE OFENDE A DIOS



Malaquías 1:10-11  ¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o atiende el fuego de mi altar de balde? Yo no recibo contentamiento en vosotros, dijo el SEÑOR de los ejércitos, ni de vuestra mano me será agradable el presente.
   Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, mi Nombre es grande entre los gentiles; y en todo lugar se ofrece a mi Nombre perfume, y presente limpio; porque grande es mi Nombre entre los gentiles, dice el SEÑOR de los ejércitos.
(La Biblia Casiodoro de Reina 1569)

Dios acusó a los sacerdotes de no haberlo honrado y no haber dado buenos ejemplos espirituales al pueblo. El templo había sido reconstruido en el año 516 a.C., y la adoración se llevaba a cabo allí, pero los sacerdotes no adoraban a Dios de manera adecuada. Esdras, el sacerdote, había llevado a cabo un gran avivamiento, pero en los tiempos de Malaquías, muchos años después de la muerte de Esdras, el sacerdocio estaba en decadencia. La adoración a Dios había perdido su vitalidad y se había vuelto más un negocio para los sacerdotes que una adoración sincera. Los sacerdotes, representantes y guías del pueblo, sin darse cuenta demostraban por medio de sus ofrendas y sacrificios la vileza de su vida. En la degradación de sus ofrendas, ellos mostraban qué tan bajo habían llegado. Ellos en realidad eran los “ciegos”, los “cojos” y los “enfermos” (Mateo_23:1-36). ¡Cómo podían entender lo que estaban haciendo! La estrechez y miopía de su propia manera de ver y juzgar no les permitía mirar las cosas desde la perspectiva de Dios.

 La Ley de Dios requería que se sacrificaran animales vivos y sin defectos (Levítico_1:3). Pero estos sacerdotes estaban ofreciendo animales ciegos, cojos y algunos ya muertos. Dios acusó a Israel de deshonrarlo al ofrecer sacrificios imperfectos.
Nuestras vidas deben ser sacrificios vivos a Dios (Romanos_12:1). Si damos a Dios solo el tiempo, el dinero y la energía que nos sobran, repetiremos el mismo pecado de estos adoradores que no querían entregar nada valioso a Dios. Lo que entregamos refleja nuestra verdadera actitud hacia Él.

  El pueblo ofrecía sacrificios impropios a Dios al: (1) pensar solo en lo que les convenía: ser lo más barato posible, (2) ser negligentes: no les importaba lo que ofrecían en sacrificio, y (3) desobedecer totalmente, ofreciendo sacrificios a su manera y no como Dios se los había ordenado. Estos métodos que utilizaban al ofrecer sacrificios mostraban su verdadera actitud hacia Dios. Mejor no ofrecer sacrificios, que ofrecer sacrificios vanos (Isaías_1:11-15). Era el deber de algunos de los sacerdotes estar a las puertas del patio del altar de las ofrendas encendidas, para excluir las víctimas defectuosas. Hasta traían al altar, como ofrenda, lo robado y lo defectuoso.

Las demandas divinas no son, como algunos comentaristas han dicho, una puerta hacia el legalismo y el ritualismo. Son, en realidad, una invitación a la fidelidad a todo nivel de la vida humana. En esta sección Malaquías nos enseña que si no somos fieles en lo menos, no podremos serlo en lo más.
 Como intermediarios entre Dios y el pueblo, los sacerdotes tenían la responsabilidad de reflejar las actitudes de Dios y su carácter. Al aceptar sacrificios impuros, estaba llevando al pueblo a creer que Dios aceptaba esos sacrificios también.
Como cristianos, a menudo estamos en la misma posición de estos sacerdotes debido a que reflejamos a Dios en nuestras familias y con nuestros amigos. ¿Cómo refleja nuestro carácter y actitud la imagen de Dios? Si  aceptamos el pecado a la ligera, estamos siendo como estos sacerdotes de los tiempos de Malaquías.

  Un tema escuchado a lo largo del Antiguo Testamento se reafirma en este libro: "Porque grande es mi nombre entre las naciones". Dios tenía un pueblo escogido, los judíos, a través de los cuales había planeado salvar y bendecir al mundo entero. Puesto que vosotros, sacerdotes y pueblo judío, “despreciáis mi nombre” , yo encontraré a otros que me engrandezcan (Mateo_3:9). No penséis que no tendré adoradores porque no os tenga a vosotros; porque desde el oriente hasta el occidente mi nombre será grande entre las gentes (Isaías_66:19-20), esos mismos pueblos que vosotros despreciáis como abominable.
En la actualidad, Dios todavía quiere salvar y bendecir al mundo por medio de su pueblo, pero ahora su pueblo son todos los que creen en El: judíos y gentiles. Los cristianos son ahora su pueblo escogido, y nuestro sacrificio agradable al Señor es nuestra nueva vida en Cristo (2Co_2:14-15). ¿Estamois a la disposición de Dios para ser utilizados para engrandecer su nombre ante las naciones? Esta misión comienza en nuestra casa y en nuestra comunidad.

  Muchas personas piensan que seguir a Dios debe hacer la vida más fácil o más cómoda. Están buscando a Dios por conveniencia. La verdad es que a menudo se requiere de un trabajo arduo para vivir de acuerdo con los duros requerimientos de Dios, y sólo con el auxilio del Espíritu Santo somos capacitados para lograrlo. Quizá nos llame a vivir en la pobreza o en el sufrimiento. Sin embargo, si el servir a Dios es más importante para nosotros que cualquier otra cosa, todas las cosas a las que renunciemos tienen poca importancia comparadas con lo que obtenemos: vida eterna con Dios. Un culto sacrílego no puede agradar a Dios, sino más bien enojarle
 En este sentido se puede admitir la referencia a la Cena del Señor, sostenida por muchos de los padres; ella, como la oración, es una ofrenda espiritual, aceptada por medio de la ofrenda literal del “Cordero sin tacha,” muerto una vez por todas. En la “mesa” hay referencia al mismo sostén de los sacerdotes; ellos no decían literalmente que la mesa del Señor era despreciable; pero sus actos virtualmente lo decían. No obraban como para guiar al pueblo a la reverencia y a ofrecer lo mejor suyo sobre el altar del Señor. El pueblo estaba pobre, y apartaba para Dios las peores ofrendas. Los sacerdotes permitían que lo hiciesen por temor de ofenderlos y así perder toda ganancia de parte de ellos.

Los que viven en negligente descuido de las santas ordenanzas, los que asisten a ellas sin reverencia, y se van de ellas sin preocupación, dicen en efecto: La mesa de Jehová es despreciable. Ellos despreciaron el nombre de Dios en lo que hicieron. Evidente es que éstos no entendieron el significado de los sacrificios, como sombras del inmaculado Cordero de Dios; ellos reclaman por el gasto, pensando que todo era desperdicio si no les daba ganancia. Si adoramos a Dios con ignorancia y sin entendimiento, ofrecemos animal ciego como sacrificio; si lo hacemos despreocupadamente, si somos fríos, torpes y muertos en esto, llevamos la enferma; si nos apoyamos en el ejercicio corporal y no lo hacemos obra de corazón, llevamos el cojo; y si toleramos que se alojen en nosotros vanos pensamientos y distracciones, llevamos al despedazado. ¿Y esto no es malo? ¿No es una gran afrenta a Dios y un gran mal y lesión para nuestra propia alma? Para la aceptación de nuestras acciones por parte de Dios, no basta hacer lo bueno sólo por hacerlo, sino que debemos hacerlo por un principio bueno, en la manera buena y para un fin bueno. Nuestras constantes misericordias de parte de Dios, empeoran la pereza y tacañería de nuestra respuesta de deber a Dios. Será establecida la adoración espiritual. Se ofrecerá incienso al nombre de Dios, lo que significa oración y alabanza. Y ser una ofrenda pura.
Cuando llegó la hora en que los verdaderos adoradores adorarían al Padre en espíritu y en verdad, entonces se ofrendó el incienso, la ofrenda pura.
Podemos reposar en la misericordia de Dios por el perdón para lo pasado, pero no como indulgencia para el pecado en el futuro. Si hay una mente dispuesta, será aceptada, aunque esté defectuosa pero si hay un engañador dedicando lo mejor suyo a Satanás y a sus lujurias, está bajo maldición. Ahora los hombres profanan el nombre del Señor, aunque en manera diferente, contaminan su mesa, y muestran desprecio por su adoración.


¡Maranatha!

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