Juan 11; 25-26
Le dijo Jesús: Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí,
no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Jesús quería que la fe de Marta aumentara, que si ella creía en la
resurrección en el día postrero debería entender que esa resurrección sería
efectuada por Cristo. Al decir "Yo soy la resurrección" decía que Él
es el poder que la efectúa, que
en su persona estaba presente la vida y la resurrección. Él es la fuente o la causa de la vida física y de la vida espiritual (la vida
eterna). Es necesario creer no solamente en la realidad de la resurrección como
un hecho, sino también en la persona que hace posible la
resurrección.
La verdad expresada
aquí es, en realidad, la misma verdad expresada a la samaritana acerca del agua
de vida y a los galileos acerca del pan de vida. "En él estaba la
vida".
En Cristo los muertos viven, y
los vivos no mueren. Cristo quería llevar a Marta a un nivel más alto de fe.
Quería que comprendiera que la resurrección del cuerpo tiene su sentido
verdadero en la vida eterna que Cristo nos da.
Y todo aquel que vive y cree (sigue
creyendo) en mí, (puesto que la fe
sin obras está muerta, Santiago_2:26, el creer
requiere la obediencia) no morirá
eternamente "no sufrirá daño
de la segunda muerte", la separación eterna de Dios, (Apocalipsis_2:11; Apocalipsis_20:6; Apocalipsis_20:14;
Apocalipsis_21:8). Desde luego en este texto el creer en Cristo
significa nacer otra vez. La muerte física no destruye la vida que el creyente
recibe de Cristo, porque significa comunión con Dios. Los que mueren en el
Señor (Apocalipsis_14:13) serán resucitados para
vida eterna, y los vivos que creen en El no perecerán. La muerte física es la
puerta por la cual el creyente pasa a una vida incomparablemente mejor que la
vida aquí. No hay y no habrá ningún supuesto "purgatorio". Tampoco
habrá lo que los materialistas suelen llamar "el sueño del alma". No
hay y no habrá nada que interrumpa la comunión de los fieles con el Señor.
¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; --
¿Creía en verdad que los que creen en Cristo no morirán cuando en ese momento
su hermano, un fiel discípulo de Cristo, estaba muerto?
¿Cómo sucede esto?
Sucede cuando creemos en Jesucristo. ¿Y qué quiere decir eso? Creer en Jesús
quiere decir aceptar todo lo que ha dicho Jesús como la verdad absoluta; y
jugarnos la vida con entera confianza en que es así. Cuando hacemos eso,
entramos en dos nuevas relaciones.
(a) Entramos en una
nueva relación con Dios. Cuando creemos que Dios es como nos ha dicho Jesús,
llegamos a estar absolutamente seguros de Su amor, y de que es, por encima de
todo, un Dios redentor. El miedo a la muerte se desvanece, porque morir es ir
con el gran Amador de las almas humanas.
(b) Entramos en una
nueva relación con la vida. Cuando aceptamos el camino de Jesús; cuando tomamos
Sus mandamientos como nuestra ley, y cuando nos damos cuenta de que Él está
siempre dispuesto a ayudarnos a vivir como Él nos manda, la vida se convierte
en algo totalmente nuevo. Está revestida de un nuevo encanto, una nueva
delicia, una nueva fuerza. Y cuando hacemos nuestro el camino de Jesús, la vida
se convierte en una cosa tan preciosa que no podemos concebir que se acabe
quedando incompleta.
Cuando creemos en
Jesús, cuando aceptamos lo que Él nos dice acerca de Dios y acerca de la vida y
nos jugamos el todo por el todo a que es verdad, resucitamos de veras, porque
somos liberados del miedo que caracteriza a la vida sin Dios; somos liberados
de la frustración que caracteriza a la vida sometida al pecado; somos liberados
de la vacuidad de la vida sin Cristo. La vida se eleva de la muerte del pecado
para llegar a ser algo tan auténtico que no puede morir, y que no encuentra en
la muerte más que la transición a una vida superior.
Yo
por mi parte he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo
(Juan 11;27)
Esta es la confesión de fe que es necesaria para la salvación.
Cuando leamos u oigamos la Palabra de Cristo
sobre las grandes cosas del otro mundo, debemos preguntarnos ¿creemos esta
verdad? Las cruces y los consuelos de esta época no nos impresionarían tan
profundamente como lo hacen, si creyéramos como debemos las cosas de la eternidad.
Cuando Cristo, nuestro Maestro, viene, nos llama.
Él viene en su Palabra y ordenanza, y nos llama a ellas, nos llama por ellas, y
nos llama a sí mismo. Los que, en un día de paz, se ponen a los pies de Cristo
para que les enseñe, pueden, con consuelo, echarse a sus pies para hallar su
favor en un día de inquietud.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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