11 Y todos
los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de
los cuatro seres vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono, y
adoraron a Dios,
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diciendo: ¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de
gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos
de los siglos. Amén
La escena está formada por una serie de grandes círculos
concéntricos de habitantes del Cielo. En el círculo exterior están todos los
ángeles. Más cerca del trono, los veinticuatro ancianos; aún más cerca, los
cuatro seres vivientes, y delante del trono están los mártires vestidos de
blanco. Los mártires acaban de entonar su cántico de alabanza a Dios, y los
ángeles entran en la alabanza y la hacen suya diciendo: "¡Así sea!» Dicen
«Amén» a las alabanzas de los mártires, y luego entonan su propio cántico, en
el que todas las palabras están preñadas de sentido.
Adscriben la bendición a Dios; y toda la creación de Dios
debe estarle bendiciendo siempre por Su bondad en la creación y en la redención
y en la providencia de todo lo que ha creado. Como decía un gran santo:
"Tú nos has hecho, y somos Tuyos; Tú nos has redimido, y somos, tuyos por
partida doble.»
Adscriben la gloria a Dios. Él es el Rey de reyes y el Señor
de señores; por tanto, a Él se ha de dar la gloria. Dios es amor; pero ese amor
no se debe rebajar a mera sensiblería; no debemos olvidar nunca la majestad de
Dios.
Adscriben la sabiduría a Dios. Él es la fuente de toda
verdad, el dador de todo conocimiento. Si buscamos la sabiduría, solo la
podemos encontrar por dos senderos: buscando con nuestra mente, y esperando en
Dios -y cada uno es tan importante como el otro.
Ofrecen la acción de gracias a Dios. Él es el dador de la
salvación y el constante proveedor de la gracia; es el Creador del mundo y el
constante sustentador de todo lo que hay en él. El clamor del salmista había
sido: «¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios!»
Sal_103:2). Shakespeare decía que es más agudo que los dientes de una víbora el
tener un hijo desagradecido. Debemos asegurarnos de no ser nunca culpables del
más feo y desgraciado de los vicios, que es la ingratitud.
Adscriben el honor a Dios. Dios debe ser adorado. Puede que
a veces Le consideremos como Alguien de Quien nos podemos aprovechar; pero no
deberíamos olvidar el deber de la adoración, limitándonos a pedirle cosas; a
Dios hemos de rendirnos con todo lo que tenemos y somos.
Adscriben el poder a Dios. Su poder nunca disminuye, y lo
maravilloso es que lo usa con amor por los hombres. Dios cumple Su propósito en
el tiempo, y al final vendrá Su Reino.
Adscriben la fuerza a Dios. El problema de la vida es
encontrar la fuerza para cumplir sus tareas, sus responsabilidades y sus
exigencias. El cristiano puede decir: «Seguiré adelante con la fuerza del
Señor.»
Dios es bendecido siete veces (y el Mesías), y es similar a
las siete bendiciones del Cordero inmolado Santiago 5:15.
No hay ejercicio más excelente en la vida devocional que
meditar en la alabanza de los ángeles, y hacerla nuestra.
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