} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL ABUSO EN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS (2)

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL ABUSO EN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS (2)

Reflexiones bíblicas y teológicas sobre el abuso
Salvación de la opresión y de la violencia
En el evangelio de San Lucas 4:18, Jesucristo declaró su misión cuando dijo que vino a pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos y a poner en libertad a los oprimidos. En el contexto del abuso, esto significa que él traerá libertad a aquellas personas que han estado cautivas en el ciclo de la violencia y del abuso, abriendo los ojos de las personas, des­truyendo comportamientos y terminando la opresión dentro de nuestras familias, amistades y comunidades. Jesucristo demostró preocupación y respeto especial por los niños y alertó sobre las terribles consecuencias, para aquellas personas que les hacen daño (Mateo 18:1–7).
Las Escrituras hebreas también acentúan en varias ocasiones la preocu­pación de Dios por toda la humanidad, especialmente a los que son más vulnerables como las viudas, los huérfanos, los niños, los extranjeros y los pobres. Pasajes bíblicos como Salmos 40, 55, 57 e Isaías 43:1–7 proveen aliento a las víctimas de la violencia doméstica, porque éstos hablan de la presencia de Dios en medio del dolor y su deseo de rescatarlos del daño y la desgracia.
La iglesia primitiva también continuó con esta preocupación. Expresaron claramente su intención de que la gente viviera en justicia y en armonía. Ellos dieron instrucciones cuidadosas de cómo vivir juntos en paz. Fíjense especialmente en los pasajes de Gálatas 5:22–26, Efesios 4:1–6; 6:4; Fili­penses 2:3–11 y Colosenses 3:12–17.
Pasajes bíblicos usados para justificar el abuso
El castigo físico
En Proverbios 13:24 se dice, “El que escatima la vara odia a su hijo, más el que lo ama lo disciplina con diligencia” (Biblia de las Américas).La vara en este contexto bíblico no era un bastón para azotar o pegarle a una niña(o). Era el cayado del pastor usado para dirigir las ovejas lejos del peligro, tal como de un precipicio o de rocas pun­tiagudas. El pastor apaciblemente ponía la vara al lado de la oveja,
para dirigirlas lejos del peligro. Este verso nunca fue escrito con la intención o como una excusa para que los padres golpeen a sus hijos. Necesitamos aprender que el golpear o pegarle a una niña(o) es una ofensa criminal.
El divorcio
En Malaquías 2:13–16 se menciona que Dios “aborrezco el divorcio”. Sin embargo, este pasaje enfoca en los maridos que maltratan a sus esposas y son infieles a ellas. El profeta siga reprendiendo a los hombres por no mantenerse en el compromiso con sus esposas, provocando el divorcio y cubriéndose con la violencia. Este pasaje enfatiza el desagrado de Dios con la infidelidad y la violencia.
Volviendo la otra mejilla
También se ha utilizado Mateo 5:39 para tolerar la aceptación del abuso: “Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”. Los teólogos argumentan que la intención de esta expresión no era dejar que otros nos vuelvan a hacer daño una y otra vez. En esa cultura, se consideró la mano izquierda impura e impropia para su uso. La única forma en que la mejilla derecha podría ser golpeada por la mano derecha de otra persona era con el dorso de la mano. Todos los que escuchaban a Jesús sabían que la gente abofetea de revés sola­mente a los que tienen menos poder que ellos mismos. Por ejemplo, los amos abofetearían de revés a los esclavos, maridos a sus esposas, y padres a sus niños.
El propósito de cachetear de esta manera no era lastimar sino humillar la otra. El abofetear de revés tenía la intención de comunicar, “Permanezca en su lugar, por debajo de mí”. Entonces, si alguien se volvió la mejilla izquierda a la persona que se le había cacheteado de revés, sólo podría ser golpeado con la mano abierta, un gesto utilizado sólo entre iguales. Por lo tanto, “voltear la otra mejilla” permite a que la persona golpeada declare su igualdad con la persona que le golpea.
 Del mismo modo, se ha utilizado la instrucción de Jesús — “. . . no resis­tan al que les haga mal” (Mateo 5:39) — para exhortar a la gente a man­tenerse pasiva frente a la violencia y la opresión. Algunos sostienen que la palabra griega para resistir se entiende por una resistencia violenta, y que una traducción más adecuada sería: “No resistan al malhechor con la vio­lencia”.
Cargando la cruz
Otro texto difícil ha sido el llamado de Cristo a los discípulos a “que se nieguen a sí mismos y lleven su cruz” (Marcos 8:34–37). Por siglos, per­sonas en posiciones de poder han usado estas palabras para instar a los oprimidos que soporten su cruz de sufrimiento sumisamente, así como lo hizo Jesucristo. Lo que frecuentemente se olvida es que se crucificaron a Jesucristo no por su mansedumbre sino por su resistencia activa a la opresión y su fuerte compromiso por la justicia y la paz. Jesús ministró a aquellos que eran considerados impuros; los sanó y comió con ellos. De esta manera Jesucristo desafió los reglamentos y costumbres que mante­nían a las personas en sujeción. Sus enseñanzas también amenazaron a las autoridades y su control sobre las personas. La invitación de Jesús de “lle­var la cruz” no es un llamado a que seamos pasivos, sino que trabajemos con valor por la paz y la justicia como él lo hizo.
El arrepentimiento y el perdón
A menudo se ejerce fuerte presión emocional a la víctima del abuso para que perdone de forma rápida y se reconcilie con el abusador. Se utilizan tex­tos como Colosenses 3:13 y Mateo 6:15 para instar a la persona ofendida a perdonar. Sin embargo, el perdón rápido y sin un verdadero arrepenti­miento por parte de ofensor no es una experiencia de sanación ni por la víc­tima o el abusador. De hecho, puede poner en peligro la vida de la víctima.
En Lucas 17:3 Jesús enseña que el arrepentimiento debe preceder el per­dón. El arrepentimiento auténtico no se trata solo de remordimiento y confesión, sino también el tomar completa responsabilidad por la con­ducta abusiva, nombrando las injusticias, haciendo cambios a largo plazo, y haciendo restitución (por ejemplo, pagar el asesoramiento) siempre que sea posible. Ezequiel 18:30–32 dice bien claro que el arrepentirse implica una transformación completa, “un corazón nuevo”.
Puede ser que la víctima nunca confíe lo suficientemente en el abusador para restaurar la relación. Fundamentalmente, el perdón es un proceso en el cual el/la sobreviviente logra que esa experiencia no domine más su vida. Es un proceso de dejar el pasado y seguir adelante de una manera saludable. Si la reconciliación no es posible, puede ser necesario lamentar la pérdida de estas relaciones o llorar lo que podría haber sido.
Sumisión y cabeza del hogar
Pasajes como Efesios 5:21–33, Colosense 3:18–19, y I Pedro 3:1–7 son frecuentemente usados para justificar la violencia en contra de la mujer, porque amonesta a la esposa a someterse a su marido. La palabra tradu­cida del griego “someteos” o estar “sujetas” también puede entenderse como “acomodarse a” o “estar unida a” o “identificarse con la otra per­sona”.  Además, si este pasaje en Efesios es leído en su contexto, nueve de los versículos se enfocan en los esposos y solo tres de ellos en las esposas. Se les instruye a los esposos a amar a sus esposas, “como Cristo amó a la iglesia”. Esto no deja lugar a comportamientos abusivos de un marido a su esposa, ya que el hombre tiene la responsabilidad de valorar y honrar a su esposa. Tampoco obliga a las mujeres a quedarse y tolerar el abuso.
Este texto bíblico hace la comparación del esposo de ser “la cabeza” en relación a su esposa y la relación que tiene Cristo con la iglesia. Frecuen­temente este concepto de ser la cabeza es usado para argumentar la supe­rioridad del esposo sobre la esposa y para mantener un control autoritario sobre ellas. Sin embargo la palabra usada en el griego como “cabeza” es kephale, la cual es usada para describir la fuente de vida de un río.  En las Escrituras, Cristo modela relaciones que dan vida y autonomía a la iglesia y a todas las personas con que él se relacionaba. Cristo amó sin ningún interés, y en este pasaje nos enseña la forma de relacionarnos con amor con nuestra pareja.
Una respuesta al abuso de la teología de paz
Nuestra teología de la paz nos llama a rechazar la violencia. Sin embargo, también nos pide reconocer donde tenemos poder nosotros, y utilizar ese poder para el bienestar de los demás. Debemos usar el poder que tene­mos para resistir el mal y la violencia, así como lo hizo Jesús. No pode­mos dárselo la espalda. Como alguien ha dicho: “Si alguno de ustedes pasa a ver una injusticia, ya no es espectador, usted es participante, y tiene la obligación de hacer algo”. Como insiste Santiago 4:17, “Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace”.
Además, los cristianos tienen que tener cuidado de cómo entendemos y representamos a Dios. Al tener sólo imágenes de Dios como masculino, juez, rey, omnipotente y soberano es peligroso ya que estas imágenes pue­den ser utilizadas para justificar el tener poder sobre los demás. El abuso ocurre cuando los que tienen más poder creen que tienen el derecho de controlar y manipular a los que ellos se consideran más débiles o menos dignos. Por lo tanto, es importante utilizar también imágenes de Dios como ser que nutre y da vida a los demás, como la luz, sanadora, reden­tor, el águila madre, comadrona, pastor, guía, consoladora, defensor, sos­tenedora y el refugio.
Básicamente, Dios desea que todos seguimos el camino de Cristo: mostrar amor a todos, trabajar por la justicia, cuidar de los que sufren, dar poder a los débiles y pedir cuentas a los que hacen daño a los demás. Como las Escrituras instan, “¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!” (Proverbios 31: 8–9).


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