Lucas 23; 46
Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, EN TUS MANOS
ENCOMIENDO MI ESPIRITU. Y habiendo dicho esto, expiró.
De esta manera Jesús puso “su vida en
expiación por el pecado” (Isa_53:10). En esos
momentos El dio “su vida en rescate por muchos” (Mat_20:28).
En esos momentos “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por
cuya herida fuisteis sanados” (1Pe_2:24; Isa_53:5).
Las palabras de Jesús están tomadas del Psa_31:5, una plegaria de confianza en Dios que se
enseñaba a los niños judíos. Jesús hizo aún más tierna la oración confiada
añadiéndole la palabra Padre. Aun
en la cruz, la muerte era para Jesús como el quedarse dormido en los brazos de
su Padre.
Algunos dicen que Jesús tuvo dos
espíritus (Espíritu divino y también espíritu humano), pero este concepto es
erróneo. ¿Por qué necesitaría un espíritu humano? Debido a la estrecha identidad
y afinidad entre Dios y el espíritu del hombre, no era nada difícil que Cristo
desempeñara el papel humano. Cristo es el Creador (Jn_1:3)
del espíritu humano; ¿le sería difícil, pues, hacer el papel de ese espíritu
que El mismo creó? Claro que no. Es cierto que este es un tema muy profundo que
la mente finita no tiene que comprender a fondo, pero lo importante es que
todos crean en la encarnación
de Cristo y que no salgan con teorías y especulaciones humanas.
"Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí" (Mat_11:6).
Jn_10:17-18, “Por eso me
ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la
quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo
poder para volverla a tomar”. Se acabó el sufrimiento. Ya no habría más azotes.
No volverían a escupirle. En lugar de llevar una corona de espinas ahora
llevaría la corona de Rey de reyes. Ya se acabó la humillación y pronto
vendría la exaltación (Flp_2:8-11).
Juan
19; 30
Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: ¡Consumado
es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
La expresión consumado
es traduce la palabra tetelestai que significa "llevado a su
fin completo y perfecto". El propósito divino de su venida al mundo fue
perfecta y completamente llevado a cabo. Esto es de mucho consuelo para todo el
mundo, porque la muerte de Cristo pagó el precio de nuestra redención (Hch_20:28; Efe_5:25-27; 1Pe_1:18-19).
Al morir en la cruz Cristo destruyó
"al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" para
"librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la
vida sujetos a servidumbre" (Heb_2:14-15).
"Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera".
Dios dijo a la serpiente (Gén_3:15), que la simiente de la mujer "te herirá
en la cabeza". Esta promesa fue cumplida cuando Jesús dijo, Consumado es.
Se acabó el
sufrimiento. Ya no habría más azotes. No volverían a escupirle. En lugar de
llevar una corona de espinas ahora llevaría la corona de Rey de reyes. Ya se
acabó la humillación y pronto vendría la exaltación (Flp_2:8-11).
Algunos hermanos niegan la Deidad de
Cristo afirmando que El murió pero que Dios no puede morir, pero ¿Cristo
no es el "Señor de la gloria"? Pablo dice que los príncipes de este
siglo crucificaron "al Señor de la gloria" (1Co_2:8).
Los hermanos que dicen que Dios no muere pero que Cristo murió, lo dicen para
recalcar la humanidad de Cristo, pero la única conclusión lógica de tal
afirmación es que Cristo no era Dios. Desde luego, Dios no puede morir porque Él
es Espíritu. pero tampoco puede morir el espíritu del hombre (Mat_10:28), pues la muerte es solamente la separación
del espíritu del cuerpo (Stg_2:26).
Dios es Espíritu, pero también el
hombre es espíritu, porque "creó Dios al hombre a su imagen" (Gén_1:27). Somos "linaje de Dios" (Hch_17:29). Dios es el "Padre de los
espíritus" (Heb_12:9). Dios "forma el
espíritu del hombre dentro de él" (Zac_12:1).
Al morir el cuerpo del hombre, su espíritu vuelve a Dios quien lo dio (Ecl_12:7). Los que mueren en el Señor son "los
espíritus de los justos hechos perfectos" en el cielo (Heb_12:23).
Desde luego, creemos en la encarnación
de Cristo (que "aquel Verbo fue hecho carne") porque la Escritura así
lo afirma (Jn 1:14; Mat_1:23, etc.), pero al
recordar que el hombre es espíritu, es más fácil entender la encarnación de
Cristo. Cristo (Espíritu) vino a ser hombre (que también es espíritu).
Muchos hermanos han tropezado en la doctrina
de la encarnación de Cristo enseñada por Pablo en Flp_2:7,
como el acto supremo de humildad de Cristo. Pablo dice que Cristo "se
despojó a sí mismo" e inmediatamente explica -- en la misma frase -- que
esta expresión se refiere a la encarnación de Cristo ("tomando forma de
siervo, hecho semejante a los hombres"). Pero algunos hermanos están
resueltos a forzar este texto a decir que Cristo se despojó a sí mismo de sus
atributos divinos o del uso de ellos (que hubiera sido la misma cosa e
igualmente imposible). Cristo vino al mundo para revelar al Padre y para
hacerlo demostró los atributos divinos a través de su ministerio.
Mateo registra otro detalle muy
importante que cabe mencionar aquí. Cuando Cristo murió, "el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo" (Mat_27:51).
El velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo que simbolizaba el cielo
mismo. La muerte de Cristo hizo posible nuestra entrada en el cielo. "Así
que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del
velo, esto es, de su carne... “(Heb_9:19-20).
Hasta
ese momento, un sistema complicado de sacrificios se ofrecía por los pecados.
El pecado separa al hombre de Dios y solo mediante el sacrificio de un animal,
un sustituto, la gente podía recibir perdón de su pecado y llegar a obtener
limpieza delante de Dios. Pero la gente peca continuamente, de modo que eran
necesarios sacrificios frecuentes. Jesús, sin embargo, fue el sacrificio final
por el pecado. La palabra consumado
es la misma que se traduce "cancelado". Jesús vino a consumar la salvación de Dios a pagar
la deuda total de nuestros pecados. Con su muerte, el complejo sistema
sacrificial terminaba porque Jesús cargó con todos nuestros pecados. Ahora
podemos acercarnos con libertad a Dios por lo que hizo a nuestro favor. Los que
creemos en la muerte y resurrección de Jesús podemos vivir por la eternidad con
Dios y escapar de la muerte que lleva consigo el pecado.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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