Jeremías 17; 9
Engañoso es el
corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
El corazón
es el ser interior, que piensa, siente y actúa; la esencia del ser humano (Proverbios 4:23), pero es a la vez engañoso y perverso.
Al decir de los judíos que son engañosos de
corazón, el profeta usa con mucha propiedad un término que alude a su
antepasado, cuyo engañoso proceder, no su fe, imitaban. Su “suplantación” la
realizó con la mira de obtener la bendición de Jehová. Abandonan a Jehová para
“confiar en el hombre”, y luego creen que engañan a Dios, como si
escapase a su conocimiento que es en el hombre y no en él en quien confían. (Miqueas 1:9). Confiar en el propio corazón es tan
necio como confiar en el prójimo (Proverbios 28:26)
Dios aclara por qué pecamos: es un asunto del
corazón. Nuestros corazones han estado inclinados hacia el pecado desde el
momento en que nacimos. Es fácil caer en la rutina de olvidar y abandonar a
Dios. Pero aún podemos decidir si continuamos o no en pecado. Podemos ceder a
una tentación específica, o podemos pedir ayuda a Dios para resistir la
tentación cuando esta llegue.
El corazón, la conciencia del hombre, en su
estado corrupto y caído, es engañoso por sobre todas las cosas. Llama bueno a
lo malo y malo a lo bueno; y grita paz a lo que no le corresponde. De ahí que
el corazón sea perverso; está muerto; está desesperado. Indudablemente que el
caso es malo si la conciencia que debiera enderezar los errores de las otras
facultades, es líder del engaño. No podemos conocer nuestros propios corazones
ni lo que harán en una hora de tentación. ¿Quién puede entender sus errores?
Mucho menos podemos entender el corazón del prójimo o confiar en ellos. El que
cree el testimonio de Dios en esta materia, y aprende a vigilar su propio
corazón, encontrará que esto es un retrato correcto aunque triste, y aprenderá
muchas lecciones para dirigir su conducta. Pero mucho de nuestros corazones y
de los corazones ajenos permanecerá desconocido. Sin embargo, Dios ve cualquier
iniquidad que esté en el corazón. Se puede defraudar al hombre, pero no se
puede engañar a Dios.
Ezequiel 36; 26
Os daré corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra, y os daré un corazón de carne.
Este corazón
nuevo será sensible y abierto a las enseñanzas, lo opuesto de un corazón
de piedra. Espíritu nuevo: La
transformación de la voluntad y el espíritu constituye el segundo paso de la
renovación. Una nueva voluntad y una nueva actitud de espíritu permite al
individuo caminar en los estatutos
de Dios y guardar sus preceptos.
Este pasaje es similar por su mensaje a Jeremías
31:31-34. De ahí que parte de la profecía de Ezequiel tenga un carácter
mesiánico.
Los israelitas anteriores
al exilio habían tenido un corazón de piedra, insensible a los mandatos
de Yahvé. En adelante los israelitas tendrán un espíritu nuevo,
proveniente de su Dios, de modo que sientan instintiva atracción hacia
los caminos rectos.
El profeta entrevé la nueva etapa mesiánica, en que los
imperativos del espíritu serán los móviles de una nueva generación: el
cristianismo. De hecho sabemos que los israelitas reintegrados a su patria
después del exilio no volvieron a sentir veleidades idolátricas, sino que más
bien se cerraron en un sano monoteísmo intransigente. Es la primera etapa de la
nueva era vislumbrada por Ezequiel. Con la aparición del Mesías vendrá el
culto de Dios “en espíritu y en verdad”, síntesis del mensaje
evangélico. Pero el profeta en este oráculo se fija en la primera etapa,
idealizándola: el Israel histórico volverá a ser realmente el pueblo de
Yahvé, ya que los corazones de los israelitas vivirán centrados en torno a su
Dios.
La profecía es paralela a la de Jeremías: “en aquel día
seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellos serán mi pueblo. Yo pondré
mi ley en ellos y la escribiré en su corazón, y seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo”
Todos los que tienen parte en el nuevo pacto,
tienen un nuevo corazón y un espíritu nuevo para andar en novedad de vida. Dios
dará un corazón de carne, blando y tierno, que cumpla su santa voluntad. La
gracia renovadora obra un cambio tan grande en el alma como la conversión de
una piedra muerta en carne viva. Dios pondrá dentro su Espíritu como Maestro,
Guía y Santificador. La promesa de la gracia de Dios para equiparnos para
nuestro deber debiera despertar nuestro cuidado y propósito constante para
cumplir nuestro deber. Estas son promesas que todos los creyentes verdaderos de
toda época deben usar en oración y serán cumplidas.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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