1 Pedro 3; 15
sino
santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre
preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la
esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia;
En lugar de
amedrentarnos y conturbarnos, debemos santificar (apartar) a Cristo como Señor
en nuestros corazones. Como Señor, él tiene toda potestad (Mat_28:18;
Efe_1:21-23). ¡Los hombres no tienen esto! Santificamos a Cristo en nuestros
corazones por medio de confiar en sus promesas, en su poder y en su bondad, de
aceptar las pruebas de vida que él permita, y de no temer al hombre.
En un mundo
hostil y suspicaz era inevitable que se llamara al cristiano a defender la fe
que confesaba y la esperanza por la que vivía. Aquí Pedro tiene ciertas cosas
que decir acerca de la defensa cristiana.
Debe ser razonable.
Es un logos que el cristiano debe dar, y un logos es una afirmación razonable e
inteligente de su posición. Un griego culto creía que era la señal de un hombre
inteligente el poder dar y recibir un logos acerca de sus acciones y creencias.
Para hacerlo tenemos que saber lo que creemos;
tenemos que haberlo pensado a fondo; tenemos que ser capaces de exponerlo
inteligente e inteligiblemente. Nuestra fe debe ser un descubrimiento de
primera mano y no una historia de segunda mano. Una de las tragedias de la
situación moderna es que hay muchos miembros de iglesia que, si se les
preguntara lo que creen, no podrían decirlo, y que, si se les preguntara por
qué lo creen, estarían igualmente en blanco. El cristiano tiene que pasar la
labor mental y espiritual de pensar a fondo su fe para poder decir lo que cree
y por qué.
Debe hacer su defensa con cortesía. Hay
muchas personas que exponen sus creencias con una especie de beligerancia arrogante.
Su actitud es que el que no esté de acuerdo con ellos, o es tonto o es un
canalla, y tratan de hacerles tragar sus creencias a los demás. La defensa del
Cristianismo debe presentarse con simpatía y con amor, y con esa sabia
tolerancia que se da cuenta de que no se le concede a nadie poseer la verdad
total. Se puede introducir a otros en la
fe cristiana con amabilidad, pero no a lo bestia.
Debe
hacer su defensa con reverencia. Es decir: cualquier
argumento en el que esté implicado el cristiano debe llevarlo a cabo en un tono
que Dios se pueda complacer de escuchar. No hay debates tan belicosos como los
teológicos; no hay diferencias que causen tanta amargura como las diferencias
religiosas. En cualquier presentación del Cristianismo y en cualquier argumento
en defensa de la fe cristiana no debe faltar el acento del amor.
Colosenses
1; 23
si
en verdad permanecéis en la fe bien cimentados y constantes, sin moveros de la
esperanza del evangelio que habéis oído, que fue proclamado a toda la creación
debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho ministro.
Pablo exhorta a los colosenses pues había
mucho peligro de que algunos de ellos se dejaran llevar por "la filosofía
y huecas sutilezas" de los falsos maestros gnósticos.
Hechos
capítulos 13-28; Rom_10:18; Mat_24:14 dice que el evangelio había de ser
predicado "a todas las naciones" antes del "fin" (la
destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.). El evangelio fue predicado en toda
la creación en el primer siglo antes del año 63 d.C. (cuando esta carta fue
escrita) sin las muchas ventajas que tenemos ahora: p. ej., medios de
comunicación excelentes, tales como el teléfono, el telégrafo, la radio, la
televisión, la computadora, como también medios excelentes de transportación,
tales como el automóvil (y autopistas), el avión, y hasta el vehículo espacial.
¿Cómo se explica la evangelización del mundo en el primer siglo? La respuesta
es fácil: los cristianos tenían celo de Dios, eran fervientes en espíritu, y
amaban las almas perdidas. "Pero los que fueron esparcidos iban por todas
partes anunciando el evangelio" (Hch_8:4); hoy en día los cristianos
viajan mucho, van "por todas partes", pero ¿para anunciar el
evangelio? o ¿solamente para visitar otros pueblos, estados y países para
pasearse y divertirse?
Col_1:23 y Rom_10:18 declaran que el
evangelio fue predicado a todas las naciones en el primer siglo y para cumplir
esta tarea ni los apóstoles ni los otros evangelistas establecieron
"iglesias patrocinadoras" u otras sociedades misioneras. La iglesia
de Cristo es la única organización establecida por la sabiduría divina para
evangelizar al mundo. Todas las demás han sido establecidas por la sabiduría
humana.
En la doctrina
de la fe que habían recibido y abrazado; y en la gracia de la fe, y el
ejercicio de la misma que se implantó en ellos; y en la profesión de fe que
habían hecho: no es que la virtud y la eficacia de la sangre, los sufrimientos
y la muerte de Cristo, y la reconciliación de sus personas con Dios de ese
modo, dependieran de su fe y permanecieran en ella; pero que la fe y la
continuidad en ella eran medios necesarios para su presentación en una santidad
y justicia sin mancha; porque si no tenían fe, o no permanecían en ella o si la
buena obra de la gracia no se realizaba en sus almas, y eso se realizaba hasta
el día de Cristo, no podían ser presentados santos y sin culpa: esto demuestra
la necesidad de la perseverancia final de los santos en la fe y la santidad, y
se menciona con este punto de vista, para ponerlos en una preocupación al
respecto, y hacer uso de todos los medios, bajo la gracia divina, para
disfrutarlo; y nada podría inclinarse y moverse más fuertemente hacia ella, que
el efecto bendito de la muerte de Cristo, la reconciliación y su final, para
presentar a los reconciliados sin culpa; para lo cual es necesario, deben
mantenerse hasta el final: de ahí que la versión etíope lea las palabras, no
como una condición, sino como una exhortación impuesta por lo que viene antes;
"por tanto, estad en la fe", se deduce, no como condición, sino como
una exhortación impuesta por lo que viene antes; "por tanto, estad en la
fe", se deduce, no como condición, sino como una exhortación impuesta por
lo que viene antes; "por tanto, estad en la fe", se deduce, no en el fundamento arenoso de la propia
justicia del hombre, y la paz hecha por sus propias actuaciones; pero sobre la
base y la roca, Cristo, contra la cual no pueden prevalecer las puertas del
infierno; y así nunca caerá, finalmente y totalmente, siendo arraigado y
edificado en él, y establecido en la fe de él, en las doctrinas de la fe,
respetando la paz por su sangre, la justificación por su justicia y la vida por
su muerte; y así continuamos firmes e inamovibles, siempre abundando en su
trabajo: la esperanza de la vida eterna y la felicidad, que
se nos presenta en el Evangelio; que proporciona una buena y sólida base y
fundamento de, en la persona, la sangre y la justicia de Cristo; y es el medio
instrumental, en la mano del Espíritu, de engendrarlo y de alentarlo e
incrementarlo: la ley no da esperanzas de vida eterna a un pobre pecador; hace
ira y ministra la muerte; no hay nada más que una búsqueda temerosa de juicio
por ella; pero el Evangelio anima a esperar en el Señor, desde la consideración
de la rica misericordia y la abundante redención en él; y esta esperanza del
Evangelio es un ancla del alma, segura y firme, y no debe dejarse ir; esta
confianza y regocijo de la esperanza es mantenerse firme hasta el final
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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