Hebreos 9; 27
Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran
una sola vez, y después de esto el juicio,
El autor de hebreos
traza un paralelismo entre la vida del hombre y la vida de Cristo.
El
hombre muere, y después viene el juicio. Eso ya era un golpe para los griegos,
que pensaban que todo terminaba con la muerte. «Una vez que la tierra bebe la
sangre de una persona dijo Esquilo-, ya no hay más que muerte, sin
resurrección.»
El hombre vive y muere una sola vez y luego es juzgado. La
muerte no puede ocurrir muchas veces. El hombre muere una sola vez, y no
muchas. Así con Cristo; murió una sola vez. Este versículo ilustra lo declarado
en el 26 tocante a la singularidad de la muerte de Cristo. La muerte, el juicio
y la reconciliación obrada por Cristo ¡son cosas que no se repiten! Con Cristo
es diferente: murió, resucitó y volverá otra vez, no para ser juzgado sino para
juzgar. Todas las personas mueren físicamente, pero Cristo murió para que
nosotros no tuviéramos que morir espiritualmente. Podemos tener una maravillosa
confianza en su obra de salvación a nuestro favor, quitando nuestro pecado
pasado, presente y futuro. El perdonó nuestros pecados del pasado; cuando murió
en la cruz, Él se inmoló una vez para siempre; El nos envió el Espíritu Santo
para ayudarnos a enfrentar el pecado presente; Él se presentó por nosotros en
el cielo como nuestro Sumo Sacerdote; y ha prometido regresar y resucitarnos a una vida eterna en un mundo
en que no se permitirá el pecado.
La Iglesia
Primitiva no se olvidó nunca de la esperanza en la Segunda Venida. Latía en
toda su fe. Pero para los incrédulos era una perspectiva terrible. Como leemos
en Enoc acerca del Día del Señor antes que Cristo viniera: «Para todos
vosotros, pecadores, no hay salvación, sino que lo que vendrá sobre vosotros
será la destrucción y la maldición.» De alguna manera habrá de venir la
consumación. Ese día, si Cristo viene como Amigo, no puede ser más que un día
glorioso; si viene como un extraño o como Uno al Que hemos considerado un
enemigo, sólo puede ser un día de juicio. Uno puede esperar el fin de todas
-las cosas con gozosa expectación, o con desesperado terror. La diferencia sólo
depende de cómo estemos con Cristo.
Deuteronomio 30; 19
A los cielos y a la tierra llamo
por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte,
la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu
descendencia;
Actuando como el mediador del pacto, Moisés invoca
a los cielos y la tierra como testigos. En el Antiguo Oriente, la conclusión de
los tratados políticos terminaban con la invocación de los dioses como
testigos. Pero la fe monoteísta de Israel no podía aceptar la realidad de los
otros dioses como testigos del pacto entre Dios e Israel. Así que los cielos y
la tierra sirven como testigos eternales de la decisión de Israel a las
demandas del pacto. La invocación de testigos contra Israel aparece diversas
veces en el AT (Deuteronomio_4:26; Deuteronomio_32:28;
Isaías_1:2; Miqueas_1:2). Moisés, por lo tanto, invoca a los testigos
para certificar que él había dado a Israel la oportunidad de escoger entre vida
y muerte, entre bien y mal. Moisés insta a Israel a escoger vida porque la decisión de ellos afectaría a sus
hijos por muchas generaciones en el futuro. La vida que Israel tenía que
escoger era la vida de servicio a Jehová en obediencia a sus mandamientos. La
muerte era la maldición que sigue a la desobediencia. Escoger vida era aceptar
la relación especial que Jehová ofrecía. Aceptar vida era amar a Dios, era
obedecer sus mandamientos y serle fiel. Jehová había prometido dar a Abraham,
Isaac y Jacob una tierra fructífera como su heredad eterna. Pero, ahora, sus
descendientes que se preparaban para entrar en aquella tierra prometida a sus
antepasados, tenían que tomar una decisión. Para recibir la heredad que Jehová
había prometido a sus padres, la nueva generación de israelitas tenía que
aceptar las palabras del pacto y aceptar la vida de servicio a Dios. En su
decisión estaba su vida. En su aceptación de la misión de ser pueblo de Dios
estaba su permanencia en la tierra. Israel había sido redimido de la esclavitud
de Egipto para servir a Jehová. Pero ahora Israel tiene que tomar una decisión
La consecuencia de la desobediencia es muerte,
muerte física y muerte espiritual. La desobediencia trae consecuencias
desastrosas. El pueblo sería removido de la tierra que Jehová había prometido
dar a Israel como su herencia. El pueblo sería esparcido entre las naciones y
se tornaría en objeto de “refrán y escarnio entre todos los pueblos” (1Reyes 9:7). El juicio divino cambiaría la promesa de
vida y bendición que Jehová había dado, en una maldición que causaría la muerte
de la nación. Por esta razón Moisés insta a la nueva generación de israelitas a
tomar la decisión de escoger vida y no muerte
Moisés desafió a los israelitas a escoger la
vida, obedecer a Dios y por lo tanto continuar experimentando sus bendiciones.
Dios no fuerza su voluntad sobre nadie. Él nos deja decidir por nosotros mismos
si lo seguimos o si lo rechazamos. Sin embargo, esta decisión es una cuestión
de vida o muerte. Dios quiere que nos demos cuenta de esto, ya que Él quiere
que todos nosotros escojamos la vida. Día a día, en cada nueva circunstancia,
debemos afirmar y reforzar este compromiso.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario