Mateo 18; 20
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos.
Las reuniones pequeñas le
parecen bien a Dios si nuestros corazones están en armonía con Él. Pero esta promesa
no fue hecha a discípulos con ambición vana, ni a los que causan tropiezos y
dividen, ni a los que menospreciaban a sus hermanos, sino a los verdaderos
niños o pequeños en su servicio.
Jesús pasa a decir
que donde se reúnen dos o tres en Su nombre, El está entre ellos. Los mismos
judíos tenían un dicho: " Donde se sientan dos para ocuparse en el estudio
de la Ley, la gloria de Dios está entre ellos.» Podemos tomar esta gran promesa
de Jesús en dos esferas.
Podemos
aplicarla a la esfera de la iglesia. Jesús está tan presente en una
pequeña congregación como en una gran reunión de masas. Está tan presente en
una reunión o en un círculo de estudio bíblico de un puñado de personas como en
una congregación abarrotada. Él no es esclavo de los números. Está dondequiera
se reúnan corazones fieles, aunque sean muy pocos, porque Él Se da totalmente a
cada persona.
Podemos aplicarla a
la esfera del hogar. Una de las primeras interpretaciones de este dicho
de Jesús era que los dos o tres eran padre, madre e hijo, y eso
quiere decir que Jesús es el Huésped invisible de cada hogar.
Hay algunos que
nunca se presentan lo mejor posible excepto en las que se consideran grandes
ocasiones; pero para Jesucristo cada ocasión en la que, aunque solo sea dos o
tres, se reúnen en Su nombre, es una gran ocasión.
En el cuerpo de creyentes (la iglesia), el acuerdo sincero de dos
personas es más poderoso que el acuerdo superficial de miles, porque el
Espíritu Santo de Cristo está con ellos. Dos o más creyentes, llenos del
Espíritu Santo, orarán de acuerdo a la voluntad de Dios, no de acuerdo a la
suya, y sus peticiones serán concedidas.
Los principios de estas reglas pueden practicarse en todas partes y en
todas las circunstancias, aunque son demasiado descuidados por todos. ¡Cuán
pocos son los que prueban el método que Cristo mandó expresamente a
todos sus discípulos! -En todos nuestros procedimientos debemos buscar la
dirección orando; nunca podremos apreciar demasiado las promesas de Dios. en
cualquier tiempo o lugar que nos encontremos en el nombre de Cristo, debemos
considerar que Él está presente en medio nuestro.
Juan
20; 19
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la
semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban
reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz
a vosotros.
Este era el primer
día de la semana y, después, este día es mencionado a menudo por los escritores
sagrados, porque fue evidentemente apartado como el día de reposo cristiano en
memoria de la resurrección de Cristo. Es muy probable que los discípulos siguieran
juntos en el aposento alto donde habían celebrado la Pascua con Jesús; pero lo
que los mantenía unidos era el miedo. Conocían la actitud envenenada de los
judíos que habían tramado la muerte de Jesús, y temían que a ellos también les
llegara el turno; así es que estaban juntos, pero atemorizados, escuchando los
pasos en la escalera y las llamadas a la puerta, no fuera que fueran los
emisarios del sanedrín que llegaban a arrestarlos a ellos.
Cuando estaban
allí, Jesús apareció de pronto en medio de ellos. Les dirigió el saludo más
corriente en el Oriente: «¡Que la paz sea con vosotros!» Quería decir más que
«Que os veáis libres de problemas.» Más bien: "¡Que Dios os colme de todo
bien!» Y entonces Jesús les transmitió a Sus discípulos la comisión que la Iglesia
no debe olvidar.
Les dijo que, como Dios Le había enviado a Él,
así ahora Él los enviaba a ellos. Quiere
decir tres cosas.
(a) Quiere decir que Jesucristo cuenta con la
Iglesia, que es exactamente lo que Pablo quería decir cuando llamaba a la Iglesia
"El Cuerpo de Cristo» (Efesios_1:23; 1 Corintios_12:12). Jesús había
traído un mensaje para toda la humanidad, y ahora Se volvía con Su Padre. Su
mensaje no podría alcanzar a toda la humanidad a menos que la Iglesia se
encargara de transmitirlo. La Iglesia tenía que ser una boca que hablara de
Jesús, unos pies que fueran a cumplir Sus recados y unas manos para hacer Su
obra. Jesús demanda obediencia a la Gran Comisión. Por tanto, lo primero que quiere decir esto es que Jesús depende de Su
Iglesia.
(b) Quiere decir que la Iglesia necesita a Jesús. El
que ha de ser enviado necesita a alguien que le envíe; necesita un mensaje que
llevar; necesita un poder y una autoridad que respalden ese mensaje; necesita
alguien a quien poder dirigirse cuando tenga dudas o dificultades. Sin Jesús,
la Iglesia no tiene mensaje; sin Él, no tiene poder; sin Él, no tiene a nadie a
quien apelar cuando se encuentra en dificultades; sin Él no tiene a nadie que
le ilumine el entendimiento, ni que le fortalezca los brazos, ni que le anime
el corazón. Esto quiere decir que la Iglesia depende de Jesús.
(c) Y aún queda
otra cosa. Jesús envía a la Iglesia de una manera paralela a como Dios envió a
Jesús. Pero no podemos leer la historia del Cuarto Evangelio sin darnos cuenta
de que la relación entre Jesús y Dios dependía continuamente de la perfecta
obediencia y el perfecto amor de Jesús. Jesús podía ser el perfecto Mensajero
de Dios porque ofrecía a Dios la obediencia perfecta y el perfecto amor. De ahí
se sigue que la Iglesia es apta como mensajera e instrumento de Cristo sólo cuando
Le ama y obedece de una manera perfecta. La Iglesia no se dirige al mundo para
propagar su propio mensaje, sino el mensaje de Cristo. No sigue políticas
hechas por hombres, sino la voluntad de Cristo. La Iglesia fracasa cuando trata
de resolver algún problema dependiendo de su propia sabiduría y fuerza,
prescindiendo de la voluntad y dirección de Cristo.
Cuando en la iglesia donde te reúnes, primen las ansias de poder, los clanes familiares, los cargos con
boato o a “dedo”, no estás en una iglesia cristiana, estás en medio de un grupo religioso, al estilo de los
escribas y fariseos conocedores de la Ley, pero su corazón duro como
piedra. Huye de ese lugar, sal de entre
ellos, y busca donde se hable y glorifique a Cristo.
¡Maranata!¡Sí, ven
Señor Jesús!
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