Isaías 52:15
Así asombrará él
(Jesucristo) a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque
verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído.
Aquí comienza esa descripción minuciosa,
maravillosa y fiel del oficio, del carácter y de la gloria del Mesías, que ha
puesto convicción de pecado en más de uno de los incrédulos más endurecidos.
Cristo es la misma Sabiduría; en la obra de nuestra redención se manifestó la
sabiduría de Dios en un misterio. Los que le vieron dijeron: Seguramente nunca
un hombre tuvo un aspecto tan desgraciado; nunca hubo un dolor como su dolor.
Pero Dios lo exaltó hasta lo sumo. Eso será descubierto por el evangelio de Cristo,
que nunca podría narrarse de otra manera. Cristo, una vez derramada su sangre
por los pecadores, continúa su poder. El sacrificio redentor del Siervo
limpiará a muchos gentiles y hasta los
reyes se asombrarán de los resultados de sus sufrimientos.
Que todos los que se oponen, vean la sabiduría de
cesar su oposición, y de ser hechos partícipes de la sangre del rociamiento, y
el bautismo del Espíritu Santo; obedeciéndole y dando gracias por su salvación.
Mateo 7; 28
Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de
su doctrina;
Estas palabras
es una expresión que se refiere a los tres capítulos del Sermón del monte. La
reacción de las multitudes fue muy favorable. Estaban maravilladas significa literalmente que “fueron
golpeadas fuera de los sentidos”. En varias ocasiones los evangelios recogen la
“admiración” de las gentes ante las obras o dichos de Cristo: su “palabra,” que
acusa la “autoridad” que tenía para expulsar demonios (Lucas_4:36);
pero aquí el motivo es por su “doctrina” y por el modo como la enseñaba: “como quien tiene autoridad y no
como los escribas y
los fariseos Las multitudes pudieron
escuchar buena parte del Sermón y que entendieron por lo menos una parte de sus
enseñanzas. La razón de la fuerte impresión de las multitudes es que Jesús
enseñaba con “autoridad”.
El procedimiento
didáctico de los escribas y doctores era todo lo opuesto a la enseñanza de
Cristo. Para enseñar oficialmente hacía falta haber sido discípulo de algún
rabino y haber sido autorizado oficialmente, mediante la imposición de manos,
para enseñar en Israel. Y había que enseñar con el argumento de autoridad de la “tradición,” a la
que se daba más autoridad que al mismo texto sagrado. La
interpretación de la Ley se hacía insertando, insípida y prolijamente, en sus
enseñanzas, los dichos de otros rabinos célebres, y que se consideraban como
prueba. La Mishna y el Talmud son un enorme almacén de ellos.
Cristo, que no
había sido discípulo de ningún rabí, ni había recibido esta investidura oficial
de la Sinagoga (Juan_7:15), se presenta como verdadero Maestro y con autoridad propia. Por eso no utiliza
los dichos de los rabinos, para didácticamente encuadrarse en la legalidad de aquella “tradición”, sino que decide por sí. Él,
Jesús, tenía autoridad, los escribas no tenían autoridad. Por eso, teniendo en
cuenta los datos sacados de la Mishna y el Talmud, se ha escrito a este
propósito: “Aquel que da el poder es Dios. Las palabras 'como teniendo poder'
han de completarse así: Y que lo tiene
de Dios” (Marcos_1:22; Lucas 7:45). En
este discurso “artificial,” Mateo sintetiza el poder y grandeza magisterial de
Cristo en su vida docente.
Las multitudes se quedaban atónitas ante la sabiduría y el poder de la
doctrina de Cristo. Este sermón, tan a menudo leído, siempre es nuevo. Cada
palabra prueba que su Autor es divino. Seamos cada vez más decididos y
fervientes, y hagamos de una u otra de estas bienaventuranzas y gracias
cristianas, el tema principal de nuestros pensamientos, por semanas seguidas.
No descansemos en deseos generales y confusos al respecto, por los cuales
podemos captar todo, pero sin retener nada.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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