1
Corintios 10; 13
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los
hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá
de lo que podéis soportar, sino
que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis
resistirla.
Pablo
sigue dirigiéndose en particular a aquellos corintios que se gloriaban en su
conocimiento pero que a la vez se descuidaban de sus deberes hacia hermanos débiles
frente a la tentación de continuar en actividades sociales que involucraban el
comer cosas sacrificadas a ídolos. Pablo advierte solemnemente contra la
autosuficiencia en torno a la propia moralidad y continúa con un mensaje de
aliento. Esa tentación se había apoderado de ellos, pero dice
Pablo que no tiene fuerza invencible, pues es “humana”, o relativamente débil.
Toda
tentación a pecar es en realidad débil como el hombre, y por eso ¡se puede
vencer!
Como
Dios es más fuerte que el hombre, claro es que él puede cuidar de que la
tentación no sea superior a las fuerzas del hombre.
El caso de Job ilustra el punto: Dios
permitió que Satanás tentara a Job, pero le puso límites a lo que podría hacer
(Job_1:12).
La fidelidad de Dios asegura al cristiano,
no la “imposibilidad de apostasía sino la imposibilidad de que Satanás le
tiente más allá del poder del individuo para resistir la tentación. ¡Dios tiene
cuidado de todo individuo! Obviamente, si el individuo no hace lo que tiene
poder para hacer (que es resistir la tentación), no es culpa de Dios. Satanás
tienta pero Dios da la salida. El cristiano, pues, no tiene excusa si no vence
a la tentación. “Poder soportar (hupophero)” significa “llevar bajo” (una
carga). La carga está por encima, pero la persona siempre marcha adelante, no
vencida por ella. Stg_1:2-4; Stg_1:12.
Algunos evangelistas argumentan que si
el cristiano puede pecar y ser perdido eternamente, entonces se sigue que Dios
no es fiel. ¿Será así? Si el cristiano no toma la salida para poder soportar la
tentación, él es el infiel, y no Dios. Dios le dio la salida, pero él no la
tomó. No creamos una doctrina que inculpe a Dios cuando el hombre falle. El
escudo para protegernos contra los dardos de fuego del maligno es la fe (Efe_6:16), y al hombre, no a Dios, le toca creer (Heb_3:12). El diablo es resistido solamente por la fe
del cristiano (Stg_4:7; 1Pe_5:9). El huye del
fiel.
Dios no nos tienta, sino Satanás (Stg_1:13; Mat_4:1; Mat_4:3). Dios es quien nos libra
del mal (Mat_6:13). Judas
Iscariote no utilizó la salida, pero Pedro, sí.
En
una cultura llena de depravación moral y presiones, podíamos parafrasear lo que
Pablo dijo a los corintios palabras de aliento firmes acerca de la tentación.
Dijo:
(1) deseos
errados y tentaciones son comunes a todos, de manera que no piense que le
sucede sólo a usted,
(2) otros han
resistido las tentaciones y usted también lo puede hacer,
(3) toda
tentación puede ser resistida porque Dios le ayudará a que así sea.
Dios nos ayuda a
resistir la tentación ayudándonos a:
(1) reconocer a
aquellas personas y situaciones que nos originan problemas,
(2) apartarnos de todo aquello que sabemos que
es erróneo,
(3) escoger sólo
lo que es correcto,
(4) orar
pidiendo la ayuda de Dios,
y (5) buscar la
compañía de aquellos que aman a Dios y que serán de ayuda en tiempos de
tentación.
Aunque
Dios suele probar a los suyos para refinarlos, nunca lo hace con el fin de que
su pueblo caiga. No es así con Satanás; este tienta con el fin de destruir.
Dios prueba para que el creyente crezca. En este texto el Apóstol aclara que
las tentaciones que vienen son propias del ambiente en el cual vivían los
corintios. Dios no permitiría que esas tentaciones rebasaran los límites de la
resistencia de sus fieles. El problema en Corinto era que algunos de los
creyentes adrede se ponían en el camino de las tentaciones de la idolatría, y
por ende se arriesgaban a una caída.
Lamentaciones 3; 22
antes
bien, si aflige, también se compadecerá según su gran misericordia.
A
pesar del sufrimiento hay una clara visión sobre la naturaleza de Dios:
1)
El Señor no desecha para siempre;
2)
se compadece;
3)
no aflige . . . voluntariamente.
Habiendo
expresado su angustia y tentación, el profeta muestra cómo fue levantado por
encima de ellas. Malas como son las cosas se debe a la misericordia del Señor
que no sean peores. Debemos observar lo que hace por nosotros y en qué está
contra nosotros. Las misericordias de Dios no fallan; de esto tenemos ejemplos
frescos cada mañana. Las porciones de la tierra son cosas perecederas, pero
Dios es porción eterna.
Nuestro
deber es, y será nuestro consuelo y satisfacción, tener esperanza y esperar en
silencio la salvación del Señor. Las aflicciones obran y obrarán mucho para el
bien: muchos han hallado bueno haber llevado este yugo en su juventud; ha hecho
humildes y serios a muchos y los ha destetado del mundo, porque, de lo
contrario, hubieran sido orgullosos e ingobernables. Si la tribulación produce
paciencia, la paciencia, prueba y la prueba, esperanza; la esperanza no
avergüenza. Pensamientos adecuados del mal del pecado y de nuestra propia
pecaminosidad, nos convencerán que es por la misericordia de Jehová que no
hemos sido consumidos. Si no podemos decir con voz que no titubee: El Señor es
mi porción, ¿puede que no digamos, deseo tenerlo a Él como mi porción y
salvación y en su palabra tengo esperanza? Felices seremos si aprendemos a
recibir la aflicción como que viene de la mano de Dios.
¡Maranata!
¡Ve pronto mi Señor Jesús!
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