Salmo 40; 1-2
Para el director del coro. Salmo de
David. Al SEÑOR esperé pacientemente, y El se inclinó a mí y oyó mi clamor.
Me
sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una
roca y afirmó mis pasos.
Esperar
la ayuda de Dios no es fácil, sin embargo David recibió cuatro beneficios por
hacerlo: Dios lo sacó de la
desesperación, colocó sus pies sobre
peña, enderezó sus pasos, y puso un cántico nuevo de alabanza en su
boca. A menudo las bendiciones no pueden recibirse a menos que pasemos por la
prueba de la espera.
Las
dudas y los temores sobre el estado eterno son un pozo horrible y lodo
cenagoso, y eso han sido para muchos amados hijos de Dios. Hay suficiente poder
en Dios para ayudar al más débil y suficiente gracia para ayudar al más indigno
de todos los que confían en Él. El salmista esperó pacientemente; siguió
creyendo, esperando y orando. Esto es aplicable a Cristo. Su agonía en el
huerto y en la cruz fue un pozo de desesperación y lodo cenagoso. Pero quienes
esperamos pacientemente a Dios, no esperamos en en vano.
Los
que hemos estado en depresión, y por la gracia de Dios hemos sido librados, podemos
aplicarnos el versículo 2 con mucho sentimiento; hemos sido sacados de un pozo
de desesperación. Cristo es la única Roca sobre la cual la pobre alma puede
estar firme. Donde Dios ha dado una esperanza sólida, quiere ver un andar y una
conducta regular y constante.
Dios
llenó con gozo y paz al salmista cuando creyó. Hay multitudes que por fe han
contemplado los sufrimientos y la gloria de Cristo, y han aprendido a temer la
justicia, y a confiar en la misericordia de Dios por medio de Él. Muchos son
los beneficios con que nos carga diariamente la providencia y la gracia de
Dios.
¡Maranata!
¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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