1. Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y
santísimo consejo de su propia voluntad, ha decretado en sí mismo, libre e inalterablemente,1 todas las cosas, todo lo que sucede;2 sin embargo, de tal manera que por ello Dios ni es
autor del pecado ni tiene comunión con nadie en el mismo;3 ni se hace violencia a la voluntad de la criatura,
ni se quita la libertad o contingencia de las causas
secundarias, sino que más bien las establece;4 en lo cual se manifiesta su sabiduría en disponer
todas las cosas, y su poder y fidelidad en llevar a cabo sus decretos.5
1. Pr. 19:21; Is.
14:24-27; 46:10,11; Sal. 115:3; 135:6; Ro. 9:19.
2. Dn. 4:34,35;
Ro. 8:28; 11:36; Ef. 1:11.
3. Gn. 18:25; Stg.
1:13; 1 Jn. 1:5.
4. Gn. 50:20; 2
S. 24:1; Is. 10:5-7; Mt. 17:12; Jn. 19:11; Hch. 2:23; 4:27,28.
5. Nm.
23:19; Ef. 1:3-5.
2. Aunque Dios sabe todo lo que pudiera o puede pasar en
todas las condiciones que se puedan suponer,1 sin
embargo nada ha decretado porque lo previera como futuro o como aquello que
había de suceder en dichas condiciones.2
1. 1 S.
23:11,12; Mt. 11:21,23; Hch. 15:18.
2. Is. 40:13,14;
Ro. 9:11-18; 11:34; 1 Co. 2:16.
3. Por el decreto de Dios, para la manifestación de su
gloria, algunos hombres y ángeles son predestinados, o preordenados, a vida eterna
por medio de Jesucristo, para alabanza de la gloria de su gracia;1 a otros se les deja actuar en su pecado para su
justa condenación, para alabanza de la gloria de su justicia.2
1. 1 Ti. 5:21;
Mt. 25:34; Ef. 1:5,6.
2. n. 12:37-40;
Ro. 9:6-24; 1 P. 2:8-10; Jud. 4.
4. Estos ángeles y hombres así predestinados y preordenados
están designados particular e inalterablemente, y su número es tan cierto y
definido que no se puede aumentar ni disminuir.1
1. Mt. 22:1-14;
Jn. 13:18; Ro. 11:5,6; 1 Co. 7:20-22; 2 Ti. 2:19
5. A los humanos que están predestinados para vida, Dios
(antes de la fundación del mundo, según su propósito eterno e inmutable y el
consejo secreto y beneplácito de su voluntad) los ha escogido en Cristo para
gloria eterna, meramente por su libre gracia y amor,1
sin que ninguna otra cosa en la criatura, como condición o causa, le moviera a
ello.2
1. Ro.
8:30; Ef. 1:4-6,9; 2 Ti. 1:9.
2. Ro. 9:11-16; 11:5,6
6. Así como Dios ha designado a los escogidos para la
gloria, de la misma manera, por el propósito eterno y libérrimo de su voluntad,
ha preordenado todos los medios para ello;1 por
lo tanto, los que son escogidos, habiendo caído en Adán, son redimidos por Cristo,2 eficazmente llamados a la fe en Cristo por su
Espíritu obrando a su debido tiempo, son justificados, adoptados, santificados3 y guardados por su poder, mediante la fe, para
salvación;4 nadie más es redimido por Cristo, o
eficazmente llamado, justificado,
adoptado, santificado y salvado, sino solamente los
escogidos.5
1. 1 P. 1:2; 2 Ts.
2:13; Ef. 1:4; 2:10
2. 1 Ts. 5:9,10;
Tit. 2:14.
3.
Ro. 8:30; Ef. 1:5; 2 Ts. 2:13.
4. 1
P. 1:5.
5.
Jn. 6:64,65; 8:47; 10:26; 17:9; Ro. 8:28; 1 Jn. 2:19
7. La doctrina del profundo misterio de la predestinación
debe tratarse con especial prudencia y cuidado,1
para que los hombres, al ocuparse de la voluntad de Dios revelada en su Palabra
y, al obedecerla, puedan, por la certidumbre de su llamamiento eficaz, estar
seguros de su elección eterna;2 de este modo,
esta doctrina proporcionará motivo de alabanza, reverencia y admiración a Dios,3 y de humildad,4 diligencia5 y abundante consuelo6 a todos los que sinceramente
obedecen al evangelio.
1. Dt.
29:29; Ro. 9:20; 11:33.
2. 1
Ts. 1:4,5; 2 P. 1:10.
3. Ef. 1:6; Ro. 11:33.
4.
Ro. 11:5,6,20; Col. 3:12
5. 2
P. 1:10. 6. Lc. 10:20
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