} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 11 Marzo: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

domingo, 11 de marzo de 2018

11 Marzo: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



  Efesios 2; 8-9
Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios;
   no por obras, para que nadie se gloríe.

La fuente, la base, de la salvación es Dios, no los hombres. Dios provee la salvación, cosa que el hombre no puede hacer, porque no puede proveerse un salvador (no puede morir por sus propios pecados). Ninguna filosofía, ningún código de preceptos morales, ninguna ley humana puede efectuar nuestra salvación.
Aun la ley de Moisés, aunque era de Dios, no podía salvar al hombre, porque "la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados" (Heb_10:4). "Porque la ley... nunca puede... hacer perfectos a los que se acercan" (Heb_10:1). Mucho menos puede la ley de Moisés salvar ahora, ya que fue abrogada (Col_2:14; Heb_7:12; Heb_10:9). La gracia de Dios, revelada en el evangelio de Jesús, es la única esperanza del hombre.
Si la palabra "fe" se usa en sentido objetivo, se refiere al evangelio, como en Gál_3:25; Jud_1:3, etc. Si se usa en sentido subjetivo, se refiere a nuestra fe en su forma comprensiva; es decir, la obediencia al evangelio.
"Esto", este asunto (la salvación por gracia) es don de Dios, un regalo de Dios; no es algo originado por el hombre.
          
Las buenas obras no pueden ganarnos nunca la salvación; pero habría algo que no funcionaría como es debido en nuestro cristianismo si la salvación no se manifestara en buenas obras. Como decía Lutero, recibimos la salvación por la fe sin aportar obras; pero la fe que salva va siempre seguida de obras. No es que nuestras buenas obras dejen a Dios en deuda con nosotros, y Le obliguen a concedernos la salvación; la verdad es más bien que el amor de Dios nos mueve a tratar de corresponder toda nuestra vida a ese amor esforzándonos por ser dignos de él.

Romanos 3; 28
Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley

Si el camino a Dios es el de la fe y la aceptación, queda descartada toda presunción por méritos humanos. Había cierto tipo de religiosidad judía que pretendía llevar una cuenta de debe y haber con Dios, y el que la llevaba -naturalmente, el hombre- llegaba al convencimiento de que Dios estaba en deuda con él. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a estar en paz con Dios; por tanto, no hay la menor base para estar satisfecho o presumir de ningún mérito propio. Y después de conocer a Cristo, «todo lo bueno que haya podido hacer no he sido yo sino la Gracia de Dios obrando en mí» (1Co_15:10).

  Pablo no comparaba el acto mental de creer en Cristo con actos de obediencia a doctrinas humanas. Comparaba la justificación por el evangelio (“la ley de la fe”) con la justificación por la ley

Cuando uno obedece al evangelio (2Ts_1:8; 1Pe_1:22), está siendo justificado “por fe”, y no por “las obras de la ley.” Para ser justificado por las obras de la ley, tendría que ser persona absolutamente sin culpa y por consecuencia totalmente justa, por haber guardado (obrado) la ley. Somos salvos por el evangelio, pero este evangelio es condicional (Mar_16:15-16). El hombre pecador, que no puede justificarse por ley (ya la infringió repetidas veces), obedece al evangelio por fe (cree, se arrepiente, confiesa su fe, y es bautizado), y Dios le perdona o justifica. Es “justificado por fe” y no por “las obras de la ley” (que significa la inocencia o justificación de uno por haber obrado perfectamente según la ley dice).
         Este es el uso de Pablo de los términos “la fe” y “las obras de ley,” e ignorar este uso y dar otra aplicación es llegar a conclusiones falsas (doctrinas humanas)

Comparemos esto con lo que pasa en el nivel humano. Muchas personas se enfrentan con la tentación de hacer algo que no está bien; y no lo hacen, no porque tienen miedo a las consecuencias legales -una multa, o la cárcel-,sino porque no podrían enfrentarse con el dolor o la tristeza en los ojos de algún ser querido o varios. No es la ley del temor, sino la ley del amor la que les ha evitado dar el mal paso.
Esa debe ser nuestra actitud con Dios. Hemos sido liberados de la esclavitud de la ley del miedo, pero eso no justifica el que vivamos de cualquier manera. Ya no podemos hacer las cosas buscando sólo nuestro gusto e interés material, porque lo que ahora nos mueve a la bondad es la ley del amor, a la que nos sentimos más obligados que antes a la ley del miedo.

¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!


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