} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 24 Marzo: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

sábado, 24 de marzo de 2018

24 Marzo: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.


  
 Mateo 20; 14-15
"Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti.
   "¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?" (LBLA)

Este es el corazón de la parábola y de la lección que Jesús presenta, a saber, la gracia y bondad de Dios. Es posible que tuviera una aplicación relativamente limitada cuando se dijo por primera vez, pero contiene una verdad que penetra hasta el mismo corazón del Evangelio.
En cierto sentido es una advertencia a los discípulos. Es como si Jesús les dijera: «Habéis tenido el gran privilegio de entrar en la comunidad del Reino muy temprano, en su mismo principio. Otros entrarán después. No debéis reclamar un honor ni un lugar especial por haber sido cristianos desde antes que ellos. Todas las personas, independientemente de cuando entraran, Le son igualmente preciosas a Dios.»
Hay personas que creen que, porque son miembros de una iglesia desde hace mucho, la iglesia les pertenece y ellos pueden dictar su política. A tales personas les molesta lo que les parece una intromisión de la nueva sangre que pone de manifiesto sus fallos cuando no, el orgullo espiritual que los ha cegado durante décadas. En la Iglesia Cristiana la antigüedad no representa necesariamente un grado, ni mayor santidad. Muchas veces ocurre todo lo contrario y la hipocresía religiosa, toma apariencia de piedad desde los pulpitos o aun en las bancas.
Contiene una advertencia igualmente definida a los judíos. Ellos sabían que eran el pueblo escogido, y por nada del mundo lo olvidarían. En consecuencia, miraban a los gentiles por encima del hombro. Corrientemente los odiaban y despreciaban, y no esperaban más que su destrucción. Esta actitud amenazaba con transmitirse a la Iglesia Cristiana. Si se dejaba entrar a los gentiles de alguna manera tendría que ser como inferiores.
Estas son las lecciones originales de esta parábola, pero tiene mucho más que decirnos.
En ella se encuentra el consuelo de Dios. Quiere decir que no importa cuándo haya entrado una persona en el Reino, si más tarde o más temprano, si en el primer hervor de la juventud, o en el vigor del mediodía, o cuando se alargan las sombras; se es igualmente querido para Dios. Los rabinos tenían un dicho: «Algunos entran en el Reino en una hora; otros necesitan toda una vida.» En la descripción de la Santa Ciudad que encontramos en Apocalipsis hay doce puertas. Hay puertas que dan al Este, que es por donde amanece, por las que una persona puede entrar en la alegre aurora de sus días; hay puertas que dan al Oeste, que es por donde se pone el sol, por las que una persona puede entrar en el ocaso de sus días. No importa cuándo llegue una persona a Cristo; le es igualmente querida.
¿No podríamos ir todavía más lejos con este pensamiento del consuelo? Algunas veces una persona muere llena de años y de honores, con su labor concluida y su tarea completada. Algunas veces muere joven, casi antes de que se le haya abierto la puerta de la vida y de la oportunidad. Ambos recibirán de Dios la misma bienvenida, a ambos los estará esperando Jesucristo, y para ninguno de los dos, en el sentido de Dios, ha terminado la vida demasiado pronto o demasiado tarde.
  Aquí encontramos igualmente la infinita compasión de Dios. Brilla un elemento de ternura humana en esta parábola.
No hay nada más trágico en este mundo que una persona que se pasa la vida en el paro, cuyos talentos se están enmoheciendo en la inactividad porque no se le ofrece ninguna oportunidad.  
Además, en estricta justicia, cuantas menos horas trabajara un hombre, menos paga debía recibir. Pero el amo sabía muy bien que 10 centimos no era un gran sueldo; sabía muy bien que, si un jornalero llegaba a casa con menos, se encontraría con una mujer preocupada y con chicos hambrientos; y por consiguiente fue más allá de la justicia y les dio más de lo que les correspondía.
Como se ha dicho, esta parábola expresa implícitamente dos grandes verdades que son la carta magna de los obreros: el derecho al trabajo, y el derecho a un salario que le permita vivir.
  Aquí está también la generosidad de Dios. Estos hombres no hicieron todos el mismo trabajo, pero recibieron el mismo jornal. Aquí hay dos grandes lecciones. La primera es, como ya se ha dicho: «Todo servicio cuenta lo mismo para Dios.» No es la cantidad de servicio lo que cuenta, sino el amor con que se presta por medio de la fidelidad. Puede que uno dé de lo que le sobra una ayuda de 100€, y es verdad que se le agradece; un niño puede que haga un regalo de cumpleaños o de navidad que cuesta pocos euros que fueron cariñosa y laboriosamente ahorrados para ese regalo que, aunque costaba poco dinero, llegaba al corazón mucho más que el otro. Dios no mira solo la magnitud de nuestro servicio. Siempre que sea todo lo que podemos aportar, todo servicio cuenta lo mismo para Dios.
La segunda lección es aún más grande: Todo lo que Dios da es pura gracia. Nunca podríamos ganar lo que Dios nos da; no podemos merecerlo; Dios nos lo da movido por la bondad de Su corazón. Lo que Dios da no es paga, sino regalo; no es un salario, sino una gracia.
  Sin duda esto nos conduce a la suprema lección de la parábola: Lo más importante del trabajo es el espíritu, la motivación con que se hace. Los siervos estaban divididos naturalmente en dos clases. Los de la primera habían llegado' a un acuerdo con el propietario, tenían un contrato; dijeron: «Trabajaremos para ti si nos das tal jornal.» Como mostró su comportamiento, todo lo que les interesaba era recibir lo más posible por su trabajo. Pero los que se incorporaron después, no se menciona ningún contrato; lo que querían era la posibilidad de trabajar, y dejaron todo lo referente al jornal al criterio del propietario.
Uno no es cristiano si no tiene interés nada más que en la paga. Pedro preguntó: "¿Qué vamos a sacar nosotros de todo esto?» El cristiano trabaja por el gozo de servir a Dios y a sus semejantes. Por eso es por lo que los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros. Muchas personas que han obtenido grandes galardones en este mundo tendrán un lugar poco importante en el Reino si en lo único en que pensaban era en las recompensas. Muchos que, según lo valora el mundo, son pobres, serán grandes en el Reino, porque nunca pensaron en términos de compensaciones, sino trabajaron por la ilusión de trabajar y por la alegría de servir. Es la paradoja de la vida cristiana que el que trabaja por la recompensa, la pierde; y el que olvida la recompensa, la encuentra.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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