Isaías 43; 1-4
Ahora,
así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas,
porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.
Cuando
pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán.
Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
Porque
yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por
tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti.
Porque
a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues,
hombres por ti, y naciones por tu vida.
El capítulo 42 termina con la tristeza de Dios
por la decadencia espiritual de su pueblo. En el capítulo 43, Dios dice al
pueblo que, a pesar de su fracaso espiritual, Él les mostrará misericordia, los
traerá de regreso del cautiverio y los restaurará. Les derramaría amor y no
ira. Entonces el mundo sabría que únicamente Dios había hecho esto.
El favor y la buena voluntad de Dios hacia su
pueblo hablan abundante consuelo a todos los creyentes. La nueva criatura,
doquiera esté, es hechura de Dios. A todos los redimidos con la sangre de su
Hijo, los ha apartado para sí. Los que tienen a Dios para sí, no tienen que
temer quién o qué pueda estar contra ellos. ¿Qué son Egipto y Etiopía, todas
sus vidas y tesoros, en comparación con la sangre de Cristo?
Los
creyentes verdaderos son preciosos a ojos de Dios; su complacencia está en
ellos por sobre cualquier persona. Aunque pasen por agua y fuego, mientras
tengan con ellos a Dios, no tienen que temer mal alguno; serán levantados y
sacados.
Los fieles son animados. Se reunirían de todo
lugar. Con este agradable objetivo a la vista, el profeta los vuelve a disuadir
de los ansiosos temores.
Al pasar por aguas de tribulación quizás te ahoguen
o te obliguen a crecer más fuerte. Si vas con tu fuerza, es muy probable que te
ahogues. Si invitas al Señor a ir contigo, Él te protegerá.
Dios creó a Israel haciéndolo especial para
El. La redimió y la llamó por su nombre para que fueran de Él. Dios protegió a
Israel en tiempos difíciles. Nosotros somos importantes para Dios, ¡también nos
llama por nombre y nos da su nombre! Cuando llevemos su maravilloso nombre,
nunca debemos hacer nada que le avergüence.
Dios entregó a Persia a otras naciones a cambio
de dejaran partir a los judíos a su tierra natal. Egipto, Etiopía y partes de
Arabia (Seba) atacaron a Persia y fueron derrotados.
O Egipto o Israel debe perecer; Dios dispuso que
fuese Egipto; aunque más poderoso, tenía que ser destruído a fin de que su
pueblo pudiese ser librado; de esta manera Egipto ocupó el lugar de Israel, como una especie de “rescate”. El hebreo kofer, significa propiamente aquello
con que una cosa se cubre, como el betún con que se calafateó el arca de
Noé, de aquí aquello que cubre
nuestros pecados: una expiación. Nabucodonosor había sometido el Egipto,
Etiopía (hebreo, Cush) y Seba, que descendía de Cush, Génesis_10:7, probablemente
Meroe de Etiopía, una gran isla formada por el Atbara y el Nilo, conquistada
por Cambises, sucesor de Ciro. De alguna manera Dios habló a Ciro, prometiéndole amplias regiones de
áfrica a cambio de su contribución a la restauración de Jerusalén. Estas comarcas las recibió Ciro de Dios con el resto de los dominios
babilónicos, en atención a que
estaba a punto de librar a Israel. La alusión, sin embargo, puede que sea a los
tres años de guerra, en la que Sargón venció a éstos países, y así tenía su
atención desviada de Israel. Pero la alusión es más general, a saber, a todos
los ejemplos en que Jehová sacrificó a
poderosas naciones paganas, cuando la seguridad de Israel lo requería.
Dios providencialmente influyó sobre Persia y
Egipto para que se cumplieran sus propósitos para Israel.
¡Maranata!
¡Sí, ven Señor Jesús!
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