} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 3 Noviembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

viernes, 3 de noviembre de 2017

3 Noviembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


Juan 11; 25-26
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Jesús quería que la fe de Marta aumentara, que si ella creía en la resurrección en el día postrero debería entender que esa resurrección sería efectuada por Cristo. Al decir "Yo soy la resurrección" decía que Él es el poder que la efectúa, que en su persona estaba presente la vida y la resurrección. Él es la fuente o la causa de la vida física y de la vida espiritual (la vida eterna). Es necesario creer no solamente en la realidad de la resurrección como un hecho, sino también en la persona que hace posible la resurrección.
            La verdad expresada aquí es, en realidad, la misma verdad expresada a la samaritana acerca del agua de vida y a los galileos acerca del pan de vida. "En él estaba la vida".
  En Cristo los muertos viven, y los vivos no mueren. Cristo quería llevar a Marta a un nivel más alto de fe. Quería que comprendiera que la resurrección del cuerpo tiene su sentido verdadero en la vida eterna que Cristo nos da.

Y todo aquel que vive y cree (sigue creyendo) en mí, (puesto que la fe sin obras está muerta, Santiago_2:26, el creer requiere la obediencia) no morirá eternamente  "no sufrirá daño de la segunda muerte", la separación eterna de Dios, (Apocalipsis_2:11; Apocalipsis_20:6; Apocalipsis_20:14; Apocalipsis_21:8). Desde luego en este texto el creer en Cristo significa nacer otra vez. La muerte física no destruye la vida que el creyente recibe de Cristo, porque significa comunión con Dios. Los que mueren en el Señor (Apocalipsis_14:13) serán resucitados para vida eterna, y los vivos que creen en El no perecerán. La muerte física es la puerta por la cual el creyente pasa a una vida incomparablemente mejor que la vida aquí. No hay y no habrá ningún supuesto "purgatorio". Tampoco habrá lo que los materialistas suelen llamar "el sueño del alma". No hay y no habrá nada que interrumpa la comunión de los fieles con el Señor.
         ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; -- ¿Creía en verdad que los que creen en Cristo no morirán cuando en ese momento su hermano, un fiel discípulo de Cristo, estaba muerto?
¿Cómo sucede esto? Sucede cuando creemos en Jesucristo. ¿Y qué quiere decir eso? Creer en Jesús quiere decir aceptar todo lo que ha dicho Jesús como la verdad absoluta; y jugarnos la vida con entera confianza en que es así. Cuando hacemos eso, entramos en dos nuevas relaciones.
(a) Entramos en una nueva relación con Dios. Cuando creemos que Dios es como nos ha dicho Jesús, llegamos a estar absolutamente seguros de Su amor, y de que es, por encima de todo, un Dios redentor. El miedo a la muerte se desvanece, porque morir es ir con el gran Amador de las almas humanas.
(b) Entramos en una nueva relación con la vida. Cuando aceptamos el camino de Jesús; cuando tomamos Sus mandamientos como nuestra ley, y cuando nos damos cuenta de que Él está siempre dispuesto a ayudarnos a vivir como Él nos manda, la vida se convierte en algo totalmente nuevo. Está revestida de un nuevo encanto, una nueva delicia, una nueva fuerza. Y cuando hacemos nuestro el camino de Jesús, la vida se convierte en una cosa tan preciosa que no podemos concebir que se acabe quedando incompleta.
Cuando creemos en Jesús, cuando aceptamos lo que Él nos dice acerca de Dios y acerca de la vida y nos jugamos el todo por el todo a que es verdad, resucitamos de veras, porque somos liberados del miedo que caracteriza a la vida sin Dios; somos liberados de la frustración que caracteriza a la vida sometida al pecado; somos liberados de la vacuidad de la vida sin Cristo. La vida se eleva de la muerte del pecado para llegar a ser algo tan auténtico que no puede morir, y que no encuentra en la muerte más que la transición a una vida superior.

             Yo por mi parte  he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo (Juan 11;27)  Esta es la confesión de fe que es necesaria para la salvación.  
Cuando leamos u oigamos la Palabra de Cristo sobre las grandes cosas del otro mundo, debemos preguntarnos ¿creemos esta verdad? Las cruces y los consuelos de esta época no nos impresionarían tan profundamente como lo hacen, si creyéramos como debemos las cosas de la eternidad.
Cuando Cristo, nuestro Maestro, viene, nos llama. Él viene en su Palabra y ordenanza, y nos llama a ellas, nos llama por ellas, y nos llama a sí mismo. Los que, en un día de paz, se ponen a los pies de Cristo para que les enseñe, pueden, con consuelo, echarse a sus pies para hallar su favor en un día de inquietud.


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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