Salmo 92; 12
El justo florecerá como la palmera;
Crecerá como cedro en el Líbano.
Las palmeras se conocen por
su larga vida. Florecer como palmeras significa permanecer por encima de las
circunstancias y vivir una larga vida. Los cedros del Líbano crecían hasta 34 m
de altura por 9 m de circunferencia, por lo tanto eran sólidos, fuertes y
firmes. El vigor, la longevidad, la utilidad, fragancia y hermosura de estos
nobles árboles, representan la vida, carácter y destino de los piadosos. La
figura es de dignidad, fuerza, durabilidad. El salmista veía a los creyentes
como hombres rectos, fuertes y sólidos ante los vientos de las circunstancias.
Florecen y duran por el lugar donde están plantados, en la comunión con Dios. Y
así fructifican aun en la vejez.
Los que trabajan en hogares de ancianos a menudo dan testimonio de la
diferencia de actitud en el que ha vivido para la gloria de Dios. Todo esto
glorifica a Dios porque hace evidente que él es recto y justo. Todos los que
ponen su fe con firmeza en Dios tendrán fortaleza y vitalidad.
Pero el florecimiento del impío, aunque parezca impresionante y todo
el mundo aplaude, no es duradero. En cambio, en vez de ser como la hierba, el
justo es como la palmera y el cedro, árboles majestuosos y
fuertes con raíces profundas y que no caducan pronto; estos son símbolos del
justo.
Isaías 40; 29-31
El da
esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Los
muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que
esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
Isaías describe el poder de Dios para crear, su
provisión y su presencia para ayudar. Dios es omnipotente y todopoderoso; pero
aun así, cuida de cada uno de nosotros en forma personal. Ninguna persona ni
cosa puede compararse a Dios. Definimos a Dios lo mejor que podemos con nuestro
conocimiento y lenguaje escasos, pero solo limitamos nuestro entendimiento de
Él y su poder cuando lo comparamos con lo que experimentamos en la tierra. El profeta Isaías subraya los resultados
admirables de la fe centrada en la persona de Jehová, este Dios majestuoso que
es creador y sustentador del universo. Sus palabras constituyen la conclusión
de su mensaje de consolación para su pueblo. Esta es una fe eficaz, capaz de
renovar las fuerzas físicas y espirituales a grandes y pequeños, a viejos
agotados y a los jóvenes que tropiezan y caen. Este poder que proviene de la fe
se necesita para dar respuesta al llamado de la redención. Se requiere de esta
fe para iniciar la gran aventura del retorno a la libertad en Cristo.
Aun la gente más fuerte se cansa por momentos,
pero el poder y la fuerza de Dios nunca disminuyen. Nunca está demasiado
cansado ni ocupado para ayudarnos o escucharnos. Su fuerza es nuestra fuente de
fortaleza. Cuando sienta que todo en la vida lo aplasta y no pueda dar un paso
más, recuerde que puede clamar a Dios para que renueve su fuerza.
Esperar en Jehová es saber que su fuerza
prometida nos ayuda a levantarnos por encima de las confusiones y dificultades
de la vida. Significa también confiar en Dios. Esto nos ayuda a estar
preparados para cuando El nos hable. Entonces seremos pacientes cuando nos pida
que esperemos el cumplimiento de las promesas que se encuentran en su Palabra.
Una comprensión adecuada de la intervención de
Dios en la vida solamente se obtiene conociendo sus pensamientos y sus caminos.
Aquí se llama a ser pacientes. Los que
esperan a Jehová: Significa continuar viviendo con la firme esperanza de
que el Señor establecerá su reino cuando llegue el momento; Dios se enfrentará
al mal. Tal actitud interior le da a uno nuevas fuerzas para levantarse y proseguir adelante con vigor.
Donde Dios ha empezado la obra de gracia, la
perfeccionará. Él ayuda a los que, en humilde dependencia de Él, se ayudan a sí
mismos. Su fuerza será según el día. En el poder de la gracia divina nuestras
almas ascenderán por sobre el mundo. Correrán alegremente por el camino de los
mandamientos de Dios. Velemos contra el descreimiento, el orgullo y la
confianza en uno mismo. Si vamos adelante por nuestra propia fuerza,
desmayaremos y caeremos totalmente; pero teniendo nuestros corazones y
esperanzas en el cielo, seremos llevados por sobre todas las dificultades y
seremos dotados para echar mano del premio de nuestra alta vocación en Cristo
Jesús.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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