Mateo 25; 13
Velad,
pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.
Las
vírgenes insensatas habían cerrado la puerta en sus propias caras cuando
decidieron que no valía la pena comprar aceite para sus lámparas. Los perdidos
pueden culpar a todo el mundo menos a sí mismos por su condición, pero ¡ellos
mismos y nadie más tienen la culpa!
A
lo largo de la historia, algunos creyentes han tratado equivocadamente de
determinar cuándo el Señor volverá, y la ignorancia de estos intentos necios a
menudo les ha llevado a señalar, con una actitud presuntuosa, el tiempo de la
venida de Jesús. Pero aquí, como también en Mat_24:36 y
en Mar_13:32, Jesús declara explícitamente que
nadie sino el Padre sabe el tiempo de su venida. Algunos han interpretado la
expresión «el día ni la hora» como que podemos descubrir el mes o el año, pero
ello es incorrecto. No podemos estar seguros de que la Segunda Venida ocurrirá
en un año en particular o en una determinada década, y ni siquiera que Cristo
volverá mientras vivimos aún.
Sin embargo, Jesús
comenzó su oración con el mandamiento, «Velad». El desafío que nos hace es que
constante y anhelosamente estemos esperándolo. Por lo tanto, nuestra
responsabilidad es doble: Prepararnos para su venida, de modo que cuando llegue
encuentre a una esposa «sin mancha y sin arruga» (Efe_5:27),
y que actuemos hasta su regreso de tal manera que el reino de Dios se preserve
y se extienda sobre la faz de la tierra (Luc_19:11-27).
Estemos, pues, ocupados en los negocios del Padre, vivamos a la expectativa del
retorno del Maestro, despojémonos de toda ociosa especulación y de la tendencia
supersticiosa a estar fijando fechas sobre el tiempo en que él ha de venir
nuevamente.(1Tes_4:15-18/Apo_22:20)
Una
profesión externa puede alumbrar a un hombre en este mundo, pero las humedades
del valle de sombra de muerte extinguirán su luz. Los que no se preocupan por
vivir la vida, morirán de todos modos la muerte del justo. Pero los que serán
salvos deben tener gracia propia; y los que tienen más gracia no tienen nada
que ahorrar. El mejor necesita más de Cristo. Mientras la pobre alma alarmada
se dirige, en el lecho de enfermo, al arrepentimiento y la oración con
espantosa confusión, viene la muerte, viene el juicio, la obra es deshecha, y
el pobre pecador es deshecho para siempre. Esto viene de haber tenido que
comprar aceite cuando debíamos quemarlo, obtener gracia cuando teníamos que
usarla. Los que, y únicamente ellos, irán al cielo del más allá, están siendo preparados
para el cielo aquí. Lo súbito de la muerte y de la llegada de Cristo a nosotros
entonces, no estorbará nuestra dicha si nos hemos preparado.
La
puerta fue cerrada. Muchos procurarán ser recibidos en el cielo cuando sea
demasiado tarde. La vana confianza de los hipócritas los llevará lejos en las
expectativas de felicidad. La convocatoria inesperada de la muerte puede
alarmar al cristiano pero, procediendo sin demora a cebar su lámpara, sus
gracias suelen brillar más fuerte; mientras la conducta del simple profesante
muestra que su lámpara se está apagando. Por tanto, velad, atended el asunto de
vuestras almas. Estad todo el día en el temor del Señor.
Romanos 8; 9
Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu,
si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, el tal no es de Él.
En
todos los cristianos mora el Espíritu Santo. El que no tenga el Espíritu Santo
no es cristiano. Aunque Pablo dice que los cristianos viven según el Espíritu, también advierte
que de tiempo en tiempo puede que anden «conforme a la carne».
Te
has preguntado alguna vez si eres cristiano de verdad o no? Cristiano es todo
el que tiene el Espíritu de Dios morando en El. Si tú has confiado sinceramente
en Cristo como Salvador y lo has reconocido como Señor, el Espíritu Santo ha
entrado a tu vida y ya es cristiano. Uno no sabe que ha recibido el Espíritu
Santo porque haya sentido ciertas emociones, sino porque Jesús lo ha prometido.
Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, creemos que Jesús es el Hijo de Dios
y que la vida eterna se obtiene a través de Él (1Jn_5:5);
empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo (Rom_8:5;
Gal_5:22-23); encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la
oración (Rom_8:26-27); podemos servir a Dios y
hacer su voluntad (Hec_1:8; Rom_12:6ss); y somos
parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia (Efe_4:12-13).
Apocalipsis 22; 20
El que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén.
Ven, Señor Jesús.
Entre las últimas
palabras de la Biblia está esta promesa del Señor Jesús, «Ciertamente vengo en
breve». Esta bendita esperanza, la cual fue anunciada por los ángeles y
declarada por los apóstoles, es reiterada con ternura por el Señor, al concluir
el sagrado texto que contiene su Palabra. Es como si deseara decir: «Hay mucho
en mi Palabra a que ustedes deben prestar atención, pero no dejen que esta
esperanza sea opacada; yo regresaré pronto». En compañía de Juan, digamos
nosotros también: «Sí, ven, Señor Jesús».(Mat_25:13/Gen_3:15)
¡Maranata! ¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario