Juan
16; 33
Estas
cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación;
pero confiad, yo he vencido al mundo.
"Es
significativo que el Señor no dijo, 'habéis vencido al mundo; por eso, la paz
es vuestra'; esta bendita promesa era suya porque Él lo hizo". Es notable
observar que en esta hora tan oscura Cristo hablara de la paz. Él sabía
exactamente lo que iba a suceder esa noche y el día siguiente, pero se
preocupaba por la paz de sus discípulos, la paz que se hizo posible
objetivamente por medio de su sacrificio en la cruz (Efe_2:14, "él es
nuestra paz"), y subjetivamente por el consuelo que tendrían estando en
plena comunión con Cristo. Por causa de esa paz los apóstoles, después de ser
azotados, "salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido
tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre" (Hch_5:41).
Por causa de esa paz "a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos
a Dios" en el calabozo de más adentro de la cárcel de Filipos (Hch_16:25).
¿Por qué dice Cristo, "yo he
vencido al mundo" cuando en realidad lo haría al morir en la cruz? Otra
vez habla proféticamente; el cumplimiento de esta palabra era completamente
seguro. Tenemos paz porque sabemos que Cristo ha vencido al mundo, que está
sobre su trono en el cielo, y que por medio de El nosotros también somos más
que vencedores (Rom_8:37; 1Jn_5:4).
Si Cristo quería consolar y animar a
los apóstoles, ¿por qué les dijo con toda franqueza que Él sabía que lo iban a
desamparar? "Quiere indicar lo siguiente: si Jesús no hubiera predicho la
debilidad de los discípulos, cuando éstos percibieran más tarde cómo le habían
fallado y abandonado podrían haber caído en la desesperación más total y
absoluta. Sin embargo, se lo advirtió antes de que sucediera. Es como si
hubiera dicho: 'Sé lo que sucederá; se lo digo ahora, no deben pensar que su
infidelidad me produjo alguna sorpresa. Sabía que sucedería y eso no cambia en
absoluto el amor que siento hacia ustedes. Cuando piensen en ello más adelante,
no desesperen'".
Filipenses
4; 4-6
Regocijaos
en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!
Vuestra
bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
Por
nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con
acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios.
El cristiano,
como lo veía Pablo, sabe que hay algo por encima de la justicia. Cuando Le
trajeron a Jesús a la mujer que había sido sorprendida en adulterio, Jesús
podía haber aplicado la letra de la Ley según la cual debía ser lapidada; pero
El fue más allá de la justicia. En estricta justicia, ninguno de nosotros
merece nada más que la condenación de Dios; pero Él va más allá de la justicia.
Pablo establece que el cristiano en sus relaciones personales con sus
semejantes debe mostrar que sabe cuándo insistir en la justicia y cuándo
recordar que hay algo mejor más allá de la justicia.
¿Por qué hemos
de ser así? ¿Por qué hemos de tener en nuestra vida ese gozo y esa amable
gentileza? Porque, dice Pablo, el Señor está cerca. Si esperamos la venida
triunfal de Cristo, no podemos perder nunca la esperanza ni el gozo. Si
recordamos que la vida es corta, no insistiremos en aplicar la estricta
justicia que tantas veces divide a las personas, sino querremos tratarlas con
amor, como esperamos que Dios nos trate. La justicia es humana, pero epiefeia
es divina.
Para los
Filipenses, la vida no podía por menos de ser preocupante. Hasta el ser un ser
humano, y por lo tanto vulnerable a todos los azares y avatares de esta vida
mortal es ya en sí una situación preocupante; y en la Iglesia primitiva, a las
preocupaciones normales de la condición humana se añadía la preocupación de ser
cristiano, lo que suponía llevar la vida en la mano. La solución de Pablo era
la oración. Como dice M. R. Vincent: «La paz es el fruto de la oración
creyente.» En este pasaje está comprimida toda una filosofía de la oración.
(i) Pablo
insiste en que podemos llevar absolutamente-todo a Dios en oración. Como se ha
dicho hermosamente: «No hay nada demasiado grande para el poder de Dios; ni
nada demasiado pequeño para Su cuidado paternal.» Un niño puede llevarle todo a
su padre o madre, seguro de que sea lo que sea lo que le suceda encontrará
interés: sus pequeños triunfos o desilusiones, sus heridas o cortes pasajeros;
de la misma manera podemos nosotros llevarle nuestras cosas a Dios, seguros de
Su interés y ayuda.
(ii) Podemos
presentarle nuestras oraciones, nuestras súplicas y nuestras peticiones a Dios;
podemos orar por nosotros mismos. Podemos pedirle perdón por el pasado, podemos
pedirle las cosas que necesitamos en el presente, y la ayuda y dirección para
el futuro. Podemos llevar nuestro pasado y presente y futuro a la presencia de
Dios. Podemos orar por otros. Podemos encomendar al cuidado de Dios a los que
tenemos cerca y lejos que están en el ámbito de nuestra memoria y de nuestro
corazón.
(iii) Pablo
establece que «la acción de gracias debe ser el acompañamiento universal de la
oración.» El cristiano debe tener el sentimiento, como ha dicho alguien, de que
toda su vida está, como si dijéramos, suspendida entre bendiciones pasadas y
presentes.» Todas las oraciones deben incluir, sin duda, el dar gracias por el
gran privilegio de la misma oración. Pablo insiste en que debemos dar gracias
en todo, en el dolor y en la alegría igualmente. Esto implica dos cosas:
gratitud, y perfecta sumisión a la voluntad de Dios. Sólo cuando estamos
totalmente convencidos de que Dios hace todas las cosas bien y para bien
podemos realmente sentir hacia Él la perfecta gratitud que demanda la oración
creyente.
Cuando oramos,
debemos siempre recordar tres cosas. Debemos recordar el amor de Dios, que
siempre desea sólo lo mejor para nosotros. Debemos recordar la sabiduría de
Dios, Que es el único que sabe lo que es mejor para nosotros. Debemos recordar
el poder de Dios, Que es el único que puede hacer que suceda lo que es mejor
para nosotros. El que ore con una confianza perfecta en el amor, la sabiduría y
el poder de Dios encontrará la paz de Dios.
El resultado de
la oración creyente es que la paz de Dios será el centinela que guarde nuestros
corazones. La palabra que usa Pablo (frurein) es el término militar para montar
la guardia. Esa paz de Dios, dice Pablo, como dice la ReinaValera, sobrepasa
todo entendimiento. Eso no quiere decir que sea tan misteriosa que la mente
humana no la pueda entender, aunque eso también es cierto. Quiere decir que la
paz de Dios es tan preciosa que la mente humana, con toda su habilidad y
conocimiento, nunca la puede producir; no es algo que uno se puede ingeniar; es
exclusivamente un don de Dios. El camino a la paz consiste en confiarnos a
nosotros mismos y todo lo que nos es querido en las amorosas manos de Dios.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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