Reflexiones
bíblicas y teológicas sobre el abuso
Salvación
de la opresión y de la violencia
En el evangelio de San Lucas 4:18, Jesucristo declaró su misión
cuando dijo que vino a pregonar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos
y a poner en libertad a los oprimidos. En el contexto del abuso, esto significa
que él traerá libertad a aquellas personas que han estado cautivas en el ciclo
de la violencia y del abuso, abriendo los ojos de las personas, destruyendo
comportamientos y terminando la opresión dentro de nuestras familias, amistades
y comunidades. Jesucristo demostró preocupación y respeto especial por los
niños y alertó sobre las terribles consecuencias, para aquellas personas que
les hacen daño (Mateo 18:1–7).
Las Escrituras hebreas también acentúan en varias ocasiones la
preocupación de Dios por toda la humanidad, especialmente a los que son más
vulnerables como las viudas, los huérfanos, los niños, los extranjeros y los
pobres. Pasajes bíblicos como Salmos 40, 55, 57 e Isaías 43:1–7 proveen aliento
a las víctimas de la violencia doméstica, porque éstos hablan de la presencia
de Dios en medio del dolor y su deseo de rescatarlos del daño y la desgracia.
La iglesia primitiva también continuó con esta preocupación.
Expresaron claramente su intención de que la gente viviera en justicia y en
armonía. Ellos dieron instrucciones cuidadosas de cómo vivir juntos en paz.
Fíjense especialmente en los pasajes de Gálatas 5:22–26, Efesios 4:1–6; 6:4;
Filipenses 2:3–11 y Colosenses 3:12–17.
Pasajes bíblicos usados para justificar el abuso
El
castigo físico
En Proverbios 13:24 se dice, “El que escatima la vara odia a su
hijo, más el que lo ama lo disciplina con diligencia” (Biblia de las
Américas).La vara en este contexto bíblico no era un bastón para azotar o
pegarle a una niña(o). Era el cayado del pastor usado para dirigir las ovejas
lejos del peligro, tal como de un precipicio o de rocas puntiagudas. El pastor
apaciblemente ponía la vara al lado de la oveja,
para
dirigirlas lejos del peligro. Este verso nunca fue escrito con la intención o
como una excusa para que los padres golpeen a sus hijos. Necesitamos aprender
que el golpear o pegarle a una niña(o) es una ofensa criminal.
El
divorcio
En
Malaquías 2:13–16 se menciona que Dios “aborrezco el divorcio”. Sin embargo,
este pasaje enfoca en los maridos que maltratan a sus esposas y son infieles a
ellas. El profeta siga reprendiendo a los hombres por no mantenerse en el
compromiso con sus esposas, provocando el divorcio y cubriéndose con la
violencia. Este pasaje enfatiza el desagrado de Dios con la infidelidad y la
violencia.
Volviendo
la otra mejilla
También
se ha utilizado Mateo 5:39 para tolerar la aceptación del abuso: “Si alguien te
da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”. Los teólogos
argumentan que la intención de esta expresión no era dejar que otros nos
vuelvan a hacer daño una y otra vez. En esa cultura, se consideró la mano
izquierda impura e impropia para su uso. La única forma en que la mejilla
derecha podría ser golpeada por la mano derecha de otra persona era con el
dorso de la mano. Todos los que escuchaban a Jesús sabían que la gente abofetea
de revés solamente a los que tienen menos poder que ellos mismos. Por ejemplo,
los amos abofetearían de revés a los esclavos, maridos a sus esposas, y padres
a sus niños.
El
propósito de cachetear de esta manera no era lastimar sino humillar la otra. El
abofetear de revés tenía la intención de comunicar, “Permanezca en su lugar,
por debajo de mí”. Entonces, si alguien se volvió la mejilla izquierda a la
persona que se le había cacheteado de revés, sólo podría ser golpeado con la
mano abierta, un gesto utilizado sólo entre iguales. Por lo tanto, “voltear la
otra mejilla” permite a que la persona golpeada declare su igualdad con la
persona que le golpea.
Del mismo modo, se ha utilizado la instrucción de Jesús — “. . .
no resistan al que les haga mal” (Mateo 5:39) — para exhortar a la gente a mantenerse
pasiva frente a la violencia y la opresión. Algunos sostienen que la palabra
griega para resistir se entiende por una resistencia violenta, y que una
traducción más adecuada sería: “No resistan al malhechor con la violencia”.
Cargando
la cruz
Otro
texto difícil ha sido el llamado de Cristo a los discípulos a “que se nieguen a
sí mismos y lleven su cruz” (Marcos 8:34–37). Por siglos, personas en
posiciones de poder han usado estas palabras para instar a los oprimidos que
soporten su cruz de sufrimiento sumisamente, así como lo hizo Jesucristo. Lo
que frecuentemente se olvida es que se crucificaron a Jesucristo no por su
mansedumbre sino por su resistencia activa a la opresión y su fuerte compromiso
por la justicia y la paz. Jesús ministró a aquellos que eran considerados
impuros; los sanó y comió con ellos. De esta manera Jesucristo desafió los
reglamentos y costumbres que mantenían a las personas en sujeción. Sus
enseñanzas también amenazaron a las autoridades y su control sobre las
personas. La invitación de Jesús de “llevar la cruz” no es un llamado a que
seamos pasivos, sino que trabajemos con valor por la paz y la justicia como él
lo hizo.
El
arrepentimiento y el perdón
A
menudo se ejerce fuerte presión emocional a la víctima del abuso para que
perdone de forma rápida y se reconcilie con el abusador. Se utilizan textos
como Colosenses 3:13 y Mateo 6:15 para instar a la persona ofendida a perdonar.
Sin embargo, el perdón rápido y sin un verdadero arrepentimiento por parte de
ofensor no es una experiencia de sanación ni por la víctima o el abusador. De
hecho, puede poner en peligro la vida de la víctima.
En Lucas 17:3 Jesús enseña que el arrepentimiento debe preceder el
perdón. El arrepentimiento auténtico no se trata solo de remordimiento y
confesión, sino también el tomar completa responsabilidad por la conducta
abusiva, nombrando las injusticias, haciendo cambios a largo plazo, y haciendo
restitución (por ejemplo, pagar el asesoramiento) siempre que sea posible.
Ezequiel 18:30–32 dice bien claro que el arrepentirse implica una
transformación completa, “un corazón nuevo”.
Puede
ser que la víctima nunca confíe lo suficientemente en el abusador para
restaurar la relación. Fundamentalmente, el perdón es un proceso en el cual
el/la sobreviviente logra que esa experiencia no domine más su vida. Es un
proceso de dejar el pasado y seguir adelante de una manera saludable. Si la
reconciliación no es posible, puede ser necesario lamentar la pérdida de estas
relaciones o llorar lo que podría haber sido.
Sumisión
y cabeza del hogar
Pasajes
como Efesios 5:21–33, Colosense 3:18–19, y I Pedro 3:1–7 son frecuentemente
usados para justificar la violencia en contra de la mujer, porque amonesta a la
esposa a someterse a su marido. La palabra traducida del griego “someteos” o
estar “sujetas” también puede entenderse como “acomodarse a” o “estar unida a”
o “identificarse con la otra persona”. Además,
si este pasaje en Efesios es leído en su contexto, nueve de los versículos se
enfocan en los esposos y solo tres de ellos en las esposas. Se les instruye a
los esposos a amar a sus esposas, “como Cristo amó a la iglesia”. Esto no deja
lugar a comportamientos abusivos de un marido a su esposa, ya que el hombre
tiene la responsabilidad de valorar y honrar a su esposa. Tampoco obliga a las
mujeres a quedarse y tolerar el abuso.
Este
texto bíblico hace la comparación del esposo de ser “la cabeza” en relación a
su esposa y la relación que tiene Cristo con la iglesia. Frecuentemente este
concepto de ser la cabeza es usado para argumentar la superioridad del esposo
sobre la esposa y para mantener un control autoritario sobre ellas. Sin embargo
la palabra usada en el griego como “cabeza” es kephale, la cual es usada
para describir la fuente de vida de un río. En las Escrituras, Cristo modela relaciones
que dan vida y autonomía a la iglesia y a todas las personas con que él se
relacionaba. Cristo amó sin ningún interés, y en este pasaje nos enseña la
forma de relacionarnos con amor con nuestra pareja.
Una respuesta al abuso de la
teología de paz
Nuestra
teología de la paz nos llama a rechazar la violencia. Sin embargo, también nos
pide reconocer donde tenemos poder nosotros, y utilizar ese poder para el
bienestar de los demás. Debemos usar el poder que tenemos para resistir el mal
y la violencia, así como lo hizo Jesús. No podemos dárselo la espalda. Como alguien
ha dicho: “Si alguno de ustedes pasa a ver una injusticia, ya no es espectador,
usted es participante, y tiene la obligación de hacer algo”. Como insiste
Santiago 4:17, “Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo
hace”.
Además,
los cristianos tienen que tener cuidado de cómo entendemos y representamos a
Dios. Al tener sólo imágenes de Dios como masculino, juez, rey, omnipotente y
soberano es peligroso ya que estas imágenes pueden ser utilizadas para
justificar el tener poder sobre los demás. El abuso ocurre cuando los que
tienen más poder creen que tienen el derecho de controlar y manipular a los que
ellos se consideran más débiles o menos dignos. Por lo tanto, es importante
utilizar también imágenes de Dios como ser que nutre y da vida a los demás,
como la luz, sanadora, redentor, el águila madre, comadrona, pastor, guía,
consoladora, defensor, sostenedora y el refugio.
Básicamente,
Dios desea que todos seguimos el camino de Cristo: mostrar amor a todos, trabajar por la justicia, cuidar
de los que sufren, dar poder a los débiles y pedir cuentas a los que hacen daño
a los demás. Como las Escrituras instan, “¡Levanta la voz por los que no tienen
voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta la voz, y hazles justicia!
¡Defiende a los pobres y necesitados!” (Proverbios 31: 8–9).
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