Lucas
11; 9-11
Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad,
y se os abrirá.
Porque todo el que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
O suponed que a uno de vosotros que es padre,
su hijo le pide pan; ¿acaso le dará una piedra? O si le pide un pescado;
¿acaso le dará una serpiente en lugar del pescado?
Jesús
recomienda la oración al recordarnos la naturaleza misma de Dios. Jesús no habla
sólo de pedirle a Dios, sino también de buscar e incluso de pedirles a otros
que tienen y que saben lo que no sabemos, aun cuando nos parezca humillante
aparecer como pobres e ignorantes.
Digno de destacarse es también el ejemplo dado por Jesús: ese hombre no
pedía por él sino para poder atender a un amigo de paso.
Su argumentación va de lo más pequeño a lo
mayor. Si padres humanos con imperfecciones enfrentan las necesidades reales de
sus hijos, en lugar de engañarlos dándoles regalos peligrosos, cuánto más podemos esperar de nuestro Padre celestial, quien nos bendice con
la mejor de las dádivas, el Espíritu
Santo. Nuestras necesidades fundamentales son de índole espiritual, y
una buena relación con Dios, a través del Espíritu Santo, es la base de la
certidumbre de que el Señor proveerá tanto en lo espiritual como en lo
material.
Cristo
alienta el fervor y la constancia en la oración. Debemos ir por lo que
necesitamos, como hace el hombre acude a su vecino o amigo, que es bueno con
él. Vamos por pan; porque es lo necesario. Si Dios no responde rápidamente
nuestras oraciones, lo hará a su debido tiempo, si seguimos orando.
Nos
habla acerca de qué orar: debemos pedir el Espíritu Santo, no sólo por
necesario para orar bien, sino porque todas las bendiciones espirituales están
incluidas en ello. Porque por el poder del Espíritu Santo se nos lleva a
conocer a Dios y al arrepentimiento, a creer en Cristo y a amarlo; así somos
consolados en este mundo, y destinados para la felicidad en el próximo. Nuestro
Padre celestial está listo para otorgar todas estas bendiciones a cada uno que
se las pida, más que un padre o madre terrenal está dispuesto a dar comida a un
niño hambriento. Esta es la ventaja de la oración de fe: que aquieta y fija el
corazón en Dios.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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