Juan
4; 23
Mas
la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre
en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren.
El vocablo pero es muy significativo.
Enfáticamente Jesús dijo que habría cambio de religión. No dijo que los
samaritanos (mucho menos los gentiles) debieran guardar la ley de Moisés, sino
que señaló un cambio total de ley (Hebreos_7:12;
Hebreos_8:7-13; Hebreos_10:9-10). Millones de
profesados "cristianos" ignoran este pero e imponen los
mandamientos y prácticas de la ley de Moisés que les convienen ( el diezmo, el
instrumento de música, el quemar incienso).
Como la conversión tiene que ser espiritual, así
también la adoración tiene que ser espiritual. Ahora la morada de Dios no será
"ni aquí en este monte ni en Jerusalén", sino en el espíritu
(el corazón) del hombre. El lugar (templo o monte) ya no era lo importante,
sino la adoración enseñada por Dios (la verdad), ofrecida con toda sinceridad
(con el espíritu) de verdaderos hijos. El templo de Dios ahora es la iglesia (Efesios_2:20; Efesios_3:21; 1Corintios_3:17; 1Corintios_6:19-20).
Bajo la dispensación mosaica
Dios requería que su pueblo ofreciera sacrificios solamente en Jerusalén, y
ahora bajo la ley de Cristo el sitio indicado es el corazón
("alabando al Señor en vuestros corazones", Efesios_5:19). El "sacrificio de alabanza"
es "el fruto de labios" (Hebreos_13:15), el "hacer bien" (Hebreos_13:16), el ofrendar para tener comunión con los
que predican el evangelio (Filipenses_4:18), etc., pero estos actos de servicio no serán
aceptables ante los ojos de Dios a menos que procedan del corazón (2Corintios 9:7, "como propuso en su corazón").
Al buscar a los perdidos Cristo buscaba adoradores de Dios. Lucas_19:10.
Cristo quería que Nicodemo, la mujer samaritana, y Zaqueo fueran verdaderos
adoradores de Dios. Dios nos quiere salvar para que le sirvamos y adoremos.
En
los cultos falsos podemos detectar tres faltas.
Un culto falso es selectivo: se queda con
lo que quiere saber de Dios, y omite el resto. Los samaritanos tomaban lo que
querían de las Escrituras, y omitían el resto: La religión unilateral es una de
las cosas más peligrosas del mundo. Le es muy fácil a cualquiera el aceptar y
retener las partes de la verdad de Dios que le interesan y pasar por alto el
resto. Hemos visto, por ejemplo, que ciertos pensadores y eclesiásticos y
políticos justificaban el apartheid y la segregación racial apelando a
ciertos pasajes de la Escritura, mientras olvidaban muchos más que los
condenan.
Un culto falso es ignorante. El culto debe
ser el acceso a Dios de la persona total. Tenemos una inteligencia, y la
obligación de ejercitarla. La religión puede que empiece por una respuesta
emocional; pero pronto le llega el momento en que hay que razonarla. La
religión es mucho más que meramente un ejercicio intelectual intensivo; pero
que, no obstante, una gran parte del fracaso en materia de religión se debe a la
pereza intelectual más que a ninguna otra causa. El dejar de pensar a fondo las
cosas importantes es ya en sí un pecado. En último análisis, una experiencia
religiosa no está a salvo hasta que se puede decir, no sólo lo que se cree,
sino por qué se cree. La religión es también esperanza; pero una esperanza que
tiene una razón de ser y que no defrauda (1Pedro
3:15 ).
Un culto falso es supersticioso. Es un
culto que se da, no por un verdadero sentimiento de necesidad o por un deseo
auténtico de hacerlo, sino solamente porque la persona cree que sería peligroso
no darlo. Mucha gente se niega a pasar por debajo de una escalera, o a llevar
el número 13 en una competición o en un concurso, o a emprender cualquier cosa
en martes y trece; y se pondrá nerviosa cuando se le derrama la sal, o se le
cruza un gato negro, etcétera, etcétera. No es que crean en esas
supersticiones; pero tienen la sospecha de que puede que haya en ellas algo de
verdad, y por eso es mejor mantenerse a salvo. Hay muchas personas cuya
religión se funda en una especie de temor impreciso de lo que les podría
suceder si no tuvieran en cuenta a Dios. Pero la verdadera religión se basa, no
en el miedo, sino en el amor de Dios y en la gratitud por lo que Dios ha hecho.
Demasiada religión no es más que una especie de superstición ritual para
esquivar la posible ira de dioses impredecibles.
Jesús
define el verdadero culto. Dios, dijo, es Espíritu: En cuanto uno se da cuenta
de eso, un nuevo haz de luz le envuelve. Si Dios es espíritu, no está limitado
a cosas; y, por tanto, el dar culto a una imagen es, no sólo un absurdo, sino
también un insulto a la verdadera naturaleza de Dios. Si Dios es espíritu, no
está limitado a lugares; y, por tanto, limitar el culto de Dios a
Jerusalén o a ningún otro sitio, es poner un límite a Alguien Que, por
naturaleza, sobrepasa todos los límites. Si Dios es espíritu, lo que Le
ofrezcamos tienen que ser dones del espíritu. Los sacrificios animales y todas
las cosas que hacemos los humanos son inadecuados. Las ofrendas que corresponden
a la naturaleza de Dios son los dones del espíritu: amor, fidelidad,
obediencia, dedicación.
El
espíritu es la parte más elevada de la persona humana. Es la porción que
permanece cuando la parte física se desvanece. Es la parte que sueña los sueños
y ve las visiones que, a causa de la debilidad y las deficiencias del cuerpo,
puede que nunca se hagan realidad. Es el espíritu humano el que es la fuente de
sus pensamientos e ideales y deseos más elevados. El verdadero culto es cuando
una persona, mediante su espíritu, alcanza la amistad y la intimidad con Dios.
El culto genuino no consiste en ir a un cierto lugar, ni en llevar a cabo un
cierto ritual o una cierta liturgia, ni en ofrecer ciertos dones. El verdadero
culto es cuando el espíritu, la porción invisible e inmortal de la persona, se
encuentra con Dios y habla con el Que es invisible e inmortal.
Este
pasaje termina con una gran declaración. Se había desplegado ante la Samaritana
un panorama tal que la sorprendía y alucinaba. Contenía elementos por encima de
su comprensión, maravillosos. Todo lo que pudo decir fue: «Cuando venga el
Mesías, el Cristo, el Ungido de Dios, entonces lo entenderemos todo.» Y Jesús
le dijo: «Yo, el que estoy hablando contigo, soy el Mesías.» Es como si Jesús
dijera que todo eso no es un sueño de la verdad, sino la verdad misma.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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