Lucas 10; 36-37
¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que
cayó en manos de los
salteadores?
Y él dijo: El que tuvo
misericordia de él. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.
Jesús permite que el intérprete
de la ley conteste su propia pregunta y de esa manera juzgarse a sí mismo.
El intérprete de la ley no quería ni siquiera
pronunciar la palabra “samaritano”. Prefirió decir “el que”. Los samaritanos le
habían dado a Jesús causa para pensar mal de ellos, pero El no compartió el
prejuicio racial de los judíos.
Aunque
el intérprete de la ley no quería decir, “el samaritano”, no podía menos que
contestar correctamente la pregunta y de esa manera fue obligado a reconocer
que un samaritano, tan odiado por los judíos, había mostrado la bondad que la
ley demandaba, mientras que un sacerdote y un levita la habían negado a otro de
su propia nación.
Si
Jesús hubiera contestado su pregunta directamente, diciendo “Todo necesitado -
aunque sea samaritano - es su prójimo”, el intérprete de la ley se habría
disgustado mucho, pero ¿qué podría contestar cuando Jesús le propuso esta
pregunta?
No debería simplemente discutir la ley; más bien, debería practicarla. Este mandamiento es para nosotros también (Mat_5:44-48; Mat_7:21-27). Requiere el vencimiento de
todo prejuicio. Requiere la abnegación de sí. Requiere servicio personal y aun sacrificial. 1Jn_3:18.
Esta
parábola no enseña que los
inconversos que son muy humanitarios son superiores a los religiosos que no
practican la caridad. Esto no es el punto de esta parábola. Jesús no está
enseñando que los humanitarios heredarán la vida eterna. La respuesta de la
pregunta ya fue dada antes de hablar del buen samaritano; es decir, el
intérprete de la ley la contestó diciendo, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a
tu prójimo como a ti mismo”. La persona que ama a Dios con todo tu corazón,
etc., guarda sus mandamientos (Jn_14:15; Jn_14:23-24).
Los únicos que serán salvos serán los que hacen la voluntad de Dios (Mat_7:21; Mat_12:50).
Desde
luego, los que profesan ser cristianos y no son como el buen samaritano, sino
que imitan al sacerdote y al levita, no serán salvos, pero el punto es que el
humanitario que depende de sus obras
caritativas tampoco será salvo.
Es
interesante notar que muchos hospitales se identifican como “Hospital el Buen
Samaritano”. Se puede decir que esta parábola ha edificado muchos hospitales y
muchas clínicas. Ha promovido toda clase de obras caritativas.
En
esta parábola observamos diferentes actitudes o filosofías de vida. La actitud
de los bandidos se expresa así: “lo que es tuyo es mío y con fuerza te lo voy a
quitar”. Esta es la regla de hierro. La actitud del sacerdote y del levita es:
me quedaré con lo mío. Pero la actitud correcta, la que Jesús enseña y que es
ejemplificada por el buen samaritana es lo siguiente: “lo que es mío es tuyo, y
con toda bondad te lo doy.” Esta es la regla de oro.
¡Maranata! ¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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