Lucas
6; 27
Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a
vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen;
Una cosa se desprende de esto. El amor
que les tenemos a nuestros seres queridos es algo que no podemos evitar.
Hablamos de enamorarnos como de algo que nos sucede. Pero este amor a nuestros
enemigos no es algo sólo del corazón, sino también de la voluntad. Es algo que por
la gracia de Cristo podemos desear tener. Este pasaje contiene dos grandes
Hechos de ética cristiana. La ética cristiana es positiva. No consiste
tanto en no hacer cosas, sino en hacerlas. Jesús nos ha dado la Regla de Oro
que nos manda hacer a los demás lo que quisiéramos que ellos nos hicieran a
nosotros. Esta regla aparece en muchos escritores de muchos credos, pero en la
forma negativa.
La verdadera esencia de la conducta cristiana
consiste, no en abstenernos de cosas malas, sino en hacer cosas buenas.
La ética cristiana se basa en la gracia. Jesús
describe las maneras normales de la conducta sensata, y las califica diciendo
que «eso no tiene ninguna gracia». A menudo la gente pretende ser tan buena
como los demás. Es probable que lo sea; pero la pregunta de Jesús es:
"¿Cuánto mejor eres tú que la mayoría?» No es con los prójimos con los que
nos tenemos que comparar; así tal vez mereceríamos el aprobado; es con Dios con
quien nos tenemos que comparar, y ahí no merecemos más que el suspenso.
¿Cuál es la razón suprema de la conducta
cristiana? Que nos hace semejantes a Dios, porque así es como Él actúa. Dios
les manda su lluvia a los justos y a los injustos; es bueno con el que le
produce alegría, lo mismo que con el que le hiere el corazón. El amor de Dios
abraza por igual al santo y al pecador. Ese es el amor que debemos imitar; si
de veras procuramos todo lo mejor hasta para nuestros enemigos, seremos de
veras hijos de Dios.
Levítico
19; 17
"No
odiarás a tu compatriota en tu corazón; podrás ciertamente reprender a tu
prójimo, pero no incurrirás en pecado a causa de él.
En lugar de
criar sentimientos latentes de malicia o meditar propósitos de venganza contra
la persona que hubiera cometido un insulto o daño contra ellos, se enseñaba al
pueblo de Dios a razonar con el ofensor, y a procurar, por medio de un
razonamiento tranquilo y benigno, traerle al conocimiento de su falta.
La
responsabilidad ante Dios con respecto al prójimo también es el tema de estos
versículos. Cubren una amplia gama de asuntos sociales, pero están unidos por
la repetición de Yo, Jehovah Esto
muestra claramente que el “segundo gran mandamiento”: de amar al prójimo inevitablemente
refleja el primero: amar y temer a Dios. En 1 Jn. 4:20,
21 se capta bastante bien el énfasis de estos versículos.
Jesús no fue el
único que mostró la profunda pertinencia de la ley. En Israel, los juramentos que involucraban el
nombre de Dios se usaban para cerrar contratos y otros compromisos. Por lo
mismo, el no cumplir dichos arreglos deshonraba a Dios al mismo tiempo que
defraudaba a la otra parte. Aprovecharse de la labor de una persona para
después no pagarle adecuada o prontamente era equivalente a robar Jer. 22:13.
En muchas partes
del mundo la clase obrera aún es el sector más vulnerable y explotado
económicamente hablando. La aplicación de una legislación aunque sea mínima la cual por lo menos permite que el obrero
compre su comida de la tarde y no se vaya a la cama con hambre, transformaría
la vida de millones. Deut. 24:14, 15 también
insiste en que la ley debe aplicarse a los emigrantes o
“trabajadores-forasteros”, uno de los grupos más explotados, tanto en el mundo
antiguo como en el moderno. Jesús usó la condición crítica de dicha gente para
ilustrar un grado de generosidad mucho más alto, aun más allá de las demandas
legales (Mat. 20:1-16). De nuevo, el AT por lo
general preserva la dignidad de los derechos (en este caso los derechos de los
trabajadores) en forma de responsabilidades. De igual manera, los derechos
humanos de los minusválidos se expresan en el mandamiento de no burlarse o
aprovecharse de ellos (Deut. 27:18; Prov. 17:5). Esto también es santidad.
La santidad
demanda justicia en la comunidad local En el Israel de antaño, la administración de
la justicia estaba en las manos de los ancianos de cada vecindario. Por eso era
vital que su integridad no fuera maleada por el favoritismo las malas intenciones o el falso testimonio
entre el público en general La traducción: No atentarás contra la vida de tu prójimo es un buen consejo,
pero no transmite lo que el heb. significa. La frase realmente se refiere a la
acción del tribunal que amenazaba a alguien con un castigo capital. Así que la
armonía de una comunidad dependía no sólo de “los profesionales”, sino de la
conducta apropiada de todos al evitar la calumnia, el odio, la venganza y hasta
el rencor. (El v. 17a debiera disipar cualquier malentendido en cuanto a que la
ley del AT sólo se preocupaba con asuntos externos, y que Cristo fue el primero
en condenar el pecado del corazón.) En la sociedad actual es muy común culpar a
los tribunales, la policía y a los trabajadores sociales de todos los males
existentes, mientras que al mismo tiempo se trata de ignorar la verdadera raíz
del malestar de cualquier sociedad. Por lo tanto, el contexto del segundo gran
mandamiento nos muestra que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos no es
sólo un asunto de sentimientos privados o generosidad interpersonal, sino de
ética social práctica en la arena pública, incluyendo el proceso legal. Esto
también es santidad.
¡Maranata!
¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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