Marcos 7; 6-7
Respondiendo él,(Jesús) les dijo:
Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra,
Mas su corazón está lejos de mí.
Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas
mandamientos de hombres
El conflicto entre los
fariseos y escribas, y Jesús de Nazaret, sigue su marcha e intensidad. Jesús
les llama hipócritas, palabra que en el griego significa un “actor”. Jesús cita
a Isaías (Isaías_29:13) para comprobar su
acusación de hipócrita. Estos líderes religiosos del día no conformaban sus
hechos con sus palabras; hablaban bien pero actuaban mal. Su corazón estaba más
bien en sus propias doctrinas humanas. Jesús deja que Isaías el profeta les
exponga y condene.
Hipocresía es pretender ser algo que no se es, sin tener intención de
serlo. Jesús llamó a los fariseos hipócritas porque adoraban a Dios no porque
lo amaran, sino porque les beneficiaba, los hacía parecer santos y fortalecía
su posición social en la comunidad. Somos hipócritas si: damos más importancia a la reputación que al
carácter, cumplimos con rigor ciertas
prácticas religiosas, pero dejamos que nuestros corazones se mantengan lejos de
Dios, y destacamos nuestras virtudes y los pecados de los demás.
Los fariseos agregaron cientos de sus reglas y regulaciones
insignificantes a las santas leyes de Dios, y trataban de forzar a la gente a
que las obedecieran. Decían que conocían la voluntad de Dios para cada detalle
de la vida.
Los líderes religiosos de hoy en día también tratan de agregar reglas
y reglamentos a la Palabra de Dios, con lo que provocan no poca confusión entre
los creyentes. Es idolatría pretender que nuestra interpretación de la Palabra
de Dios es tan importante como la Palabra de Dios misma. Es sobre todo
peligroso fijar parámetros no bíblicos para que otros los cumplan. En
lugar de eso busquemos en Cristo la dirección para nuestra conducta y dejemos
que El guíe a los demás en los detalles de sus vidas.
Hoy en día la misma cosa pasa. Iglesias donde se predica con ardor,
pero a la hora de la verdad, falla el amor. Los religiosos reclaman con la boca
adorar y servir a Dios, pero en realidad son celosos por sus propias doctrinas
y prácticas. Hay mucho culto, o adoración, que el mundo religioso rinde a Dios en
vano sencillamente porque Dios no lo autorizó. Dios sabe lo que busca y nos
ha dicho en su verdad lo que es (Juan_4:23-24).
Cualquier otra cosa es vanidad. Dios lo rechaza.
Todas las iglesias humanas existen porque se propagan doctrinas que se
originan con los hombres, y no con Dios. Enseñan “diferente doctrina” (1Timoteo_1:3) u “otra cosa” (1Timoteo
6:3), en lugar de “retén la forma de las sanas palabras” apostólicas (2Timoteo_1:13). ¿Qué, pues, de la reclamación tan
conocida y famosa que dice: “No importa cómo adoremos a Dios con tal que seamos
sinceros”?
Para su dirección
en la vida, los fariseos y los escribas,
no dependían de escuchar a Dios, sino de escuchar las discusiones y
debates, la casuística, las ingeniosas interpretaciones de los expertos
legales. La casuística nunca puede ser la base de la verdadera religión, que no
puede ser nunca el producto de la mente humana. Tiene siempre que venir, no de
los ingeniosos descubrimientos de las personas, sino de escuchar y seguir
sencilla y humildemente la voz de Dios en Su Palabra enm la Biblia.
Proverbios 10; 9
El que camina en integridad anda
confiado;
Mas el que pervierte sus caminos
será quebrantado.
La integridad y “la
confianza” son compañeras en el camino del hombre bueno. La palabra tom significa “ser íntegro y completo, realizado y
maduro”. La madurez que viene por guardar las enseñanzas le da confianza. Por
otra parte, la persona con una vida “torcida”, del hebreo ‘aqash , que
se define como “desviar, distorsionar o torcer”, va a ser conocida en la arena
pública. Al ser descubierto, el hombre perverso está expuesto a la vergüenza y
el castigo público. Nos hace recordar el ejemplo de Acán quien codició un manto
babilónico, dos kilos de plata y medio kilo de oro durante la caída de Jericó y
los tomó (Josué_7:1, Josué_7:21, Josué_7:24-26).
El hombre perverso se pone a sí mismo y a los demás, especialmente a los de su
familia, en peligro, como también las acciones de una persona justa pueden
beneficiar a su familia (Genesis_6:8 para el caso de Noé; Josué_6:25 para el caso de Rajab).
La seguridad que se
promete a los justos dice referencia al orden humano: el hombre honrado que
cumple con sus deberes para con todos y a nadie hace mal, puede marchar
tranquilo por el camino de su vida, sin temor a la ley o a la venganza de los
hombres. El que anda por sendas tortuosas, cuando menos lo piensa, se encuentra
con el castigo de aquélla o tiene que sufrir las consecuencias de ésta. El
autor tiene, sin duda, en su mente la providencia de Dios sobre los justos y
pecadores, que actúa a través de los factores humanos. Una de las cosas propias
de quienes maquinan el mal es el guiño de ojos, que revela doblez de
ánimo, en distinción a la sencillez y nobleza de la mirada franca. El sabio
opone los efectos saludables de una reprensión bien hecha, que conduce al
arrepentimiento y cambio de conducta. Cerrar los ojos ante un comportamiento
malo no es obrar conforme a los principios de la sabiduría, que enseña
repetidas veces la conveniencia y necesidad de la corrección.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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