Marcos 11; 7-9
Entonces
trajeron* el pollino a Jesús y echaron encima sus mantos, y Jesús se sentó sobre él.
Y muchos tendieron sus mantos en el camino,
y otros tendieron ramas que
habían cortado de los campos.
Los que iban delante y los que le seguían,
gritaban: ¡Hosanna! BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR;
Así se cumplió
profecía. Los mantos sirvieron de silla
en que sentarse Jesús sobre el asnillo (Jn_12:14),
y reflejaron el respeto de los discípulos hacia su Señor.
Los creyentes
mostraron su honor hacia su rey (Zac_9:9) al
pavimentar el camino delante de Jesús con ropas y ramas de palmera (Jn_12:13).
Hubo dos grupos
de adoradores: los discípulos de Jesús y la gente que había venido a la casa de
Lázaro la noche anterior (Jn_12:9), y la
multitud que salió de Jerusalén a encontrarle en el camino (Jn_12:12-13).
La palabra,
Hosanna, significa “sálvanos ahora”, siendo o una petición a Dios o una
exclamación de acción de gracias. La gente gritaba, citando las palabras del
Salmo mesiánico, 118:25,26. Mateo (21:9) informa que la multitud decía, “¡Hosanna
al Hijo de David!”, una expresión indicativa del Mesías. Y también decía,
“¡Hosanna en las alturas!” La gente estaba persuadida del que el Mesías había
llegado y que entraba en la ciudad capitalina para inaugurar su reinado. Veían
muy bien en Jesús el cumplimiento de esas profecías, pero no entendían la
proyección que tendría el Reino de Cristo. Cuando solo algunos días más tarde
llevaron a Jesús al tribunal, esa misma multitud gritó:
"¡Crucifícale!"
Ningún
otro episodio nos muestra tan claramente como este el tremendo coraje de Jesús.
En aquellas circunstancias, uno podría haber esperado que Jesús Se introdujera
en Jerusalén de incógnito, y Se mantuviera a cubierto de las autoridades, que
estaban dispuestas a eliminarle. En vez de eso, entró de tal manera que atrajo
la atención de toda la gente. Una de las cosas más peligrosas que una persona
puede hacer es dirigirse a un pueblo y decirle que todas sus ideas están
equivocadas. Cualquiera que intente desarraigar los sueños nacionalistas de un
pueblo se está buscando problemas. Pero eso fue precisamente lo que hizo Jesús.
Aquí Le vemos haciendo la última llamada del amor, y haciéndola con un coraje
verdaderamente heroico.
Juan
19; 12
Como
resultado de esto, Pilato procuraba soltarle, pero los judíos gritaron,
diciendo: Si sueltas a éste, no eres amigo del César; todo el que se hace rey
se opone al César.
Cuando el líder judío proclamó ante
Pilato: "¡No tenemos más rey que el César!» fue la más alucinante volte
face de la Historia. El solo oírlo debe de haber dejado a Pilato sin
aliento, y seguramente se los quedaría mirando medio alucinado y medio
divertido. Los judíos estaban dispuestos a renegar de todos sus principios con
tal de eliminar a Jesús.
Es un cuadro horrible. El odio de los
judíos los convirtió en una enloquecida chusma de fanáticos y frenéticos
vociferadores y frenéticos. En su odio olvidaron toda misericordia, todo
sentido de proporción, toda justicia, todos sus principios, hasta a Dios. Nunca
en toda la Historia de la humanidad se mostró más claramente la locura del
odio.
Juan
19; 15
Entonces
ellos gritaron: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo*: ¿He de
crucificar a vuestro Rey? Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos
más rey que el César.
En su fanatismo
por crucificar a Cristo, negaron al Dios del Antiguo Testamento, el único Rey
de Israel (Jue_8:23; 1Sa_8:7; 1Sa_12:12), y
negaron la promesa de Dios a David acerca de su Hijo (2Sa_7:12-16),
el Mesías que ocuparía su trono para siempre. Desde luego, sus palabras eran
pura hipocresía, pero en realidad los que no se arrepintieron de este pecado se
excluían del reino verdadero del Mesías. La ironía del asunto se ve en que
ellos dijeran "No tenemos más rey que César", pero dentro de pocos
años su templo, ciudad y millares de ellos fueron destruidos por el mismo César
a quién proclamaban como su único rey.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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