Mateo 16; 26
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
No nos gusta perder cosas de valor. Las aseguramos al máximo, cuidando
la salud, instalando alarmas, poniendo candados y toda clase de seguros para
asegurar las posesiones, para estar tranquilos y sin cuidado. Pero ¿cuántos
aseguran su alma?
¿Qué tan serio es perder el
alma? Se pierde la posesión más
valiosa. Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar;
temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.
Jesús sabe el valor del alma; El murió para salvarla. El diablo sabe el valor
del alma; por eso, quita la semilla para que la gente ni siquiera piense en
salvar su alma; pero ¿cuántos hombres aprecian el valor del alma? Se pierde todo 1Timoteo_6:1-21,
“porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”; al
morir el hombre pierde toda posesión material, y ¿si pierde el alma también?
Pierde absolutamente todo. No tendrá nada que dar. Causa que otros también se pierden. Mateo_5:1-48, “
Pero yo os digo que el que repudia a su
mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere ”
(él lo causa); Mateo_18:1-35, “ Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños
que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de
molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”; 1Reyes_14:1-31, “Jeroboam,
el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel ”. ¿Cuántos padres mundanos
enseñan a sus hijos a ser obedientes a Dios? Por el ejemplo y por la misma
enseñanza causan que sus hijos también se pierdan. Se pierde la vida mejor aún en este mundo 1Pedro_3:10-12; Efesios_6:3; 1Timoteo_4:8; Mateo_5:5. Se pierde el cielo, Juan_14:1-3;
Mateo_25:34; Apocalipsis_21:4. Y
en lugar de encontrar reposo y alivio de todos los problemas y
sufrimientos de la vida el perdido apenas comienza a sufrir, Mateo_25:46; 2Tesalonicenses_1:8-9.
En lugar de estas palabras graves que hallamos en
Marcos también, Lucas (9:25) las expresa así: “¿qué aprovecha al hombre, sin granjeare todo el mundo, y
se pierda él a sí mismo, o corra peligro de sí?” o, mejor, “si granjeare todo
el mundo, y se destruyere a sí mismo”. ¡Cuán terrible es el peligro aquí
descrito! Si el hombre hace del mundo presente, en sus formas diversas de
placer, riquezas, honores y demás, el objeto de supremo empeño, aunque gane
todo el mundo perderá, junto con él, su propia alma. Esto no afirma que alguno
haya ganado, ni jamás gane todo el mundo, pues sólo una pequeña porción de él,
en efecto, llega a pertenecer a los más afortunados partidarios del mundo; pero
se hace la suposición extravagante de que por entregarse completamente al
mundo, algún hombre llegue a ganarlo todo, sin embargo, colocando frente a esta
ganancia la pérdida de su propia alma, lo que necesariamente resulta de la
entrega de su corazón al mundo, ¿qué provecho sacará? Pero, si no es el mundo
entero, entonces quizá otra cosa puede servir como equivalente del alma. Muy
bien, entonces, ¿qué puede ser esto? “O”, como lo dijo el Señor, “¿qué
recompensa dará el hombre por su alma?” Así, en lenguaje grave pero sencillo,
nuestro Señor tapa la boca a sus oyentes, y a todos los que lean estas palabras
hasta el fin del mundo, al dar a conocer el valor inestimable de su propia alma
para todos los seres humanos. En Marcos (8:38) y
Lucas (9:26) son añadidas las palabras
siguientes: “el que se avergonzare de mí y de mis
palabras”, o “el que se avergonzare de pertenecer a mí, y se avergonzare de mi
evangelio”, “en esta generación adulterina y pecadora” “el Hijo del
hombre se avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con
los santos ángeles”. El retornará a aquel hombre su propio tratamiento,
desconociéndolo ante la asamblea más augusta, y exponiéndolo a “vergüenza y
confusión perpetua” (Daniel_12:2). “¡Qué
humillación!”, “el ser avergonzado
delante de Dios, de Cristo y de los ángeles” El sentimiento de vergüenza
está basado en nuestro amor por la buena reputación, el cual produce
aversión instintiva a aquello que puede rebajar nuestra reputación. Esta
aversión nos fue dada como un preservativo para librarnos de todo lo que es
propiamente vergonzoso. Tener perdido al sentimiento de vergüenza es
estar casi sin esperanza. Pero cuando Cristo y “sus palabras” son impopulares,
el mismo deseo de quedar bien con otros engendra aquella tentación de
avergonzarse de él, lo que sólo el “poder expulsivo” de un cariño más elevado
puede contrarrestar eficazmente.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor
Jesús!
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