Génesis 24; 12
Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor
Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi
señor Abraham.
El autor sagrado no nos dice nada de las
incidencias del largo viaje emprendido por Eliecer; podemos suponer que subió
por la “via maris,” bordeando la costa palestina, internándose después por
encima del lago de Genesaret, Damasco, Alepo, siguiendo el itinerario
caravanero de la época y el actual ferrocarril de Damasco a Mesopotamia. El
historiador tiene prisa por relatar el resultado de la misión del criado de
Abraham, y así lo coloca ya a las afueras de la ciudad donde moraban los
parientes del patriarca. Llega de tarde a la ciudad y se dirige al pozo para abrevar
sus camellos y para buscar ocasión de entablar conversación con las muchas
mujeres jóvenes que salen a aprovisionarse de agua, para enterarse sobre los
parientes de su amo. La escena es típicamente oriental y encantadora. Aún hoy
día, al atardecer, se pueden ver numerosas jóvenes que van con sus cántaros al
pozo de la localidad.
Eliecer, con un sentido profundo de
la providencia divina sobre los asuntos de su amo, pide a Dios que muestre su voluntad para elegir él conforme a ella
a la que ha de ser esposa de Isaac. El siervo conocía perfectamente que el Dios de Abraham
era un Dios que hacía milagros; él había sido testigo de sus bendiciones a
través de los años.
El siervo parece digno del
señor a quien servía. Resuelve seguir la dirección de la Providencia; y
mientras que mostraba su buen sentido en las señales que fijó, para conocer el
genio y carácter de la futura esposa, nunca dudó de que en tal caso Dios lo
guiaría. El siervo mismo se encomienda a Jehová
en oración y pide repetidamente la dirección de Dios en todas las
decisiones que deba tomar respecto a la elección de esposa. Varios factores son
dignos de resaltar en la oración del siervo: Primero, la intervención de Dios
sería una demostración de bondad y misericordia para con Abraham.
En su relación con Dios, el hombre sólo puede apelar a la bondad y misericordia
de Dios porque no tiene ningún mérito frente a Dios. Esta declaración del
siervo también indica que Abraham ya había confiado totalmente a Dios la
elección de la esposa de su hijo. Segundo, el siervo pide a Dios indicaciones
claras y precisas dejando libertad a Dios de actuar en la vida de las personas
responsables de permitir la realización de su compromiso. Tercero, su oración
está llena de expresiones de alabanza y gratitud a Dios, indicando el
reconocimiento de que es Dios quien prospera su tarea. Abraham, el siervo, y
posteriormente la familia de la elegida, reconocen que: ¡De Jehová procede esto!
El siervo de Abraham reconocía
devotamente a Dios. Nosotros estamos autorizados para encargar en detalle
nuestros asuntos al cuidado de la divina providencia. Propone una señal, no
porque tratara de no seguir más adelante si no era prosperado en ello; más bién
es una oración para que Dios provea una buena esposa para su joven amo; y esa fue
una buena oración. Ella debía ser sencilla, trabajadora, humilde, alegre,
servicial y hospedadora. No importa cuál sea la moda, el sentido común y la
piedad nos indican que estas son las cualidades apropiadas para una esposa y
madre, pues es quien será compañera de su marido, administradora de las cosas
domésticas y encargada de la formación de la mente de sus hijos. Cuando el
mayordomo fue a buscar una esposa para su amo, no fue a lugares de diversión y
placer pecaminoso orando para encontrar a una allí, sino que fue al pozo de
agua, esperando encontrar allí a una que estuviera ocupada. Oró que agradara a
Dios hacer claro y llano su camino ante él en este asunto. Nuestros tiempos
están en las manos de Dios; no sólo los sucesos mismos sino sus tiempos. Debemos
cuidarnos de no ser audaces en exceso insistiendo en lo que Dios debe hacer, no
sea que los hechos debiliten nuestra fe en lugar de fortalecerla. Pero Dios lo
escuchó y le allanó el camino. En todos los aspectos Rebeca respondía a las
características que él buscaba en la mujer que iba a ser la esposa de su amo.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario