Salmo 119: 105
Lámpara
es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.
Este versículo le muestra al hombre cuál es
su deber, tanto para con Dios como para el hombre; por ello es el conocimiento
del pecado: esto informa lo que la justicia que es Dios requiere de los
hombres; a la luz de esto, un hombre ve su propia deformidad y debilidades, la
imperfección de su obediencia, y que necesita una justicia mejor que la suya
para justificarlo ante los ojos de Dios; es una regla de caminar y conversar;
Dirige qué hacer y cómo caminar. La parte del evangelio de la palabra es una
luz grande y gloriosa; por el cual los hombres llegan a tener algún
conocimiento de Dios en Cristo, de un Dios misericordioso; de Cristo, su
persona, oficios y gracia; de justicia, salvación y vida eterna por él; y
enseña a los hombres a vivir sobria, justa y piadosamente. Toda la Escritura es
una luz que brilla en un lugar oscuro; una lámpara o antorcha para ser llevada
en la mano de un creyente, mientras pasa a través de este mundo oscuro; y está
en el estado presente de imperfección, en el que ve las cosas de manera oscura.
Este es el estándar de la fe y la práctica; a la luz de esta lámpara se puede
discernir la diferencia entre la doctrina verdadera y la falsa; el error y la
inmoralidad pueden ser reprendidos y manifestados; se señala el camino de la
verdad y la piedad, en el cual un hombre debe caminar; y por medio de él puede
ver y evitar los escollos en su camino, y escapar cayendo en pozos y zanjas; Es
una buena luz para caminar y trabajar.
Juan
8; 12
Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Cuando Jesús se presentó como la luz del
mundo, los escribas y fariseos reaccionaron con hostilidad. Aquel título les
sonaría aún más sorprendente a ellos que a nosotros. A ellos les parecería, y
lo era en realidad, que Jesús se presentaba como el Mesías; más aún: como el
que iba a hacer lo que sólo Dios podía hacer. La palabra luz estaba
especialmente asociada con Dios en el pensamiento y lenguaje judío. "El
Señor es mi luz» (Sal_27:1 ). «El Señor te será por luz perpetua» (Isa_60:19 ).
«A Cuya luz yo caminaba en la oscuridad» (Job_29:3 ). «Aunque more en
tinieblas, el Señor será mi luz" (Miq_7:8 ). Los rabinos afirmaban que uno
de los nombres del esperado Mesías era Luz. Cuando Jesús se presentó como la
luz del mundo estaba diciendo de sí mismo lo más elevado que se podía decir.
(i) Primero, los
judíos insistieron en que una afirmación como la que había hecho Jesús no se
podía aceptar como válida porque carecía de los testigos necesarios. Estaba
respaldada, según su punto de vista, exclusivamente por su propia palabra; y
según la ley judía, cualquier afirmación tenía que apoyarse en el testimonio de
dos o tres testigos por lo menos para ser conforme a ley. "No se tomará en
cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier
pecado en relación con cualquier ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos
o tres testigos se mantendrá la acusación» (Deu_19:15 ).
«Por dicho de
dos o de tres testigos morirá el que hubiere de morir; no morirá por el dicho
de un solo testigo» (Deu_17:6 ). "Un solo testigo no hará fe contra una
persona para que muera» (Num_35:30 ). La respuesta de Jesús era doble.
Primero,
contestó que su propio testimonio era suficiente. Era tan consciente de su
autoridad que no le hacía falta otro testigo. Esto no era orgullo ni
autosuficiencia, sino simplemente el ejemplo supremo de la clase de cosa que
sucede todos los días. Un gran cirujano confía en su propio diagnóstico, y no
necesita a nadie que se lo confirme; su testimonio es su propia carrera. Un
gran abogado o juez está seguro de su propia interpretación y aplicación de la
ley. No es que estén orgullosos de sus conocimientos, sino simplemente que
saben lo que saben. Jesús estaba tan seguro de su identificación con Dios que
no necesitaba de ninguna autoridad que la respaldara.
Segundo, Jesús
dijo que de hecho sí tenía un segundo testigo, y ese segundo Testigo era Dios.
¿Cómo da Dios testimonio de la suprema autoridad de Jesús? (a) El testimonio de
Dios está en las palabras de Jesús. Nadie podría hablar con tal sabiduría a
menos que Dios le hubiera dado conocimiento. (b) El testimonio de Dios está en
las obras de Jesús. Nadie podría hacer tales cosas a menos que Dios estuviera
obrando en Él. (c) El testimonio de Dios es el efecto que Jesús causa en las
personas. Obra cambios en ellas que es indudable que están más allá de las
posibilidades humanas. El mismo hecho de que Jesús puede hacer que las personas
malas se vuelvan buenas es la prueba de un poder que no es simplemente humano,
sino divino. (d) El testimonio de Dios está en la reacción de la gente a Jesús.
Siempre y dondequiera que Jesús Se ha presentado plenamente, siempre y
dondequiera que se ha predicado la Cruz en toda su grandeza y esplendor, ha
habido una respuesta inmediata y arrolladora en los corazones. Esa respuesta es
el Espíritu Santo de Dios obrando y testificando en los corazones de las
personas. Es Dios en nuestros corazones Quien nos permite ver a Dios en Jesús.
Jesús contestó
así a las objeciones de los escribas y fariseos de que Sus palabras no se
podían aceptar por falta de testimonio. De hecho, tenían el respaldo de un
doble testimonio: Su propia consciencia de autoridad, y la de Dios.
(ii) Segundo,
Jesús confirma Su derecho a juzgar. Su venida al mundo no fue primariamente
para juzgar, sino por amor. Al mismo tiempo, la reacción de cada persona a
Jesús es en sí su juicio: si no ve nada extraordinario en Él, se condena a sí
misma. Aquí traza Jesús un contraste entre dos clases de juicio.
(a) Hay un
juicio que se basa en el conocimiento humano o en niveles humanos, y que nunca
ve más allá de las apariencias. Ese era el de los escribas y fariseos; y, en
último análisis, así son los juicios humanos, porque no podemos ver debajo de
la superficie de las cosas.
(b) Hay un
juicio que se basa en un conocimiento total de los Hechos y de las
circunstancias, y ése pertenece sólo a Dios. Jesús afirmaba que los juicios que
El hacía no eran meramente humanos, sino divinos, porque El era Uno con Dios.
Ahí radican tanto un consuelo como una advertencia. Sólo Jesús conoce todos los
Hechos. Eso Le hace más misericordioso que nadie; pero también Le permite ver
los pecados que están ocultos a los ojos humanos. El juicio de Jesús es
perfecto porque lo hace con un conocimiento que sólo tiene Dios.
(iii) Por
último, Jesús les dijo abiertamente a los escribas y fariseos que no tenían
verdadero conocimiento de Dios. El hecho de que no reconocieran lo que y Quién
era Él era la prueba de que no conocían a Dios. La tragedia era que toda la
Historia de Israel había sido diseñada para que los judíos reconocieran al Hijo
de Dios cuando viniera; pero los escribas y fariseos estaban tan enredados en
sus propias ideas, tan involucrados en sus propios proyectos, tan seguros de
que su concepción de la religión era la única correcta, que se habían vuelto
ciegos para Dios.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario